El periodismo y el control de la violencia

“Hay ciudades de México donde pasas un día del infierno y en el periódico de la mañana no hay nada”

Ninguna noticia vale una vida humana. Y en una sociedad que hoy ha perdido completamente el control de la violencia, como en algunas partes de México, no hay de otra, dice Rosental Alves.

Rosental Calmon Alves.

Rosental Calmon Alves.

México parece convertirse en un paradigma de lo negativo en el quehacer periodístico. No sólo es considerado uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión, sino también un país en donde se viven “casos absolutamente extremos” y donde la autocensura de reporteros y medios es un asunto pragmático a favor de la preservación de la propia vida.

Para Rosental Alves, viejo lobo de mar en el periodismo latinoamericano, gurú del periodismo digital y corresponsal de Journal do Brasil para la cobertura del narcotráfico en México durante muchos años, lo que hoy se vive con respecto a las agresiones a periodistas no tiene comparación, ni siquiera con la violencia desatada por las dictaduras en Sudamérica.

Alves, quien también ha sido catedrático en la Univeridad de Austin y director del Centro Knight para el Periodismo en las Américas, participa en los debates que van desde los retos del nuevo periodismo en Internet hasta los de la supervivencia en medio de la guerra contra el narco y la impunidad.

Conocedor de ambos temas, expresó en un entrevista en 2010 mucho de lo que seguimos viendo ahora. La muerte de periodistas del Diario de Juárez y aquella carta publicada en el Editorial de ese medio fueron el motivo de esta charla que hoy, por desgracia, sigue muy vigente.

—Últimamente en México, con la guerra contra el narco, parece que ya no tenemos espacio más que para lo que algunos llaman la “nota negativa”, con todo lo que implica…

—Bueno, la crítica de que la prensa siempre da más valor a los contenidos negativos es una crítica vieja y universal. La gente siempre critica eso, pero el periodista tiene que hacer un balance de lo que pasa en el mundo real y sacar sus impresiones sobre cosas que la gente quiere leer. Hay algunas cuestiones éticas: el periodista tiene que ver también con las consecuencias de lo que publica…

—¿Cuáles serían éstas?

—Por ejemplo, cuál es el impacto en la sociedad de lo que se publica, pero eso no quiere decir que vaya a censurarse ni nada parecido, simplemente que hay cosas que no vale la pena publicar: lo que ponga a alguien en peligro, o el ser irresponsables con los contenidos. En general la deontología, la ética del periodismo, contempla estas cosas y las resuelve.

—¿Cómo pensar en la libertad de expresión, más allá de que sea un derecho, también como una responsabilidad?

—La libertad de expresión es un derecho sobre todo, eso es lo primero. Todo mundo debe tenerlo, pero es una responsabilidad también porque no puedes afectar el derecho de los demás. En una situación de crisis, como la que vive México ahora, se crean dilemas sobre el quehacer (periodístico) que son muy especiales.

—¿Cómo enfrentar esos dilemas sin tener que pensar en preocuparme por no afectar a mi público o al medio, desde la cuestión editorial hasta la de la propia vida?

—Yo creo que depende. México vive casos absolutamente extremos, yo diría, pocos países en el mundo viven situaciones como las que ocurren en algunas entidades de aquí. Veo con mucho respeto las decisiones editoriales de algunos periodistas, periódicos y medios de México que están en este momento siendo obligados por la fuerza de las amenazas, de la violencia que existe aquí, a no tener otra que autocensurarse.

—Parecería una pregunta de respuesta obvia, pero, ¿se vale?

—No tengo ninguna autoridad moral para decirle a un periodista de un medio que ya ha sufrido bajas, que ha sido amenazado, que no, que los valores del periodismo te dicen que tienes que publicar todo lo que sepas y etcétera… Yo creo que hasta la propia sociedad servida por estos medios entiende que hay muchas ciudades de México hoy donde pasas un día del infierno, de tiroteos, balaceras y sangre por todas partes, y abres el periódico en la mañana y no hay nada sobre esto. Es triste, es realmente conmovedor, pero en realidad es entendible.

—No hablamos de una autocensura del reportero o del medio por un interés económico o político, sino por el simple hecho de conservar la vida.

«Hasta cuándo el Estado mexicano va a dejar que periodistas amenazados sean asesinados y los crímenes sigan en la impunidad? El caso de Rubén Espinosa este fin de semana es extremamente grave, pues él estaba en la Ciudad de México como refugiado, después de ser hostilizado, agredido y amenazado de manera creíble en Veracruz. Es la primera vez que un periodista que busca refugio en la capital mexicana acaba asesinado allá.»

