Lluvia cuenta seis historias que se entrelazan de una manera inteligente, sorpresiva y entretenida. Alberto Acuña entrevista a Arcelia Ramírez, Martha Claudia Moreno, Morganna Love y al director, Rodrigo García Sáiz, mientras la lluvia sigue cayendo.
Un taxista descubre fortuitamente que su nuevo pasajero es el amante de su esposa. Una pareja en crisis auxilia a un hombre anónimo que se desvanece en la congestionada estación del tren ligero de Tasqueña. Un raterillo de poca monta cae en cuenta que la víctima de su más reciente asalto es la maestra de inglés, de la que él estuvo enamorado alguna vez. Una sexoservidora y un cliente saldan cuentas con un pasado caracterizado por el abuso. Un empleado del billar de alguna colonia popular se cruza en su camino con una joven japonesa que pretende saltar de un puente peatonal. Una enfermera ayuda a un paciente a recoger un paquete con una fuerte suma de dinero en su interior, debatiéndose entre quedárselo o entregarlo. Personajes que recorren calles sin nombre, rincones con fotogenia particular, espacios que pasan inadvertidos a simple vista, dentro de una lluviosa Ciudad de México de noche. Se trata de Lluvia, ópera prima del cineasta y publicista Rodrigo García Sáiz.
La película coral cuenta con un elenco vistoso conformado por Arcelia Ramírez, Bruno Bichir, Cecilia Suárez, Martha Claudia Moreno, Hozé Meléndez, Dolores Heredia, Mauricio Isaac, Kristyan Ferrer, Morganna Love, Esteban Caicedo, Axel Shuarma, entre otros. A propósito de su estreno en salas, compartimos una conversación con el director y parte del cast.
—En los créditos se ve que la película fue escrita por Paula Markovitch. ¿Cómo llega el guion a tus manos?
Rodrigo García Sáiz: Originalmente, ella quería dirigir la película debido a que ésta tiene varios rasgos personales, de hecho, las historias estaban situadas en Argentina, su país natal. Como con Paula he mantenido una amistad y una relación profesional desde hace mucho tiempo, me compartió el guion hace unos diez años, y desde el primer momento me emocioné mucho. Después de leerlo tuve muchas conversaciones con Paula acerca de los personajes, los detalles y de lo que me había hecho sentir; fue tal mi entusiasmo que un día me dijo: “Creo que este guion es para ti, te lo cedo”. Para mí fue un compromiso muy fuerte y se trazó una línea muy delgada, porque al ser mi ópera prima le hice ver que me estaba entregando a uno de sus hijos, pero que a partir de ese momento yo lo tenía que hacer también el mío.
Yo no tuve que padecer un asalto o ayudar a un desconocido que se desmayó en el transporte público para poder reconocerme en el guion o para poder dirigir esta película. He crecido en la Ciudad de México y en esta ciudad me he enamorado, he tenido rupturas sentimentales, he tenido esperanzas y también frustraciones.
Paula fue muy amorosa y respetuosa, y me pidió enfocarme en aquello que me había seducido del guion desde el principio, que era esa reflexión acerca de la condición humana en un país con tantas diferencias sociales, con tanto contexto de violencia, en donde puede haber momentos luminosos, desgarradores, candorosos y también contradictorios. Eso se volvió una obsesión para mí cuando decidí hacer la película.
Si bien no escribí el guion, como cineasta siempre he discrepado cuando alguien dice que el realizador debe de haber vivido las cosas que se ven en la pantalla. Creo que los seres humanos nos conectamos con el corazón. Yo no tuve que padecer un asalto o ayudar a un desconocido que se desmayó en el transporte público para poder reconocerme en el guion o para poder dirigir esta película. He crecido en la Ciudad de México y en esta ciudad me he enamorado, he tenido rupturas sentimentales, he tenido esperanzas y también frustraciones. Entonces, me parecía lógico el contar estas seis historias.
—Ya en algunas otras películas escritas por Paula Markovitch, como Dos abrazos (Enrique Begné, 2007) o Días borrosos (Marie Benito, 2022), estaba presente el interés por mostrar a esos personajes solitarios, anónimos en la gran ciudad, quienes experimentan de forma extraordinaria un encuentro fugaz, pero significativo, con alguien más. ¿De que manera abordar ese tipo de personajes como director y como actor?
