Estefanía Piñeres habla acerca de «Malta»

Encontrar tu lugar en el mundo

A propósito del estreno de Malta entrevistamos a la actriz protagónica Estefanía Piñeres, quien presentó la película en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Nos habló acerca de las dinámicas familiares latinoamericanas, rasgos de la idiosincrasia bogotana y de las nuevas voces del cine colombiano.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

Mariana, una chica bogotana en sus veintitantos años, observa compulsivamente y con curiosidad mapas tridimensionales de Malta, un destino idealizado al que desea ir para poder esconderse del resto del mundo. Sin embargo, su realidad es otra: se encuentra en un limbo laboral como empleada de un call center, no sabe bien a bien para qué está estudiando alemán, no se quiere comprometer sentimentalmente con ningún hombre, por lo que va coleccionando amantes efímeros cada noche y, más importante aún, no puede confrontar sus fracturas más profundas, relacionadas con la ausencia paterna y la incomunicación con su madre. Se trata de la película colombiana Malta, segundo largometraje de Natalia Santa.

A propósito del estreno de Malta, compartimos la entrevista con la actriz protagónica Estefanía Piñeres, quien recientemente presentó la película en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia y que habló acerca de las dinámicas familiares latinoamericanas, rasgos de la idiosincrasia bogotana y de las nuevas voces del cine colombiano, las cuales se han decantado por relatos íntimos y domésticos, alejados por completo de conflictos armados y sus ecos que siguen retumbando por todo el país.

—Tengo entendido que llegas a este proyecto mediante un proceso tradicional para los actores, consistente en un casting y una serie de call backs. Pero, cuando ya tuviste en las manos el guion que escribió Natalia Santa, ¿qué fue aquello que te interesó para querer trabajar en la película?
—Creo que dos de las cosas que más me llamaron la atención del guion fueron la complejidad del conflicto y la sutileza con la que éste es abordado. Siento que una cosa muy latinoamericana es que nuestro lenguaje es súper melodramático y exagerado, las emociones están todo el tiempo en efervescencia y a flor de piel. Y justamente el guion que escribió Natalia hace lo contrario; de alguna manera de lo que se trata la película es de aquello que no se dice, lo que no se muestra, de los sentimientos que no se expresan. Pienso que ése fue el primer punto de conexión para mí.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

Como actriz, yo me siento mucho más cercana a los personajes que tienen más capas, que son complejos, que dialogan desde muchos lugares. Pero creo que históricamente no ha habido demasiados espacios para explorar ese tipo de lenguajes y cuando lo vi en la película de Natalia, me pareció fascinante.

—Justo ahora que hablas de cierta idiosincrasia latinoamericana, leía algunas críticas de la película en Internet, sobre todo de medios colombianos, y éstas coincidían en señalar que la película retrata fielmente las dinámicas familiares bogotanas. Pero viéndola, da la impresión de que aquello que plantea la película rebasa lo regional. Tenemos el tema de la ausencia paterna, la cual, entendemos, es el catalizador del conflicto que tiene Mariana y que ha influenciado a su hermano, quien está huyendo, porque no quiere ser papá. Incluso su abuelo, se encuentra en casa, pero permanece invisible por su salud resquebrajada. Las figuras masculinas y paternas resultan muy esquivas y pareciera que es algo que nos atraviesa como sociedad latinoamericana. ¿Qué opinas al respecto?
—Efectivamente. De hecho, yo soy hija de una madre soltera y a mi mamá se le murió su padre cuando ella tenía ocho años. Dos tipos de ausencia paterna. Alguna vez leí acerca de la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, una de las mujeres más importantes en la historia de Colombia, quien en los años sesenta defendió el uso de la pastilla anticonceptiva de los argumentos en contra provenientes del sector más conservador y de la Iglesia católica, cuyo argumento sostenía que había que respetar las estructuras familiares, las cuales concebían como un modelo típico conformado por mamá, papá y un par de hijos. Para sustentar su defensa esta mujer viajó alrededor del país para estudiar y entender cuál es la estructura familiar colombiana real y confirmó que ese modelo clásico es algo que no necesariamente se ajusta con la realidad; es muy común que en una misma casa vivan varias generaciones de mujeres y que entre todas críen a los respectivos hijos, mientras que las figuras masculinas digamos que son flotantes, entran y salen de la ecuación, vuelven a la casa, después de un tiempo nuevamente se van, tienen una segunda familia por otro lado y así cíclicamente. Y este fenómeno se replica en otros países latinoamericanos. Además, en el caso colombiano, nosotros estamos atravesados por un conflicto armado, entonces durante mucho tiempo los hombres fueron arrancados de sus familias.