—Hombre, ninguna noticia vale una vida humana. Y en una sociedad que hoy ha perdido completamente el control de la violencia, como en algunas partes de México, no hay de otra. Nosotros vivimos en nuestros países cosas similares durante las dictaduras militares de Sudamérica, donde siempre tratábamos, por cierto, de probar los límites de los malos, íbamos hasta cierto punto pero regresábamos cuando no podíamos ir más adelante. Pero en algunas partes de México yo veo que es peor que una dictadura militar.

—¿Peor que una dictadura? Se refiere en cuanto a la violencia, imagino.

—En términos de la violencia y de la represión a los medios. El problema de México es que los medios pasaron de ser simplemente censurados a ser usados como voceros de los narcotraficantes, de los criminales.

Javier Duarte, gobernador de Veracruz; quince periodistas muertos. Foto © José Candelario/Cuartoscuro.

Javier Duarte, gobernador de Veracruz; quince periodistas muertos. Foto © José Candelario/Cuartoscuro.

—Ése ha sido un reclamo de la sociedad, incluso de algunos especialistas en el área de la comunicación, porque los medios exhiben cuerpos mutilados, sangre, publican las narcomantas con mensajes. Es decir, entendemos que es grave, pero un periodista no puede dejar de decirlo, ¿no es así?

—Claro, y tiene que decir más, al máximo que pueda; pero también llega a un punto donde no tiene a dónde ir, como el histórico editorial de El Diario, de Ciudad Juárez, diciendo: “Oiga usted, el Estado mexicano aquí no tiene autoridad, no opera; ustedes, que son los mafiosos, los malos, dígannos qué carajo quieren”. Esto es muy importante y se interpretó en México y en otras partes de maneras muy distintas, pero para mí, en realidad, se trata de un momento dramático en esta historia.

—Ha sido uno de los casos más terribles, nos dice mucho de lo que está pasando, pero también genera poca esperanza, llegar hasta ese grado…

—Yo soy optimista en esto: creo que México podrá resolverlo, que va a pasar, que habrá un punto de inflexión, ya que ninguna sociedad puede vivir tanto tiempo bajo esta inseguridad tan grande.

—Estamos pasando de la prudencia de un periodista a, prácticamente, una autocensura para preservar la vida.

—Sí, es una cuestión pragmática de sobrevivencia. Los criminales tienen la fuerza de la violencia, y están aterrorizando a la gente. Algunos de los crímenes más crueles que hemos visto en los últimos años en México van más allá de lo que los criminales hacen normalmente; son actos de puro terrorismo.

—Ha habido una irrupción notable de información que fluye a través de las redes sociales en la red, el uso de Twitter y de YouTube, o de blogs en el caso de los videos.

—Las redes sociales están cumpliendo un papel informativo impresionante en México: es un fenómeno extraordinario, que la sociedad está teniendo su propio medio de información más allá de los de masas, y que puede circular información que los grandes medios están negando por razones comprensibles o no, pero que no están suministrando.

«El periodista tiene que hacer dos cosas: monitorear los medios sociales y estar presente en ellos, tanto recogiendo como dando información, y por otro lado tiene que verificar y usar sus técnicas y su ética para confirmar la realidad de lo que se está hablando. Es un papel que en este nuevo mundo debe cumplir el periodismo: el de verificador, mantener la disciplina de la verificación a niveles muy altos y prioritarios.»

—¿Esto es porque la sociedad deja de creer en los medios o porque está reaccionando automáticamente a lo que sucede en su entorno?

—No, esto pasa porque los medios sociales se volvieron como extensión de nuestras relaciones personales, de nuestra comunicación. Cada persona es un medio, cada uno está empoderado con la posibilidad de transformarse en un medio y crear audiencia para sí. No estamos hablando sólo de las personas comunes, de la calle, aun las autoridades están usándolas para hacerse escuchar. Las redes sociales compiten de cierta manera con los medios como difusores de información, y por eso, para los propios criminales en esta guerra que hay en México, hay un proceso de desintermediación, o sea, ellos no necesitan más de los medios para enviar sus mensajes porque consiguen, por la vía de las redes sociales, llegar a la gente. Esto no es sólo para bien, sino también puede ser para mal… Mucho de lo que circula es desinformación, mentiras e información que tiene intención de crear el caos o generar una visión opuesta de lo que se quiere decir.

—Pero en eso puede incidir el reportero, tiene que verificar, no sólo publicar lo que ahí se dice…

—Tiene que hacer dos cosas: monitorear los medios sociales y estar presente en ellos, tanto recogiendo como dando información, y por otro lado tiene que verificar y usar sus técnicas y su ética para confirmar la realidad de lo que se está hablando. Es un papel que en este nuevo mundo debe cumplir el periodismo: el de verificador, mantener la disciplina de la verificación a niveles muy altos y prioritarios. Los medios tienen un pilar, que es la credibilidad, y tienen que construirla en este nuevo mundo que se está formando a través de las redes sociales. ®

—Publicada originalmente la revista Milenio Semanal.

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Publicado en: Al_Medio

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