De la misma forma en que, en su momento, lo hiciera el gobierno de derecha de Nicolas Sarkozy, el actual gobierno de izquierda ordenó en agosto pasado el desmantelamiento de campamentos de gitanos que se encontraban instalados en las inmediaciones de las ciudades de París, Lyón, Marsella y Lille.
El 5 de mayo de este 2012 en el diario Le Monde apareció una entrevista que el periodista Nicolas Truong les hizo, a manera de conversación, al sociólogo Edgar Morin y al político François Hollande, quien en aquel momento cerraba su campaña como candidato del Partido Socialista a la presidencia de Francia. La entrevista apareció cuatro meses después como un pequeño libro titulado Dialogue sur la politique, la gauche et la crise, publicado por Éditions de L’Aube.
Dado el contexto en el que se había dado la entrevista y que tanto Marine Le Pen como Nicolas Sarkozy —del partido Frente Nacional (FN) y del Unión para un Movimiento Popular (UMP), respectivamente— se habían referido, con esa intolerancia que caracteriza a los partidos de derecha y ultraderecha europeos, en sus respectivas campañas electorales al tema del multiculturalismo y la migración, el periodista Truong formuló una pregunta que pudiera esclarecer tanto la visión del “sociólogo de la complejidad” como la posición de Hollande sobre este polémico tema.
“Edgar Morin, usted ha instado a los candidatos (a la presidencia) a inscribir en la Constitución que ‘Francia es una república, indivisible, pero también multicultural’. ¿Por cuáles razones?”, cuestionó Nicolas Truong al también filósofo.
“Francia es una realidad multicultural: vascos, flamencos, alsacianos, se han convertido todos ellos en franceses. Decir que Francia es una, indivisible y multicultural, es reconocer una realidad donde la unidad impide cerrarse en el comunitarismo y fortalece la adhesión de los que han llegado a Francia, y a su vez reconoce la fecunda diversidad de las culturas que nos integran. Y me refiero también a los antillanos, reunionenses, que quieren que se reconozcan sus particularidades”, respondió Morin, para después dirigirse a Hollande.
“Usted está vinculado a los símbolos. Pues entones podría inscribir sobre nuestra Constitución que Francia es una república laica, única, indivisible y multicultural, y que afirma una realidad de hecho, que debe escapar tanto a la homogenización que ignora las diversidades (IIIra República) como al comunitarismo que separa. ¿No será reconociendo al otro, a la vez como distinto y como semejante, lo que hace cada vez más falta y que nos está llevando a la desunión?”
Sería exagerado y hasta irresponsable asegurar que en territorio francés la vida de los gitanos corre peligro; pero lo cierto es que en Francia a esta comunidad no se le recibe de manera fraterna, no se les trata de forma igualitaria ni, mucho menos, se les deja vivir en libertad.
Sin saber que pronto se convertiría en el futuro presidente, François Hollande respondió: “Francia está constituida de integraciones sucesivas, primero por las provincias, después de las poblaciones que han venido a enriquecer la nación. Esto es precisamente a lo que se refiere Fernand Braudel, que ‘el nombre de Francia es diversidad’. Sin embargo, la palabra multiculturalismo propicia ambigüedades y hace pensar que nosotros somos una sociedad donde no habría más referencias comunes. No se trata de anular o de ser indiferente con las particularidades que existen en esta diversidad, sino de fomentar un ambiente donde los franceses se reconozcan dentro de la República. Yo le apuesto más a fortalecer la laicidad dentro de la Constitución, porque éste es un gran principio de libertad —que todos los ciudadanos, que todas las religiones sean tratadas de las misma manera— y de fraternidad —que la laicidad nos permita vivir todos juntos, con los mismos derechos y los mismos deberes”.
Sin embargo, parece ser que dentro de esta diversidad a la que hace referencia el señor Hollande no caben los gitanos. Por eso, a muy pocos meses de haber tomado el cargo, su ministro del Interior, Manuel Valls, resolvió tomar algunas “medidas abstergentes [limpiadoras]” y comenzar con la expulsión de familias de gitanos provenientes de Rumania y Bulgaria.
Inevitablemente, estas medidas tomadas por Valls, catalán naturalizado francés y otrora director de comunicación de campaña electoral del Partido Socialista, hacen evocar al político y actor austriaco nacionalizado estadounidense Arnold Schwarzenegger, quien durante su campaña1 como candidato para gobernador del estado de California había amenazado con impulsar distintas medidas legales en contra de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Pero también, y para no ir tan lejos, es imposible no pensar en Nicolas Sarkozy, ese otro político francés de ascendencia húngara, que llevara a cabo muchas acciones, primero como ministro del Interior y después como presidente de la República, para endurecer las políticas migratorias en Francia (véase “Ser ilegal en Europa”, en Replicante).
Y es que de la misma forma en que, en su momento, lo hiciera el gobierno de derecha de Nicolas Sarkozy, el actual gobierno de izquierda ordenó en agosto pasado el desmantelamiento de campamentos de gitanos que se encontraban instalados en las inmediaciones de las ciudades de París, Lyón, Marsella y Lille. Las acciones, que llevaron a la expulsión de los gitanos del territorio francés, fueron justificadas por el ministro del Interior como una medida para solucionar problemas de sanidad y de “convivencia social”. Sin importarle a Valls, a quien por cierto algunos ya apodaban “el Sarkozy de izquierda” (¡qué ironía!), que al igual que los catalanes los gitanos también son ciudadanos de la Unión Europea.
El mismo mes de mayo y en el mismo Le Monde se publicó una carta titulada “La Europa unida es un sueño, la austeridad y el rechazo a la inmigración una pesadilla”. Firmada por personalidades como el dramaturgo Dario Fo, el realizador Amos Gitaï, el filósofo Bernard-Henri Levy, el fotógrafo Oliviero Toscani, el escritor A. B. Yehoshua, el sociólogo Anthony Giddens, entre otros, el texto expresa tanto el estupor como la preocupación de los firmantes ante el “resurgimiento de la ideología nazi” en Europa, y particularmente en Grecia, Letonia, Austria y Hungría.
“Frente a esta situación aterradora”, se lee en el texto, “que se ha materializado con la entrada de los diputados neonazis al parlamento griego, afirmamos en solidaridad: ‘¡Nosotros también somos judíos griegos!’ No aceptamos que ni en Grecia, como en ningún otro sitio de nuestro continente, los judíos, los inmigrantes, los musulmanes, los roms (como también se les conoce en Europa a los gitanos) o los negros teman por sus vidas, porque ellos son lo que son”.
Sería exagerado y hasta irresponsable asegurar que en territorio francés la vida de los gitanos corre peligro; pero lo cierto es que en Francia a esta comunidad no se le recibe de manera fraterna, no se les trata de forma igualitaria ni, mucho menos, se les deja vivir en libertad. ®
Nota
1 Aunque ya mucho antes había dado muestras de su rechazo a la comunidad mexicana en Estados Unidos, como cuando en 1994 ayudó a financiar la campaña para promover la famosa Ley 187, para negar seguro médico y educación a los inmigrantes, la cual fue frenada por el senado estadounidense.