El silencio como crítica de la modernidad

Entrevista a Johanna Lozoya

El pensamiento y la cosmovisión modernas consideraron que había muchas supercherías, irracionalidades, bestiarios e ignorancia por desechar y erradicar a partir de postulados fundamentados en la razón, lo que a su vez creó otro tipo de bestiarios. Para mí esos son los monstruos del silencio.

Sheerheart. Fotografía @ Tomoki Hayasaka.

Sheerheart. Fotografía @ Tomoki Hayasaka.

Con el silencio como punto de partida del ruido y bajo la premisa de que lo que se calla también existe, en su libro Los monstruos del silencio. Apuntes sobre la angustia contemporánea (Taurus, 2014) la arquitecta e historiadora cultural Johanna Lozoya invita al lector a la reflexión sobre las irracionalidades presentes dentro del mundo moderno contemporáneo. Éste asume ser racional, ordenado y lógico, pero busca ocultar todo aquello a lo que teme, a lo que es incapaz de nombrar, etiquetar y asignar una función práctica.

Lozoya (Moscú, 1965), investigadora en la Coordinación de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje de la UNAM, es autora de los libros de cuentos Para siempre (2001) y La línea del horizonte (2003), al igual que de los ensayos Ciudades sitiadas (2010), Las manos indígenas de la raza española. El mestizaje como argumento arquitectónico (2010), y la novela Cartas de Adén (2011).

¿Por qué escribir sobre las irracionalidades de la modernidad?

Este libro surge ligándose con una frase y un sentir que hoy se ha vuelto tan común decir: el desconcierto o el malestar contemporáneo. Algo está ocurriendo en el mundo social de Occidente, en el mundo global: se están borrando paradigmas, caminos. Hay una gran cantidad de información y conocimiento, un bombardeo constante de esto que he llamado “ruido”, que va desde imágenes e información hasta un tiempo absolutamente rápido. Todo es de corta duración, como todos estos ruidos metafóricamente reales.

Creo que hay un desconcierto muy grande que estamos viviendo una gran cantidad de miembros de esta enorme comunidad contemporánea, y que está generando también angustia, un sentir de la vida, del tiempo y del espacio. Parto de una sensación de un ciudadano de una gran megalópolis, informado del entorno crítico, y quiero hablar de ello con el lector.

En el libro mantiene una conversación a través de cartas con una persona. ¿Es un recurso literario?

Hay un desconcierto muy grande que estamos viviendo una gran cantidad de miembros de esta enorme comunidad contemporánea, y que está generando también angustia, un sentir de la vida, del tiempo y del espacio. Parto de una sensación de un ciudadano de una gran megalópolis, informado del entorno crítico, y quiero hablar de ello con el lector.

Usé el recurso de la epístola, de un diálogo porque no es un ensayo académico. Son textos referentes al mundo contemporáneo y me interesa más hablar a cualquier tipo de ciudadano, no al especialista. Por ello, escribir de esta forma me pareció mucho más cómodo, ya que el diálogo es un modo expresivo natural. Pero tampoco es algo que haya pensado mucho y sencillamente salió así.

La información de estas cartas es un tanto híbrida: va desde pensamientos míos hasta experiencias y proposiciones de otros interlocutores.

¿La modernidad le teme al silencio porque representa todo lo contrario a ella?

Lo puedo explicar a partir de una metáfora que utilizo sobre un libro de Daniel Baremboim que se llama Music Quickens Time. La idea de Baremboim es que la primera nota no es el primer sonido sino que lo es el silencio. Éste es el que realmente impera, y la producción del sonido es un acto casi antigravitacional que se origina en él.

La doctora Johanna Lozoya.

La doctora Johanna Lozoya.

¿Qué es el silencio a final de cuentas en el libro? Es ese mundo irracional perteneciente al mundo contemporáneo, terriblemente problemático para los paradigmas higiénicos de la modernidad, que asume ser racional, ordenada y lógica. Digamos que el mundo moderno, o al menos el pensamiento y la cosmovisión modernas, consideraron que había muchas supercherías, irracionalidades, bestiarios e ignorancia por desechar y erradicar a partir de postulados fundamentados en la razón, lo que a su vez creó otro tipo de bestiarios. Para mí esos son los monstruos del silencio.

Menciona que mantener el silencio es un acto de cooperación social que depende del contexto donde uno se encuentra. ¿Por qué?

