Guía para explorar el continente miniatura

Diez indicaciones para viajar a Nuckgling

Viajar de las costas de Brobdingnag a las de Nuckgling le tomará medio día; calcule bien su tiempo. El oleaje y las rocas serán las mayores dificultades que tendrá que encarar. Después de eso, ya en tierra, todo será más sencillo. Sólo recuerde mantener su distancia, y no confiar nunca en los glingrigs.

Prepare su viaje

No lleve mucho equipaje: quizá deba correr. Cargue, eso sí, con alimento suficiente. No beber ni comer nada de allá es la primera regla que debe recordar.

Nuckgling.

Nuckgling.

Junto con su comida, guarde un par de bolsas grandes de plástico para que pueda protegerse de la lluvia: no encontrará ningún sitio tan alto como para guarecerse en él.

Utilice zapatos cómodos, cerrados, pero no demasiado anchos. Deberá cuidar dónde pisa; un mínimo movimiento de más puede meterlo en problemas.

Váyase bien cubierto, con ropa gruesa y oscura. Aunque le será imposible pasar inadvertido, debe usar prendas que le permitan confundirse, en caso necesario, con la noche.

Viajar de las costas de Brobdingnag a las de Nuckgling le tomará medio día; calcule bien su tiempo. El oleaje y las rocas serán las mayores dificultades que tendrá que encarar. Después de eso, ya en tierra, todo será más sencillo. Sólo recuerde mantener su distancia, y no confiar nunca en los glingrigs.

Observe los perjuicios de la libertad en los glingrigs

Brulknuck contaba que desde su primer día en Nuckgling tuvo que soportar a un mar de glingrigs siguiéndolo a todos lados. Usted debe ser precavido: seguramente una multitud miniatura guiará también siempre sus pasos.

Viajar de las costas de Brobdingnag a las de Nuckgling le tomará medio día; calcule bien su tiempo. El oleaje y las rocas serán las mayores dificultades que tendrá que encarar. Después de eso, ya en tierra, todo será más sencillo.

Al parecer, a los glingrigs de Nuckgling les gusta reproducirse tanto como a los de Brobdingnag. Eso explica su excesiva población. Pero, a diferencia de los de acá, allá son hoscos y de poco fiar. En los humanitos de Nuckgling no encontrará ni la gracia ni la ternura que suele caracterizar a los nuestros. Los verá irritados, amenazantes. Brulknuck aceptó su comida y su falsa hospitalidad. Ése fue su gran error.

Quizá sea la libertad la que los hace así; quizá su verdadera naturaleza esté en el cautiverio. De hecho, Brulknuck afirmaba que no todos vivían en libertad, y que era común ver grupos de humanitos sometidos al dominio de otros, sirviéndoles en el trabajo y en la casa. Tal comportamiento podríamos entenderlo, sostenía, como una búsqueda por regresar a su estado primigenio, “un afán de su naturaleza por imponerse a los falsos constructos de su cultura”.

Dos glingrigs de Nuckgling. Dibujo de Frølich.

Dos glingrigs de Nuckgling. Dibujo de Frølich.

En Brobdingnag, los humanitos han demostrado una altísima capacidad de adaptación a la dependencia. Ella los hace pacíficos y agradecidos. Habría que ver si los glingrigs de Nuckgling que viven sometidos son más felices y confiables que los que los someten. Obsérvelos con atención. Intente identificar en qué está basado el control que ejercen unos sobre otros. Analice su conducta y sus movimientos: ¿hay variaciones según el grado de libertad? Toda la información que pueda aportar sobre la influencia negativa que tiene el exceso de autonomía en la personalidad de los glingrigs de allá, contribuirá a contradecir las patrañas de los grupos que exigen la liberación de los nuestros.

Guarde lo que le den de comer

Cuando tenga que alimentarse, procure ser rápido. Recuerde que no debe comer nada de lo que le ofrezcan, por minúsculo que sea. Acepte todo lo que le den, pero no lo pruebe. Sin importar qué tanto le insistan, no lo pruebe. Guárdelo con cuidado y haga señas de que lo comerá más adelante.

