El lobo fue modelado por el diablo. Pero éste no pudo darle vida, ya que sólo Dios tiene ese poder. Dios decidió animar al lobo y convertirlo una criatura de la Creación. Pero, en el último momento, el diablo le agarró una pata al lobo. Desde entonces este animal tendrá la cualidad de ser el vínculo entre lo divino y lo demoniaco. De ser símbolo de fidelidad y fuerza; pero también de devastación y depravación.
El mito del hombre lobo advierte que el peor depredador está escondido (como lobo con piel de oveja) en la comunidad. Por ello, la exploración de la bestia es en realidad un recorrido por los interiores más oscuros del ser humano. El libro Licantropía. Historias de hombres lobo en Occidente, editado y compilado por Jorge Fondebrider [Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2011] es un pretexto para asomarse a esas penumbras que, paradójicamente, tienen su origen en el mejor amigo del hombre.
Lobos y perros
El lobo ronda al hombre desde el inicio de los tiempos. Acecha los poblados, depreda el ganado, ataca y devora a los niños y a hombres y mujeres que se encuentran en solitario. Ataca sobre todo en inviernos muy fríos, cuando la comida escasea. Pero el lobo, o por lo menos algunos de ellos, acompañarán al hombre de otra forma. Al principio, como un animal que devora las sobras de las comunidades y que poco a poco se acercará más al hogar. Algunos lobos comenzarán a transformarse en perros.
¿Podrían los pobladores de la Europa rural intuir que el lobo depredador es la versión originaria de su fiel amigo y compañero, el perro?
¿Será —pregunta hecha a vuelapluma— que la imagen del hombre lobo es recordatorio de que hasta el más fiel amigo del humano tiene su origen en la profundidad del bosque? ¿Que así como el lobo pudo transformarse en perro (de cuya evolución el hombre es testigo amnésico), nosotros mismos provenimos de una versión previa, salvaje y capaz de depredar de forma cotidiana a nuestros semejantes?
¿Será que el humano es, como el perro, la evolución de un monstruo creado a cuatro manos por Dios y por el diablo, moldeado por el ángel caído —o quizá, jugando a los mitos iniciales, por un demiurgo—, con el aliento vital de Dios, pero con una mano siempre torcida por el mal?
El caso de la antigua Grecia es explícito: aquellos hombres que practiquen canibalismo estarán condenados a convertirse en lobos y deberán correr por los bosques durante nueve años. Sólo aquellos que no hayan probado carne humana en ese tiempo recuperarán su forma humana.
El serial killer mítico
El caso del “hombre lobo de Colonia”, en Alemania, revela al hombre detrás de la bestia.
En 1589, en la localidad de Bedburg, Peter Stubbe “confiesa”, bajo la amenaza de tortura, haber pactado con el diablo desde los doce años de edad. A cambio éste le dio un cinturón con el que podía transformarse en lobo. Le atribuyen por lo menos dieciséis asesinatos en 25 años.
Su historia se encuentra en el Discurso verdadero declarando la vida condenable y la muerte de un tal Peter Stubbe, un terrible y malvado hechicero, que bajo la forma de lobo cometió muchos asesinatos, continuando esta práctica doble durante veinticinco años, matando y devorando hombres, mujeres y niños. El cual, por tales hechos fue apresado y ejecutado el 31 de octubre pasado en la Torre de Bedburg, cerca de la ciudad de Colonia, en Alemania.
¿Será que el humano es, como el perro, la evolución de un monstruo creado a cuatro manos por Dios y por el diablo, moldeado por el ángel caído —o quizá, jugando a los mitos iniciales, por un demiurgo—, con el aliento vital de Dios, pero con una mano siempre torcida por el mal?
El panfleto (del cual sólo se conserva una traducción al inglés) relata no sólo los ataques de un lobo, sino los crímenes sexuales de un hombre. Peter Stubbe espiaba “por si divisaba a alguna doncella, esposa o hija, que agradase a sus ojos y encendiese la pasión en su corazón, tras lo cual acechaba la ocasión en que su víctima salía de su población, particularmente si lo hacía sola, echando a correr tras ella, y con toda crueldad la asesinaba; también a veces, merodeando por los campos o los bosques, veía a varias jóvenes juntas, jugando o descansando, y de repente en su forma de lobo, se abalanzaba sobre ellas, y mientras las otras huían, él apresaba a una, y una vez realizada su lasciva hazaña, la asesinaba, y si le había gustado alguna de sus compañeras corría en su busca por todas partes y la separaba de las demás, pues tal era su velocidad y rapidez de movimientos gracias a su forma de lobo, que podía vencer a cualquier sabueso de la región; y tanto practicó estas maldades que toda la provincia empezó a temerle, espantados de aquel lobo siniestro y ávido de sangre. Así continuó sus diabólicas y condenables hazañas durante unos cuantos años, asesinando a trece jovencitas y a dos mujeres en cinta, a las que abrió en canal para quitarles los fetos, comiéndose sus corazones sangrientos y palpitantes, que para él eran exquisitos bocados que amortiguaban su feroz apetito…”.
Según la historia narrada, Stubbe Peeter no sólo cometería violación, asesinato y canibalismo. También mataría a su primogénito y le devoraría los sesos, cometería incesto con su hija adolescente y seduciría a otra mujer. Las dos serían ejecutadas junto con él, acusadas de ser cómplices de sus crímenes.
Los pobladores, cansados de tanta atrocidad, persiguieron día y noche a Stubbe en su forma de lobo, hasta que éste, al verse acorralado por todos lados, decidió quitarse el cinturón y mostrarse en su forma humana. Entonces fue apresado.
