Me sumerjo en aguas del Golfo de California y al aumentar la profundidad los colores van desapareciendo: el rojo a los cinco metros, el naranja a los ocho, el amarillo a los once. Sería imposible confirmar si en realidad el verde y el azul no existen a los 25 metros, creo que mis pulmones explotarían al llegar a los grises.
Dos costillas de ballena hacen un arco. Mi hermana y yo estamos adentro de ellas. Está a punto de llover. ¿Llover? Sí, en el desierto llueve. Sigo la orilla del mar, en él recorro el tiempo que me regresa a la infancia. Hago memoria en mis sueños y me pregunto si los cuentos nacen de un sueño o los sueños se justifican en cuentos. Los ojos de un calamar me espían mientras poso para la foto de mi mamá. Quiero saber por qué las ballenas perdieron las patas y se lanzaron al mar. Quiero ser una sirena de precisa figura con botas de pescado, sí, una sirena con el corazón de fuego para zapatear el mar.
Ellas, las ballenas, tienen la persistencia del ser. En el fondo del mar Ártico engullen hasta el hastío, un caldo revuelto con millones de partículas microscópicas de animales vivos y materia vegetal. Igual que las ballenas, estos organismos emigran, pero en otros lapsos brevísimos sus desplazamientos están asociados a la gravedad, el día y la noche. Para equilibrar los tiempos de la geología y sus mutaciones ínfimas no viven más de cuatro horas, si no fuera así en una semana su reproducción podría formar una esfera de igual volumen a la de la Tierra. Plancton significa errante o vagabundo, y se mueven nadando débilmente en mayores cantidades por los mares de las regiones frías. Por eso, ellas, las ballenas permanecen cerca de los Polos.
La explosión de mis sentidos se expande en la línea del horizonte y sin perder el norte, sé que el regreso será otra historia. Viajar es emigrar y nadar es como bailar, pero en el agua. Me sumerjo en aguas del Golfo de California y al aumentar la profundidad los colores van desapareciendo: el rojo a los cinco metros, el naranja a los ocho, el amarillo a los once. Sería imposible confirmar si en realidad el verde y el azul no existen a los 25 metros, creo que mis pulmones explotarían al llegar a los grises.
Una huella es una señal duradera que muestra un proceso pasado, tal cual. Pero el índice que voy dejando está en mi deseo habitado sobre la cara visible de la luna, en sus llanuras cubiertas de lava seca que son regiones nombradas como mares de lluvias, mares de crisis, mares de serenidad, mares de humores y la mancha más grande es un Océano de Tempestades. En la luna no existe el ruido, los astronautas han dejado sus huellas que seguirán ahí por siempre, porque no hay viento ni lluvia para borrarlos.
El final es el inicio en el paraleo 28º y ellas, las ballenas, con exceso de sal flotan para copular, parir, amamantar y cantar acordes con los sinuosos médanos en la Laguna Ojo de Liebre. El canto de las dunas y de ellas las ballenas se acoplan en largos y repetidos sonidos que despiertan sentimientos de pérdida o tragedia, splashsss, aletazo horizontal, el ritmo y la rima final.
El Polo Norte es un océano congelado, el Polo Sur un continente congelado. Yo voy hacia el sur pero terminaré en el norte, arriba de esta balsa de piedra que flota entre dos mares; es la península bajacaliforniana que se despegará en unos 50 mil años y será vecina de Alaska en 50 millones de años más. ®
Rogelio Carranza Dueñas
Que chingón texto, y las fotos ya las comenté antes. De veras Angélica que me has transportado a ese mundo, a ese mar en el que navegas entre dunas, y olas. Que bella manera de describir el papel de la Bja en la Vida de las Bllenas, y de las Ballenas en la vida de los Californios.
Mario Castillo
Querida Angélica te he comentado que no sé qué admiro más de tu trabajo, si tus textos o tu fotografía ¿Qué sería de lo uno sin lo otro?. Ni duda de que esta constante búsqueda tuya habrá de llevarte a puerto seguro; por lo pronto hoy te agradezco me hayas permitido sumergirme (Esta vez másprofundamente) en esas aguas de tu inmenso mar. Te reitero mi admiración por tu obra fotográfica aún cuando alguna imagen (Por cierto de las que más me gustaron) sea muy similar a otra que aquí mismo publicas y alguna de tus obras me remita indudablemente a la fotografía de un buen amigo nuestro: Julio Orozco.
Felicidades
Maria Antonieta Ochoa
Ineresantes las fotografías de Angelica Escoto, las imagnes mi hicieron ver lo diminuto que es el ser humano ante la inmensidad de la naturaleza, y empieza una con admirar desde las piedras en la arena y todo el contexto y magnifisencia que imprime en su imagenes. Felicidades, en verdad reflexivas!