Guerra bajo las estrellas, I

Eclipses, mitos y batallas en Europa y el Medio Oriente

En la Antigüedad europea y del Medio Oriente los eclipses y otros fenómenos astronómicos eran interpretados como señales de los dioses, apuntalando las religiones antes que el conocimiento científico.

El conocimiento es poder, y el conocimiento astronómico da mucho poder; algo que Cristóbal Colón comprobó en carne propia cuando la predicción de un eclipse salvó su vida. Era el año 1504, el cuarto viaje de Colón por el Nuevo Mundo. Había zarpado de Cádiz el 11 de mayo de 1502 con cuatro embarcaciones y la intención de dar con la ruta a las islas Molucas o de las especias. Veinte meses después él y su tripulación estaban varados en la costa norte de Jamaica con los barcos hechos pedazos.

“Eclipse” (c.1552), folio 77 del Libro de los Milagros de Augsburgo, probablemente de Hans Burgkmair. Explicación: En el año de 1448, en el primer día de septiembre, a la sexta hora antes del mediodía, el Sol se oscureció, como aquí se muestra. Esto fue seguido por grandes brotes de guerra y derramamiento de sangre, asesinatos, saqueo y tiranía en Inglaterra, Francia, España y Flandes, Apulia en Italia y Alemania. Grandes desgracias también cayeron a los griegos por la mano de los turcos.  

Desde mediados de 1503 Cristóbal Colón, sus hombres y sus embarcaciones, habían probado el embate de huracanes, bordeado la costa centroamericana, fundado poblados, sufrido el ataque de los grupos locales, perdido dos naves y abandonado la idea de un paso a Oriente. En junio de 1503 —a punto de naufragar— alcanzaron la costa norte de la actual Jamaica. Sus barcos, podridos debido los moluscos, llevaban semanas haciendo agua y fueron desmantelados en la playa. Con los restos construyó una balsa para mandar un grupo pequeño de marinos a La Española por ayuda. Seis meses después aún no había noticias. En Jamaica los isleños los auxiliaron y atendieron, pero los excesos, las intrigas, los motines de algunos miembros de la tripulación y las grandes exigencias de comida acabaron poniéndolos en su contra.

Los locales decidieron parar el suministro de alimentos y en poco tiempo la situación se volvió desesperada. El motín era inminente. El 26 de febrero de 1504, con algunos conocimientos astronómicos, las tablas astronómicas de Regiomontanus o de Abraham ben Samuel Zacuto,[1] y aprovechando las creencias de los nativos, Colón puso en operación un arriesgado plan: el 29 de febrero por la tarde citó al jefe y a los principales de la tribu. Les hizo saber que sentirían la ira del Dios de los cristianos, y por negarse a darles alimento, oscurecería la Luna pintándola del color de la sangre.

Arriba, “Cristóbal Colón y el Eclipse lunar en el Caribe” (1771), de Edward Cavendish Drake (seudónimo), A New Universal Collection of Authentic and Entertaining Voyages and Travels; abajo, “Eclipses de Sol y Luna” (1476). Questa opra da ogni parte e un libro doro de Johannes Regiomontanus, Venecia, Houghton Library (Typ Inc 4366).

Como era de esperarse, muchos de los ahí reunidos se rieron, otros dudaron y algunos creyeron en las palabras de Colón. Pero pasada la medianoche del primero de marzo, la luna eclipsada les hizo cambiar de opinión. Según Fernando Colón —hijo de Cristóbal Colón— en ese momento los indígenas empezaron a llevar todo tipo de alimentos a los españoles mientras les suplicaban interceder por ellos ante ese Dios cristiano para que regresara la luna a la normalidad. Haciéndose del rogar, Colón dijo que se retiraría a su tienda a orar y a pedir a Dios que los perdonara. Tres cuartos de hora después, poco antes de terminar la fase de totalidad del eclipse, salió de su tienda y comunicó a los indígenas que Dios los perdonaba, esperando un buen trato para él y sus hombres; eso incluía ser alimentados. Cuatro meses después Cristóbal Colón y su tripulación fueron rescatados.

