Entrevista con Manuel DeLanda

Braudel, mejor que Marx

Manuel DeLanda (Ciudad de México, 1952) es uno de los pensadores contemporáneos más interesantes de nuestra época. Su obra abarca un amplio espectro de disciplinas que convergen en sus investigaciones. Artista, programador, cineasta, filósofo, es autor de Guerra en la era de las máquinas inteligentes, Mil años de historia no lineal, Ciencia intensiva y filosofía virtual. Es profesor en la Universidad de Pensilvania y en la European Graduate School. Su labor en el campo de la filosofía de la ciencia promete continuar ampliando los marcos teóricos desde los cuales se entiende el mundo y el futuro.

Manuel DeLanda © Isadora Molina

—Me gustaría que hablásemos un poco sobre un concepto que se lee en tu obra: las estructuras autoorganizadas. Quizás lo pudieses relacionar con la idea del mercado y el antimercado que desarrollas.

—Obviamente, soy un filósofo materialista. El anterior materialismo fue el materialismo de Karl Marx: el materialismo histórico, el materialismo dialéctico. Yo quería romper con ese materialismo dialéctico basado en Hegel que no es materialista, y el materialismo histórico con el sentido de un destino (ya sabes: primero el feudalismo y luego inevitablemente el capitalismo, y luego inevitablemente el socialismo). Una noción de destino que hizo que el Ché Guevara dijera “Yo no me quedo en Cuba a construir algo; mejor me voy a Bolivia, aquí voy a poner piloto automático porque el destino nos va a llevar”. Se lo creyeron tanto que arruinaron todo. No hubo una sola revolución que ayudara a la gente en el siglo XX.

”Al final del siglo XX los filósofos materialistas nos pusimos a pensar: “¿Cómo vamos a renovar el materialismo?” Una de mis principales inspiraciones es el historiador de la economía Fernand Braudel. Él ya murió, era un historiador francés y quizás el historiador de la economía más importante de todos. Si hubiera un Premio Nobel a la historia se lo ganaría Fernand Braudel póstumamente. Braudel fue el primero en enfatizar la vida material de la gente: cómo comen, cómo beben, de dónde sale el agua, de dónde salen los alimentos, de dónde salen las medicinas; cómo se curan los cuerpos, cómo la vida material hace que las comunidades sean solidarias, cómo la vida material de las armas, de las medicinas y de las prisiones es más importante que lo simbólico. Ese era el caso de Braudel.

”Pero Braudel, además de eso, ya en el tercer volumen de su Historia de la economía, fue el primero en decir que nunca había existido tal cosa como el “sistema capitalista”. Él dijo: “Yo ya he estudiado mil años de economía de Europa y les puedo decir que nunca ha habido un solo sistema; siempre ha habido varios”. Por una lado están los mercaditos, los tianguis y los bazares, en los que los precios se reorganizan a sí mismos. Si tú eres un campesino o un granjero que llegas con tus elotes al mercado no dices: “¿A qué precio se me ocurre venderlos?”, sino: “¿A qué precio se está vendiendo hoy”.

—¿Una estructura autoorganizada, como un circuito de retroalimentación?

—Sí, pero Braudel también se dio cuenta que desde el siglo XIV los vendedores al mayoreo, opuestos al menudeo, manipulaban los precios. Por ejemplo, tenían dónde guardar grandes cantidades de grano; lo compraban cuando estaba barato y lo sacaban cuando estaba caro. Iban manipulando la demanda y oferta. Lo que dijo es: “Si el capitalismo es el mercado, entonces cuando alguien está manipulando la demanda y oferta, eso ya no es el mercado”. A esto Braudel le puso el nombre de antimercado. Redefinió la palabra capitalismo para significar “big business”, “negocio a gran escala”.

”Yo tomé esas ideas y las mezclé con las de otros investigadores históricos en mi libro Mil años de historia no lineal para tratar de explicar las razones por las cuales las revoluciones fallaron en el siglo XX. Una de las razones es que pensaban que se necesitaba un solo evento revolucionario para cambiar el sistema. Pero si no existe y nunca existió el sistema, y siempre ha sido un collage de diferentes tipos de economía… lo que hubo fueron unos siguiendo la demanda y oferta, otros manipulando la demanda y oferta, otros produciendo industrialmente a gran escala, otros produciendo a pequeña escala. Quiere decir que si la economía es tan heterogénea y poco sistemática, entonces la revolución o cualquier guerra de justicia social tiene que ser diferente. Tiene que llevarse a cabo organización por organización y comunidad por comunidad, porque no hay sistema.

