Creados hace veinte años para acoger hasta 90 mil refugiados somalíes que huían de la guerra civil en su país, los campos de refugiados en Dadaab (Kenia) se encuentran desbordados por casi medio millón de personas. Decenas de miles malviven en asentamientos improvisados en el desierto, a la espera de una solución que nunca llega.
Abandonados a su suerte en el noreste de Kenia, rodeados por kilómetros de arena y maleza, los refugiados viven en frágiles chabolas bajo un sol implacable. Tras haber cruzado la frontera desde la vecina Somalia, a ochenta kilómetros de distancia, se dirigen a Dadaab, aunque los tres campos de esta zona están ya abarrotados y no hay sitio para ellos. No tienen a dónde ir.
“Esperamos las lluvias lo que pudimos. Pero no llegaban. La cosecha se perdió. Los camellos, las cabras fueron muriendo uno a uno. Cuando murió el último nos pusimos en camino. Tardamos una semana en llegar, a pie, sin comida. Mi hijo necesita atención porque está desnutrido”. Es el testimonio de Aden Abdi, de 28 años, pero podría ponerse en boca de los cientos de miles de somalíes que en los últimos meses han abandonado casas y tierras para encomendarse a la ayuda internacional.
MSF proporciona atención médica en Kenia desde 1992 y lleva un total de catorce años trabajando en los campos de Dadaab. Desde 2009 MSF ha sido el único proveedor de servicios médicos en el campo de Dagahaley, prestando servicios quirúrgicos y de salud materna con un hospital de 170 camas, realizando campañas de vacunación, atendiendo la desnutrición, dando atención prenatal y apoyo de salud mental en seis puestos de salud de los campos y sus alrededores. Sin embargo, en octubre de 2011, tras el secuestro de dos compañeras trabajadoras de MSF y en un clima de seguridad en franco deterioro, se interrumpieron todas las actividades “no vitales” en los campos y se suspendió el registro oficial de nuevas llegadas (a finales del año pasado, las nuevas llegadas treparon a más de mil diarias); todavía hoy los servicios no se han restablecido para muchos refugiados.
En la situación actual, aunque se están haciendo esfuerzos para garantizar la distribución de ayuda alimentaria terapéutica, es urgente asegurar la provisión de asistencia y protección de miles de personas.
MSF presenta el informe Dadaab: vuelta al punto de partida, en el que hace un balance de la situación humanitaria actual y de los retos que supone trabajar en Daddab, el mayor campo de refugiados del mundo. El informe también hace una revisión de la respuesta de emergencia provista por MSF durante 2011.
“MSF quiere continuar trabajando en Dadaab dado que la situación humanitaria es extremadamente grave; sin embargo, la inseguridad en la zona no nos permite desplegar una respuesta adecuada a las necesidades”, dice Laurent Ligozat, subdirector de Operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ginebra. “Por el momento, nos hemos centrado en la atención médica de urgencia. Estamos preparados para ampliar nuestras actividades tan pronto como las condiciones lo permitan”.
“Los refugiados necesitan asistencia y protección; su vida es más difícil cada día. Su salud puede deteriorarse rápidamente, mientras la inseguridad en los campos impide a las agencias de ayuda humanitaria prestar una asistencia efectiva y continuada”, explica la doctora Mónica Rull, responsable de los programas en Kenia y Somalia.
Desde que MSF regresó a Dadaab a principios de 2009 para hacerse cargo de la atención sanitaria en el campo de Dagahaley la organización ha denunciado en repetidas ocasiones la desesperada situación de los refugiados somalíes en Kenia y su necesidad de ayuda humanitaria, protección y trato digno. Con este informe, MSF quiere dar de nuevo la voz de alarma.
“Los refugiados necesitan asistencia y protección; su vida es más difícil cada día. Su salud puede deteriorarse rápidamente, mientras la inseguridad en los campos impide a las agencias de ayuda humanitaria prestar una asistencia efectiva y continuada”, explica la doctora Mónica Rull, responsable de los programas en Kenia y Somalia.
Los refugiados en Dadaab —y aquellos que siguen llegando a la zona— necesitan más que nunca el apoyo continuado del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), del Gobierno de Kenia y de las agencias humanitarias para lograr sobrevivir. Es responsabilidad de las autoridades el encontrar soluciones que reviertan la problemática actual que supone que los refugiados somalíes sean los que estén pagando las consecuencias de un conflicto del que intentan huir y se conviertan en víctimas del sistema que precisamente pretende atenderles. La prioridad debería seguir siendo la inmediata provisión de asistencia y protección a los cientos de miles de refugiados de estos campos. ®
Lea el informe aquí.