Si se detiene, será más fácil que vigilen si consume o no lo que le dieron. Así que lleve con usted cosas sencillas que pueda ingerir mientras camina. Pan y queso son siempre la mejor opción. Pero cuidado con las migajas, pueden caer sobre alguien.

Qué hacer en caso de muerte

Si durante el tiempo que esté en Nuckgling le toca que alguno de ellos muera, será testigo de una de las más extravagantes prácticas que, de acuerdo con Brulknuck, han desarrollado los humanitos libres. Es importante que se comporte según la ocasión.

La tradición indica que la familia nuclear del fallecido lo honre al interior de uno de los templos en forma de gusano (de color blanco hueso) que se destacan en ciertas esquinas (los glingrigs de allá tienen una peculiar devoción por esos animales). La ceremonia es corta. Una vez que salgan del templo, irán (cargando el cuerpo de su muerto) a las casas de la red familiar y de las amistades más íntimas, una por una. Al parecer, el orden en que realizan las visitas se relaciona con la importancia de las personas que ahí habitan. Cada miembro de los hogares a los que se acude (excepto los niños) deberá comer una porción del difunto. Brulknuck no pudo distinguir si al cadáver se le preparaba, si se le aplicaba algún método de cocción, o se consumía crudo.

Cada miembro de los hogares a los que se acude (excepto los niños) deberá comer una porción del difunto. Brulknuck no pudo distinguir si al cadáver se le preparaba, si se le aplicaba algún método de cocción, o se consumía crudo.

Una vez que termine el recorrido, la familia nuclear regresará a casa con los restos de su muerto. Ahí, en un último convivio, lo consumirán en la cena. Si después de la cena queda algo de carne (porque el difunto era muy grande o la red familiar muy pequeña), entonces ésta será quemada. Los huesos se quedan en la casa por un tiempo, y después son utilizados para reforzar la estructura de alguno de los templos.

En ocasiones, el familiar es enterrado directamente en el templo, sin que nadie pruebe su carne. Esto, para Brulknuck, se debe a una distinción social: cuando alguien es muy importante se le da el honor de no ser devorado por sus familiares y amigos, sino por los gusanos. En esto, sin embargo, nuestro compatriota parece haberse equivocado, y la verdadera razón podría responder a una cuestión más práctica: la persona no es consumida ya que murió de alguna enfermedad potencialmente contagiosa, y nadie querría arriesgarse a contraerla.

Probablemente usted dude si seguir o no a la procesión. Hágalo, ellos querrán que la vea. Si en determinado momento alguno de los miembros de la familia nuclear levanta la mirada para ofrecerle un trozo de carne del difunto, usted debe rechazarlo enfáticamente. Lo estarán poniendo a prueba. Mueva la cabeza como señal de negación. Pero no muestre asco, sino respeto. Debe quedar claro que usted rechaza el ofrecimiento porque no lo merece, no porque le repugne.

Duerma lejos de la ciudad

Cuando llegue la hora de dormir, procure distanciarse lo más posible de la ciudad. Busque alguna planicie aislada. Puede, incluso, regresar a la costa y dormir cerca de la playa. No importa qué tanto se aleje o a qué hora se duerma: lo vigilarán toda la noche. De eso puede estar seguro. Aun así, apártese lo más que pueda: entre más retirado esté más difícil les resultará planear algo en su contra.

No debe dormir, por ningún motivo, en tienda de campaña. Podrían encerrarlo y prenderle fuego. Duerma al aire libre, boca arriba, las rodillas alzadas, brazos cruzados sobre el pecho, labios y puños cerrados.

No debe dormir, por ningún motivo, en tienda de campaña. Podrían encerrarlo y prenderle fuego. Duerma al aire libre, boca arriba, las rodillas alzadas, brazos cruzados sobre el pecho, labios y puños cerrados. Usar su mochila de almohada le permitirá proteger sus pertenencias.

