Eugenia, ¿la primera distopía literaria?

Eduardo Urzáiz, un autor perdido en Yucatán

Antes de escribirse la obra más importante de Aldous Huxley, previo a los imaginarios de George Orwell, Isaac Asimov o Ray Bradbury, e incluso anticipándose a la del padre del género distópico, Yevgeni Zamiatin, en Yucatán un psicólogo metido a escritor en 1919 podría ser el verdadero pionero de inimaginados mundos felices.

Crónica del mundo futuro.

Crónica del mundo futuro.

Piénsese una historia en cuyo argumento la reproducción humana ha sido controlada y mejorada, con una sociedad cuasiperfecta donde esquemas como la familia han sido eliminados, en la que el concepto de religión obedece más a la teosofía que a una o varias creencias en particular; donde la guerra armada ha dejado de existir y la educación no se imparte, se implanta por hipnosis.

Lo más probable es que la referencia literaria general lleve a citar Un mundo feliz [Brave New World, 1932], de Aldous Huxley, o incluso, para algunos, esbozos similares a las bases de la construcción social controlada de 1984, de George Orwell (1949).

Sin embargo, la historia corresponde a Eugenia, una novela breve que bien podría considerarse la primera distopía no reconocida de la literatura mundial, no sólo previa al mundo huxleyano, sino incluso al plasmado por Yevgeni Zamiatin, escritor ruso en cuya obra Nosotros (1924, de forma incompleta; 1929 en su edición final) se reconoce el inicio del género distópico.

Sustentar tal afirmación no es complicado de principio: Eugenia fue escrita en 1919. Si bien Zamiatin había comenzado su obra literaria desde 1912, es hasta la creación de Nosotros cuando recurrirá a imaginar de forma más estructurada y crítica hacia el futuro que visualiza la base de un relato distópico.

Anuncio para una versión radiofónica de Un mundo feliz.

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Quizá la causa de que la obra mencionada no haya dejado la huella que marcaron Zamiatin, Huxley, Orwell e incluso Asimov y Bradbury, está directamente relacionada con el hecho de que su autor, Eduardo Urzáiz, no figuró en los registros de la historia literaria porque de suyo no era un escritor, al menos no formalmente como los anteriores.

Urzáiz, a quien no le faltó reconocimiento dentro y fuera de México por su desempeño en el área de la psicología, era mejor identificado por ser el primer rector de una de las instituciones de educación superior pioneras en el país: la Universidad Nacional del Sureste, cuya sede estaba en Yucatán y que luego se transformó en la que ahora es la Universidad Autónoma de Yucatán.

Es la historia centrada en dos personajes: Ernesto y Celiana. El descubrimiento pleno del primero hacia las ventajas y posibilidades que la sociedad en la que vive le ofrece, y de la segunda en lo que ella misma consideraría un pasado “barbárico” de generaciones anteriores, del cual, con todo y su lucidez no ha podido deshacerse: la necesidad de ser amada por quien ella ama.

Hasta aquí el argumento puede ser endeble si se considera sólo la fecha como base de la afirmación anterior, aunque la propia obra lo demuestra de forma explícita a lo largo de sus 132 páginas.

Eugenia es, como toda la literatura, una historia de conflicto humano. En este caso la lucha de enfrentar y descubrirse impedido de eliminar, aun en medio de una sociedad perfecta, una de las necesidades más básicas, tanto animal como social, del ser humano: la compañía de una pareja; la imposibilidad de verse separado de ésta, el dolor del abandono, el despecho, el desamor.

Es la historia centrada en dos personajes: Ernesto y Celiana. El descubrimiento pleno del primero hacia las ventajas y posibilidades que la sociedad en la que vive le ofrece, y de la segunda en lo que ella misma consideraría un pasado “barbárico” de generaciones anteriores, del cual, con todo y su lucidez no ha podido deshacerse: la necesidad de ser amada por quien ella ama.

Con la guía de ese hilo conductor Urzáiz tejió en lo que él llamó “esbozo novelesco de costumbres futuras”, la historia que de haber sido más famosa podría considerarse, a riesgo de jugar con una cronotopía, la novela que Huxley leyó antes de escribir su obra más importante.

