Periodismo de sociales: escribir notas donde el primer párrafo contenía los famosos qué (una fiesta), quién (los yuppies de la ciudad), cuándo (de jueves a domingo), dónde (en las Lomas, Bosques o el Pedregal; ya saben: colonias de ricos) y por qué (porque pueden).
Cubrir “eventos” como reportera de sociales fue entrar a un cuarto donde había un elefante rosa del que nadie hablaba. Los reporteros llegábamos al periódico y escribíamos las notas con una plantilla ya gastadísima. No sé, tal vez un par de ellos pensaban que juntarse con toda esa gente de dinero les serviría de algo, el resto estábamos convencidos de que eso que hacíamos era algo que parecía periodismo, pero que no lo era.Y es que la naturaleza misma del periodismo de sociales es aberrante, el reportero tiene la tarea de leer entre líneas, de mostrar lo que subyace, de hablar de ese elefante rosa, pero nada de eso se puede hacer en sociales.
Y es que la naturaleza misma del periodismo de sociales es aberrante, el reportero tiene la tarea de leer entre líneas, de mostrar lo que subyace, de hablar de ese elefante rosa, pero nada de eso se puede hacer en sociales.
Nunca de los nuncas podrás decir que la heredera millonaria inauguró su tienda de Swarovski con dinero que su padre obtuvo por medio de evasión de impuestos, eso no sirve, eso no entra en el suplemento de los viernes que tiene como portada a un grupo de jóvenes excepcionalmente rubios, delgados y bien vestidos. Hablarás, en cambio, de quiénes asistieron, qué comieron y qué compraron.
Después de tres meses en ese periódico donde el saco y la corbata son rigurosos para los hombres y las mujeres no pueden enseñar ni los hombros ni los dedos de los pies, decidí que si no podía alterar el fondo de mis notas, al menos jugaría con la forma. Escribía crónicas escritas en segunda persona del singular, en futuro, usando tropos poéticos y recordando pasajes de Fitzgerald —de todas formas era bien sabido que lo único que se leía eran los pies de foto. Pero mi editor me frenó en seco, me dijo que eso no se podía hacer ahí y me dio una cátedra sobre “la pirámide invertida”. Así que regresé a escribir notas donde el primer párrafo contenía los famosos qué (una fiesta), quién (los yuppies de la ciudad), cuándo (de jueves a domingo), dónde (en las Lomas, Bosques o el Pedregal) y por qué (porque pueden).
Duré así más de un año, cubriendo bodas, graduaciones, bautizos e idas al Baby’O de Acapulco. Cuando pedí mi cambio a otra sección me lo negaron, dijeron que “me pusiera la camiseta” y aguantara al menos otro año. Después de que una reportera que llevaba cinco años en ese suplemento renunció y se fue como editora a una revista, hice lo mismo. Ya nunca volví a reportear. No sé si hubiera sido buena, supongo que en el periodismo hard pasa lo mismo, hay elefantes rosas de los que no se habla, tal vez me hubiera sentido frustrada también ahí, queriendo escribir sobre las pieles agrietadas de esos extraños paquidermos. ®
Rolando
¡Lastima Margara! Te había considerado para la revista QUIEN o mejor aun para la pluscuamperfecta HOLA.
Ya en serio, creo que siguiendo tu reflexión zoológica,como en la fábula oriental, si hubieras seguido reporteando, por ejemplo en política, si tocaras la pata pensarías que es un tronco, o la trompa una serpiente.
A pesar de los cambios, para bien de los medios, aun distan de poder acceder a una verdad completa y los periodistas sufren mucho, o mueren, cuando se atreven a «tocar» al poder continuado de la corrupción e impunidad que nos sigue deteniendo como país.
Gustavo Méndez Martínez
Bravo!