Colón había aplicado un método muy antiguo. Al medir, interpretar y descifrar los movimientos celestes, el ser humano descubrió que ciertos eventos astronómicos, algunos muy llamativos e impresionantes, eran periódicos. Su predicción podía otorgar o mantener el poder. Pero, en los primeros milenios de la historia humana, sólo un selecto y pequeño grupo de personas era capaz de desentrañar la estructura y los misterios ocultos de los astros.

Arriba, “Zodiaco y planetas” (c.1001–1100), probablemente de Adémar de Chabannes, Limoges, Francia, National Library of Wales (NLW MS 735C); abajo, “Planisferio” (c.1150), probablemente de Adémar de Chabannes, Limoges, Francia, National Library of Wales (NLW MS 735C).

La astronomía aportó los cimientos para construir las creencias religiosas; asesoró y validó las decisiones de los gobiernos. Decisiones que conquistaron naciones y salvaron vidas. Gobernantes, astrónomos y sacerdotes se confundían entre sí, con nulas o muy tenues diferencias. Su conocimiento hizo que los mundanos sacerdotes y gobernantes se transformaran en figuras divinas y dioses. Los ritmos y las reglas que rigen los astros del cielo permitieron regir a los pueblos de la Tierra.

Ishtar, Shamash y los eclipses en el Medio Oriente

Un primer ejemplo es la cosmovisión babilónica, en la que los astros eran entes divinos asociados a diferentes aspectos de la vida humana. Marduk, quien lidereó a los dioses en contra de Tiamat, fue la más grande y poderosa figura del panteón babilónico, habitaba en los cielos.

El Sol o Shamash, soberano del día, representaba la justicia. La noche era gobernada por Enzu, Sin, Suen o Nanna, dios de la Luna, regía la sabiduría y la adivinación.

“Detalle superior de la Tabla de Shamash” (siglo IX a.C.), Sippar, Irak, British Museum, foto de Osama Shukir Muhammed Amin. Explicación de la Tabla de Shamash: A la derecha aparece Shamash, dios del Sol, con los íconos de la Luna, el Sol y Venus, que representan a los dioses Sin o Nanna, Shamash (él mismo) e Ishtar. Todos ellos parecen estar dentro de un santuario o templo. Frente a Shamash, fuera del santuario, aparece sobre un altar un disco solar sostenido desde el cielo por dos personajes (especie de ángeles) mediante cuerdas. Frente al disco hay tres personajes en línea. A la izquierda aparece el rey babilónico Nabu–apla–iddina (R c.888–855 a.C.), guiado por el sacerdote Nabu–nadin–shum (centro) y la diosa de la aurora, la luz y el amor sexual, Aya, Ninaya o Sherida (derecha), esposa de Shamash.

Ishtar o Inanna, el astro Venus, se asociaba a la sexualidad, el amor, la guerra y la fertilidad. Nergal, el planeta Marte, personificaba el mal, la violencia y la muerte.

“Ishtar, Ereshkigal o Lilith, Reina de la Noche o Relieve de Burney” (c.1800–1750 a.C.), Babilonia, British Museum (ME 2003.0718.1), foto de Rama. Explicación de la Reina de la Noche o Relieve Burney: Se trata de una divinidad femenina por su desnudez y los cuernos en su tocado; asociada a la noche, por las lechuzas; sus pies como garras sobre dos leones son símbolo de su soberanía o reinado en la tierra. En sus manos lleva rodillos y cuerdas formando aros, simbolizando el orden y la justicia. El relieve, esculpido en el reinado de Hammurabi (r 1792–1750 a.C.) ha generado muchos debates entre los académicos ya que se puede tratar de tres deidades mesopotámicas: a) Ereshkigal diosa del cielo, hermana mayor y oponente de Ishtar. Fue raptada por el dragón Kur y llevada al inframundo. Ahí se casó con Nergal volviéndose reina y diosa de este lugar. b) Lilith, diosa y demonio hebreo, de origen babilónico, asociada a la noche y a la tormenta, mencionada en Isaías 34, 14. Su figura fue producto del sincretismo judío durante su exilio en Babilonia. En el judaísmo rabínico (postbíblico) se le menciona como la primera esposa de Adán. c) Ishtar, Inanna o Astarté, diosa de la guerra, el amor, la sexualidad, fertilidad y la vida.  

