El regreso a los idus de marzo

Colosio: el asesinato, de Carlos Bolado

El objetivo primordial de la película es cautivar al espectador con un estilo ágil, un tema incendiario, buenas actuaciones y una intriga nacional que, se supone, interesa a todos. Pretende ser la gran película taquillera del año, y es probable que lo consiga.

Retratar la historia es una tarea vertiginosa que implica un compromiso tácito con las generaciones pasadas y con los contemporáneos. Mirar hacia el pasado es seductor pero también es engañoso, más aun si se trata de la búsqueda de la “verdad”. Sin embargo, el ejercicio, bien hecho, es al menos constructivo. Poner sobre la mesa un tema olvidado en un anaquel de la historia, un tema misterioso y aterrador, bien vale una tarde de domingo, y ésa es la propuesta de Colosio: el asesinato (2012) de Carlos Bolado: un thriller político lacerante y taquillero.

La película comienza con el día del atentado, en marzo de 1994. Se nombra a un investigador del caso, pero tras bambalinas José Córdoba Montoya (Daniel Giménez Cacho), jefe de asesores de la presidencia, le pide a José Francisco Ruiz Massieu (Odiseo Bichir) una investigación paralela, y éste a su vez delega el encargo en Andrés Vázquez (José María Yazpik), personaje ficticio que lleva la batuta de la trama. Es una misión secreta.

Después de las primeras escenas documentales que acompañan los créditos hay una frase que advierte: “Ésta es una ficción basada en hechos reales”, y no hay otra manera de tomarla. Los realizadores no pretenden escarbar como detectives o historiadores sino armar un drama con personajes históricos y un magnicidio verdadero como telón de fondo. El hilo narrativo es un invento. Escrito por Bolado, Hugo Rodgríguez y Miguel Necoechea, el guión original no tiene sustento bibliográfico; los tres guionistas son cineastas —ninguno es periodista o experto en la materia— y aunque respetan fechas y algunos guiños de los personajes históricos involucrados, se basan en la teoría de la conspiración más aceptada: que Carlos Salinas a través de Córdoba Montoya fue el autor intelectual del crimen. La reconstrucción de los hechos es cercana a lo que hace Oliver Stone en JFK (1991), aunque ésta, como malabarista, maneja varias hipótesis, mientras que Bolado se enfoca en una sola.

El objetivo primordial de la película es cautivar al espectador con un estilo ágil, un tema incendiario, buenas actuaciones y una intriga nacional que, se supone, interesa a todos. Pretende ser la gran película taquillera del año, y es probable que lo consiga, con un estreno inicial de cuatrocientas copias en todo el país —el mismo número con que salió El crimen del padre Amaro (2002), de Carlos Carrera, un éxito rotundo en la taquilla. Además de los arriba mencionados, Kate del Castillo hace el papel de la mujer del investigador secreto Vázquez, y una lista de actores más o menos conocidos interpreta a los personajes más relevantes. Colosio: el asesinato entretiene a un nivel popular.

Al no haber culpables oficiales ni una investigación profunda, todo es especulación. El poder de la familia Salinas seguirá obstaculizando el devenir de México. Mientras tanto, la ficción seguirá siendo ficción y el surrealismo mexicano convertido en cine gore seguirá vendiendo periódicos. En este país la realidad es más inverosímil que la ficción.

Habría sido imposible huir del oportunismo al acercarse a este episodio de la historia nacional. Quien lo hubiera intentado habría sido pintado con esa brocha, y el caso de Bolado no es la excepción. Estrenarla a tres semanas de la elección presidencial lo es aún más. El oscurantismo priista se postra como la sombra malévola que lo ve y lo ordena todo, y no puede hacerle más que daño al candidato que hoy se postula por ese partido, pese a que Carlos Salinas, el presidente en turno y el hombre más poderoso del país en ese momento, aparece apenas unos segundos, y su nombre ni se menciona. Tampoco se nombra a Córdoba Montoya ni a Ruiz Massieu, pero su identidad es evidente tras la caracterización y sus puestos públicos. No obstante, la trampa o la apuesta más arriesgada de la película es unir de una manera casi íntima el asesinato de Colosio con el de Ruiz Massieu, una teoría comprensible pero endeble.

