Inteligencia

Coeficiente intelectual y discriminación social

Muchos expertos definen a la inteligencia como una capacidad general que implica diversas habilidades como razonamiento, planeación, solución de problemas, pensamiento abstracto, etc. Otros teóricos aseguran que definida así la inteligencia sólo sirve para predecir el desempeño entre pruebas de inteligencia.

Hace un tiempo leí que un habitante de las partes más profundas de la selva amazónica acompañó a un grupo de investigadores para salir por primera vez en su vida de la selva [Ehrlich, 2005]. La información es anecdótica, pero quienes acompañaban al amazónico aseguran que esta persona estaba sorprendida de ver las nubes (como los árboles siempre tapaban el cielo no las veía nunca); pero más sorprendente aún cuando vio a la distancia unas vacas y comenzó a sacudir la mano enfrente de él para espantarse lo que él percibía como moscas. Dado que nunca veía nada que estuviera muy lejos no sabía que a la distancia las vacas se veían del tamaño de unas moscas.

Hay más historias chocantes de sujetos que, por sus peculiares condiciones de vida, son incapaces de manejar lo que a nosotros nos parece de lo más normal del mundo, como fotografías y dibujos. Al parecer ellos no los ven. Así que si una prueba de inteligencia utiliza imágenes es entendible que terminen obteniendo una calificación apenas superior a la de un mono.

Pero ¿es cierto esto? ¿Las pruebas de inteligencia están sesgadas? Veamos primero un poco de historia.

Historia de la concepción de inteligencia

Hace más de cien años Charles Spearman mostró [1904] que los puntajes de diversas mediciones de varias habilidades cognitivas tendían a estar positivamente correlacionadas (es decir, si los puntajes en una prueba de memoria son altos, también van a salir altos los de atención y viceversa). Propuso que debería de haber una factor que subyace a todas esas habilidades y le llamó inteligencia general o factor G.

Muchos expertos definen a la inteligencia como una capacidad general que implica diversas habilidades como razonamiento, planeación, solución de problemas, pensamiento abstracto, etc. Aunque hay otros teóricos que aseguran que definida así la inteligencia sólo sirve para predecir el desempeño entre pruebas de inteligencia.

En la actualidad es muy usado el WAIS (Wechsler Adult Intelligence Scale o escala de inteligencia para adultos Wechsler) [Wechsler, 1997], el cual está compuesto por una serie de subescalas, como vocabulario y aritmética, que suelen tener una correlación positiva, consistente con la idea de Spearman de una inteligencia general.

Muchos expertos definen a la inteligencia como una capacidad general que implica diversas habilidades como razonamiento, planeación, solución de problemas, pensamiento abstracto, etc. Aunque hay otros teóricos que aseguran que definida así la inteligencia sólo sirve para predecir el desempeño entre pruebas de inteligencia.

Pero los datos indican otra cosa. Es una forma válida de predecir los logros académicos y el desempeño en una gran diversidad de trabajos, desde meseros, secretarias, policías, electricistas, etc. [Sackett y cols., 2001]. Incluso predice el desempeño de la gestión de presidentes [Simonton y cols., 2006].

Desconfianza hacia las pruebas de inteligencia

Desde la década de los sesenta ha habido una gran desconfianza hacia las pruebas de inteligencia y se les ha acusado de ser racistas. Hay investigadores que afirman que las pruebas están diseñadas para favorecer a los blancos [Anastasi y Urbina, 1997] y por lo tanto son una forma de discriminación social.

El razonamiento de quienes afirman eso es que si dos grupos difieren en sus puntuaciones, entonces la prueba debe estar sesgada. Por ejemplo, en Estados Unidos se aplica el SAT (Scholastic Aptitude Test, que es el equivalente a la prueba del College Board que se aplica para entrar a la Universidad de Guadalajara); en él consistentemente estudiantes pobres y de minorías étnicas suelen salir con puntajes bajos y se concluye que entonces la prueba está sesgada.

El problema de un razonamiento como éste es que los grupos de hecho sí difieren entre sí. Veamos un ejemplo: si se mide el peso de hombres y mujeres y se encuentra que los hombres pesamos más, eso no quiere decir que la medición esté sesgada. Las diferencias entre los grupos no necesariamente demuestran sesgos.

Otro argumento que se suele utilizar es que igual que toda la prueba, los reactivos o preguntas que la constituyen pueden estar sesgados. Por ejemplo, si una pregunta de una prueba de inteligencia es consistentemente contestada de manera incorrecta por un grupo, por ejemplo negros comparados con blancos, eso daría evidencia de que ese ítem estaría sesgado. Pero se han realizado investigaciones que demuestran que el efecto de esas preguntas es trivial. Se ha visto que el efecto es inconsistente, de tal manera que en una prueba ciertas preguntas favorecen a un grupo mientras que otras favorecen al otro, por lo tanto los efectos de unas y otras preguntas se cancelan y no desacreditan a la prueba en su conjunto [Sackett y cols., 2001].

