Aunque goza de cierto prestigio en los medios que lo creen uno de los mayores “expertos” en Medio Oriente, Alfredo Jalife-Rahme no hace sino repetir las gastadas consignas conspiracionistas sobre el dominio mundial de los judíos y su maldad intrínseca.
En su ensayo Judíos y árabes [1974] el filósofo tunecino de origen judío Albert Memmi escribe: “Hubiéramos querido ser judíos árabes. Si desistimos de ello fue porque durante siglos los árabes musulmanes lo evitaron sistemáticamente con su desprecio y crueldad […] No sólo los hogares de judíos en Alemania y Polonia fueron destruidos y dispersados a los cuatro vientos, sino también los nuestros”. Durante los primeros siglos de la ocupación árabe de España (711-1492) los judíos convivieron pacífica y provechosamente con cristianos y musulmanes, hasta la llegada de los almorávides y de los almohades, fanáticos religiosos que exigieron la conversión y perpetraron masacres y expulsiones. A fines del siglo XIX y parte del XX fueron asesinados judíos en Túnez, Marruecos, Yemen y otros países árabes en protesta por la llegada a Palestina de colonos judíos, aunque éstos, para muchos, han sido siempre los malos del cuento.
El “analista de geopolítica internacional” Alfredo Jalife-Rahme no tiene empacho en tergiversar la historia en programas de televisión como El pulso de la fe [Proyecto 40, 31 de julio de 2011]. En una emisión de éste el académico mexicano de origen libanés aseguró que el “sionismo jázaro” o “sionismo financiero” —términos de su creación— pretende apoderarse del mundo pues es, nada menos, la mano que mece la cuna en la reciente ola de violencia planetaria —en el mismo programa el anfitrión, Roberto O’Farrill, incluso trajo a cuento la vieja “conspiración judeomasónica”—, y citó de manera tendenciosa el estudio del historiador israelí Shlomo Sand La invención del pueblo judío [2009] para negar la judeidad a los ashkenazis —judíos de Rusia, Polonia, Alemania y otros países— y afirmar que únicamente los sefarditas —arraigados en la España medieval— son originalmente judíos. En resumen, el libro de Sand dice que la nación judía tiene múltiples orígenes, que se ha nutrido de grandes conversiones, como la del reino de Jazaria —al sur de Rusia— en el 700 d.C., y que al ser invadidos por rusos y bizantinos tres siglos después se dispersaron hacia Europa oriental y los puertos del Mediterráneo. Esa dispersión dio origen a los núcleos judíos en aquella región de Europa. Es una hipótesis que ha sido muy discutida por historiadores israelíes y que ha sido rebatida por diferentes estudios genéticos —incluso de científicos no judíos—, como “Abraham’s Children in the Genome Era: Major Jewish Diaspora Populations Comprise Distinct Genetic Clusters with Shared Middle Eastern Ancestry” [Gil Atzmon, Li Hao, Itsik Pe’er, Christopher Velez, Alexander Pearlman, Pier Francesco Palamara, Bernice Morrow, Eitan Friedman, Carole Oddoux, Edward Burns y Harry Ostrer, en The American Journal of Human Genetics, vol. 86, 2010].* A Jalife-Rahme eso no le importa y para él los judíos que proceden de la Europa oriental no son sino jázaros —“turcos mongoles”, enfatiza—, y se escandaliza por el arribo masivo de rusos y ucranianos judíos a Israel, los que, según él, no tienen derecho a la Ley del Retorno por no ser judíos en realidad —despreciando, en todo caso, la validez de la conversión voluntaria de una persona a otra religión.
Jalife niega ser antisemita, pues dada su ascendencia árabe su origen, dice, es también semita. Lo cual es cierto, pero ignora que el término fue acuñado en 1879 en Alemania para significar el odio a los judíos por el solo hecho de serlo. En una charla sobre la situación de Palestina que dio en febrero de 2009 en el Club de Periodistas, en la Ciudad de México, Jalife-Rahme incluso cuestionó con sorna los apellidos alemanes de Enrique Krauze Kleinbort, pasando por alto que los judíos europeos, de España a Rusia, fueron forzados a cambiar sus antiguos nombres hebreos. Jalife es un semita antijudío que seguramente tiene por libro de cabecera Los Protocolos de los sabios de Sión.
* * *
El doctor Jalife-Rahme envió a la redacción de M Semanal —donde se publicó una versión un poco más breve de este artículo— un comentario irrisorio a mi artículo “El semita antijudío”, el cual a mi vez comento al final.
