La periodista y conductora Laura Barrera entrevista a Patricia Rosas Lopátegui sobre su vida, sus diversas aficiones musicales y la pasión que ha sentido desde muy joven por la vida y obra de Elena Garro.
Laura: Hoy tenemos con nosotros en El soundtrack de una vida a la editora, autora y biógrafa de Elena Garro: Patricia Rosas Lopátegui. Bienvenida. Tenemos para iniciar este recorrido algo que te lleva a tu infancia en los años sesenta. Es una pieza que forma parte de la banda sonora de la película Casablanca: “As time goes by”.
Patricia: Mira, yo crecí en dos ciudades, en Poza Rica [Hidalgo] y en Tuxpan, Veracruz. Mis padres ―mi papá y mi mamá― eran de Tuxpan, pero cuando ellos se casaron, mi papá ya tenía un puesto administrativo en Pemex, en Poza Rica. Desde recién casados vivieron en Poza Rica, pero la familia de mi madre y de mi padre estaban en Tuxpan. Después, la familia de mi padre, también mis tíos, se trasladaron a Poza Rica, porque en aquel entonces era más fácil conseguir trabajo en Poza Rica que en Tuxpan. En mi infancia, en cuanto a la música, lo que yo recuerdo es a mi mamá tocando el piano, y tocaba muy bien. Tocaba piezas de Beethoven, de Liszt, de Chopin, de Schubert; pero también tocaba música popular. Y la imagen, la memoria que yo tengo de ella, es tocando “As time goes by”, el soundtrack de Casablanca, porque yo recuerdo que mi papá y mi mamá hablaban con mucho entusiasmo de esa película, con mucha nostalgia; recuerdo a mi mamá tocando esa melodía en el piano.
Después mi mamá fue olvidando el piano porque éramos cinco hijos, uno tras otro. Ella nos contaba que cuando se sentaba al piano nos dejaba entretenidos, dibujando o haciendo algo, pero cuando ella se sentaba al piano, comenzábamos a interrumpir: “¡Mamá! Jorge me pegó, ¡Mamá! Norma me quitó mi juguete…”, entonces fue olvidando el piano, pero ésa es la memoria que yo tengo de esa melodía: a mi mami tocando el piano con una gran alegría en su rostro.
Laura: “As time goes by” es el título de una canción compuesta por Herman Hupfeld para la comedia musical Everybody’s welcome, esa canción, como ya nos decía Patricia, fue llevada más tarde a la película Casablanca, en la que Dooley Wilson interpreta un fragmento; se llama Sam el pianista que la interpreta, y que se queda como uno de los fragmentos cinematográficos más significativos de toda la historia del séptimo arte.
Vamos ahora a otro momento de tu infancia. Ésta es una pieza característica, emblemática de Agustín Lara, “Farolito”, ¿por qué te lleva a esos primeros años de vida?
Patricia: Nosotros, como te decía, crecimos en las dos ciudades: Poza Rica y Tuxpan. Todos los fines de semana íbamos a Tuxpan a visitar a la familia, era muy interesante porque cuando llegábamos a la casa de mi tía Coty, hermana de mi mamá, era entrar a una casa resplandeciente de limpia, brillante, era un espejo. Y en esa casa, al llegar, escuchábamos que siempre se estaba tocando algún álbum de Ray Conniff o de Glenn Miller, Frank Sinatra o Dean Martin, porque mis primos, los hijos de mi tía Coty y de mi tío Pascual, eran mayores que nosotros y escuchaban esa música.
Después íbamos a visitar a mi tía Elvira, prima hermana de mi mamá; esto en Tuxpan. Entrar a la casa de mi tía Elvira era otro universo, otra atmósfera; era una casa de madera semioscura, construida probablemente en los años cuarenta, en donde entrabas al mundo de las melodías románticas de María Grever, “Cuando vuelva a tu lado”; Consuelito Velázquez, “Bésame mucho”.
Pero cuando visitábamos a mis tíos paternos en Poza Rica era otra atmósfera. Íbamos a casa de mi tía Cira, hermana de mi padre. Ahí en esa casa, era entrar al mundo de Agustín Lara, Toña la Negra y Pedro Vargas. Recuerdo a mis tíos paternos y a mi papá fumando, era una atmósfera completamente nebulosa por el humo del cigarro: sentados, escuchando al “Flaco de Oro”, y todos mis tíos hablando de su imaginación, de su creatividad privilegiada; escuchaban las melodías y, entre ellas, “Farolito” es una que recuerdo como un leitmotiv en esas tardes en casa de mi tía Cira.