Aquí hago un breve paréntesis.

La relación de Ruiz Massieu con la familia Salinas era añeja. Se sabe que el patriarca, Raúl Salinas Lozano, además de tener lazos con el crimen organizado, era autoritario y exigente, respetado y obedecido por toda la familia, incluyendo a su hijo Carlos. En sus años de juventud Ruiz Massieu hizo amistad con el futuro presidente y posteriormente se casó con su hermana, con quien tuvo dos hijas. Poco más tarde se divorciaron. Para que Carlos, a través de su hermano Raúl, le diera el visto bueno a la ejecución del padre de sus sobrinas, que dejaría a dos nietas de Salinas Lozano huérfanas de padre, todos tuvieron que estar de acuerdo. De otra manera no hubiera sido posible.

Así, según la película, el segundo asesinato se ordenó porque Ruiz Massieu sabía demasiado. Si Córdoba Montoya pide una investigación paralela siendo él y su jefe los autores intelectuales, ¿qué gana con que se llegue al fondo del asunto? Cualquier excusa hubiera sido suficiente para deshacerse de Ruiz Massieu, sin arriesgarse a que más gente conociera su participación en la muerte de Colosio. ¿Querían hacerlo a un lado? Con una seña del presidente eso estaría hecho. Al morir, y en el tiempo que engloba la película, Ruiz Massieu era secretario general del PRI, un puesto sin duda avalado por el presidente. Esta parte de la trama, la medular, es la que va demasiado lejos, en un afán de unir artificialmente dos asesinatos que no sería descabellado que lo estuvieran, pero nunca de la manera en que lo plantea la película, una invención totalmente ilógica. Lo más probable es que Ruiz Massieu no haya tenido nada que ver con ninguna investigación. La razón por la que murió es un misterio. Es así como Colosio: el asesinato es irresponsable, porque habrá miles de espectadores que saldrán de la sala creyendo saber la “verdad”, al contrario de JFK, que deja en claro que hay varias hipótesis sin apostar por una sola en particular.

No cabe duda de que la historia nacional reciente da escalofríos. El rojo sangre que mancha las páginas de los periódicos no deja mucha esperanza. Y entre tanto lodo y tanta sangre, siempre hay espacio para el descaro y el cinismo. Carlos Salinas de Gortari, en un texto para el libro José Francisco Ruiz Massieu, Testimonio de una amistad [UNAM, 1994] —una recopilación de más de sesenta remembranzas de colaboradores, familiares y amigos— escribió: “Ni la intensidad con que edificó su preparación académica, ni la concentración con que desempeñó sus responsabilidades en la vida pública, nada lo distanció en ningún momento de la expresión de sus sentimientos esenciales. Pude apreciar de cerca sus cuidados y atenciones de padre de familia, de hijo, de hermano. Su facilidad para hacer y conservar amigos, amigos de verdad, que ahora rendimos tributo a su memoria”. Meses después de publicado este libro, en febrero de 1995, Raúl Salinas de Gortari sería aprehendido por la justicia por haber ordenado su asesinato. Diez años más tarde saldría en libertad. Es ingenuo pensar que actuó sin la tutela de su padre y su hermano.

Como ejercicio dramático Colosio: el asesinato es un acierto, una película mexicana capaz de competir por la atención del espectador al lado del último thriller hollywoodense. Las actuaciones de Giménez Cacho y Odiseo Bichir son excepcionales, y Jose María Yazpik no se queda atrás. Los detalles están bien cuidados y los ganchos y vueltas de tuerca del guión están en su sitio. Se puede decir que los realizadores exhiben su buen olfato en términos de dramaturgia, y que Colosio: el asesinato hará lo que quieren: causar conmoción y llenar las salas. Al no haber culpables oficiales ni una investigación profunda, todo es especulación. El poder de la familia Salinas seguirá obstaculizando el devenir de México. Mientras tanto, la ficción seguirá siendo ficción y el surrealismo mexicano convertido en cine gore seguirá vendiendo periódicos. En este país la realidad es más inverosímil que la ficción.

Tal vez algún día la verdad salga a flote. Por lo pronto, adelante con el entretenimiento. ®

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Publicado en: Cine, Junio 2012

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