Observe las características de la población y el poderío del ejército

Los glingrigs de Nuckgling han desarrollado una compleja organización socio-política. Ajenos a su tamaño, se ocupan con todo interés de su gobierno, su cultura, su justicia. Tienen edificios y parques, transportes y puentes, fábricas y escuelas, hospitales y comercios.

Resista la tentación de entrar al corazón de la ciudad para verla al detalle: puede tomarse como una amenaza. Manténgase en las orillas. Desde ahí podrá observar, de cualquier forma, el diminuto esplendor de Nuckgling.

Centre su atención en dos aspectos: la composición de la población y el poderío del ejército.

Estime, con los límites obvios que las condiciones le impongan, cuál es la proporción aproximada de sexos y edades. Observe si cuentan con más niños que ancianos, mujeres que hombres. Vea quiénes se dedican a qué tareas y cuáles son sus ocupaciones predilectas.

Es importante que identifique también el número y la capacidad de su ejército. Es probable que el constante enfrentamiento entre sus facciones haga que su evolución en este aspecto sea sorprendentemente rápida. Brulknuck dejó muy poca información sobre estos asuntos.

Qué hacer en caso de masturbación familiar

Entre los glingrigs de Nuckgling se observa una práctica que, en más de una ocasión, ha sido atribuida a la imaginación de Brulknuck. Los que sostienen esto no comprenden hasta dónde son capaces de llegar los glingrigs en libertad.

De acuerdo con Brulknuck, las familias nucleares de Nuckgling se reúnen afuera de sus casas, cada cierto tiempo, para masturbarse en colectivo. Los padres masturban a sus hijos, los hijos se masturban entre ellos o a sus padres. Depende la ocasión.

De acuerdo con Brulknuck, las familias nucleares de Nuckgling se reúnen afuera de sus casas, cada cierto tiempo, para masturbarse en colectivo. Los padres masturban a sus hijos, los hijos se masturban entre ellos o a sus padres. Depende la ocasión.

La familia sale ya desnuda de su casa y se coloca en la entrada. Sólo participan los hijos que están en edad reproductiva, antes de eso deben permanecer dentro de casa, observando. No está permitido que los padres se masturben entre ellos (el padre a la madre o viceversa) o que cualquiera de los miembros de la familia se masturbe a sí mismo. Se prohíbe, también, realizar cualquier otra actividad que no sea la simple masturbación, y sólo se pueden utilizar las manos. El acto debe ser frío y rápido, utilitario. Como si estuvieran cortando el pasto o levantando la nieve que obstruye la cochera.

Según Brulknuck, este acto busca purgar los instintos incestuosos. Los glingrigs libres, sostiene, viven aterrados ante la posibilidad de rendirse a los encantos del incesto. Para evitarlo, prefieren acercarse a él de manera metódica, normalizada, desprovista de sensualidad.

Es deber de los vecinos, y de todo aquel que pase por la casa en el momento en que se realiza la ceremonia, dar una rápida ojeada a lo que está ocurriendo, con discreción, sin morbo y sin detenerse demasiado tiempo. Mientras se retiran de la escena, deben silbar fuerte, en señal de aprobación. El silbido tiene que ser agudo y largo. De usted, evidentemente, esperarán lo mismo. No lo haga. Podría producir un sonido demasiado fuerte. Además, difícilmente logrará imitarlos bien. Sin embargo, y esto es muy importante, debe mostrarle a la familia que lo está intentando, pero que es incapaz de hacerlo (inclínese un poco para que puedan ver los movimientos de su boca, el esfuerzo que realiza). Esto, sin duda, les resultará halagador. Evite, no está de más decirlo, cualquier gesto de desaprobación.

Hágase de algunas parejas de animales miniatura

Los glingrigs de Nuckgling han domesticado a una cantidad impresionante de animales y plantas (aves, peces, mamíferos, granos, hongos, flores). Brulknuck solía contar con agrado el curioso espectáculo que era observar a los animales miniatura corriendo entre los pastizales. Hágase de algunos ejemplares, serán la compañía perfecta para nuestros humanitos. Procure que haya machos y hembras. Tenga cuidado, no sabemos cómo reaccionarían si lo descubren. Escóndalos en su mochila. No olvide alimentarlos y dejarles espacio para que respiren, muertos no nos servirían de nada.

