En su conocido estilo que mezcla géneros literarios como la crónica, la narrativa y el ensayo, Rivera Garza realiza una exploración material de la frontera entre Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas en los años treinta del siglo pasado.
Excavar es un verbo que requiere mucho esfuerzo. Cristina Rivera Garza, en Autobiografía del algodón (Random House, 2020), excava entre documentos, libros, telegramas y archivos. Mapas y fotografías. Carreteras y pueblos fantasmas. Pero también excava en la memoria y la imaginación. Dice que no hay forma de saber si sus abuelos, que estuvieron en Estación Camarón al mismo tiempo que José Revueltas, lo conocieron o interactuaron con él. Sin embargo, los imagina así, compartiendo, recibiéndolo, preguntándose, “¿Un chamaco?”, cuando lo vieron. Porque no hay registros de la huelga de Camarón, población agrícola, ahora fantasma, ahora territorio de fracking, en Anáhuac, Nuevo León, más que algunos telegramas y el libro de José Revueltas El luto humano, en el que nunca se nombra al poblado como tal. A partir de estos documentos la autora narra el recorrido que realizó por el noreste de México buscando las pistas que la llevaran a trazar la historia de su familia. En su ya conocido estilo que mezcla géneros literarios como la crónica, la narrativa y el ensayo, Rivera Garza realiza una exploración material de la frontera entre Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas en los años treinta del siglo pasado.
La autora describe la tierra de Anáhuac, Nuevo León, como salada. Buscar entre capas de tierra es un ejercicio geológico. La escritura geológica es, en palabras de la misma Rivera Garza, una escritura desapropiada con énfasis en el territorio. Estas escrituras hacen un recorrido vertical que atraviesa capas de lenguaje desapropiado, poniendo atención en los elementos humanos y no–humanos que lo componen. En el caso de Autobiografía del algodón se pone la atención en la tierra y la gente que la trabaja. En el algodón y las manos que lo pizcan. Es, en todo sentido, una escritura política, ya que participa de la desapropiación que des–sedimenta las capas de poder que parecen inmutables. La escritura geológica de esta obra excava, explora, provoca terremotos, desestabiliza lo que hay en la tierra.
Es, en todo sentido, una escritura política, ya que participa de la desapropiación que des–sedimenta las capas de poder que parecen inmutables.
¿Qué hay en la tierra sobre estos amplios espacios que llamamos desiertos? Un estado que utiliza los cuerpos y la tierra como herramientas, como medios para llegar a un fin que sólo beneficia a unos cuantos. El libro describe, con la astucia que caracteriza a Rivera Garza como historiadora a la vez que narradora, cómo fue que los agricultores del noreste pasaron de ser beneficiados por la reforma agraria del cardenismo a ser olvidados por los siguientes regímenes. Traza una línea directa y causal entre la negligencia del campo algodonero al uso de suelo para las maquilas, terminando en la mal llamada guerra contra el narco, que Rivera Garza llama, en conferencia, como “una guerra contra la población”.
Encuentro dos razones por las cuales ésta es una autobiografía. La primera es que el libro recorre la historia de sus abuelos, de su familia. Y ¿qué es la historia de nuestra familia sino una historia personal? La segunda, es que traza una biografía del algodón como cultivo al noreste de México. Su inicio, su auge, su declive. Todo a través de la gente que lo cultivó. En este sentido, el libro forma parte de los llamados nuevos materialismos, literaturas postantropocéntricas, en las que el centro de la narración deja de ser la historia humana y pasa a ser la historia de la tierra, de la Tierra. Esta historia es ambas al mismo tiempo y con el mismo peso. Es posible contar la historia de la tierra a partir de la humanidad, y no sólo la del hombre habitándola.
Traza, finalmente, un punto más en el que parece ser un mapa de la literatura mexicana que va, poco a poco, construyéndose en su obra. Si en La cresta de Ilión nos presentó a una Amparo Dávila fantástica, en Había mucha niebla o humo o no se qué construyó a su Rulfo personal, en Autobiografía del algodón retrata a un José Revueltas geólogo. Un José Revueltas que desestabiliza al poder dentro y fuera de su escritura, que se interesa por la tierra y otros planetas, que “descentra la posición del ser humano sobre la tierra”.
Mnemocidio es una palabra dolorosa. Cuando la autora describe que lo que pasó en Estación Camarón como un terricidio inmediatamente me pregunté, ¿hay alguna palabra para describir el asesinato de la memoria?
Mnemocidio es una palabra dolorosa. Cuando la autora describe que lo que pasó en Estación Camarón como un terricidio inmediatamente me pregunté, ¿hay alguna palabra para describir el asesinato de la memoria? Resulta que sí hay, y se utiliza para describir los procesos que se busca evitar alrededor de la memoria del Holocausto. ¿Cómo evitarlos? Creo que precisamente lo que hace Rivera Garza en este libro es una estrategia para evitar el mnemocidio del campo algodonero del noreste de México. Previene también el mnemocidio de las víctimas de la guerra del narcotráfico, guerra contra la población, ya que nos permite entender más allá de las causas inmediatas. Es, también, evitar el olvido de la memoria de Liliana Rivera Garza, cuyo feminicidio se menciona con dolor en el texto. Porque reescribir desapropiadamente es un acto político, es un acto de memoria, es, como dice la misma Cristina, resucitar. ®