La Reina de la Noche o el Relieve de Burney es una de las piezas más controvertidas del Museo Británico. Debe su nombre a Sidney Burney, anticuario, quien lo dio a conocer al público. Originalmente perteneció a un comerciante sirio, quien lo compró en el sur de Irak en 1924. El Museo Británico lo adquirió en préstamo para exhibirlo entre 1980 y 1991, y en 2003 lo compró.

Estas ideas de los dioses que habitan el cielo y gobiernan la Tierra motivaron el estudio de los astros. El seguimiento, registro e interpretación de los eventos celestes recaía sobre los astrónomos y astrólogos reales, quienes además eran sacerdotes. Conocidos en Roma como caldeos, al determinar la posición de los astros, auguraban el futuro del gobierno y de la población.

La mayoría de las interpretaciones y predicciones babilónicas fueron recopiladas en el Enuma Anu Enlil, “Cuando los dioses Anu (dios del cielo) y Enlil (dios del viento y la Tierra)”. Este tratado astrológico de cerca de siete mil predicciones, interpretaciones y augurios, contiene registros astronómicos y meteorológicos ocurridos entre el tercer y segundo milenio antes de Cristo. Todo lo escenificado en los cielos era material de análisis e interpretación. La Luna, el momento de su aparición, su color y aspecto en el cielo, su posición respecto a otros astros; los eclipses lunares y solares, el momento y el lugar en el cielo donde ocurrían. En el caso del Sol se interpretaba no sólo su color, sino también las nubes a su alrededor y la luz que proyectaba sobre éstas; de los planetas era importante su recorrido por las estrellas y las posiciones relativas entre ellos. Una sección notable del Enuma Anu Enlil se dedicó a los fenómenos meteorológicos, en especial las descargas atmosféricas y los movimientos telúricos. Todo se registraba en tablillas de arcilla. Su interpretación ayudaba no sólo a tomar decisiones, sino a predecir futuros eventos astronómicos.

“Planetas y el Zodiaco” (1480), de Bartholomeus Anglicus y Évrard d’Espinques, De las Propiedades de las cosas (De proprietatibus rerum), Biblioteca Nacional de Francia (FR 9140).

La gran mayoría de las tabillas descubiertas tratan sobre comercio, siendo la más antigua del año 3 mil a.C. Pocas contienen registros astronómicos como el eclipse de Bur Sagale, Eclipse Asirio o Eclipse de Nínive. Sir Henry Creswicke Rawlinson (Chadlington, Oxfordshire, Inglaterra, 1810–1895), político, orientalista y militar, lo fechó el 15 de junio de 763 a.C. Los astrólogos del rey asirio Ashur–dan III (reinado 773–755 a.C.) registraron que “Shamash (el Sol) se oscureció o se torció”, y lo interpretaron como una advertencia de revuelta contra el rey en la ciudad de Ashur. Se sabe que en ese tiempo Asiria sufrió varias plagas, que causaron hambrunas. Los políticos y los militares de la corte, y no los reyes asirios, ostentaban el poder, lo que llevó a varios levantamientos.

Donald John Wiseman (Walderton, Hampshire, Inglaterra, 1918–2010) propuso que este eclipse, ocurrido en el reinado de Jeroboam II, rey de Israel, ayudó al profeta Jonás a convertir a los habitantes de Nínive y hacerlos arrepentirse de sus pecados. Sin embargo, algunos especialistas bíblicos se oponen a esta hipótesis argumentando que el libro de Jonás, aunque profético, no narra hechos históricos. Se trata de un libro teológico sobre la obediencia y la misericordia a los gentiles.

