¿Es AMLO de izquierda?

Una revisión necesaria

El obradorismo no es sino una mezcla y una muy rara e inestable. Mezcla neoliberalismo con populismo, democracia con antidemocracia, priismo con redistribución económica, y añade varias cucharadas de conservadurismo.

Dios te bendiga…

Para muchos está fuera de discusión: López Obrador es de izquierda, tanto como se puede ser —y mejor que nadie en México, por supuesto. Para ellos es imposible cualquier duda y que se cuestione la “izquierdidad” —la realidad del ser de izquierda— del hoy presidente les parece inconcebible. Pero cualquier persona racional y no fanática sabe que esa posición es irracional y fanática. Es posible y necesario pensar, dudar, cuestionar, revisar la supuesta gran izquierda democrática de AMLO —sin olvidar que él mismo insiste en que, además de izquierdista y demócrata, es liberal.

Vayamos de frente y de inmediato al conjunto de los hechos obradoristas:

AMLO está de acuerdo con la penalización del aborto, es decir, cree que las mujeres que abortan (cuando sea, por lo que sea) hacen algo “malo” que debe ser castigado con cárcel. Nunca ha hecho ni dicho nada a favor de la legalización del aborto o su despenalización de algún modo. Parece creer que todo aborto es en sí asesinato por mujer.

Está de acuerdo con los conservadores y homófobos en que el matrimonio de personas del mismo sexo ante el Estado no debe ser permitido por ese Estado. Cree que el matrimonio civil igualitario no tiene importancia ni civil ni democrática. Así lo ha dado a entender muchas veces. Y por tanto nunca ha hecho ni dicho nada a su favor. Todo indica que cree que el matrimonio “verdadero” debe ser asunto religioso. ¿Dónde quedó el liberaljuarismo?

Está a favor de la prohibición de drogas, como todos los “mochos”, socialconservadores, derechistas antiliberales, beatos, devotos, similares y conexos. Eso sí lo ha declarado en público, y en los hechos es congruente: conserva la prohibición, la protege, pide que “la familia” (la tradicional) sea pilar contra la violencia y el consumo (siempre con y bajo la ilegalidad de las drogas), y continúa la “guerra contra el narco” aunque en el discurso mande abrazos.

AMLO siempre ha sido socialconservador y en su discurso hay algo de estratégico, pero como presidente expresa una religiosidad creciente que es crecientemente preocupante.

Su discurso presidencial es cada vez más religioso, con “comparaciones” frecuentes entre su gobierno y el cristianismo. Hace unas semanas sugirió que él es como Jesucristo y que los que lo critican lo persiguen, como a Jesús, por defender a los pobres. AMLO siempre ha sido socialconservador y en su discurso hay algo de estratégico, pero como presidente expresa una religiosidad creciente que es crecientemente preocupante. Antes era socialconservador y por tanto no actuaba progresistamente sobre asuntos sociales, pero también por eso su discurso “de izquierda” evitaba tocar esos asuntos y no tenía un tono religioso tan “abierto” y marcado. Hoy sigue siendo socialconservador, sigue sin actuar progresistamente sobre asuntos sociales y se ha “descarado” e incrementado la religiosidad/cristiandad de su discurso —y no, AMLO no tiene que ver históricamente con la Teología de la Liberación.

El Estado mexicano sigue siendo laico pero claramente López Obrador no piensa ni decide desde el “ismo” del Estado laico. No es laicista. En lugar de laicismo AMLO parece tener apenas una tolerancia a la laicidad estatal. Tolera al Estado laico —al Estado laico y su tolerancia religiosa—, no lo destruye, no lo defiende celosamente ni lo potencia.

Hasta aquí alguien podría decir “bien, la de Andrés Manuel no es una izquierda moderna, democrática y liberal, pero es izquierda, otra izquierda antineoliberal”. ¿Es de otra izquierda? ¿Una indudablemente democrática y redistributiva? ¿Y completamente antineoliberal? Vayamos otra vez al análisis de los hechos.

Siempre optó por la vía electoral, lo que es de reconocerse, y su fuerza seguirá compitiendo en elecciones, pero al mismo tiempo fue semileal respecto a las instituciones electorales democráticas: las usaba con legalidad y las criticaba en exceso, no salía de su marco pero se acercaba a sus límites, presionaba desde afuera y desde adentro, las atacaba y deslegitimaba discursivamente pero no rompía realmente con ellas. O en las plazas acusaba fraude pero impugnaba de acuerdo con la ley. Impugnaba y en el fondo acataba la resolución pero no dejaba de gritar fraude. Gritaba preparándose para la próxima elección. Esa semilealtad hizo mucho daño. Provocó mucho deterioro en el régimen democrático. Y actualmente se ve la intención presidencial(ista) de que muera el Instituto Nacional Electoral.

¿Será que no le gusta el INE porque el líder decide con el pueblo? ¿Decidirá con su pueblo? La verdad es que las “consultas populares” del obradorismo no son democracia. De las que conozco y he revisado, todas las consultas que ha hecho o consentido el presidente son una farsa: Texcoco, Huexca, Baja California. Una farsa, todas. No olvidemos un nombre, con todos sus significados obradoristas y más: Jaime Bonilla…

Así, toda la izquierda de AMLO parece reducirse a la redistribución económica. Su paso por la presidencia será la prueba máxima sobre su “izquierdidad” económica como gobernante. En este sentido, ¿resultará una izquierda amplia o leve, superficial y no muy justa o profunda y justa, simplemente populista o prodemocrática, igualitaria–liberal o clientelista? Ciertamente tiene intenciones redistributivas (con las que coincido, en principio general). Pero hay más de un pero: todavía está por verse qué tan grande y qué tan eficaz resulta su redistribución, no hay evidencia suficiente de que sus programas prescindan del clientelismo (antiprogreso), no se ha dado ni propuesto una reforma fiscal que justamente quite a los más ricos (a los de veras muy ricos y a los Slim) lo que debe quitarles, etcétera de implicaciones.

Al último para volver a empezar a pensar: López Obrador no es personalmente neoliberal, pero ¿es seguro que no lo es el obradorismo? Sobre este espinoso asunto, hagamos otro punto de partida con esta nota del ex secretario de Hacienda del mismo presidente.

Como he dicho en otras ocasiones: el obradorismo no es sino una mezcla y una muy rara e inestable. Mezcla neoliberalismo con populismo, democracia con antidemocracia, priismo con redistribución económica, y añade varias cucharadas de conservadurismo. Ni AMLO ni su gobierno–movimiento son lo que tantos quieren creer. Es necesario repensarlo. ®

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Publicado en: Pensamiento y reflexión

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