Aterradora ignorancia del apologista de E. Krauze: R. Villarreal
Seis cosas de su vulgar diatriba que parece maquilada por encargo (M Semanal 2/01/12) y evidencia el marcaje personal del sionismo local:
1- Arroja una alocada clasificación racial y teológica con neologismos insustentables: “judíos árabes (¡sic!)” y “semita antijudío (¡sic!)”.
¡A ver quien lo entiende!
2- Adopta la historiografía oficial del sionismo sobre los jázaros. Se nota que no leyó (ni entendió) “El Invento del Pueblo Judío” donde el historiador israelí Shlomo Sand demuestra el origen turco-mongólico de los jázaros ashkenazis quienes luego se convirtieron a la religión judía (no a la raza). No leyó siquiera la portada del libro que resume el argumento fundamental: “La mayoría (sic) de los judíos proviene actualmente de conversos (sic)”, lo cual acepta hasta la Enciclopedia Británica.
Arthur Koestler en “La Decimotercera Tribu” (sobre los jázaros ashkenazis) demuestra que “son más cercanos genéticamente (sic)” a las tribus turco-mongoles que a “la semilla de Abraham, Isaac y Jacob” por lo que el término de “antisemitismo carece de significado”. Se trata del “mayor engaño cruel (sic) que la historia ha perpetrado”.
3- Arroja el título de un artículo genético sin analizarlo ni entenderlo. Sin entrar a la “mancha mongólica” de los ashkenazis, es un axioma en medicina que los datos de laboratorio (v.gr genéticos) deben ser corroborados por la clínica, sobre todo cuando planea su misterio “fenotípico”: ¿Por qué los ashkenazis de origen jázaro son más güeros y físicamente diferentes a los sefarditas semitas?
4- Su apología desregulada a Enrique Krauze Kleinbort (a cada quien sus gustos), (¿ex?) miembro del Committee on the Present Danger, grupo neo-nazi de EU, y cuya empresa CLIO fue expuesta como “donadora” del portal desinformativo Stratfor, vinculado a Israel y al Pentágono.
5- No tengo nada en contra de las muy respetables religión y raza judías. Tengo amigos judíos (no-sionistas) en todas partes del mundo. Soy antisionista, por las mismas razones por las que soy anti-nazi.
Los sionistas encubren sus atrocidades con el corroído blindaje lingüístico del “antisemitismo” y/o “antijudaísmo”. Por cierto, la anterior ministro de educación de Israel, Shulamit Aloni, confesó que la acusación de “antisemita” es una “táctica (sic) difamatoria” y un “truco (sic) contra sus críticos”
El problema es la confusión semiótica entre raza, religión, ciudadanía, nacionalidad y ahora hasta “ideología” racista (el sionismo), aplicados a los términos “judío” (racial y/o religioso), hebreo, israelí, israelita, lubavitcher, sionista, etc. ¡Ni ellos se entienden!
6- Afirma que “seguramente (¡súper-sic!)” mi libro de cabecera son Los Protocolos de los Sabios de Sion. Se equivoca grotescamente: no lo es y siempre lo he criticado. Mi libro de cabecera es “El Loco Impuro” de Roberto Calasso que exhibe la descomposición mental en la que deriva la paranoia.
Apenas pensaba en contestarle a Jalife cuando Benjamín Palacios, autor de la columna El cuchillo de Lichtenberg durante la dirección de Roberta Garza en Milenio Semanal, me envió esta entrega que ya no alcanzó a salir en esa revista. En ella se resumen perfectamente mis opiniones sobre el jactancioso y mentiroso “analista internacional” —la más vil de sus calumnias, decir que el Committee on the Present Danger, una institución fundada por Vaclav Havel, es un “grupo neo-nazi de EU”.
El cuchillo de Lichtenberg
Pinky y Cerebro
Benjamín Palacios Hernández
En carta publicada en el número anterior de M Semanal, Alfredo Jalife-Rahme se lanza contra Rogelio Villarreal y su artículo correspondiente. Si el título de la misiva es estruendoso (“Aterradora ignorancia del apologista de E. Krauze”), el contenido es sólo el acostumbrado en este “analista internacional”. Plagado de sics y súper-sics, una de las marcas de la casa, el resto constituye la otra: uno cree estar leyendo un texto fundamentalista, entre histórico y bíblico, con referencias del más variado jaez en torno a la idée fixe del autor, esto es, el tema judío. De Arthur Koestler a la Enciclopedia Británica y de “axiomas” médicos a “la semilla de Abraham, Isaac y Jacob”, don Alfredo no logra desprenderse de ese síndrome del complot omnipresente y de los grupos secretos que manipulan al mundo desde la oscuridad y la omnipotencia.