Arriba, “Jonás” (1894), de George Frederic Watts, Tate Britain (N01636), Google Art Project; abajo, “Simulación del eclipse total de Sol del 2 de julio del 2019, visto desde La Silla, con Venus apareciendo entre el Sol y el Horizonte” (4 de julio de 2018), de ESO, M. Druckmüller, P. Aniol, K. Delcourte, P. Horálek, L. Calcada (ann18054a).

En muchas ocasiones, durante un eclipse solar total, es posible observar varios planetas cerca del Sol, en especial a Venus. Los sacerdotes y astrónomos babilónicos registraron esto, no sólo como datos numéricos, sino en diversas iconografías y mitos. Por ejemplo, la tablilla de Venus de Ammi–Saduqa, encontrada en la Biblioteca de Ashurbanipal, fue escrita en el reinado de Ammi–Saduqa o Ammizaduga (R c.1646–1626 a.C), y contiene las posiciones de Venus entre los años 1702 y 1550 a.C.

Otro caso es la tablilla KTU 1.78 —uno de los registros más antiguo de un eclipse en el Medio Oriente— descubierta en Ugarit, Siria, en 1948. Ésta narra el eclipse de Amarna, durante la luna nueva, en que el Sol eclipsado se vio en conjunción con Venus. Por la posición de los astros se fechó el eclipse el 5 de marzo 1223 a.C. En otro eclipse solar, el 15 de abril del 136 a.C. en Babilonia, se observaron los planteas Mercurio, Venus, Marte y Júpiter.

Arriba, “Ishtar o Inanna con un pie sobre un león y el símbolo de Shamash” (c. s. XVIII–XVII a.C.), Museo Pérgamo, Berlín, foto de Osama Shukir Muhammed Amin; abajo, “Kudurru de Melishipak II, quien presenta su hija ante la diosa Nannaya, con Sin, Shamash e Ishtar” (s. XII, c.1186–1172 a.C), Museo Louvre (Sb23), foto de Mbzt, 2011.

La proximidad observada entre Venus y el Sol se reflejó en las diferentes representaciones de Shamash e Ishtar, donde sus íconos casi siempre se acompañaban entre sí. Se cuenta que Ishtar (Venus), atraída por Shamash (el Sol), descendió al inframundo. En su camino hacia el Sol Ishtar dejó una prenda por cada una de las siete puertas del cielo —una por cada planeta— que cruzó. Después de su encuentro con Shamash, Ishtar no pudo regresar a la Tierra y mandó a uno de sus sirvientes, Ninshubur, al cielo a pedir ayuda a los dioses. Pero tanto Enlil (el Aire) como Nanna o Sin (la Luna) se negaron a ayudarle. Fue el dios Enki (del agua) quien envió dos seres asexuales a su rescate. Al llegar éstos al inframundo encontraron muerta a Ishtar. Para revivirla esparcieron sobre el cuerpo de la diosa un alimento secreto que la reanimó. Ishtar retomó el camino de regreso a este mundo y a su paso por las puertas recuperaba cada una de las prendas dejadas y, con ellas, los presagios de cada habitante de la Tierra. ®

Continuará.


[1] Abraham ben Samuel Zacuto (Salamanca, 1452–c.1515) fue un astrónomo, matemático, historiador y rabino español de origen judío. Escribió, entre otros trabajos, Almanach Perpetuum o Biur Luhot, una serie de tablas astronómicas muy usadas por los navegantes del siglo XV, como Cristóbal Colón o Vasco da Gama. Cabe la posibilidad que en el cuarto viaje Colón usara las Efemérides de Regiomontanus, una hipótesis basada en el error que tuvo al calcular la longitud entre Cádiz y Jamaica.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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