”Braudel no solamente acabó con la idea del sistema capitalista, además la acabó con datos. Esos tres volúmenes de historia ofrecen toda la evidencia. No nada más es un argumento teórico, es evidencia. Sus análisis de los siglos XIII, XIV, XV nos dan una nueva manera de ver la política. La política tiene que ser más local. Tiene que haber logros más enfocados a lo local porque no hay sistema global.

—Básicamente rompió con el idealismo, es decir, la forma ideal del capital impuesta sobre la vida material humana…

Al final del siglo XX los filósofos materialistas nos pusimos a pensar: “¿Cómo vamos a renovar el materialismo?” Una de mis principales inspiraciones es el historiador de la economía Fernand Braudel. Él ya murió, era un historiador francés y quizás el historiador de la economía más importante de todos.

—Y con la idea de un destino. De una lógica de la historia que inevitablemente nos va a llevar hacia el comunismo. Eso de ser un sueño, como te decía, el Ché Guevara tan lo creía que no pensó en quedarse en Cuba a construir. Mejor se fue a Bolivia a empezar la nueva. Si el hubiera sido braudeliano se hubiera dado cuenta de que lo más importante en ese momento era construir las organizaciones e instituciones en Cuba, y no en otro lugar. El pensó: “El destino nos va a llevar ahí de cualquier manera. ¿A qué me quedo?”

—¿Con la estrella en la frente, no?

—La izquierda ha fallado una y otra vez por no hacer un análisis más local de la economía. Se quedó en la utopía pero con una que además no es un utopía, sino una distopía.

—Me gustaría que abordaras el tema del mercado y el antimercado en el contexto local, en México. En particular en relación con el narcotráfico y su esparcimiento.

—Económicamente hay dos tipos de industria. La economía a gran escala: Ford, General Motors, Volkswagen, Bimbo o Televisa; compañías gigantes produciendo productos hechos en masa. Crean riqueza pero al mismo tiempo le quitan las habilidades a los trabajadores. A los creativos los tienen metidos en un departamentito de investigación y desarrollo y el resto, que es la gran mayoría de los trabajadores, no son creativos. Hay otros lugares en el mundo como el Valle del Silicón en Estados Unidos —donde Apple empezó con un negocito de 1,300 dólares en un garage, Google empezó en un dormitorio y Facebook en otro—, donde la economía está basada en cientos de pequeños negocios. Otro ejemplo es una zona en Italia que se llama Emilia Romaña, en donde se crean los Lamborghinis y los Maseratis y otras cosas como mosaicos y textiles, y son miles de pequeños productores.

”La diferencia es ésta: cuando tú tienes menos de cien empleados te conviene que los creativos tengan la dirección de la firma. Es la diferencia entre el empresario y el ejecutivo. El empresario puso su propio dinero y puso la visión y tiene cien empleados. Es chiquito, con visión y con creatividad. El ejecutivo es uno que tú contrataste. A lo mejor tú tienes una compañía de computadoras y el ejecutivo a lo mejor viene de Pepsicola, pero entra ahí automáticamente, y todo es rutina y poca creatividad. Esa es la distinción principal.

”Yo quisiera promover en México lo que se llama economías de aglomeración. Es decir, miles de pequeños productores creativos ya sea produciendo software, hardware o produciendo lo que sea contra las economías de gran escala. El narcotráfico es ahora una economía a gran escala, es un antimercado artificial torpe porque no sobreviviría a la legalización de las drogas. Esto lo vemos desde la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Lo que creó el crimen organizado allá a gran escala fue la prohibición cristiana del alcohol. Cuando se dieron cuenta y legalizaron el alcohol los grupos criminales ya tenían demasiado dinero. Ese dinero lo metieron en Las Vegas, en la prostitución, entre otras cosas. Ésta es parte de la razón por la cual ya nunca se pudo desmantelar el crimen organizado. Lo mismo va a pasar con el narcotráfico en México. Cuando legalices la circulación de las drogas los precios bajarán, serán precios del mercado. Ahora son precios de antimercado, son precios puestos e inventados por ellos artificialmente.

”Los gobiernos contribuyen a la creación de antimercados de dos maneras: uno, haciendo prohibiciones idiotas y creando acumulaciones de riquezas, y dos, prefiriendo tanto en los impuestos como en los beneficios a las grandes compañías, acabando de esta manera con los pequeños negocios. El gobierno mexicano prefiere a Televisa en vez de a un productor independiente. El gobierno mexicano prefiere a Bimbo que a miles de panaderías, sin darse cuenta de que Bimbo o Televisa, en el momento en que les cambies el asunto se van a Guatemala. Son tan grandes que se pueden cambiar de país, no necesitan estar aquí. Mientras que los pequeños negocios viven en tu país y lo alimentan con nuevas ideas.