La reproducción controlada

En Eugenia la búsqueda por el control de la natalidad no surge de la sobrepoblación, sino, por el contrario, de la falta de suficientes nacimientos para que cada generación nueva pueda servir de sustento a la que está en el final del ciclo, así como por la búsqueda de la perfección física.

Según la historia de Urzáiz, un par de siglos antes de la sociedad que planta en el siglo XXIII, la tendencia hacia la esterilización tanto de hombres como de mujeres se comenzó a generalizar abiertamente. Primero “empezóse a practicar esta operación, como una salvadora de la especie, a los criminales natos o reincidentes, a los locos y desequilibrados mentales y a ciertos enfermos incurables…”

“Más tarde”, se explica en la novela, “algunos individuos de uno y otro sexos comenzaron a hacerse esterilizar voluntariamente por huir de las cargas económicas de la paternidad o de las fisiológicas de la maternidad”. El escenario descrito deja ver una crisis en la población humana que el gobierno de los países más avanzados, porque otros, como los africanos —según el relato—, no lo han logrado, asumió el cuidado y la vigilancia de la reproducción de la especie.

La vida en el siglo XXIII.

La vida en el siglo XXIII.

El gobierno de naciones y ciudades como “Villautopía” hace esterilizar desde la infancia a todo individuo física o mentalmente inferior, “y sólo deja en la plenitud […] a los ejemplares perfectos y aptos para dar productos ideales”. La esterilización es el primer paso del control natal establecido por la eugenética, disciplina científica que regula ese orden. El siguiente es la selección de reproductores masculinos y femeninos aptos, y posteriormente de “gestadores”.

Los “gestadores” de Urzáiz son seres humanos del sexo masculino a quienes, como resultado de décadas de investigación, se ha logrado dotar de la capacidad de gestar en su propio cuerpo un óvulo fecundado, a través de la inserción del futuro ser humano en el peritoneo y el tratamiento hormonal que le permitirá desarrollar al feto dentro de su cuerpo.

Si bien la explicación parece una locura, forma parte de un proceso bien tramado y desarrollado por el autor durante un recorrido que realiza uno de los personajes de la historia explicando todo el proceso con el orden lógico suficiente para ser aceptado entre el género distópico y la ficción científica.

En la novela, el “gestador” es además un integrante de la sociedad con gran reconocimiento por su desempeño en la reproducción humana y por su valor para asumir el papel que las mujeres habían dejado por las cuestiones antes mencionadas.

Ahí los infantes no toman clases bajo sistemas tradicionales de enseñanza-aprendizaje sino que son «configurados» para entender la sociedad de la que forman parte, eliminando cualquier instinto básico de relación por consanguineidad.

Como se señala antes, todo el proceso es regulado por el Estado, así, una vez nacidos los nuevos seres humanos son criados, mantenidos y educados por el gobierno en espacios creados para ello. Ahí los infantes no toman clases bajo sistemas tradicionales de enseñanza-aprendizaje sino que son «configurados» para entender la sociedad de la que forman parte, eliminando cualquier instinto básico de relación por consanguineidad. Al mismo tiempo reciben largas terapias de hipnosis con las que se implanta en ellos el conocimiento formal, como la hipnopedia huxleyana.

La organización social

En las naciones con alto desarrollo de este mundo imaginado en Eugenia la administración de la reproducción humana ha terminado con el concepto y la figura de la familia, pues se considera obsoleta como base de la sociedad. Los lazos afectivos y de integración en células sociales menores están determinados por la afinidad desarrollada por los seres humanos durante su crianza en los espacios habilitados por el Estado para ello. Se detalla que “desvaneciéndose poco a poco los prejuicios religiosos y simplificándose los trámites legales, las parejas humanas llegaron a constituirse y disolverse libremente […] la reproducción de la especie era vigilada por el Estado y reglamentada por la ciencia; en vez de la familia antigua, unida por los lazos imaginarios de la sangre, había aparecido el grupo, basado en afinidades de carácter y en la comunidad de gustos y aspiraciones y, por tanto, realmente indisoluble”.

La base de esa nueva organización absolutista, alejada del concepto de familia y la desaparición de lazos afectivos inherentes a ello, queda clara desde la propia explicación científica que se hace también en una parte del libro: “Hoy que el nacimiento de un niño es el resultado de una deliberación científica y viene precedido de una rigurosa selección, hoy que no es como antaño, el fruto rara vez deseado del instinto irreflexivo, todo lo que nace llega a su completo y total desenvolvimiento”.