Laura: Patricia, mencionaste a María Grever, y has elegido “Cuando vuelva a tu lado” para narrarnos otro momento de tu vida, en donde quedó la huella de esta música.
Patricia: Te comentaba que cuando llegábamos a la casa de mi tía Elvira, una prima hermana de mi madre… En esa casa vivía mi tía abuela Ana ―la mamá de mi tía Elvira―, mi tío Calixto, su esposo, y los hijos de los dos… Ahí era escuchar en la radio “Cuando vuelva a tu lado”, de María Grever, y “Bésame mucho”, de Consuelito Velázquez; era un sentimiento completamente distinto. Mi tía y mi madre se sentaban en la mesa del comedor para conversar, y sonaban en la radio estas melodías.
Aquí voy a tener que contarte algo que me da un poco de pena, pero es parte de la vida; yo era sumamente traviesa, y en esa casa de mi abuela Ana y mi tía Elvira, mientras sonaba María Grever con “Cuando vuelva a tu lado”, yo organizaba a mis hermanos, hermanas y a algunos vecinitos de por ahí. Nos dedicábamos a hacer travesura y media. Una de las travesuras era ir a la recámara de mi abuelita y tirar por la ventana todas sus medicinas, ella tenía todas sus medicinas en su buró. Yo los organizaba, como una especie de batalla, para lanzar todas sus medicinas por la ventana; entonces mi tía Elvira, por ejemplo, cuando llegábamos, decía “¡Ay, ya llegó la marabunta!”; yo era la capitana, la líder, es algo embarazoso hoy en día, pero bueno…
Por otro lado, también crecí leyendo cómics. En los años de infancia leía los cómics de La pequeña Lulú, El Pato Donald, Lorenzo y Pepita, Archi y sus amigos. Recuerdo que esperábamos muy ansiosos los domingos, porque mi papá se iba a un puesto de periódicos y regresaba a la casa con los cómics; comíamos mucha fruta porque, como tú sabes, Veracruz es un estado riquísimo, con mucha variedad de frutas. Me recuerdo comiendo sandía, mangos de manila y naranjas, mandarinas. En fin, una gran variedad de frutas, piña, comiendo fruta acostada boca abajo, mis hermanas y yo, leyendo los cómics. Los domingos eran verdaderamente un paraíso terrenal.
Laura: Patricia Rosas Lopátegui ha publicado la biografía de Elena Garro en tres volúmenes. Yo sólo soy memoria, biografía visual, de Ediciones Castillo, 1999; Testimonios sobre Elena Garro: Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro, Ediciones Castillo, 2002, y El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica, editada por Porrúa en el año 2005. Patricia, ahora nos llevas a tu adolescencia, ya veíamos lo traviesa que eras de niña, no sé cómo habrás sido de adolescente, pero algo saldrá a relucir a partir de “Let’s twist again”de Chubby Checker, cuéntanos.
Patricia: Ya en la adolescencia me calmé un poco, Laura. En la adolescencia, que fue a mediados y finales de los años sesenta, era la época del twist. Recuerdo nuestra casa, en la sala, me parece que estoy viendo en estos momentos una consola que había comprado mi papá en la que el tocadiscos estaba integrado a ese mueble, era un tocadiscos de los años sesenta y escuchábamos, obviamente, “Let’s twist again” mientras bailábamos. Recuerdo nuestras reuniones de cumpleaños con nuestros compañeros de la secundaria, de preparatoria, con los primos y primas, bailábamos y hacíamos todos los pasos que veíamos en las películas, en la televisión. También ése es el periodo de Los Beatles; recuerdo que mi hermano, un año mayor que yo, era fan absoluto de Los Beatles, y él compraba sus álbumes, los traía a la casa y los ponía a todo volumen. A mi hermana y a mí nos gustaba escuchar a Los Beatles, por supuesto, pero nosotras estábamos en la onda del twist.
Laura: “Let’s twist again”es una canción escrita por Kal Mann y Dave Appell que salió al mercado en formato de disco sencillo, como se acostumbraba en ese entonces, interpretada por Chubby Checker. Fue uno de los mayores éxitos de 1961. Patricia, qué bueno que esta música nos permite transportarnos a esas épocas que, las hayamos vivido o no… hay una memoria colectiva y la música permite preservarla. Ahí está también Chavela Vargas con esta voz y sus interpretaciones excepcionales. “La llorona”te lleva a otro viaje vital. ¿Cuál es ese viaje?
