El dibujante catalán, amante de los ambientes sórdidos y decadentes, tiene el tiempo medido, como cualquier cliente, para hacer sus retratos, ya que la mayoría de las prostitutas contratadas recelan de las cámaras fotográficas. No así de un inocente, en apariencia, libro rojo de bocetos.
Porque el artista es el Rey de los Reyes, el único ser inviolable que vive bajo el sol.
—Pierre Louÿs, El hombre de Púrpura
Apunta el gran erotómano español Adolfo LLamas, a quien entre otros está dedicado El libro rojo, deliciosa compilación de 68 retratos, desnudos femeninos, del artista Ramón Sanmiquel publicado por la novel editorial oaxaqueña El Círculo Cuadrado (2016), que el primer retrato femenino, en la antigua Grecia, fue producto de un acto de amor.
Desde ese momento los griegos aspiraron a plasmar el ideal de perfección y belleza absoluta a través del desnudo, una de las categorías académicas, y su evolución nos ilustra tanto acerca de la historia de la humanidad como la del arte mismo.
Ramón Sanmiquel en su trabajo, verdadera pasión y oficio de paciente alquimista, no está interesado en decodificar contemporáneamente el desnudo femenino ni en librar estériles batallas semióticas o perderse en laberintos conceptuales.
El artista catalán actúa como si no se hubiera dado por enterado de que la fotografía ha sido inventada hace más de un siglo —para efectos del retrato— o que, en épocas más recientes, intelectualmente hemos sucumbido a las turbias aguas del posmodernismo, en el que nada es realmente lo que se ve.
En este contexto conceptual enrevesado, en el que dedicarse al dibujo como oficio y disciplina es contracultural, una actitud anacrónica y visionaria al mismo tiempo, el artista dibuja fielmente lo que “ve” desdeñando artificios tecnológicos, más allá de lápiz y papel, y basurilla conceptual varia, logrando transmitir a sus retratos una carga emocional y psicológica considerable a través de sus trazos.
El retrato de jóvenes féminas, impúberes o ya no tanto, ha sido una constante en el trabajo de Sanmiquel desde sus inicios, ya sea a partir de delicadas acuarelas hiperrealistas o desde las diferentes técnicas del grabado: aguafuerte, aguatinta, litografía… Terreno el del retrato en el que el artista ha logrado una gran habilidad técnica hasta el punto de recibir encargos importantes, sin nunca haber sido ése su verdadero objetivo.
En este contexto conceptual enrevesado, en el que dedicarse al dibujo como oficio y disciplina es contracultural, una actitud anacrónica y visionaria al mismo tiempo, el artista dibuja fielmente lo que “ve” desdeñando artificios tecnológicos, más allá de lápiz y papel, y basurilla conceptual varia, logrando transmitir a sus retratos una carga emocional y psicológica considerable a través de sus trazos.
La dedicación al dibujo, para alcanzar ciertos niveles de calidad, debe ser monacal y austera en gestos. Aunque Sanmiquel, como un Jules Pascin contemporáneo, genial dibujante búlgaro nacionalizado francés que perteneció a L’École de París y fue conocido por sus dibujos satíricos de gente del espectáculo, prostitutas, burdeles,
homosexuales y personajes de la bohemia parisina de la follie, aborda en la calle a prostitutas de diferentes nacionalidades, rumanas, eslavas, latinas… y las convence para que se dejan retratar. Sana actividad la de dibujar que levanta no pocas suspicacias en tan socorrido gremio para otros menesteres. En este El libro rojo las modelos han sido reclutadas básicamente en poblaciones del Levante español y en Madrid.
Subir a un cuarto con una prostituta tiene algo de furtivo, secreto y casi ilegal en una situación en la que el tiempo, cuando no la policía, siempre apremia. También tiene mucho de ritual, como los que observa Sanmiquel en su particular irse de putas, al igual que los toreros antes de entrar al ruedo.
El dibujante catalán, amante de los ambientes un tanto sórdidos y decadentes, en los que la sensualidad fluye desinhibida y animal, tiene el tiempo medido, como cualquier cliente, para hacer sus retratos, ya que la mayoría de las prostitutas contratadas recelan de las cámaras fotográficas. No así de un inocente, en apariencia, libro rojo de bocetos.
Estos esbozos de El libro rojo están impregnados de una sensualidad desenfadada y casi cotidiana, desinhibida. Perezosa y juguetona. Como si posar, y dibujar, tuvieran la familiaridad, la magia y la carga erótica del acto sexual.
Fascinado por la belleza de las formas del cuerpo femenino y la sensualidad que emite, Sanmiquel asiste a las sesiones de posado con una mirada a medias entre la visión médica y la observación de la proporción aúrea según los cánones establecidos por el arquitecto romano Vitrubio en el siglo I a.C., que situaba al hombre como centro de toda geometría.