Fausto Alzati entrevistando a Manuel DeLanda © Isadora Molina

—¿Qué relación tiene este “big business” con la máquina de guerra?

—Obviamente la guerra también puede conducirse a pequeña o gran escala. Las armadas, si vemos históricamente, desde el siglo XVI han tendido a incrementar su tamaño. Antes las armadas eran relativamente pequeñas, tenías dos mil soldados y ahora tienes 300 mil. Conforme se ha dado este incremento han creado alianzas con los grandes negocios de antimercado porque éstos son los que los pueden suplir. Pero además del ejército como un consumidor de los productos de la industria a gran escala, el ejercito francés y posteriormente el ejército estadounidense fueron los que inventaron los principales componentes de la producción a gran escala. Todo mundo piensa que fue Henry Ford y sus fábricas de coches a principios de siglo XX, eso es falso. La producción a gran escala consiste en inventar cosas que puedan ser estandarizadas. La idea de la refacción estandarizada fue inventada en un arsenal francés en el siglo XVIII. Antes cada artesano hacía un rifle, y si querías ponerle a un rifle las refacciones de otro rifle lo más probable es que no le iban a quedar porque no eran estandarizadas. En el momento en que se dieron cuenta de que para poder suplir a un campo de batalla con piezas de refacción era necesario estandarizarlo, los arsenales franceses y más tarde los estadounidenses inventaron la rutinización de la producción. Creas un rifle estándar y obligas a que todos hagan copias idénticas. En ese momento todas las habilidades artesanales quedaron fuera de la fábrica y ya sólo quedó la rutina. Cien años después, poco a poco, esa invención militar que buscaba tener control sobre los artesanos con órdenes que vienen desde arriba fue incorporada por Henry Ford a la creación de coches. Es por eso que los marxistas siguen llamándole “fordismo” a la producción estandarizada, aunque ese es un error fatal porque a menos que sepamos el origen histórico de las tecnologías que nos oprimen nunca vamos a poder desmantelarlas.

—Ahora, pensando en la sensación de catástrofe continua que se vive en México, en especial por la violencia que deriva de los mercados monopolizados, ¿qué dirección te parecería más sensata tomar?

—Mira, si yo tuviera influencia sobre el presidente, si fuera mi cuate y me pidiera consejo le diría: “Olvídate de Televisa, olvídate de Bimbo; mantén a Pemex. Cualquier cosa que sea de economías de gran escala nacionalízala”. ¿Por qué así? Porque de cualquier manera las economías de gran escala son burocráticas. Los que mandan son ejecutivos, no empresarios. Aquí la gente no distingue las dos. El empresario, mujer u hombre, es alguien con visión que empieza su propio negocio. Mete sus ahorros a un negocio porque tiene una visión. Steve Jobs, cuando empezó Apple, era el único que creía que la computadora personal iba a cambiar el mundo. Después lo corrieron y metieron a un ejecutivo. Entonces Apple se fue para abajo. Tuvieron que traer al empresario de vuelta. En ese momento se inventó la iMac, el iPod, el iPhone. No solo él lo inventó, pero lo estuvo dirigiendo.

Aquí lo que necesitamos son más empresarios y menos ejecutivos. El presidente lo que tendría que empezar a hacer es nacionalizar los grandes negocios que no quieran romperse a sí mismos en empresas pequeñas. Si va a haber burócratas de ejecutivos, mejor poner mis propios burócratas. Aunado a esto habría que alimentar la creatividad.

”Aquí lo que necesitamos son más empresarios y menos ejecutivos. El presidente lo que tendría que empezar a hacer es nacionalizar los grandes negocios que no quieran romperse a sí mismos en empresas pequeñas. Si va a haber burócratas de ejecutivos, mejor poner mis propios burócratas. Aunado a esto habría que alimentar la creatividad. El mexicano es creativo, lo vemos en nuestras artesanías y en muchas de las cosas que hacemos. Habría que empezar a hacer lo que hicieron los italianos con Emilia Romaña. Fomentar la creación de parques industriales hechos de pequeños negocios. ¿Qué es pequeños negocios? Pequeños negocios es menos de trescientos o quinientos empleado, como máximo. Una vez que pasas de trescientos empleados los contadores y los ejecutivos, en otras palabras, los no creativos, son los que toman las riendas del negocio. Si tienes menos de cien empleados son los creativos los que tienen la riendas del negocio.

