En la propaganda por su sexto y último informe de gobierno, a Emilio González Márquez y a sus “creativos” (es un decir) se les ocurrió sintetizar su paso por la administración pública estatal con una frase tan contundente como temeraria: “Jalisco está mejor”.
Aun cuando se repita ad nauseam, esa frase es esencialmente falsa por muchas razones. En primer lugar, porque ninguna persona física o moral —o un gobierno, como sucede en este caso— puede presumir de estar mejor cuando sus finanzas se encuentran en números rojos, cuando se ha adquirido una deuda desmedida que no terminará de ser pagada hasta dentro de veinte años.
Y luego, para colmo de males, resulta que ese dinero pedido en préstamo ni siquiera se utilizó para resolver rezagos esenciales del estado, sino para cuestiones periféricas o de coyuntura como los Juegos Panamericanos.
Una parte del mismo presupuesto estatal fue a parar a frivolidades como patrocinar telenovelas y otros programas de televisión, a proyectos privados como el pretendido Palacio de la Telecomunicaciones que construye la Rato (Radiodifusoras y Televisoras de Occidente) en el Bajío, donde será vecino de ese elefante blanco que es la Villa Panamericana y del salado estadio Omnilife.
El dinero de los jaliscienses también ha ido a dar a un torneo femenino de golf, de escala internacional, que tiene como anfitriona a Lorena Ochoa, aun cuando ésta ya no es golfista en activo; para patrocinar un pretendido estudio sobre el problema del narcotráfico en México y por el cual se pagó al director de la revista Nexos, Héctor Aguilar Camín, dos millones de pesos.
El dinero de los jaliscienses también ha sido utilizado por el gobierno que ya se va para ocurrencias tan absurdas como costosas. Tal es el caso del fementido salvamento del puente de Arcediano, en el fondo de la barranca de Huentitán, en el que se gastaron, según datos oficiales, 37.5 millones de pesos.
Este proyecto insensato, por no decir demencial, implicó la destrucción de un inmueble histórico, que databa de fines del siglo XIX, con el argumento balín de que de todas formas iba a ser inundado por la fallida presa de Arcediano.
El dinero de los jaliscienses también ha sido utilizado por el gobierno que ya se va para ocurrencias tan absurdas como costosas. Tal es el caso del fementido salvamento del puente de Arcediano, en el fondo de la barranca de Huentitán, en el que se gastaron, según datos oficiales, 37.5 millones de pesos.
Y aun cuando había indicios claros de que esa represa no se concretaría, como en efecto sucedió, aun así fue demolido un puente con valor patrimonial para posteriormente construir, ochocientos metros río abajo, una réplica chafa del original, con el aval cómplice de la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
En este caso, la pérdida acabó siendo por partida múltiple: se perdió para siempre un inmueble patrimonial único en el país, al que se ha querido suplir con un mal pastiche, que ni siquiera se parece al anterior, y todavía se tiraron 37.5 millones de pesos del erario al caño, a ese caño mayúsculo en que sigue convertido el río Santiago.
El jueves 7 de febrero se dio a conocer la noticia de que los materiales originales del antiguo puente de Arcediano ni siquiera se utilizaron, como se había dicho en un principio, en la edificación del nuevo puente, ya que las empresas constructoras, quién sabe con el permiso de quién, cargaron con las piezas originales de mampostería a León, Guanajuato.
Otro ejemplo multimillonario de dinero tirado a la basura fue la construcción de Tlicoyunque, un pueblo hechizo que el gobierno de González Márquez edificó con el propósito de trasladar ahí a los habitantes de Temacapulín, no obstante que éstos, desde un principio, se han opuesto a ser reubicados y, sobre todo, a que su pueblo quede bajo las aguas de la proyectada presa de El Zapotillo.
Durante el agonizante sexenio de Emilio González Márquez creció la pobreza extrema en Jalisco; no se mejoró la movilidad urbana en la zona metropolitana de Guadalajara; no se pudo concretar la cacareada fuente alterna de agua potable para la misma capital tapatía, ni tampoco la planta de tratamiento de Agua Prieta.
A decir verdad, ésta ha sido la tónica de un gobierno frívolo y muy poco responsable, al que le quedan escasas tres semanas y cuyo titular ahora no para con su cantilena de que “Jalisco está mejor”.
Durante el agonizante sexenio de Emilio González Márquez creció la pobreza extrema en Jalisco; no se mejoró la movilidad urbana en la zona metropolitana de Guadalajara; no se pudo concretar la cacareada fuente alterna de agua potable para la misma capital tapatía, ni tampoco la planta de tratamiento de Agua Prieta, por lo que la mayor parte de las aguas residuales de la ciudad siguen sin sanearse.
Tampoco se puede asegurar que, en términos generales, los índices de inseguridad hayan bajado significativamente con respecto a los que prevalecían con los gobiernos anteriores.
En resumidas cuentas, y por más que la propaganda oficial asegure lo contrario, González Márquez va a entregar, el viernes primero de marzo, un estado que, en muchos sentidos, acusa rezagos mayores a los que había cuando llegó al cargo en 2007. Y ante ello, decir que “Jalisco está mejor” es un acto de fanfarronería o, peor aún, es querer halagar a los habitantes de esta parte del mundo, faltándoles al respeto. ®