Cecilia Eudave ha escrito varias novelas para jóvenes, y Aislados es la más reciente. Una novela sobre la pérdida y el olvido, lo personal y lo público.
Hay muchas formas de estar en el mundo, una de ellas es precisamente una paradoja: no estar en el mundo, aislarse, poner una barrera con el entorno, ir abandonando el yo, irse desvaneciendo, caer en un abismo. La pérdida de la memoria es una de las enfermedades de las que adolece el mundo, cada vez con más frecuencia; la misma que padece Laura, madre de dos hijos, en la novela Aislados de la escritora mexicana Cecilia Eudave.
Tal y como lo describe, esta silenciosa enfermedad de olvido es “un declive inminente y acelerado”. El olvido parece una ineludible caída al vacío, una vida en descenso que se degrada y va perdiendo todo de sí: sus recuerdos, sus seres queridos… Todo se borra: “su memoria estaba siendo vaciada, quedaba poco de ella”. Al quedar poco, también se pierde su condición humana, pues ya se puede decir que alguien “extravió a una persona en un parque” como se pierde un objeto, puesto que se puede asumir que aquellos “desafortunados sucesos” alrededor de un “enfermo de olvido” recaen en quienes lo rodean, porque aquel que olvida ya está libre de toda culpa, pues se ha perdido a sí mismo.
Esta tragedia que provoca la búsqueda de Laura —porque su hijo Pedro la extravió en un parque mientras chateaba— descubre otras problemáticas familiares donde no sólo la pérdida de la memoria es una forma de “aislamiento”; también hay otras maneras de perderse, de evadirse, de quedar vacío en vida y ser un ente invisible frente al mundo. “—¿En qué momento la tragedia se instaló en su vida?, Alguien debió decirle, aunque él no escucha nunca, pues siempre está absorto en su oficina trabajando”. Tampoco Armando, el esposo de Laura, está presente, porque el mismo texto corrobora que nunca escucha por estar sumergido en el mundo laboral. Escuchar es un acto que tiene que ver con recibir algo del exterior, con una interacción entre dos individuos, además requiere poner atención, es decir, escuchar es algo más que el simple hecho de oír un ruido.
El personaje de Laura, aquella mujer que ha empezado a fincar una barrera con el mundo exterior, está rodeada de una familia que también convive con su propio cosmos, con sus voces, con sus estereotipos asignados, con sus paredes. A partir de aquel suceso donde la madre se pierde, todos los cimientos ya son endebles, todo se invade, se carcome por la tragedia, como bien lo augura Aislados desde el primer capítulo: “La tragedia es como la humedad. Sí, llega despacio tras haberse filtrado por los cimientos más firmes”.
En esta invasión de eventos desafortunados la novela incide también en una sensación constante de enclaustramiento, de reclusión, de querer huir a toda costa, desaparecer, “fugarse de su cuerpo, de sus pensamientos, de su circunstancia, buscar otra familia, otra casa, otra vida”. La vida era o aparentaba ser perfecta, todo estaba planeado, hasta que una circunstancia externa irrumpe y crea el caos. Pareciera que esta catástrofe de la que se impregna una familia que empieza a ser rechazada por todos es un buen motivo para querer escapar.
Una de tantas aparentes salidas, al sentir la recriminación, es conectarse a la red para crear otra identidad, para poder “ser otro”, “su avatar”, y arreglar la tergiversación de las redes sociales como en el caso de Pedro, el hijo a quien se le extravió su madre; o bien, estar absorto en un trabajo que permite olvidar una circunstancia cada vez más insoportable para Armando, el papá; o simplemente “ser una inútil”, “invisible”, casi fantasmal, como Sara, la otra hija de Laura, que según las opiniones de los demás, y de su propia familia, no sirve para nada y que, por esa justificación, también está libre de toda culpa. Sin embargo, y pese a las circunstancias, hay sucesos inesperados en la novela donde no todo está perdido y siempre hay caminos para la esperanza.
Aislados es una novela dirigida sobre todo a jóvenes que aborda las confrontaciones del mundo actual en las redes sociales, aquellas que pueden poner en evidencia o logran adulterar problemáticas personales y familiares para convertir lo privado en el ámbito público. Pero no sólo eso, la conexión absoluta a este mundo virtual pone en evidencia otra forma de incomunicación y evasión, donde no hay ninguna interacción social o contacto directo con los demás, pero donde es posible crear otra vida, puesto que la realidad se degrada y se pudre.
En Aislados, publicada por Urano en 2015, prevalece una sensación de soledad, de aislamiento, de rechazo, de incomunicación, donde la batalla por encontrarse y no perderse a sí mismo es cada vez más ardua.
Cecilia Eudave, ganadora del premio de novela Juan García Ponce con Bestiaria Vida en 2008, es también autora de volúmenes de cuentos: Registro de imposibles, Sirenas de mercurio, Técnicamente humanos y otras historias extraviadas, En primera persona, Para viajeros improbables y Microcolapsos (microrrelatos). Sus novelas para jóvenes son La criatura del espejo, El enigma de la esfera y Pesadillas al mediodía y su cuento infantil Papá oso. Ha sido traducida al japonés, al chino, al coreano, al italiano, al checo, al portugués y al inglés. ®