Yo me relaciono y me identifico desde la experiencia personal, pero además últimamente he visto varias películas colombianas contemporáneas que, no sé qué tan intencionalmente, tienen el tema de las estructuras familiares como parte central de sus narrativas.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

No creo que se haya agotado el tema del conflicto armado y la violencia, porque es una herida tan grande que en nuestras ciudades se sigue hablando de los desplazamientos sociales y es algo que nos permea a todos, pero es muy interesante ver que las voces se diversifican y que hay una nueva ola de gente que no necesariamente quiere hablar de eso.

—¿Dirías que ése es el gran asunto que está abordando una nueva generación de cineastas colombianos?
—Obviamente hay exponentes actuales como Laura Mora (Matar a Jesús, Los reyes del mundo), César Acevedo (La tierra y la sombra), Felipe Guerrero (Animal oscuro), o un director icónico de una generación anterior como lo es Víctor Gaviria (Rodrigo D. No futuro, La vendedora de rosas, Sumas y restas), que han tratado temáticas que tienen que ver con la ruptura social desde el conflicto armado y la brecha económica. Pero ahora también están cineastas como Franco Lolli (Litigante), Catalina Arroyave Restrepo (Los días de la ballena), Yennifer Uribe (La piel en primavera) o la propia Natalia Santa, quienes están renovando el cine colombiano, migrando a narrativas acerca de lo cotidiano, la clase media y la ciudad.

En lo personal, no creo que se haya agotado el tema del conflicto armado y la violencia, porque es una herida tan grande que en nuestras ciudades se sigue hablando de los desplazamientos sociales y es algo que nos permea a todos, pero es muy interesante ver que las voces se diversifican y que hay una nueva ola de gente que no necesariamente quiere hablar de eso, sino que quiere hablar de cosas íntimas.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

—Continuando con las dinámicas familiares, está el lado inverso, la maternidad ajena a imágenes impolutas y románticas. El personaje de la madre no sabe cómo fungir su rol, cada intento que ella tiene para volcar sus cariños y cuidados deriva en un nuevo estallido de reproches y frustraciones.
—Creo que ésa es la relación central en la película. Natalia es madre y hace poco hablábamos ella y yo de cómo de alguna manera misteriosa e inconsciente puso en la película cosas que ni siquiera ella tenía del todo claras acerca de su historia familiar. En la película, la madre es una mujer que le toca cuidar a su padre enfermo, que tiene hijos adultos, pero inmaduros y que se encuentran perdidos, y que se ve incapaz de ayudarlos, porque a duras penas puede ella cuidarse, siendo esa la gran tragedia del personaje que interpreta Patricia Tamayo. Además, es un personaje muy duro, a partir de sus distanciamientos, dolores y amarguras, pero lo que resulta muy bello, algo que siempre hablé con Natalia y Patricia, es que al final la que se ve en la película es una familia normal, un puñado de personas rotas que viven juntas y que se la vive rompiendo mutuamente de manera constante por sus propias heridas soterradas, y eso se ve muy oscuro por momentos, pero luego hay mucho amor, un amor torpe, errático y brusco, pero que no deja de ser amor. Creo que una de mis escenas favoritas de la película es cuando el personaje de la madre se acerca a mi personaje con la intención de darle dinero para el viaje que tiene planeado. Yo sólo he visto la película una sola vez y esa escena me tomó por sorpresa, brotó una emoción muy grande en mí e incluso ahora, que estoy hablando de ella contigo, me hace sentir muy emocional, porque creo que es de los pocos gestos que existen entre ellas y esa aproximación es de esos momentos que generan mucho alivio, porque enuncian el amor que hay detrás de todos los reclamos y las frases fuertes.