“Hoy que el nacimiento de un niño es el resultado de una deliberación científica y viene precedido de una rigurosa selección, hoy que no es como antaño, el fruto rara vez deseado del instinto irreflexivo, todo lo que nace llega a su completo y total desenvolvimiento”.

La estructura social de los habitantes del mundo trazado en Eugenia ha también reducido la brecha entre la pobreza y la riqueza, además de que ha revolucionado ambos conceptos. Al ser el Estado el encargado del desarrollo de cada nuevo ser humano, la carga económica para cada miembro de la sociedad se reduce en materia de alimentar a otro ser humano dependiente por el lazo parental. A la vez, el proceso de educación y formación social ha creado individuos más capaces y con todas las herramientas para sostenerse económicamente.

En una visión de una economía más liberal, la novela deja entrever que sólo aquellos no dispuestos a trabajar, quienes no desean hacer el esfuerzo, pueden terminar en la pobreza. No existe una violencia estructural socio-económica, simplemente hay una desidia de algunos y ésa es la causa de su menor categoría en la sociedad.

El doctor Eduardo Urzáiz Rodríguez, cubano-yucateco (nació en 1876, en Guanabacoa). Foto Boletín Informativo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yucatán, Tomo I, Num. 6, julio-agosto 1966.

El doctor Eduardo Urzáiz Rodríguez, cubano-yucateco (nació en 1876, en Guanabacoa). Foto Boletín Informativo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yucatán, Tomo I, Num. 6, julio-agosto 1966.

Eduardo Urzáiz se adelanta también a la trama huxleyana en donde la humanidad más avanzada científicamente, más relajada, menos tensa por las relaciones emocionales, ha logrado incluso superar en muchos casos problemas derivados de la diversidad cultural o económica.

Una igualdad fabricada desde el Estado, bajo su control, sólo no lograda en algunas naciones “atrasadas”, pero que están aprendiendo del modelo de desarrollo logrado por los países más “avanzados”, como se ilustra también en la novela.

Guerras sin armas

Eugenia fue escrita en 1919 y Urzáiz tenía a la primera Guerra Mundial como testimonio único de un conflicto mayor al de las luchas civiles y contra la colonización en América, Europa, África y Asia. Aun así, el incipiente novelista quiso mirar más allá y concentrarse en las posibilidades de un mundo donde el conflicto deja de ser armado. Lo que existe, y se menciona un caso que preocupa a los personajes de la historia, es “aquella guerra, puramente comercial y diplomática, con sus cierres de puertos, sus huelgas generales y paros de fábricas”. No obstante, reconocen que no son menos terribles que “las antiguas contiendas a mano armada, con sus sangrientas batallas terrestres, marítimas y aéreas, en que los hombres morían por millares”.

¡El patriotismo! ¡El honor nacional! ¡La bandera sacrosanta! Ésas eran las socorridas muletillas de nuestros abuelos, ésos eran los pretextos con que encubrían sus grandes crímenes colectivos”.

La explicación de tales escenarios sin armamento la da también uno de los personajes, quien desestima el nuevo cariz de los conflictos, siendo él un “viejo” nostálgico de anteriores formas de administración del Estado: “Ya no hay ejércitos ni flotas que sostengan el equilibrio continental; perdido está el concepto de patria limitada, y muerto, por ende, el hermoso sentimiento del patriotismo”.

La respuesta que recibe de uno de sus interlocutores es igual de explícita al respecto: “Ni falta; que nuestra preciosa sangre no se creó para ser derramada, ni hay ideal humano o divino que autorice o justifique el sacrificio de una sola vida… ¡El patriotismo! ¡El honor nacional! ¡La bandera sacrosanta! Ésas eran las socorridas muletillas de nuestros abuelos, ésos eran los pretextos con que encubrían sus grandes crímenes colectivos”.

La primera distopía

Es cierto que una comparación rigurosa encontrará suficientes diferencias entre la obra de Eduardo Urzáiz y Aldous Huxley, mucho más de Yevgeni Zamiatin, pero la base de la historia sigue siendo en las tres esa visión de un futuro de sociedad perfecta lograda a través de controles absolutos establecidos por el Estado.