Predicción es la clave

¿Cómo podemos saber si las diferencias encontradas entre los grupos se deben a sesgos? Viendo si la prueba hace predicciones válidas. Si nos dice que a un grupo le va a ir bien en la escuela o en su lugar de trabajo y de hecho le va bien entonces la prueba no está sesgada.

¿Cómo podemos saber si las diferencias encontradas entre los grupos se deben a sesgos? Viendo si la prueba hace predicciones válidas. Si nos dice que a un grupo le va a ir bien en la escuela o en su lugar de trabajo y de hecho le va bien entonces la prueba no está sesgada.

Pero si un grupo saca puntajes diferentes y eso hace predecir que en la escuela o en el trabajo les va a ir de manera desigual, pero se desempeñan igual, entonces la prueba estará sesgada. Aquí tenemos dos opciones, la prueba puede predecir que le va a ir bien a un grupo, pero a la hora de la hora no le va tan bien como se esperaba, entonces la prueba está sobreprediciendo. La otra es que diga que a un grupo le va a ir mal pero en el momento de la verdad no le va tan peor. Aquí la prueba subpredijo su desempeño.

Como aplicar una prueba de inteligencia tiene enormes consecuencias en la vida de las personas, se han realizado estudios por dos paneles que estuvieron constituidos por expertos con diferentes opiniones sobre las pruebas de inteligencia y ambos estudios llegaron a la misma conclusión: no hay evidencia de que las pruebas de inteligencia, y otras pruebas estandarizadas como el SAT, subpredigan el desempeño de diversos grupos [Hartigan y Wigdor, 1989; Neisser y cols., 1996].

A estas alturas la mayoría de los expertos en el área de la inteligencia concuerdan en que esta controversia sobre los sesgos de las pruebas de inteligencia ya ha sido superada [Gottfredson, 1997 y 2009].

Para terminar cabe hacer una aclaración. Que una prueba de inteligencia no esté sesgada no quiere decir que no haya diferencias entre los grupos. Es cierto que existen diferencias ambientales, sociales y culturales que hacen que los sujetos sean diferentes [Carrillo, 2006], pero no culpemos a las pruebas de inteligencia de las causas de esas diferencias. ®

Bibliografía
Ehrlich, Paul R. (2005) Naturalezas humanas: Genes, culturas y la perspectiva humana, México: Fondo de Cultura Económica.

Spearman, C. (1904), “General Intelligence, Objectively Determined and Measured”, The American Journal of Psychology 15 (2): 201–292.

Wechsler, D. (1997), WAIS III: Wechsler Adult Intelligence Scale – third edition administration and scoring manual.

Sackett, P. R., Schmitt, N., Ellingson, J. E. & Kabin, M. B. (2001), High-stakes testing in employment, credentialing, and higher education: Prospects in a post-affirmative-action world, American Psychologist, 56, 302-318.

Simonton, D. K. (2006), Presidential IQ, oppenes, intellectual brilliance, and leadership: Estimates and correlations for 42 U. S. chief executives. Political Psychology, 27, 511-526.

Anastasi, A., & Urbina, S. (1997), Psychological testing. Upper Saddle River, NJ: Prentice-Hall International.

Hartigan, J. A., & Wigdor, A. K. (Eds.), (1989), Fairness in employment testing: Validity generalization, minority issues, and the General Aptitude Test Batterry, Washington, DC: National Academy Press.

Neisser, U., Boodoo, G., Bouchard, T. J. Jr., Boykin, A. W., Brody, N., Cece, S. J., et al. (1996), Intelligence: Knowns and unknowns, American Psychologist, 51, 77-101.

Gottfredson, L. S. (1997), Mainstream science on intelligence: An editorial with 52 signatories, history, and bibliography, Intelligence, 24, 13-23.

Gottfredson, L. S. (2009), Logical fallacies used to dismiss evidence on intelligence testing, en: R. Phelps (Ed.), Correcting fallacies about educational and psychological testing (pp. 11-65), Washington, DC: American Psychological Association.

Carrillo, J. (2006), Conocer la inteligencia, La Gaceta, Órgano de difusión de la Universidad de Guadalajara. Entrevista realizada a Alfredo Ardila sobre los sesgos de las pruebas de inteligencia, lunes 20 de noviembre. Disponible aquí.

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Publicado en: Ciencia y tecnología, Febrero 2012

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