Por otra parte, había la intención por parte de Natalia de poner sobre la mesa temas que rodean al personaje de la mamá, como la depresión y el alcoholismo. Ahora la salud mental se ha vuelto un tema más trendy y se está hablando un poco más al respecto, pero también es cierto que se está hablando desde un lugar muy privilegiado; no todos tienen acceso a terapias, porque son costosas, además de que sigue habiendo mucha ignorancia y estigmas al respecto. En el caso del alcoholismo, en países como el nuestro, el consumo de alcohol está muy normalizado y es algo que ni siquiera se comenta a menos que sea radicalmente problemático. Los niveles de alcoholismo en mujeres son incluso mucho más altos que en hombres, pero no se toma mucho en cuenta. Creo que ahí hay un montón de semillas puestas por Natalia para provocar la conversación.

—Malta representa ese destino idealizado, ese lugar abstracto cuyos rincones tu personaje ve repetidamente en mapas tridimensionales. Sin embargo, también significa ese plan que se aplaza de manera indefinida, esa expectativa que no se cumple, aquel limbo laboral del que no se puede salir. Es un título con cierta carga de ironía.
—Una de las cosas que le he escuchado decir mucho a Natalia es que cuando ella estaba creciendo en Bogotá todo el mundo se quería ir de esa ciudad. Ella creció en un momento cuando la violencia era más cercana a las ciudades, ahora la violencia está un poco más relegada a lo rural. Pero esto es algo que sigue pasando, la gente en Colombia continúa pensando que tiene que salir para ser alguien, ese cliché que uno escucha tanto que es el viajar, estudiar, volver con la promesa que te van a pagar mejor porque estuviste en Europa o Estados Unidos; digamos que hay toda una aspiración hacia lo extranjero y a salir, que es algo muy latinoamericano.

Estamos hablando de otra generación y particularmente la gente que está entre los 18 y los 25 años, nacieron en un momento del mundo muy adverso y con mucha incertidumbre, son chicos que fueron a la universidad, que es ese lugar donde supuestamente se cumple la promesa de tener trabajo y oportunidades, pero esta generación está viendo que esa promesa caducó.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

Malta como espacio justamente representa la absoluta incapacidad de poner lo abstracto en algo concreto. Hablaba con un amigo más joven que no es particularmente un cinéfilo, pero que vio la película, y me decía que lo que más le había impactado era que mi personaje se parecía demasiado a mucha gente que conocía y estaba a su alrededor, algo que difícilmente en el cine que veía había encontrado. Creo que también estamos hablando de otra generación y particularmente la gente que está entre los 18 y los 25 años, nacieron en un momento del mundo muy adverso y con mucha incertidumbre, son chicos que fueron a la universidad, que es ese lugar donde supuestamente se cumple la promesa de tener trabajo y oportunidades, pero esta generación está viendo que esa promesa caducó y que en última instancia lo que deben de hacer es ganar dinero, porque éste es el sistema en el que en realidad vivimos, por lo que están pasando más rápido al preguntarse cómo ganar dinero, dejando de pensar cuál es la perspectiva de lo que quieren hacer y cómo resolver sus vidas. Creo que mi personaje materializa un montón de esas incapacidades y que eso fue lo que hizo que un público muy joven conectara profundamente con la película cuando se estrenó en Colombia.