Las dos obras más conocidas establecen una sociedad tecnológicamente mucho más avanzada de lo que se ha logrado hasta ahora: los humanos dejan de ser gestados naturalmente y son prácticamente producidos por el gobierno; la enseñanza es por ende también controlada e implantada bajo sugestión profunda, con hipnosis.

Existe además una percepción de felicidad en la sociedad edificada en ambas historias, que sin embargo es cuestionada de forma más sutil y breve en el caso de Eugenia, pero no por ello menos válida.

Prevalece también la ironía de que todo aquello que consideramos una base de desarrollo social, como la familia armónica, en cualquiera de sus formas actuales; la diversidad cultural, de pensamiento y religiosa; los avances en la democracia y la organización social equitativa, son hechos a un lado por las sociedades descritas en las obras de ambos.

Eugenia bien podría considerarse la primera distopía no reconocida, o quizá incluso algún libro perdido que Huxley leyó en sus viajes y que terminó dándole las ideas básicas para crear su aventura futurista.

La crítica a Un mundo feliz ha señalado de forma permanente cómo Huxley anticipó realidades o escenarios similares a los que hemos cruzado desde el siglo pasado a la fecha y otros que percibimos muy cercanos. De ahí siempre el reconocimiento a la obra, incluso por encima de la de Zamiatin.

Pero el punto central de este texto es que la obra de Eduardo Urzáiz, escrita y publicada en 1919, se anticipa a Zamiatin y a Huxley. Seguro que habrá en la obra de Urzáiz la influencia de otras literaturas y obras en específico, pues la originalidad absoluta es prácticamente imposible en una sociedad que evoluciona sobre las bases de lo anterior. Pero, a riesgo de sonar insistente, bien podría considerarse la primera distopía no reconocida, o quizá incluso algún libro perdido que Huxley leyó en sus viajes y que terminó dándole las ideas básicas para crear su aventura futurista. ®

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Publicado en: Entre la ciencia y la ficción, Junio 2013

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  1. Beatriz Gómez Varela

    Hace aproximadamente unas tres semanas, en un pequeño taller de lectura en Mérida, Yucatán a sugerencia de la maestra Nelly Rincón Pedrero, quien lo dirige, decidimos dedicar nuestra atención a la revisión, lectura o descubrimiento de algunasnovelas distópicas. Las obras seleccionadas con ese fin son: Brave New World, Fahrenheit 451, 1984, y Eugenia, de Eduardo Urzáiz , para hacer honor a la literatura local.
    Con una oportunidad que parece mágica, dado lo poco que se conoce de este autor y su libro aun en la ciudad donde fue escrito y editado, aparece su excelente artículo que enriquece con sus datos y comentarios la atinada selección de Nelly. Le enviamos nuestro agradecimiento.

  2. En relación con el título y último párrafo del artículo: quizá no sea menester insistir tanto en la anticipación del género distópico en la novela de Urzáiz. Porque si hemos de comulgar con una de las últimas líneas de Luis («la originalidad absoluta es prácticamente imposible en una sociedad que evoluciona sobre las bases de lo anterior»), La República platónica sería entonces la primera distopía literaria de Occidente. Sí, me arriesgo a dejar el adjetivo «literaria».
    Y a propósito del calificativo, ojalá en una próxima entrega Castrillón o cualquier otro colaborador señale el valor literario de Eugenia. En el artículo recuerdo sólo una cita textual que no basta para juzgar el estilo de Eduardo Urzáiz. Con todo, disfruté bastante la ausencia (en el artículo por lo menos) de un Winston Smith que eche abajo toda la esforzada felicidad de esa humanidad bajo estricto control. Evitaré leer la novela para no estropear esta tenue alegría. Me doparé con la ilusión de que Eugenia, a diferencia de las distopías de Huxley y Orwell, es un fruto artificial inmune a la corrosión de esos gusanos que llaman rebeldía y libertad de pensamiento (esta inveterada voluntad nuestra de ser infelices).

  3. Carmen Garay

    Me gustó el tema insospechado y más aún, todas las referencias de sobra conocidas. Amé leer este artículo en tarde lluviosa, con el sonido del agua resbalando por la ventana. Gracias.

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