Es imposible saber si Stubbe fue realmente un asesino o sólo una víctima que realizó una confesión fantástica frente a la posibilidad de la tortura. Lo cierto es que hubo por lo menos deiciséis asesinatos en la región (muchos de ellos de índole sexual). ¿Es acaso el hombre lobo una pesadilla del criminal sexual?
El lobo del hombre
De los casos relatados llama profundamente la atención el de la “Bestia de Gévaudan”. En pleno Siglo de las Luces una bestia elusiva atacó y mató a más de sesenta personas (algunas fuentes contaron más de un centenar) y puso en entredicho el reinado de Luis XV. Muchos, en ese entonces, consideraron que se trató de un hombre lobo.
La historia comenzó el 30 de junio de 1764 (un par de meses después de la muerte de madame Pompadour, amante y consejera del rey Luis XV). En la remota provincia francesa de Gévaudan, localizada donde ahora se encuentra el departamento de Lozère, fue hallado el cuerpo de Jeanne Boulet, de catorce años, a medio devorar.
Nunca se conocerá el misterio detrás de la Bestia de Gévaudan, aunque se develan hechos inquietantes. En muchos de los casos hay indicios de que un ser humano participa en ellos o los encubre. Tal es el caso de Gabrielle Pélissier, de diecisiete años, atacada el 7 de abril de 1765.
Relata Fondebrider que ese día la muchacha recibió su primera comunión. “Por la tarde, mientras cuida el rebaño de sus padres, la Bestia la ataca en un prado, la mata, le abre el vientre y le devora las entrañas. Alarmados por la tardanza, antes del crepúsculo, padres y vecinos corren a buscarla. Alguien la señala, aparentemente dormida sobre un lodazal. Al acercarse, descubren que debajo de su vestido, perfectamente limpio, su cuerpo está mutilado. El sombrero que lleva le oculta el cráneo completamente roído, separado del tronco y vuelto a encajar. Todos saben que esas cosas no las hace un animal”.
El 21 de septiembre de ese año Françoise-Antoine de Beauterne mató a un lobo. Aseguró que se trataba de la Bestia. El rey está presionado, ya que la leyenda de la Bestia y la incompetencia del reino para zanjar el asunto ya ha trascendido las fronteras de Francia. Por ello, Versalles se apresura a embalsamarla y declara oficialmente muerta a la Bestia, aunque los ataques continúan.
En Gévaudan se las deben arreglar como puedan. Porque, para Versalles, la bestia ya no existe.
Sería hasta el 18 de junio de 1766 cuando Jean Chastel (uno de los principales sospechosos detrás de la Bestia) mata a un animal que “no es ni perro ni lobo, pesa 109 libras y tiene colmillos de 37 milímetros de largo”. En su estómago hay restos humanos. Esta segunda Bestia será recibida en Versalles de mala gana.
La bestia sigue siendo un acertijo. Algunos consideran que se trató en realidad de varios animales; otros han señalado la posibilidad de un clan de asesinos; otros más, un loco en piel de lobo. Una hipótesis destaca sobre las demás: la Bestia sería la cruza de lobo con perro, entrenada para matar por un hombre. Los registros históricos apuntarían a un tal Jean Chastel bajo la protección del perverso conde de Morangiès.
Nunca se conocerá el misterio detrás de la Bestia de Gévaudan, aunque se develan hechos inquietantes. En muchos de los casos hay indicios de que un ser humano participa en ellos o los encubre. Tal es el caso de Gabrielle Pélissier, de diecisiete años, atacada el 7 de abril de 1765.
Si bien se describe al lobo como uno de los principales enemigos del hombre en Europa, más bien ha sido al revés: el hombre es el lobo del lobo. Para mediados del siglo XVIII el lobo habrá desaparecido de Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia. Y, mientras en el siglo XVIII el lobo ocupaba 90 por ciento del territorio francés, a principios del siglo XIX sólo 50 por ciento. A fines del XIX el lobo será hallado únicamente en 10 por ciento del territorio.
Actualmente el lobo gris es una especie en peligro de extinción en Europa. En los diarios se sigue debatiendo qué debe prevalecer: propiciar la supervivencia de esa especie o prevenir los ataques esporádicos de los lobos al ganado.
Con el siglo XX y el ingreso del hombre lobo al panteón de Hollywood el mito perdió toda su fuerza, apunta Fondebrider. “Lo que no consiguió la Inquisición lo consiguieron sin problema las manifestaciones más bastardas y estúpidas del capitalismo”. Quizá en ese tenor de un hombre lobo “castrado” se podría situar el último bodrio licántropo en el cine: La chica de la capa roja.
Quizá también existe otra explicación. En la segunda mitad del siglo XX el asesino serial y el desmenuzamiento psicológico tomaron el lugar del hombre lobo. El psicoanálisis, la cultura de masas y los medios masivos de comunicación acabaron con la necesidad de situar en lo sobrenatural al depredador de las comunidades. Con la televisión, el horror, en vez de hallarse en lo profundo del bosque, se encuentra en las oscuridades de la mente del asesino.
La barrera con la realidad, que antes se representaba mediante la condición sobrenatural del hombre lobo, ahora es representada por la psiquiatría, la medicina forense, la criminología. Se pretende identificar al lobo del hombre con ciencia… pero de alguna forma la seguridad que emana de ella parece una promesa tan débil como matar al hombre lobo con balas de plata. ®
Notas
De interés: «Wolf VS Dog: The Forgotten History Of Your Best Friend’s Domestication & Evolution«.