Utilizo una idea que dice que para hablar, en ocasiones, se necesitan muchos, y para callar sólo uno. Yo la revierto: para hablar se puede tener una sola persona, pero para callar se necesita un consenso común colectivo. Esa experiencia la uno con el fenómeno del Twitter y todos los sistemas informativos en los que la noticia de hoy no es la del mañana y, sin embargo, cuando lo es se vuelve un gran tema, una explosión de emociones y opiniones, no necesariamente de reflexión sino sencillamente de gran euforia.

En estos sistemas informáticos efímeros y colectivos a un grado impresionante, se calla también; el supuesto gran ruidero que se hace de ciertas cuestiones no dura más de un día, ya que esa supuesta gran información, esta presencia colectiva ruidosa, es fugaz y muy superficial.

Dice que estamos tan bombardeados de información que nos enteramos de todo y por ello mismo estamos obligados a participar, pero esto no es algo constante. ¿Por qué?

Yo hablo de la responsabilidad, específicamente hacia el otro. Lo que quiero decir con ello es: ¿dónde queda esta postura ética, cuando al final de cuentas se pierde en un gran ruidero colectivo en el que, por estar conectados con el mundo, aparentemente sabemos de todo y nos sentimos involucrados en todo? Pero esto es absolutamente un espejismo, pues ¿qué es estar involucrado? ¿Responder visceralmente a las primeras noticias, siempre destazadas de una buena cantidad de los argumentos de la experiencia y de una reflexión mucho más sólida, y luego olvidarlas al día siguiente? De lo que hablo es de que estamos quizás en un gran mundo interconectado que no deja de ser la aldea global.

Querría utilizar el asunto de la aldea porque esos espacios se siguen comportando no como grandes ciudades globales sino como aldeas donde aparentemente nos pega todo: somos vulnerables a todo y nos interesa todo, pero por un fragmento de tiempo, y al día siguiente será otra cosa. Esa no es una responsabilidad hacia el otro, ni un compromiso cívico ni ético hacia ningún tipo de información.

Hay un canal de acción política, individual y colectiva, que se ha truncado en las últimas décadas, y pareciera que opinar en Twitter es una acción política o de compromiso. Para mí no lo es.

¿Por qué señala que la ignorancia puede ser vista como una sensibilidad?

Ahí utilizo un poco la idea de Claudio Magris, quien habla sobre la banalidad contemporánea: mucha información pero poca reflexión. Estamos justamente en una cultura sustentada en un mundo de opiniones, de ideas absolutamente inmediatas e irreflexivas, donde el punto es una acción no sensible, sino sensiblera e ignorante respondida en la inmediatez. Un mundo contemporáneo donde la ignorancia parece ser justamente el valor fundamental.

¿Esto puede cambiar para que la gente se preocupe y reflexione más?

Estamos justamente en una cultura sustentada en un mundo de opiniones, de ideas absolutamente inmediatas e irreflexivas, donde el punto es una acción no sensible, sino sensiblera e ignorante respondida en la inmediatez. Un mundo contemporáneo donde la ignorancia parece ser justamente el valor fundamental.

Sería una tarea colectiva e individual, que consiste en parar la velocidad de las cosas y asumir la tarea de la reflexión, del conocimiento. Creo que va desde la educación que recibe la población desde tempranos años de su vida, que en el caso mexicano está absolutamente degradada.

Habrá que hacer una crítica más dura en el ámbito de la información, pero, sobre todo, creo que hay que revertir el mundo del consumo hacia uno de ideas. Es algo muy complicado porque se consume el tiempo, la interlocución, todo, y aparentemente no hay tiempo de nada. Yo creo que las escuelas, los medios, el cine, los libros, las instituciones culturales, etcétera, son los vehículos a través de los cuales se cambian las posturas, las miradas colectivas. Pero creo que eso ha sido vedado no sólo en México sino a nivel global, porque lo que se busca es un consumo de ideas rápidas: fast food en ideas.

¿Qué le hace falta a los medios para crear productos de reflexión?

Les hace falta un compromiso distinto que no sea con el marketing y el consumo. Se trata de un compromiso ético, político y un respeto hacia el conocimiento, al individuo, las colectividades y la cultura.

Las personas en la modernidad se preocupen en obtener la felicidad. ¿Este es el máximo anhelo que se tiene ahora?