—Esa indeterminación que presenta el personaje, finalmente habla acerca de ese miedo a la toma de decisiones: quedarse o salir de casa, permitirse un compromiso o coleccionar ligues fugaces, continuar estudiando alemán o renunciar. Incluso la película termina en puntos suspensivos.
—Mariana es un personaje que no tiene mucho que perder, pero que tampoco sabe qué tiene para ganar. Es una chica que no entiende su lugar en el mundo y eso es una etapa de la vida muy específica que creo que en mayor o menor medida, de una u otra forma todos atravesamos, ese momento que sales de la casa y te das cuenta de que aquello que te enseñaron no te gusta del todo y no quieres ser para lo que te educaron, pero entonces llega la pregunta de qué o quién sí quieres ser, qué lugar vas a ocupar y desde qué lugar te vas a relacionar con el mundo. Además, en el caso de las mujeres, nuestra sexualidad es una manera muy específica de cómo nos vamos a relacionar, si vamos a ser la virgen o la puta, cómo nos vamos a enfrentar a nuestra familia desde el lugar en el que nos comencemos a enunciar. Yo creo que todas esas crisis están presentes en la película.

Al leer los comentarios que se han escrito acerca de la película, alguien decía que Malta es un coming of age. Yo nunca lo había pensado así, pero claro, el coming of age tiene que ver con personas tratando de encontrar su lugar en el mundo. Creo que parte de lo que es muy hermoso de Natalia como guionista y directora, es que no está tratando de dar moralejas o juicios, ni ser didáctica; mi personaje no encuentra las grandes respuestas, la película efectivamente termina en puntos suspensivos, que al final es como en la vida misma, de pronto encuentras una respuesta de las mil quinientas preguntas que tienes y las mil cuatrocientas noventa y nueve siguen abiertas.

—Otra cualidad que debe resaltarse es que Natalia no es sentenciosa con sus personajes. Pareciera que se encuentra comprometida con ellos.
—Creo que hay un profundo amor de Natalia por cada uno de sus personajes y es algo que se nota por cómo uno es capaz de ver los matices y las luchas internas que hacen que cada uno sea lo que es para bien y para mal. Natalia siempre habla de que la primera imagen que tuvo de la película fue a una chica orinando en una regadera que no era de ella y luego la forma que Natalia usó para escribir fue hacerse preguntas: ¿Quién es esta chica? ¿Por qué está orinando en una regadera que no es suya? ¿Por qué está en ese lugar? ¿Cuántas veces ha estado ahí? Y fue a partir de esas preguntas como Natalia fue construyendo este universo alrededor de mi personaje, y creo que eso también habla de quién es Natalia como guionista.

—Y uno como espectador también comienza a hacerse preguntas y tratar de atar cabos. “¿Por qué al inicio de la película, después de bañarse y arreglarse, Mariana no puede salir del edificio?”, hasta que se cae en cuenta de que ella no vive ahí, o “¿Cuántos días lleva sin llegar a su casa?”, y uno deduce por la reacción de la madre que esta dinámica se ha vuelto demasiado común, y así sucesivamente.
—De acuerdo. El cine nos ha enseñado que si en una escena se hace una pregunta, en la escena siguiente se debe de responder de una manera explícita, lo cual se vuelve demasiado efectista.

Los bogotanos suelen ser poco efusivos, hablan con un volumen muy bajo, el ocupar espacios públicos es muy inusual, primero por la violencia que azotó al país durante muchos años y ahora por los remanentes que ésta dejó, la ciudad es fría y llueve mucho, entonces la gente está dentro de sus casas durante mucho tiempo.

Fotograma de Malta, dirigida por Natalia Santa.

—Dentro de la película existe una secuencia en la cual tu personaje habla con su hermana acerca de un recuerdo infantil que involucra una casa de muñecas, recuerdo que la hermana desmiente ya que en realidad era una casa para conejos que había comprado el papá. Pareciera que los personajes se refugian en recuerdos distorsionados para no encarar su presente. ¿Qué opinas al respecto?
—Aquí voy a hablar en tercera persona porque yo soy originaria de Cartagena, que es un lugar muy diferente a Bogotá en muchos aspectos culturales. Los bogotanos suelen ser poco efusivos, hablan con un volumen muy bajo, el ocupar espacios públicos es muy inusual, primero por la violencia que azotó al país durante muchos años y ahora por los remanentes que ésta dejó, la ciudad es fría y llueve mucho, entonces la gente está dentro de sus casas durante mucho tiempo. Hay toda una narrativa alrededor de la ciudad, y creo que eso hace que sea una sociedad interiorizada que se guarda cosas, que habla poco de muchos temas que pueden llegar a ser incómodos, los trapos sucios se lavan en casa, las cosas se meten debajo del tapete y creo que esos silencios empiezan a ocultar relaciones y a ocupar espacios importantes.