En los 68 retratos de El libro rojo Sanmiquel aplica un refinado naturalismo atmosférico y en sus dibujos aparecen ciertos elementos o fragmentos que los dotan de terrenalidad y espacialidad, una frazada, una silla, una cama, un rollo de papel higiénico en la esquina del boceto… y las posturas tienden a ser naturales, incluso cuando las modelos claramente están posando para el artista.
La realidad, por sí misma, nunca es pornográfica. Estos retratos muestran regocijo, cierta plenitud y orgullo de un cuerpo, que también es una herramienta de trabajo que las prostitutas saben hermoso y que seduce y por el que muchos hombres están dispuestos a pagar —de eso viven. Algunas de las retratadas presumen indolentes sus cuerpos como valiosa posesión, al igual que los varones presumen sus vehículos o sus mascotas, con orgullo de dueño.
Sócrates y Parrasio —a quien se le atribuye ser el primero en ejecutar la teoría del arte por el arte— sostuvieron un diálogo en el que identificaron tres etapas para el ascenso de lo invisible a lo visible y que resume el ideal de la pintura antigua. En primer lugar la pintura representa lo que se ve. En segundo, la pintura representa la belleza, y por último, representa la expresión moral del alma.
Sanmiquel, en estos dibujos de El libro rojo, con su particular modo de mirar el cuerpo femenino junto al afán naturalista de retratar sin artificios, lo que produce una obra perfectamente legible en su propuesta, transmite al papel con una veracidad y precisión impactantes la voluptuosidad y diversidad de las formas femeninas. Como una caída del cabello sobre el rostro, una mirada retadora, el detalle de una mano sosteniendo un cigarrillo, unos jugosos genitales o esos glúteos invitadores… O también la más raída indiferencia al posar de quien sabe que sus atributos fluyen de otro modo hacia al deseo e igualmente está siendo pagada por ello.
En cualquier caso, desafiando la premura del tiempo que se esfuma, el tiempo que dura un coito dura un esbozo, el artista logra que adivinemos a la mujer verdadera que existe tras las líneas que la contienen, como si el trazo fuera una injerencia mínima que dibujara su personalidad para traerla hasta nosotros.
Esta excelente serie de retratos de Ramón Sanmiquel está rubricada por una remarcable factura editorial. El libro rojo es una reproducción a tamaño real tanto de los dibujos como del original libro de bocetos del artista, precisamente de color rojo. De ahí el título, jugando con el sentido erótico o prohibido que le adjudicamos a ese color.
Aunque escasos, hay algunos antecedentes de libros de artista dedicados al desnudo femenino. El artista y la modelo de Picasso sería uno de ellos. Otro, El gineceo de André Rouveyre, dibujante y escritor nacido en Francia en 1879, que publicó en 1909 un álbum de 66 dibujos de desnudos femeninos dedicado a las edades de la mujer.
La edición de El libro rojo consta de 400 ejemplares, todos firmados por el autor, y la edición limitada de veinte trae cada una un dibujo original que conforman la “Suite Mexicana”, retratos de prostitutas realizados en La Habana, Cuba, y en México.
Este nuevo proyecto independiente de la mexicana Andrea Bellarruti, el propio Sanmiquel y El Círculo Cuadrado Editores, se gesta en la ciudad de Oaxaca, donde actualmente radica el artista dedicado, entre muchas otras cosas, a una prolífica producción gráfica.
La anterior alusión a Vitrubio y la proporción aúrea viene como anillo al dedo para abordar el peliagudo tema de la cuadratura del círculo. Vitrubio se percató de que la figura ideal humana con los brazos y piernas extendidos encaja perfectamente tanto en un círculo, cuyo centro sería el ombligo, como en un cuadrado, delimitado en sus esquinas por la longitud de las cuatro extremidades extendidas. Da Vinci ilustró genialmente esta figura precisamente para un libro que se publicó sobre las teorías de Vitrubio en el Renacimiento. He ahí un apunte posible sobre la cuadratura del círculo o por lo menos sobre cómo pueden convivir en una misma frase, aunque probablemente no tenga nada que ver con el nombre de la editorial.
Otro dato digno de comentar sobre este incipiente proyecto es que el tiraje parece haberse producido en Timbuktú, así consta en los créditos legales, mítica ciudad africana que no necesitaba ninguna defensa porque era tal la belleza de sus habitantes que cualquier enemigo quedaba tan deslumbrado que caía rendido de inmediato. Por ahí se esconde un guiño al cineasta español Luis García Berlanga, otro notable erotómano.
Desde esta Oaxaca terrenal, y también mítica, nos rendimos asimismo al talento del dibujante y artista Ramón Sanmiquel y a la belleza de sus retratos. Y como no podía ser de otro modo tratándose del carácter detallista de este magnífico dibujante, presentados en un libro de artista de bellísima edición. ®
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