¿Era feliz?
La pregunta es inútil.
Acaso él siempre se colocaba más allá de bienvenidas y calificaciones
en un espacio de oro y fulgor,
de hormigas pululando sobre la corteza de su planeta adorable,
de pesadumbre también
mientras mascaba el tabaco de sus plegarias.
La felicidad no era un signo que le convenía.
Risas, cóndores eran su destello
la memoria ardiente de largas estadías
porque hubo simplemente
una época de triste belleza entre los Andes
merodeando los rasgos del quizás.
Él se preguntaba cada tanto:
“¿qué hice con mi vida?”
Se obstinaba en no comprender
la disipación que se extiende tras de todo horizonte,
al mismo tiempo que celebraba entre nosotros
los soles en ruinas.
Callao, ríos, montañas,
los muchos mares que conoció en su simulacro de marino
y el recuerdo de las camisas apiladas,
en algún rincón secreto, fueron su verdadera despedida. ®