Hay mucha fortaleza en las instituciones democráticas en el plano local, eso no lo pongo en duda, pero siguen sin ser tan incluyentes como se cree. En todo el país hay zonas de atraso y en los que la democracia es para algunos. En otras la democracia es para iguales, no tanto para los desiguales.
Hay algunos académicos, como Steven Pinker, que no tienen la menor duda de que el mundo ha mejorado significativamente. Por lo mismo, tampoco duda de las grandes mejoras que se han dado en su país. Cómo buen empírico, puede recurrir a todo tipo de datos para mostrar que, objetivamente, se está mejor que en otras épocas.
No deja de ser encantador que Pinker sea psicólogo. Cuando toca temas de racionalidad o de irracionalidad vale la pena escuchar lo que tiene que decir. Pero cuando entra a temas algo alejados de su área, como su estudio sobre la Ilustración o sus análisis sobre cómo ha mejorado la vida, me pregunto si en alguna ocasión ha pasado por su cabeza que su mundo, aquello que vive, no es precisamente el mundo de quienes consideran que hay algo muy podrido en Estados Unidos y en el mundo. No es que esos pesimistas sean dogmáticos ciegos y sordos, que los hay, sino que sus experiencias no son precisamente aquello que reflejan los datos y los análisis objetivos.
Fue en ese año que no debí pasar en esa ciudad y en Nueva York cuando encontré mucho que ponía en duda que esa fuera una democracia, y que las cosas fueran tan bien como se decía incluso en esa época de tanta confianza y arrogancia en ese país.
En mi estancia como estudiante en Estados Unidos tuve la fortuna de ser becario de Brookings. El fellowship era realmente para pasar unos meses en Washington DC y en Nueva York para recabar información a partir de entrevistas con personas clave para la tesis de doctorado. Sin embargo, al ir a la capital del país empecé a notar algo que no cuadraba mucho con todo lo que había estudiado y que empezaba, en forma muy rápida, a parecer algo un poco irreal. No era que la visión general fuera errónea, sino que era muy incompleta. Fue en ese año que no debí pasar en esa ciudad y en Nueva York cuando encontré mucho que ponía en duda que esa fuera una democracia, y que las cosas fueran tan bien como se decía incluso en esa época de tanta confianza y arrogancia en ese país. Lo que platicaba con la gente de a pie distaba mucho de ser lo que se decía en la academia. Curiosamente, en la Fed (Sistema de la Reserva Federal) hay información que usan para las reuniones del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) exactamente a partir de las percepciones de la gente de a pie sobre la economía y sus expectativas. No siempre se alinea esa información con lo que indican las estadísticas. De ahí surgen parte de los problemas para la determinación de las acciones para afectar tasas de interés.
En ese año en aprendí mucho y aprecié mucho más a De Tocqueville. Lo que escuchaba y vivía no cuadraba muy bien con mis estudios. Había mucho que quedaba afuera en pro de crear una narrativa muchas veces demasiado sana de lo que es la política de ese país y que muchos exageraron a partir de algunos hechos y mucho más desconocimiento. Pero, por exageradas que fueran esas visiones de los comentaristas de radio, reflejaban una realidad y el enojo de demasiados ciudadanos. No era difícil entender por qué tantos despreciaban a la élite liberal de la Costa Este. Ello no se aprende en el aula. Ello se aprende metiéndose a donde no van los académicos de mi área.
Después de ese año empecé a tener muchos problemas con la tesis, pero recibí mucho apoyo por parte de dos profesores que definitivamente entendían por lo que estaba pasando. Eso es historia para otro momento. Lo relevante es que, por casualidad, conocí a una persona que era de una tribu del norte de Wisconsin. Nos hicimos muy buenos amigos, pero por muchas situaciones nos fuimos alejando hasta perder la amistad, ya que había regresado a México. Como sea, ella jamás me habló de esos temas que tanto adoran los bleeding–heart Democrats and academics, sino de sus experiencias como nativa en un país tan racista y en que existen tantos impedimentos para “gente como ella”. Su mundo en nada tenía que ver con lo que le platicaba de lo que estudiaba e investigaba. Me escuchaba con mucha atención y terminaba con “suena muy bien eso”, nunca con entusiasmo por vivir en un país así.
Parafraseando a Mark Twain, o al menos una frase que se le atribuye, Estados Unidos es encantador hasta que lo conoces. Hay mucha fortaleza en las instituciones democráticas en el plano local, eso no lo pongo en duda, pero siguen sin ser tan incluyentes como se cree.
A la muerte de su padre la acompañé a la reservación. Ahí conocí a muchas otras personas, no solamente de su familia. Dejando de lado que el lugar no era tan deprimente como otras reservaciones, era claro el grado de pobreza y desesperación en que vivían muchos. En nada escuché lo que escuchaba con académicos o estudiantes sobre la maravilla que era vivir en esa democracia. Al contrario, escuché muchas historias que contradecían la idea de una democracia. Curiosamente, había escuchado a granjeros del estado expresarse de la misma manera. Se sentían abandonados en la tierra de los libres.
Hay mucho que podría añadir y que iré ordenando en diferentes escritos, pues desde esa estancia en Washington DC me pasó algo que no hubiera esperado. Parafraseando a Mark Twain, o al menos una frase que se le atribuye, Estados Unidos es encantador hasta que lo conoces. Hay mucha fortaleza en las instituciones democráticas en el plano local, eso no lo pongo en duda, pero siguen sin ser tan incluyentes como se cree. En todo el país hay zonas de atraso y en los que la democracia es para algunos. En otras la democracia es para iguales, no tanto para los desiguales. Hay demasiado amor por la democracia y no por saber si ese amor es justificado.
¿Me extraña que haya ganado Trump? Me extraña que haya ganado hasta 2016. Esperaba que fuera mucho antes. Lo sencillo es repetir los lugares comunes sobre lo libres que son en ese país. Es un poco más complicado que eso. ®