Qué hacer en caso de emergencia o necesidad

Al parecer, los glingrigs de allá son muy afectos a los desechos fecales. No sólo los festejan, sino que también los consumen con fulgor. Brulknuck contaba que la primera vez que lo vieron defecar se prepararon para el festín. Él buscó algo de privacidad, pero fue imposible. Por más que se agachaba entre los árboles, su cuerpo quedaba completamente al aire. No se había siquiera subido los pantalones cuando un nutrido grupo de glingrigs se disputaba ya sus excrementos. De ahí en adelante nuestro compatriota decidió aprovechar sus desechos. Si pudo salir de ahí fue, en buena medida, gracias a lo bien que supo administrarlos.

Al parecer, los glingrigs de allá son muy afectos a los desechos fecales. No sólo los festejan, sino que también los consumen con fulgor. Brulknuck contaba que la primera vez que lo vieron defecar se prepararon para el festín.

Así que, en caso de emergencia o simple necesidad, no dude en ofrecer a los humanitos el preciado tesoro que guarda en los intestinos.

Para salir de Nuckgling

En ciertas noches (Brulknuck no pudo identificar un patrón para este evento) los glingrigs libres se entregan a la diversión.

Desde la mañana, hombres, mujeres y niños dejan sus actividades cotidianas y se dedican a rebanar (en finas láminas) la corteza de un tipo de árbol que abunda en sus territorios. A Brulknuck le impresionó el fuerte olor de la corteza, y aún más el estado en el que pone a los glingrigs.

Una vez que terminan de juntar las láminas las echan en toneles con agua y algunas yerbas. El preparado (que toma un color verde oscuro) se deja reposar todo día bajo el rayo del sol.

Apenas llega la noche, los humanitos se dedican a beber con fruición de los toneles. Cada quien carga con su propio recipiente que puede rellenar en cualquier tonel que le quede al paso.

Brulknuck creía que los glingrigs van desarrollando resistencia a las propiedades de la corteza, porque a un niño le basta con tomar un poco para empezar a caminar hacia atrás o cantar viendo al cielo, mientras que los ancianos necesitan de varios recipientes.

Los verá besando la piel de los árboles que desnudaron, moviendo los brazos como si fueran alas de pájaro miniatura, bailando alrededor del fuego. Se parecerán, ahora sí, a los glingrigs que siempre ha visto en Brobdingnag: tiernos, alegres, amistosos.

Ocupados en su jolgorio, le prestarán poca atención. Y ese será, precisamente, el mejor momento para partir.

Brulknuck afirmaba que Nuckgling es sólo un trozo de un continente mucho más amplio habitado por numerosos humanitos. Lamentablemente, cuando se preparaba para explorar fuera de sus límites, tuvo que regresar de emergencia a Brobdingnag. Apenas tuvo fuerzas para llegar. Usted tendrá la oportunidad de adentrarse en el continente miniatura y corroborar, o en su caso desmentir, tal afirmación.

Camine rápido. No dude. No se detenga.

Es posible que sienta la tentación de quedarse, de ver en qué termina la noche, de saber un poco más de los glingrigs de Nuckgling, sus costumbres, forma de vida. O bien, que quiera vengarse de lo que le hicieron a Brulknuck, pisarlos, prenderles fuego ahora que están aletargados. Domine cualquiera de esos impulsos.

Aléjese, cruce la ciudad, busque algún camino que la una con el resto del continente.

A partir de ahora, la intuición será su única guía. Así que tenga cuidado. Abra bien los ojos. Manténgase atento a los mundos que puedan surgir a sus pies. ®

Este cuento ganó el XXIX Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción, Puebla, 2013.

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Publicado en: Marzo 2014, Narrativa

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