En la entrada misma dice que “la vulgar diatriba” de Rogelio “parece maquilada por encargo y evidencia el marcaje personal (supongo que al propio Jalife) del sionismo local”. Y en su indignado apresuramiento el autor incurre en deslices elementales. Apunta que Villarreal “no leyó ni entendió” cierto libro (si no lo leyó, ¿cómo pretende que lo haya entendido? Y si no lo entendió, entonces sí lo leyó); que los jázaros ashkenazis, de origen turco-mongólico, luego “se convirtieron a la religión judía, no a la raza”, como si el cambiar de raza, ese término tan maloliente, fuese un asunto volitivo.
Aunque releí el texto de Rogelio no encontré más que una alusión ocasional, lateral y secundaria a Enrique Krauze, lo cual no impide a Jalife hablar de “su [de Villarreal] apología desregulada” de aquél. Cada quien sus fobias. Yo admito albergar unas cuantas. Pero de la fobia a la discrepancia fundada hay un buen trecho. Y he ahí justamente el problema: en las fuentes, las bases documentales o empíricas que sustentan una posición. Don Alfredo es muy dado a atiborrar sus textos de referencias y remisiones a fuentes que, por ser regularmente extranjeras, tienden a ser tomadas como sólidas por los intelectos poco nutridos o informados.
A finales de 2008 Adolfo Gilly descobijó esa supuesta solidez al descubrir dos de ellas: al “denunciar” que el banquero israelí Bernie Madoff manejaba los fondos del Mossad, Jalife remitió a The Spoof. Pero resulta que éste (cuyo nombre significa “La broma”, o el engaño, o la parodia) es un periódico satírico y la nota, además de ser firmada por una tal Queen Mudder, concluía con la explícita advertencia de que la historia era una parodia totalmente inventada. Impertérrito, Jalife insistió en la seriedad de su fuente y añadió otra: un artículo de Sorcha Faal, que resultó ser la Hermana María Theresa, de la Orden Sorcha Faal supuestamente fundada en 588 A.C. en Irlanda, perdida entre la historia y el mito y cuyo nombre habla por sí mismo: Sorcha, La Portadora de Luz, y Faal, El Lugar Oscuro y Árido.
Para desánimo de la razón y de la mera sensatez, Jalife-Rahme sigue siendo considerado en ciertos círculos como experto y maestro de sabiduría. Él mismo se considera así. Basta ver los autoelogios en su página web, en la que sirve de epígrafe lo siguiente: “Aquí decimos lo que va a pasar, no lo que ya pasó”.
Don Alfredo dice en su carta que su libro de cabecera es uno “que exhibe la descomposición mental en la que deriva la paranoia”. Yo le creo. ®
*Abstract: For more than a century, Jews and non-Jews alike have tried to define the relatedness of contemporary Jewish people. Previous genetic studies of blood group and serum markers suggested that Jewish groups had Middle Eastern origin with greater genetic similarity between paired Jewish populations. However, these and successor studies of monoallelic Y chromosomal and mitochondrial genetic markers did not resolve the issues of within and between-group Jewish genetic identity. Here, genome-wide analysis of seven Jewish groups (Iranian, Iraqi, Syrian, Italian, Turkish, Greek, and Ashkenazi) and comparison with non-Jewish groups demonstrated distinctive Jewish population clusters, each with shared Middle Eastern ancestry, proximity to contemporary Middle Eastern populations, and variable degrees of European and North African admixture. Two major groups were identified by principal component, phylogenetic, and identity by descent (IBD) analysis: Middle Eastern Jews and European/Syrian Jews. The IBD segment sharing and the proximity of European Jews to each other and to southern European populations suggested similar origins for European Jewry and refuted large-scale genetic contributions of Central and Eastern European and Slavic populations to the formation of Ashkenazi Jewry. Rapid decay of IBD in Ashkenazi Jewish genomes was consistent with a severe bottleneck followed by large expansion, such as occurred with the so-called demographic miracle of population expansion from 50,000 people at the beginning of the 15th century to 5,000,000 people at the beginning of the 19th century. Thus, this study demonstrates that European/Syrian and Middle Eastern Jews represent a series of geographical isolates or clusters woven together by shared IBD genetic threads.