Kristyan Ferrer: Michael Haneke dice que no hay peor cosa en el cine que ponerte por encima de los personajes, entonces todos tratamos de abrazarlos como los seres humanos que son, con sus virtudes y errores, mirándolos a los ojos. Creo que la película también pone en evidencia que existe una crisis narrativa. Siento que esto es debido a que no estamos viendo al mundo. Hay muchos temas que podrían salir a la luz en nuevos proyectos, pero estamos un poco trabados en ciertos ambientes sociales y en ciertos personajes, a los cuales yo denomino modelos de comportamiento. Justamente el personaje que interpreto, un hombre que viene del norte del país para ajustar cuentas con un pasado marcado por el bullying, es opuesto a estos modelos que menciono, algo que como actor he venido buscando. Pienso que no hay nada peor que la simplificación y el arquetipo, y con los personajes que ha escrito a lo largo de su carrera, Paula Markovitch ha sabido eludirlos.
Rodrigo García Sáiz: Para poder trabajar desde un lugar honesto fui creando vínculos con cada uno de los personajes. A pesar de su invisibilidad ante el resto, me hacían cuestionarme cosas como: “¿En qué piensa esa profesora de inglés? ¿Qué siente aquel taxista? ¿Qué hace una chica japonesa en la Ciudad de México?” Tratando de responder estas y otras preguntas, con todo el elenco fui dándole forma a ese crisol de almas que tienen en común la rutina y la desazón.
—La película plantea la interrogante de cómo puede surgir el gesto empático, el rasgo humano en medio de una urbe tan caótica, tan hostil, tan vertiginosa como lo es la Ciudad de México. ¿Qué opinan al respecto?
Martha Claudia Moreno: No se puede negar la hostilidad en el mundo y que en éste ocurren cosas terribles todos los días, pero existe la otra parte. Que alguien me atienda con amabilidad en el mercado o que un desconocido en un espacio público me abra la puerta y me sonría, sí me cambia la vida. Creo que hay que estar recordándonos todo el tiempo que vale la pena estar vivos, a pesar de la violencia y las miserias humanas. Ambos aspectos conviven y de eso es lo que habla la película y es algo que quiero ponderar siempre; son las historias que a mí más me importan hoy por hoy contar como actriz, las que están llenas de luz y de esperanza.
Morganna Love: Creo que es un momento importante para destacar el tema de la empatía, pero también para preguntarnos: ¿qué tan empáticos y solidarios estamos siendo nosotros mismos?, y ser autocríticos. Siento que es un cuestionamiento que atraviesa gran parte de la película. También creo que es parte del ser humano tener esa bipolaridad moral. Es un tema que me interesa mucho, porque como persona defensora de derechos humanos, tengo siempre presente el preguntarme qué puedo hacer para que los demás a mi alrededor estén bien.
—En un momento particular en el que el cine mexicano entiende la idea de lo urbano como un conjunto de planos cenitales para aludir a lo inabarcable y a la geografía confusa, así como el utilizar el audio del fierro viejo, en la película se apuesta por espacios dotados de personalidad antes que por la postal. ¿Cómo fue el trabajo de encontrar el ángulo idóneo para retratar la ciudad?
Rodrigo García Sáiz: Cuando empecé a plantearme la idea de que esta película podía suceder en la Ciudad de México, tenía muy claro que no deseaba recurrir a los lugares que se han retratado tal cantidad de veces que cinematográficamente se han ido desgastando, yo quería ver esa ciudad que está presente en nuestra cotidianidad, esa esquina sin muchos atributos por la que había pasado decenas de ocasiones, pero que nunca había sido filmada, esa calle cuyo nombre no necesitaba aparecer a cuadro para sentirse familiar. Entonces, fue un scouting muy intenso. Pero también había otro elemento que me interesaba mucho, que era la fotografía; surgió así la pregunta de cómo íbamos a ver esta ciudad. Eso me llevó a decidirme en trabajar con un fotógrafo extranjero el cual entendiera la película, que la sintiera emocionalmente y que tuviera la posibilidad de retratar la ciudad desde un punto de vista fresco, distinto, incluso de una manera naif; así llegué a colaborar con Leonardo Hermo, fotógrafo argentino.