Además, todos en el país migramos a Bogotá, porque es donde se encuentra la mayoría de los trabajos, pero la gente que nace en Bogotá vive muy cerca de su familia, generalmente está solo en una casa durante toda su vida, yo he estado en veinte casas; entonces creo que es una sociedad que tiene arraigos muy profundos y que está muy próxima a su pasado, el resto del país tiene que desligarse muy pronto de este, porque debe de dejar atrás casa, familia y vínculos. Aunque llevo viviendo en la ciudad desde hace trece años y ya me considero bogotana en muchas cosas, éste es un aspecto en que me veo distante, ajena, como una extranjera, pero creo que esa parte de Natalia como bogotana está puesta en la película.

—Tomando en cuenta que además de actriz, tienes experiencia como guionista y directora, ¿cómo fue el trabajo con Natalia Santa para construir el perfil de tu personaje?
—Yo creo que la mejor versión de la relación director–actriz es una especie de infatuación, que a mí me parece hermosa, es parte de lo que más amo de mi trabajo, porque ser la materialización de la idea de alguien te da un poder, una responsabilidad y también hace que surja una complicidad que hace que se pueda leer la mente del otro. En ese orden de ideas, con Natalia me ocurrió eso. Originalmente, ella buscaba a una actriz mucho más joven, cuando fui al primer casting les gusté a ella y a los productores, pero no les convenció el hecho de que yo en ese momento tenía treinta años y el personaje ronda los veinte, entonces continuaron haciendo castings. Sin embargo, más adelante me enteré de eso, Natalia quería tener no sólo a una actriz, sino a una interlocutora con la que pudiera dialogar, construir y ser cómplice, y eso fue primando sobre el tema de la edad, por lo que finalmente se decantó por mí.

Desde muy temprano hubo un diálogo muy abierto entre nosotras. Parte de la preparación consistió en hablar mucho de la película y el guion, pero también hablar de nuestras sensaciones de vida en el mundo, de nuestras propias relaciones familiares y sentimentales. Fue un trabajo muy cercano que nos hizo amigas, una relación basada en la honestidad y entregarnos mutuamente, y de alguna manera se ha convertido en un modelo a seguir para mí.

Yo llevo trabajando como actriz unos doce años, y al momento que rodamos era la primera vez que me dirigía una mujer. Malta era la segunda película de Natalia, la primera, La defensa del dragón, la había hecho ocho años atrás, había un espacio muy grande entre una y otra película, y su director de fotografía, Iván Herrera, es su esposo, quien hace principalmente fotografía fija. Así, son dos personas que no están tan acostumbradas al set, no es el espacio en el cual pasan más tiempo y fue fascinante verlos, particularmente a Natalia, siendo la cabeza del proyecto y quien debía de tomar las decisiones más importantes, confesando no estar segura de muchas cosas, de no tener todas las respuestas, de no saber cómo iba a resolver una escena o en qué parte la iba a cortar.

Yo nunca había visto algo así en mi carrera. Siempre que llego a una filmación, los sets tienen esa dinámica en la cual el director debe de hacer cosas todo el tiempo, saber o decir que sabe resolver cualquier aspecto y asumir una responsabilidad constantemente y eso genera una energía súper fuerte, directa e impetuosa. Y de repente aparece esta mujer maravillosa a hacerse preguntas. A veces nos sentábamos un rato para tratar de descifrar entre todos cómo contar la película y me pareció hermoso el lugar de vulnerabilidad desde el cual dirigió. No sé si en su primera película fue esa misma directora o si en su tercera película lo será, pero fue esa directora para Malta y creo que eso fue fundamental para la forma en que se narró y eso es de las cosas que más me ha marcado como actriz. ®

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Publicado en: Cine

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