La obra de Hendrix es una compañía permanente para quien la mira, esos trazos alcanzan la realidad al salir de la sala de exhibición. La exactitud del azar emerge en un cuadro o cerámica única que se repite en los ojos de quien la ha mirado antes de entrar a la sala.
Tomar la materia del mundo en las manos y llevarla a la tela es parte de la evolución natural en la obra de Jan Hendrix. Atlas, su exposición, se encuentra en la ciudad de Durango en la Casa de Cultura Citibanamex, Palacio del Conde del Valle de Súchil.
No sólo es el pasado que habita en la textura del color y la forma misma, sino de ese aliento primigenio el creador que renombra la naturaleza. El tiempo desmaterializa la vida y Hendrix la trae de vuelta al lienzo. Así han sido mis encuentros con las piezas del artista holandés radicado en México.
Recorrer México para encontrar la obra de Hendrix es como una ola con nácar de luz en el mar, tan improbable, pero tan cierta en las vueltas del destino, porque se vuelve al origen, y ahora llega a mi ciudad, donde el contorno de las venas de las hojas, el mecer de los árboles se percibe en las intenciones de la técnica tal cual el día que conocí sus piezas en Tampico, Tamaulipas, donde la evolución natural parece detenerse al observar cada elemento expresivo en las hojas.
La obra de Hendrix es una compañía permanente para quien la mira, esos trazos alcanzan la realidad al salir de la sala de exhibición. La exactitud del azar emerge en un cuadro o cerámica única que se repite en los ojos de quien la ha mirado antes de entrar a la sala. Ésa es la sensación al presenciar cómo el color y la textura detienen el tiempo en el limbo del instante.
Y no sólo es la forma, también es el encuentro con la materia viva en una Ficus Religiosa: Mirror Palace Pavilion. Entrar a la forma más sencilla de la vida, la ramificación y viajar por el interior de la materia que ondea el viento, y a contraluz de cualquier mañana de cualquier tiempo de la naturaleza.
Los rayos del sol avanzan en su longevo peregrinar por esas formas, azarosas para el entendimiento humano, pero exactas para la vida. Ésa es la sensación de gestarse dentro la vida de un árbol. Esa metáfora tan dispuesta en el arte, pero solamente alcanzada por Hendrix en esta estructura de acero inoxidable donde anega el tiempo en el sentir de quien entra en ella.
Hendrix hace de los siglos color en las acuarelas, y nacen en flores maduras para curar a la tierra en medio del Paraíso perdido de John Milton. Tinta y acuarela, sentido e imagen junto con el sentido del mundo en el medio.
También la taxonomía del siglo XVIII forma parte de la expedición en el registro científico de las especies, pero en el tono de la mancha que toma la forma de la hoja, del tallo y la flor, ese recuerdo perenne de la vida que siempre permanece en el registro de la humanidad.
El conocimiento es una de sus formas más puras, el arte.
Y luego, el tiempo presente con la pieza “1.5 grados”, aludiendo a la temperatura en que la tierra está fuera de balance y vulnerable, presa de ese elemento renovador, pero también con la virtud de convertir en cenizas la vida: el fuego.
Conforme uno avanza en la curaduría de Atlas la vista habitual de la realidad natural vuelve a uno, desde la infancia, desde esos enormes árboles y desconocidas plantas. Flor de mezquite, ausente de su esqueleto de madera viva, forman las constelaciones que vi de niño al intentar esconder mi vista del sol. Y porque siempre habrá motivo para celebrar la vida y la infancia en los ojos y trazos de los demás. ®
• La exhibición es gratuita y se puede visitar hasta marzo de 2025 en la Casa de Cultura Citibanamex, Palacio del Conde del Valle de Súchil.
• Reúne más de veinte conjuntos (28 piezas) de obras del artista mexicano de origen neerlandés.
• Incluye tapices, serigrafías, aguatintas con acuarela y una escultura transitable de más de tres metros de diámetro.