Happn —como tinder— muestra a las personas que el usuario se cruza en su vida cotidiana. Como solía decir mi padre, “el novio tiene que vivir a la vuelta de la esquina”, y los creadores de estas aplicaciones parecen tener el mismo razonamiento.
Hace poco supe de la aplicación de citas happn y la descargué en mi celular. Si bien en otros tiempos había tenido algunas citas divertidas gracias a una página web surgida en Francia y rebautizada en Argentina con el poco feliz título de adoptaunchico.com, en este caso me motivaba un afán exploratorio.
Happn —como tinder— muestra a las personas que el usuario se cruza en su vida cotidiana. Como solía decir mi padre, “el novio tiene que vivir a la vuelta de la esquina”, y los creadores de estas aplicaciones parecen tener el mismo razonamiento.
Para darse a conocer uno puede subir fotos e incluir una breve descripción personal. También puede optar por no incluirla y mostrar solamente su nombre, edad y foto, nombre y edad, o bien solamente el nombre y foto.
Hablaré aquí solo de los usuarios hombres. Desconozco hasta qué punto son mis conclusiones extrapolables a las mujeres.
La profesión
Lo que más sorprende en happn es el rubro “profesión”. Una gran mayoría de “entrepreneurs”, “trabajadores independientes”, “autónomos” y “empresarios” —sin especificar de qué rubro— pueblan la app. Alguno que otro agrega un adjetivo, por ejemplo “empresario exitoso”. Si nos guiamos por happn, una altísima parte de la población masculina trabaja por su cuenta y parece —además— hacer fortunas en la Argentina de 2018. Jamás hubiera creído, antes de descargarme esta aplicación, que podría estar cruzándome con tanta gente de éxito en mi vida cotidiana. Junto a ellos, una minoría de “empleados”, “taxistas”, “contadores públicos” y otras profesiones sin importancia se manifiestan en fotos más familiares, situaciones de andar por casa que no interesan a nadie.
Las fotos
Las fotos de los muchachos son tema aparte. La foto “canchera” con anteojos de sol, por ejemplo, es una de las más exhibidas, porque además permite esconder los detalles del rostro que no favorecen. La foto del “viajecito” no deja de ser interesante: están los del rubro playa (Brasil, mayoritariamente; pocas veces Santa Teresita o Mar del Plata) —que además permite exhibir cuerpo si se está en condiciones de tal cosa— y los del rubro “viaje a Europa” (lugar preponderante ocupa la foto con la Torre Eiffel, que en muchos de los casos no se corresponde en lo absoluto con la actual edad del hombre en cuestión). La foto del gimnasio, infaltable en la mayoría de los casos, puede ser de acuerdo con el físico sin remera, con remera, con jogging, contrapicado, frente al espejo, etc. Lugar y mención aparte ocupan las fotos de asados, un tópico también ineludible ya que se considera patrimonio de lo masculino. Cualquier hombre que se precie de tal título debe poder hacer un buen asado y eso lo sabemos todos. La selfie frente al espejo en la habitación o living, torso desnudo, ocupa también una alta proporción de las fotos exhibidas (triste requisito del mercado de la carne) junto a otras que me han resultado inexplicables: las fotos haciendo fuck you son uno de esos misterios difíciles de clasificar.
Ciertas dotes artísticas son valoradas por las mujeres, o eso creen los hombres, porque las fotos tocando guitarra/batería/bajo abundan. Aunque no podamos por una foto inferir el grado de inspiración o de solvencia del postulante, al menos queda claro que realiza alguna actividad artística.
La mujer, en este caso, que se mete en esta red, busca compañía, diversión, entretenimiento. De ahí que los hombres tengan que proporcionar un mundo de fantasía inigualable lleno de viajes a la playa, a París, asados y fiestas permanentes.