Es curioso porque en el mundo occidental antes era una especie de cometa que aparecía, algo efímero que podía ocurrir o no. No era el absoluto. Ahora es un objetivo implacable: tienes que hacer todo aquello que se dirige hacia la felicidad. La felicidad, en los términos la entendemos hoy, ha sido una construcción cultural muy compleja y muy larga en la cual han intervenido, en buena medida, lo que hoy llamaríamos los sistemas mediáticos. Pero va desde imaginarios colectivos ligados al consumo, la sociedad industrial, etcétera. Somos poblaciones absolutamente irreflexivas, fáciles, una gran masa de consumidores, y la felicidad es el objetivo a consumir.

¿Cómo definiría lo que es la felicidad en la modernidad?

Es una suma de imaginarios, marketing, propuestas económico–sociales, industriales, y es una gran movilización masiva de emociones colectivas básicas. Se vuelve un objetivo a cumplir, y quien no lo tiene pues está en un error. En el mundo contemporáneo, que es uno de consumo, desde un refresco hasta unas vacaciones te tienen que producir felicidad. Te dicen que, en concreto, “esto” es la felicidad.

Apuntes sobre la angustia contemporánea.

Apuntes sobre la angustia contemporánea.

En el texto menciona que anteriormente la gente se reconocía en el otro, decía “es que yo puedo ser él”. Ahora, cuando alguien ve a un Mr. White, lo mira con desprecio pero lo ignora.

Lo que a mí me interesa es esta idea de los monstruos en el bosque encantado. Son seres que pertenecen a este bosque pero siempre mantenidos al margen de la civilización: el vagabundo, la pobreza, la enfermedad, lo irracional, la violencia. Todo esto aparentemente se contenía en los márgenes de aquello que era lo racional de la ciudad y lo urbano.

Creo que la diferencia entre el mundo previo y el actual es que antes, cuando ocurría este contacto, cuando se borraban las fronteras, lo que te daba miedo era que lo que ibas viendo enfrente de ti podrías ser tú mismo. Y ahora ya se ve como algo distinto: ese personaje no soy yo, no es algo que me pueda pasar, es una cosa de quién sabe dónde, del cual se desatan opiniones en pro y en contra. Pero en ningún momento se le ubica como algo que pueda pasarme y, por lo tanto, es invisibilizable.

En el ensayo del aeropuerto habla de que actualmente se le da mayor fiabilidad a un documento que a la persona que en sí representa. ¿Cómo llegamos a esto?

Quien haya usado un aeropuerto en los últimos diez años le resultará común, porque existe una caja plástica transparente en la cual se apartan cosas que no debes portar. Habla sobre lo que se necesita dejar para entrar al paraíso, que es tu persona, porque las cosas y los objetos se vuelven aparentemente representantes de quien eres.

Igualmente, trata sobre la construcción del peligro y la construcción cultural de lo que es la cosificación del miedo. Se transforma al ser humano en algo peligroso, se cosifica, y es algo tan común en esos lugares que todo mundo lo ha vivido, pero se calla porque, se supone, es de seguridad. Son todos esos silencios, esas irracionalidades a las cuales estamos acostumbrados, las cuales aparentemente tienen un argumento sólido y razonable. Y no es así.

¿Cómo es que los medios de comunicación han logrado volver un espectáculo cosas que son sensibles y han desensibilizado a las personas con respecto a cuestiones que deberían tratarse con más ética?

Yo creo que más que tacto, es un compromiso, una ética y un respeto fundamental al otro ser humano. Eso lo trato en la parte de la foto en portada de un periódico de alta distribución internacional, donde aparece una mujer haitiana muriendo de cólera y a la que nadie le hace caso, y al lado de esa imagen está el anuncio de un reloj muy costoso. No hay una imagen que aparezca de una manera fortuita, y lo que creo que cabe cuestionarse es cuáles son los parámetros, las prioridades y el compromiso humano y ético de los medios. Sí lo que impera es quién vende o compra más, pues estamos en una situación muy complicada. Para mí no es válido que frente a una imagen cuya intención aparentemente es consternar e informar sobre la muerte miserable de una población se tenga tal carencia de ética y se meta cualquier otra imagen que inmediatamente la anula, ya que la transforma de un cuestionamiento político a una foto sensiblera cuyo impacto dura nuevamente tres segundos. ®

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Publicado en: Libros y autores

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