Ferrus es un transgresor y agresor ante quien ose ponérsele enfrente. Acucioso, puntual y, ciertamente, muy inteligente, este autor pone en tela de juicio muchos de los preceptos que rigen y contaminan gran parte del arte producido en la actualidad.
La tradición del grabado en México se remonta a los primeros años de la fundación de la Academia de San Carlos, durante el último tercio del siglo XVIII. Una de las razones fue la necesidad de que en la Nueva España hubiera gente capaz de fabricar sellos reales, además de la acuñación de monedas. Las primeras prensas litográficas de América llegaron a México en 1825. Los pintores que trabajaron en nuestros territorios aprendieron durante largos años las técnicas de representación occidentales a partir de grabados importados de Europa. Sobra decir que esa tradición tuvo un fuerte arraigo en la historia del arte moderno de nuestro país. Las figuras de José Guadalupe Posada y Julio Ruelas, entre otros magníficos grabadores, y posteriormente la fundación del Taller de la Gráfica Popular, sellaron esa tradición que tuvo enorme repercusión en la gráfica del 68 y la neográfica de los años setenta.
Ferrus, pintor que desde su formación en los años ochenta incursionó en el cómic y otras manifestaciones gráficas, ha cultivado el grabado como uno de sus lenguajes más consolidados como artista contemporáneo. Desde su amplia trayectoria como impresor, es uno de los grabadores más puntillosos de nuestro país y de América Latina. Después de trabajar en muchos de los talleres especializados de la Ciudad de México —un importante referente para entender su postura artística— acaba de terminar una serie de grabados en La Trampa, taller ubicado en una de las amplias accesorias del edificio de Las Vizcaínas en el centro de esa ciudad. Operado por jóvenes artistas y con un generoso espacio de exhibición en la planta alta, ofrece al creciente público del centro una veintena de exquisitos grabados producidos ahí en los últimos meses.
Ferrus es un grabador ortodoxo; respeta la línea en blanco y negro, combina las técnicas tradicionales como el aguafuerte y la aguatinta, pero imprime a sus grabados una serie de elementos que lo ubican a la vanguardia de la estampa contemporánea.
Se trata de un bestiario contemporáneo basado en los grabados de animales de un viejo diccionario Larousse de 1912. Este libro es heredero de las enciclopedias francesas, comenzadas, entre otros, por Voltaire, una referencia obligada para entender a algunos escritores mexicanos como Jorge Ibargüengoitia y Augusto Monterroso, autores que tienen enorme influencia en la estructura creativa de Ferrus. Al igual que su maestro Alberto Gironella, este singular artista trabaja desde la literatura, incorporando objetos pegados a manera de collage, como etiquetas de productos comerciales o timbres postales (Ferrus fue filatelista durante su juventud) y, en muchas de sus nuevas obras, recortes de papeles de colores, a veces rasgados, otras veces recortados cuidadosamente, a manera de chine collée (papel de china encolado, utilizado como fondo en mucha de la gráfica tradicional) en muchas de estas obras.
Ferrus es un grabador ortodoxo; respeta la línea en blanco y negro, combina las técnicas tradicionales como el aguafuerte y la aguatinta, pero imprime a sus grabados una serie de elementos que lo ubican a la vanguardia de la estampa contemporánea: el collage, dibujos a lápiz —a veces de colores—, sellos, esténciles, fotocopias, fotograbado, acuarela y un sinfín de artilugios emanados del arte pop y el conceptual, como textos automáticos —aparentemente incoherentes—, números y hasta figuras dibujadas por medio del espirógrafo, un juguete propio de su infancia en los años sesenta.
La obra de Ferrus parte precisamente de aquella década. En ella podemos encontrar referencias directas a la historia del arte, principalmente del pop. No únicamente de Andy Warhol, heredero de la tradición iniciada por Marcel Duchamp, pionero en estos lenguajes desde los inicios del siglo XX, sino también de otros autores como Roy Lichtenstein, pintor de cómics reciclados, o de Kenneth Nolland y Jasper Johns, quienes hicieron de los círculos concéntricos (targets) y otras imágenes aparentemente inocuas un tema de alta cultura.
A partir de la lectura de los escritores mencionados y de muchos de los protagonistas de la historia del arte, estas obras se basan en un humor más que negro —el negro aterciopelado del aguafuerte vigorosamente atacado. No es el falso humor de artistas contemporáneos como Jeff Koons o de algunos performanceros mexicanos, sino un humor agresivo sustentado en una amplia experiencia en el campo del arte o de la convivencia vecinal en una de las ciudades más densas del planeta. Con su obra, básicamente pintura y gráfica, y su discurso, Ferrus es un transgresor y agresor ante quien ose ponérsele enfrente. Acucioso, puntual y, ciertamente, muy inteligente, este autor pone en tela de juicio muchos de los preceptos que rigen y contaminan gran parte del arte producido en la actualidad. ®