Patricia: Nosotros íbamos todos los fines de semana de Poza Rica a Tuxpan. En esa época era un trayecto de una hora, con muchas curvas. Y mi papá tenía una camioneta de Pemex que él manejaba, y en la parte trasera de la camioneta íbamos mis hermanas, hermanos, primas, primos y yo, completamente sueltos, como animalitos, sin cinturón de seguridad, y así viajamos miles de veces, nunca hubo ningún accidente ni nos pasó nada. Pero ahí, en la parte de atrás de la cajuela, íbamos a la playa. Tenía yo, o tengo, dos primos ―Rosita y Fausto―, que tocaban la guitarra y en esos trayectos cantábamos cuando íbamos a la playa; en esos tiempos mis primos mayores organizaban lunadas. En la playa veíamos el amanecer.
Tuxpan, como sabes, es un puerto y tiene una playa preciosa, ahí hacíamos una fogata. Mi mamá y mi papá también iban con nosotros en algunas ocasiones; era verdaderamente un relax absoluto: jugar voleibol en la playa, ver la luna, el amanecer, cantar, comer. Y entre las canciones que cantábamos tanto en el trayecto de ida y de regreso, como durante la lunada, la que nunca faltaba era la de “La llorona”, y claro, “La llorona” de Chavela Vargas era la que sonaba en todas partes. Cantábamos “El rey”, por supuesto, en aquel entonces no tenía conciencia yo del machismo exacerbado de esa canción [risas], y cantábamos “La vida no vale nada”, “La Bikina”, pero “La llorona” era fundamental. Es una cápsula de tiempo que, si la escucho hoy con Chavela Vargas, inmediatamente me traslada a las lunadas en la playa de Tuxpan.
Laura: Patricia, como editora, ha publicado en un volumen las obras teatrales de Elena Garro: Felipe Ángeles y las piezas de Un hogar sólido (Rosas Lopátegui Publishing, 2003). Ha publicado varias entrevistas con Helena Paz Garro, en la revista Proceso y el periódico Reforma; destaca su labor como agente literario de Elena Garro y Helena Paz Garro.
Patricia, “Cierro mis ojos”, con Raphael, gran cantante español, está en tu historia. Platícame a qué época corresponde.
Patricia: Ay, Laura, mi corazón se paraliza. Ese andaluz que causó furor. Yo lo recuerdo a principios de los setenta, ya estaba en la preparatoria, pero fíjate que Raphael era el cantante favorito de mi tía Coty y, a principios de los setenta, yo recuerdo que todo mundo se burlaba de mi tía Coty: “¡Cómo te puede gustar ese cantante, es tan fantoche!”, a nadie le gustaba, pero a ella le fascinaba. Mi tío Pascual, su esposo, se ponía celoso porque cuando Raphael estaba en la televisión nadie la podía molestar, nadie podía interrumpirla. Y recuerdo que a través de mi tía Coty yo escuchaba a Raphael. En mi casa no se escuchaba a Raphael, no había un álbum de Raphael, a mi papá le molestaba inmensamente Raphael; mi mamá tampoco era fan de él. Entonces a mí me llegó por mi tía Coty. Hasta el día de hoy yo tengo mi CD con Raphael y “Cierro mis ojos”… Bueno, todavía me paraliza el corazón.
En esa época, al mismo tiempo que escuchaba a Raphael, “Cierro mis ojos”, “Yo soy aquél”, “Hoy para mí es un día especial pues saldré por la noche…” [Mi gran noche], yo estaba descubriendo mi interés por la lectura, a través de lo que leíamos en la secundaria y en la prepa. Leímos de Juan Rulfo Pedro Páramo, El llano en llamas; recuerdo que descubrí en la preparatoria a un autor que me causó mucho impacto, Federico García Lorca. Incluso cuando estaba en la secundaria monté con mis compañeros una obra de García Lorca: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, que fue todo un éxito.
Mis lecturas eran muy eclécticas; lo que mi papá veía que me podía interesar lo compraba y me lo llevaba a la casa, recuerdo que me gustó mucho Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez; leí Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas. Las lecturas que me impactaron en la preparatoria fueron dos que recuerdo clarísimamente: Sor Juana Inés de la Cruz, con su famoso “Hombres necios que acusáis…”, porque mi papá me compraba antologías poéticas, y me gustaban Gustavo Adolfo Bécquer, Amado Nervo, pero Sor Juana Inés de la Cruz… De pronto saber de una mujer que había optado por irse al convento para no tener que casarse y desempeñar el papel tradicional de la mujer me causó una gran conmoción; y también Mujercitas, de María Luisa Alcott, con la protagonista Jo, con la que yo creo que muchas nos hemos identificado, porque en esa época de la adolescencia yo estaba peleando esa batalla, estaba combatiendo esos papeles que veía en mi madre, en mis tías, ya no en mis primas mayores, que ya estaban estudiando carreras universitarias; sin embargo, en el ambiente familiar y social se tenía la idea de: “Bueno, van a estudiar, pero si en un momento dado te casas y tienes hijos, no pasa nada si dejas la carrera”, ésa era la consigna. Entonces esas dos autoras, esas dos lecturas causaron una gran impresión en mí.