Yo quería ver esa ciudad que está presente en nuestra cotidianidad, esa esquina sin muchos atributos por la que había pasado decenas de ocasiones, pero que nunca había sido filmada, esa calle cuyo nombre no necesitaba aparecer a cuadro para sentirse familiar.
—¿Qué fue aquello que te atrajo de la lluvia como hilo conductor de las seis historias?
Rodrigo García Sáiz: El elemento de la lluvia no estaba originalmente en el guion, pero me parecía una metáfora interesante para reflejar distintos estados de ánimo y aquello que están viviendo los personajes. Cuando llueve, hay veces en que nos sentimos melancólicos, en otras ocasiones nos sentimos eufóricos; hay momentos en que nos purifica, y otros que nos ensucia. De igual manera, me resultaba interesante el hablar acerca de cómo nos relacionamos y nos enfrentamos con la lluvia al ser habitantes de la Ciudad de México; sabiendo que la ciudad colapsa cuando llueve, sabiendo cuáles son las temporadas en las que esto ocurre, somos los menos preparados, siempre salimos sin paraguas o un impermeable, algo que me parece irónico.
Claro, habiendo tomado la decisión de incluir este elemento, me metí en camisa de once varas; después de esta película creo que no volveré a filmar en mi vida alguna secuencia que incluya lluvia (risas). Filmar bajo la lluvia fue un gran problema de producción. Hay muchas secuencias en las cuales filmamos con lluvias torrenciales reales, pero hubo días en los que estábamos a la mitad de la secuencia y la lluvia amainaba, y entonces había que generarla de manera artificial, tratando que hubiese una continuidad en ese sentido.
Debo de decir que todos los involucrados en la película dieron la vida, porque fue un rodaje duro, por ejemplo, los actores pasaron por unas condiciones, que si bien, generaba cosas y reacciones que funcionaban en lo dramático, eran difíciles, o sea, tener a la pobre de Arcelia Ramírez a las cuatro de la mañana caminando bajo la tormenta, era algo que me partía el alma. También debo de mencionar que un aspecto que me interesaba explorar era la creación de ambientes por medio del diseño sonoro, uno que no acompañara a la película, sino que formara parte de esta. El diseño lo hizo Javier Umpierrez, quien construyó un mosaico lleno de detalles y ruidos extraños.
—Si bien, dentro de Lluvia, algunos personajes coinciden en cierta esquina o en medio del tráfico, no es una película de historias interconectadas en que la acción de uno altera la vida del resto, pero tampoco se trata de una antología de cortometrajes. ¿De qué manera se fue consiguiendo la uniformidad de los relatos?
El amalgamar las historias de una manera inteligente, sorpresiva y entretenida para el espectador era un desafío y considero que Rodrigo lo consiguió. Cuando se filman historias cortas se debe de ser muy claro, contundente en lo que se dice y tener una gran capacidad de síntesis.
Arcelia Ramírez: Un rasgo que me atrajo de este proyecto es que se trata precisamente de seis historias que se entrelazan, pero que al mismo tiempo es una sola película. El amalgamar las historias de una manera inteligente, sorpresiva y entretenida para el espectador era un desafío y considero que Rodrigo lo consiguió. Cuando se filman historias cortas se debe de ser muy claro, contundente en lo que se dice y tener una gran capacidad de síntesis. Además, hay algo interesante: las historias se quedan abiertas. Como actriz, apelo a la participación del espectador; cuando no se ofrece todo digerido, este lo agradece.
Rodrigo García Sáiz: Para conseguir esa uniformidad hubo un trabajo de montaje muy fuerte junto con la editora Liora Spilk Bialostozky. Lo importante es que son historias en las que las vidas de los personajes no cambian para siempre; las situaciones poco ordinarias en las que estos se involucran, los hacen sentir, tener momentos oscuros o luminosos, pero al día siguiente la lluvia seguirá cayendo y los personajes serán alcanzados por ésta y se mojarán de maneras diferentes, riendo o besando a alguien o peleándose. Fue muy consciente el hecho de dejar abiertos los finales de las historias y es algo que nunca estuve dispuesto a negociar. ®