”Lo que aquí se debería hacer es poner las semillas de zonas industriales en las que por ley no se pueda pasar de cierto número de empleados. Empezar a crear software mexicano. Por ejemplo, muchas gente compraría un procesador de palabras hecho en México que no tuviera todas las estupideces que tienen los programas de Microsoft. Miles de cosas que nunca vas a usar por las que te cobran 500 dólares. ¿Por qué no hacer un procesador de palabras local de 50 o 25 dólares, que esté hecho por hackers mexicanos en un pequeña empresa, que no tenga nada de todos los detalles, que nada más sea un procesador de palabras que te sirva y que además lo puedas traer en tu celular porque usa poca memoria? ¿Por qué no? Pues porque los presidentes se van con la finta de las grandes empresas, y esto lo heredamos de Europa, desgraciadamente, porque así es Francia, así es España. Todos le ayudan a sus campeones nacionales. Francia ayuda a Renault, a Peugeot, a las corporaciones gigantes que producen su equipo militar, y da muy poca ayuda a los pequeños negociantes. Italia cambió la norma y es por eso que Emilia Romaña es una región entera, como con veinte mil firmas, en la que lo único que hacen es diseño: diseño de textiles, diseño de mosaicos y diseño de máquinas. El 90% de las firmas son de menos de cien empleados y esa región está creciendo muy rápidamente en Italia. Se llaman economías de aglomeración. Las economías de aglomeración ya han probado que sí funcionan. Son los gobiernos los que todavía están atrasados y no entienden este tipo de cosas.

—¿Una sociedad basada en pequeñas estructuras rizomáticas que se comparten entre sí?

—No es algo nuevo. Marx se fue con la finta de la revolución industrial, que obviamente era todo a gran escala, con máquinas de vapor inmensas y miles de trabajadores. Pero al mismo tiempo que la revolución industrial estaba en su apogeo en los siglos XVIII y XIX, en Suiza, en los Alpes, los que creaban relojes, cuchillos y otros artefactos lo hacían en pequeñas empresas. A pesar de ser cosas difíciles de producir, estos productores lograron mantenerse como una pequeña empresa. No se convirtieron en un “big business”, pero por lo mismo se mantuvieron invisibles para la mayoría de los historiadores. Tuvo que llegar Fernand Braudel para aclarar que la competencia entre las economías de escala y las economías de aglomeración ha sido de todo el milenio. Entre menudeo y el mayoreo, entre las fábricas gigantes en Milán y la pequeñas fabriquitas en Florencia del siglo XVII. No es una cosa de los últimos doscientos años.

—Algo al margen de esto, siendo que tomas esta postura materialista, me pregunto ¿qué piensas de la fenomenología?

—Odio a los fenomenólogos. Si no fuera crimen dispararles en la cara les disparaba en la cara. Desgraciadamente alguien lo hizo ilegal. No sé quién fue.

—Podría ser una buena trama para una película: The Phenomenologist, ¿no?

—¿Eres fenomenólogo? ¡Pum! Ya no eres fenomenólogo. Que rápido se te quitó.

—Indaga esto. ¡Mocos! Sí.

—Exacto. Las balas viajan tan rápido que ni siquiera las ves. No son fenómenos. De hecho lo que me gustaría hacer… ya ves que los fenomenólogos dicen: “No, yo no creo en un mundo que exista independientemente de nuestra mente”.

—¿Solipsistas?

—A lo mejor dicen que comunalmente creamos el fenómeno en la sociedad y lo que quieras. No necesariamente solipsista pero no existe un mundo material si no lo estamos observando los humanos. A mí lo que me gustaría sería traer una pistola y darles un balazo, nada más en la pierna. ¡Pum!, y entonces dirían: ¡Ay, me disparaste! Y yo les contestaría: No, es un fenómeno, es un significante nada más; es una metáfora nada más. A lo que ellos objetarían: ¡No, pero estoy viendo sangre y está chorreando! Entonces yo les insistiría: No, es sólo una metáfora, es puro símbolo. Tú nada más semiotízalo y ya se te quita. Y entonces sí a ver qué van a decir.

—Pues creo que ya terminamos.

—¿Quedaron a gusto? A ver como lo resumes porque doy las respuestas más largas del mundo. Vas a tener que cortarle aquí y editarle ahí pero siempre es así.

—Las vamos a aprovechar.

—Listo. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Junio 2011

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