Laura: Llega también la música de protesta, llega Massiel con “Rosas en el mar”.
Patricia: Yo estudié la carrera de Letras Españolas en el Tec de Monterrey por diferentes razones familiares. Y esa época, a mediados de los setenta, también era la de Joan Manuel Serrat, pero curiosamente de Serrat sólo me gustaba escuchar los dos álbumes en los que musicalizó los poemas de Antonio Machado y de Miguel Hernández. También de ese periodo recuerdo, sobre todo, “Rosas en el mar”, de Massiel. Éramos únicamente tres o cuatro las compañeras que estudiábamos Literatura en el Tec de Monterrey; tú sabes, es una institución para carreras de Ingeniería, etc. Era una carrera pequeña y las dos o tres amigas salíamos a las calles porque estábamos muy agotadas de leer, porque leíamos muchísimo en la carrera. Hay que recordar, Laura, que en aquella época, para escribir un ensayo, teníamos máquinas mecánicas, no había computadora; nos tomaba mucho tiempo escribir un ensayo de diez o quince páginas, si te equivocabas, pues a volver a empezar. Cuando estábamos agotadas salíamos a la calle y cantábamos “Rosas en el mar”. Massiel fue muy importante en ese periodo, precisamente cuando descubrí a Elena Garro. En 1976, en la clase de Literatura Contemporánea, la profesora nos dio como parte del programa Los recuerdos del porvenir, que, por cierto, la leímos en copias fotostáticas, porque la novela no circulaba. Elena Garro estaba totalmente en el olvido, marginada; no sabíamos quién era Elena Garro, qué otras cosas había producido. A mí me despertó muchísima curiosidad por ser una escritora tan diferente a todo lo que estábamos leyendo, tan distinta la manera en la que ella criticaba de una manera tan aguda el sistema político mexicano, la corrupción del sistema y la traición a la Revolución mexicana, el lenguaje, su lirismo. Y, por supuesto, su punto de vista de la condición femenina en la sociedad patriarcal. Ahí descubrí a Elena Garro. Y desde ese momento, desde 1976, se convirtió en mi proyecto de vida.
Laura: Esto tiene que ver ya con tu estancia en la Ciudad de México: “Gracias a la vida”, a cargo de Violeta Parra, también es otra voz inolvidable que se quedó en tu memoria, en tu historia, ¿cuál es el compartimiento de tu vida que se activa cuando escuchas a Violeta Parra?
Patricia: Después de que terminé la carrera trabajé un año y medio en el Tecnológico de Monterrey, en la unidad Querétaro, que estaba recién creada. Pero mi idea era llegar a la Ciudad de México, por varias razones. Ya tenía un gran interés, una gran preocupación por seguirle la pista a Elena Garro, y en aquella época no había redes sociales, internet, no había nada, había que ir a las fuentes a entrevistar personas que la habían conocido.
Viví en la Ciudad de México de 1980 a 1984. Trabajaba en la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Gustavo Sainz era el director del Departamento de Literatura. Lo fui a buscar a la Ciudad de México y le pedí trabajo para poder vivir en la capital, porque en 1977 gané junto con una amiga ―mi colega Lourdes Madrid― el Premio de Ensayo Literario de la Casa de la Cultura de Durango. Entonces Gustavo, como director del Departamento de Literatura, fue a entregar el premio a Gómez Palacio, Durango, en 1977, y ahí fue cuando nos dijo: “Cuando se les ofrezca cualquier cosa, estoy en la Ciudad de México, búsquenme, yo les doy más bibliografía”, y entonces yo le tomé la palabra [risas] y lo busqué a principios de 1980. Muy solidariamente, me ofreció un puesto en el tercer piso de la Torre Latinoamericana. Ahí estaba el Departamento de Literatura; yo editaba, leía, hacía correcciones en La semana de Bellas Artes, que era la publicación que dirigía Gustavo Sainz.