Rubro aparte lo constituyen los que tienen hijos e, incluso antes que su propia foto, deciden poner la foto de el/la/los/las niños en cuestión. “Si no te gusta que sea padre no me hables”. “Mi hijo es mi prioridad”, rezan las descripciones personales. Desconozco si estos candidatos logran su cometido y llegan, cuanto menos, a una primera cita. Personalmente me tocó hablar con un par de ellos. En cuanto empezaron a ponderarme a su hijo/a mi atención decayó de inmediato. Entiéndase bien: voy a cumplir cuarenta años y me parece a estas alturas casi imposible encontrar gente de mi edad que no tenga hijos. Me parece además loable que los hombres tomen el camino de la paternidad si eso los hace felices o si no han tenido otro remedio (decía un psicoanalista que tuve: “la paternidad siempre es adopción”). Lo que en los últimos años toma ribetes que rozan lo absurdo es la obsesión de los hombres ya no por ser, sino por mostrarse como padres responsables que ponen a su hijo por encima de todo.
Como en toda instancia de la vida, sospecho que lo que se proclama no tiene un íntimo asidero. ¿Por qué los hombres deben decir con tanta frecuencia que se ocupan de sus hijos? No me caben dudas de que un pasado signado por la ausencia paterno–filial y la necesidad de revertir el desamor generación tras generación es uno de los puntos. El otro probablemente sea la culpa que genera todo divorcio. A pesar de esto, nunca encontré a un solo hombre que decidiera quedarse con sus hijos la mayor parte de la semana, asumir que su casa fuera la residencia principal y llevárselos a la madre los fines de semana y en vacaciones. Tengo la impresión de que las relaciones entre los hombres y las mujeres van a cambiar radicalmente cuando esto sea una realidad cotidiana.
La conversación
Una vez que uno decide que le gusta alguna de las fotos debe poner un corazón o pedir “hablar con la persona”. El match se produce cuando ambos han puesto el símbolo <3.
Comienza entonces la parte más ardua: el diálogo. En happn, como en las redes en general, se utilizan pocos puntos y comas, así que la conversación empezará con un “hola de dónde sos” o bien un “hola cómo estás”. A partir de este momento, en mi experiencia, se sucederá una serie de cacaeros. Se hablará del clima, de signos zodiacales, se harán insinuaciones de carácter sexual, pero con ciertas sutilezas, se hará alarde de universo simbólico —muy importante para el “levante” virtual—, y luego, o quedará la conversación en stand by o se procederá a la cita. No llegué en esta ocasión al último punto así que no puedo hacer el relato de esta sección.
Conclusión
Personalmente puedo decir que pocas cosas me resultaron más aburridas que esta aplicación. Happn funciona como un supermercado en cuyas góndolas uno puede “adquirir” candidatos para encuentros sexuales, amistosos o encontrar pareja. Se plantea como dinámico y divertido, pero aburre. ¿Por qué? Porque el problema de fondo del aburrimiento es su propia negación.
El constante aprovechamiento del tiempo de ocio en actividades programadas lleva a un delirio de actividad permanente. La mujer, en este caso, que se mete en esta red, busca compañía, diversión, entretenimiento. De ahí que los hombres tengan que proporcionar un mundo de fantasía inigualable lleno de viajes a la playa, a París, asados y fiestas permanentes.
En un mundo donde el tejido social está dañado en sus capas más profundas, parece que la diferenciación es el valor de cambio más importante. Mostrarse distinto, “interesante”, atrapante. Tener algo diferente que ofrecer, ser productor, empresario… pero en un mundo donde todos son productores y empresarios, ¿qué tipo de valor de cambio es éste?
Happn se plantea como una galería de subjetividades que, a la postre, resultan ser exasperantemente iguales, donde los puntos en común con el otro brillan por su ausencia y donde la comunicación es un espejo de distorsión. Por supuesto, happn no es más que un reflejo de la vida, una exaltación de la supuesta fiesta permanente en la que vivimos, donde la angustia que parece haber sido erradicada aparece en la superficie a los pocos minutos convertida en síntoma.
Más que el concepto de diferenciación, necesitamos recuperar el de empatía. Qué son las cosas que nos hacen semejantes y no distintos a otros seres humanos. Éste es también el principio de toda buena literatura, y por eso me gustaría cerrar estas breves notas con las palabras de Percy Shelley en su texto Defensa de la poesía: “El gran secreto de la moral es el amor. Identificarnos con la belleza que existe en un pensamiento, en una acción o en otra persona que no nos pertenecen. Un hombre, para ser grandiosamente bueno, debe imaginar de manera intensa y comprensiva”. ®