Mi propósito en ese periodo era buscar a Elena Garro. Ya en ese momento ella estaba exiliada, vivía en Madrid. Había pasado los peores años de su exilio en el hambre, la miseria. Yo todavía no tenía muy claro qué había pasado en el 68, porque todo mundo con quien yo conversaba me decía: “Es que Elena Garro traicionó a los intelectuales, Elena Garro es la culpable de la masacre”, y yo decía: “No puede ser que una escritora que haya escrito Los recuerdos del porvenir sea este personaje diabólico que me está presentando la historia oficial”. Entonces yo tenía que ir a las fuentes primarias. En eso estaba y, al mismo tiempo, escuchaba estas canciones de protesta, porque a principios de los ochenta lo que sonaba en las reuniones y en las casas de mis amigos eran las canciones de Violeta Parra. “Gracias a la vida”, como un leitmotiv, aparecía y reaparecía en esa época.
Laura: Patricia, ahora nos trasladamos a otro territorio, nos vamos a Estados Unidos. Ahí estaba Bruce Springsteen haciendo furor con “Dancing in the dark”. ¿Cómo fue para ti llegar a esta cultura, en qué momento de tu vida fue?
Patricia: Llegué a Estados Unidos en 1984, en el verano, para estudiar la maestría, primero en New Mexico State University, la cual está en Las Cruces, una ciudad muy cercana a El Paso, Texas, y después, al término de la maestría, en 1986, llegué a Albuquerque, donde he residido ya muchos años, a la Universidad de Nuevo México.
Ese periodo, a finales de los ochenta y principios de los noventa, es uno en el que escuché en realidad muy poca música, pues mi vida cambió drásticamente. Pero recuerdo que “Dancing in the dark” fue una de las melodías que causó un gran impacto en mi vida. En ese momento lograba comprender algo de la letra, no cien por ciento como la comprendo hoy, porque mi nivel de inglés era muy precario. Tuve que ponerme a estudiar, pero me encantaba la música y me encantaba verlo a él danzando. Yo sabía que era una letra que hablaba de la necesidad de un cambio, un poco de quemar las naves, de quemar todo y reconstruirte. Había algo que me indicaba esa letra, y yo creo que era por el periodo que yo estaba viviendo, al dejar México, al dejar toda una vida y llegar a otra cultura.
Otro grupo que yo recuerdo en esos momentos fue U2, con “I still haven’t found what I’m looking for”, que también estaba conectado de alguna manera con ese periodo de vida, porque había cortado ciertas ligas con México y había que encontrar un nuevo camino con mi país.
Laura: Actualmente Patricia es profesora de Literatura Mexicana y Latinoamericana en la Universidad de Nuevo México, investigadora literaria, la gran biógrafa de Elena Garro, quien ha recuperado no solamente su literatura sino también su memoria y su prestigio. Vamos a despedirnos con una voz extraordinaria que no hace falta presentarla, se trata de Edith Piaf con “La vie en rose”, agradeciéndote también, Patricia, que nos hayas abierto las puertas de tu casa a través de este medio tecnológico que nos permite estar comunicadas con un pretexto que es la música.
Patricia: Muchas gracias, Laura, para mí ha sido un verdadero placer este viaje. Edith Piaf, sinceramente, yo no sé cómo funciona el inconsciente colectivo, porque yo empecé a escuchar a Edith Piaf… ¿Quién no ha escuchado a Edith Piaf en su vida? Mi esposo se daba cuenta de que yo la escuchaba mucho en el internet, así que me compró varios CDs de Edith Piaf cuando yo estaba escribiendo El asesinato de Elena Garro, la segunda edición, porque la primera, como mencionaste, es de 2005. Retomé ese proyecto porque sabía que no estaba aún concluido. Lo retomé en el 2012–2013 y la segunda edición salió a finales de 2014, pero en esa época yo no sé por qué tenía una gran necesidad de escuchar a Edith Piaf. Ponía el CD y lo repetía y lo repetía muchísimas veces. Lo mismo sucedió ahora que estaba terminando los dos volúmenes de Diálogos con Elena Garro. Edith Piaf, yo no sé si porque me remite de alguna manera a la época de París de Elena Garro. París para Elena Garro fue… “La vida en rosa”.
Al estar escarbando sobre la vida de Elena Garro, sobre todo cuando radicó en París —porque ella vivió en esa ciudad en diferentes periodos de su existencia―, yo sabía que ella había escuchado a Edith Piaf. No tenía la certeza, la certeza apenas la tuve en una de mis investigaciones hace un par de semanas… ®