Je suis en terrasse

Humor francés en tiempos de atentados

París seguirá siendo una fiesta, dicen no solamente los parisinos sino todos los franceses. ¿Que París es la capital de las abominaciones y de la perversión? Vamos, terroristas, con adulaciones no llegarán a ningún lado.

Mujer en el bar del hotel Costes, París.

Mujer en el bar del hotel Costes, París.

¿Crees que vamos a salir de ésta?, le pregunté a Pablo, uno de mis mejores amigos en París, con quien de repente me quedé atrapada en un bar la noche del fatídico viernes 13. No entendíamos. Hacía sólo unos minutos buscábamos un lugar donde tomarnos la última —qué clarividencia— y mi amigo se quejaba de que pasaban de las nueve y ya se habían acabado las happy hours. Viniendo de la Plaza de la República, cruzamos la avenida Richard Lenoir, ¿izquierda o derecha? Él quería cerveza barata, yo un lugar donde poder fumar.

Entramos a un pequeño bar a un lado de la calle Oberkampf. De repente bajaron la cortina de hierro. ¿Fiesta privada? Preguntó mi amigo. Al ver que una chica encendía un cigarro pregunté, ¿se puede fumar? Un chico nos informó que afuera había una fusillade (balacera). Luego los del bar nos precisaron que se trataba de ataques terroristas. Tuve la ocasión de acabar la cajetilla entera.

“Están disparando en las terrazas”. “Han matado gente en los bares”. Comenzaron a correr los rumores. Las chicas de al lado, que antes charlaban desparpajadamente con su grupo de amigos comenzaron a besarse. Era la hora de ponernos sentimentales.

Los del bar subieron el sonido de la música. Buena música. “Al menos hay que morir con dignidad”. Para atarantar el miedo habíamos empezado a hacer bromas. Para los mexicanos el humor en las tragedias es casi genético. Para los franceses quizá no tanto. En estos tiempos en que la gente que antes se cruzaba con indiferencia en el metro ahora observa detenidamente a su vecino de asiento —sobre todo si lleva una mochila—, el humor se ha vuelto un arma contra el miedo, y contra la tristeza.

“Tener sentido del humor en estos momentos es como enseñar a leer a un futbolista: no es fácil, pero es necesario”, escribió Jean–Moundir el su cuenta de Twitter tras los atentados.

En ese momento no estábamos para twits. Sólo usábamos los celulares para “tranquilizar” a los seres queridos y para poder seguirnos alarmando. Había rehenes, varias decenas de muertos y a unos metros —¡gracias Google Maps!— kamikazes con explosivos que amenazaban con volar una sala de espectáculos.

Lo único que podíamos hacer era seguir esperando. ¿Qué? A que llegaran los buenos, o los malos. Afortunadamente, pasada la una de la mañana nos informaron que había llegado el ejército. Pero no querían gente en las calles. Habían declarado el estado de emergencia.

Cuando al fin nos hicieron salir por una puerta del baño que daba a un patio trasero, pasadas las dos de la madrugada, lo que encontramos no se parecía a lo que habíamos dejado afuera hacía sólo unas horas.

“J’avoue, j’ai ri” (Lo admito, me reí)

El estado zombi nos duró varios días. Entre más conocíamos lo que sucedía, menos entendíamos. El lunes desconcentradamente intentaba traducir las necrológicas –había que empezarle a poner nombre y rostro a los muertos–, cuando vagabundeando en Internet me topé con el eslogan Je suis en terrasse. La ironía había empezado a circular.

“¿Intentan hacer que los franceses se pongan de rodillas? ¿Cuándo han visto que los franceses hagan algo sin renegar ni quejarse?”, podía leerse en un cartel hecho a mano.

“¿Intentan hacer que los franceses se pongan de rodillas? ¿Cuándo han visto que los franceses hagan algo sin renegar ni quejarse?”

“¿Intentan hacer que los franceses se pongan de rodillas? ¿Cuándo han visto que los franceses hagan algo sin renegar ni quejarse?”

El humor había empezado a aparecer en las caricaturas de los periódicos, a salpicar uno que otro programa de radio y televisión, y a invadir las redes sociales.

“La hazaña más grande de estos imbéciles ha sido al menos que la gente de provincia quiera a los parisinos”, escribió Nain Portekoi en su cuenta de Twitter al día siguiente de los atentados.

“Daesh califica en su comunicado a París como ‘la capital de las abominaciones y de la perversión’. Con adulaciones no van a ganar nada”, escribió ese mismo día Maitre Eolas.

“Tú, turista, que intentas aprovechar el estado de emergencia para quedarte parado a la izquierda en las escaleras eléctricas, sabe bien que los parisinos no dejamos pasar nada”, añadió más tarde Clousal.

Como los llamó el diario Le Monde, esos numerosos “curitas” virtuales trajeron con ese J’avoue, j’ai ri (Lo admito, me reí) algo de alivio.

Je suis en terrasse parodia al Je suis Charlie que nació tras los atentados al semanario satírico Charlie Hebdo. Cierto, a veces el humor puede ser difícil de traducir, pero también puede ser contagioso.

¿Saben cómo se comunican las abejas?

“Mire”, dice con seriedad un hombre a la cámara, “uno no puede reírse de cualquier cosa, de cualquier persona. Para reírse de los negros, hay que ser negro [la cámara enfoca a un joven negro que sonríe]; para reírse de los árabes, hay que ser árabe [vemos a un muchacho de barba que también se ríe], y para reírse de los judíos, hay que tener un buen abogado”, suelta sin poder contener ya la risa el hombre que porta una kipá.

El domingo 15 de noviembre decenas de personas acudieron a la Plaza de la República para recordar a las víctimas con flores y velas —aunque estaban prohibidas las reuniones públicas—. Los conductores del programa “Le Petit Journal”, de Canal+, pidieron a la gente que contara un chiste. No todos eran graciosos pero, como en un profundo respiro, la gente se reía.

(Por cierto, las abejas se comunican por e–miel).

En la televisión las declaraciones del gobierno también parecían una broma. El 19 de noviembre, frente a la Asamblea Nacional, el primer ministro, Manuel Valls, tras hablar de una “guerra nueva” y de “imaginación macabra”, mencionó el peligro de que los terroristas usaran armas químicas y bacteriológicas. Seguramente para tranquilizar a sus conciudadanos. Ni hablar de la solidaridad entre naciones. Anunciando una cooperación más estrecha Francia se unió a Rusia: para intensificar los bombardeos en Siria.

Por supuesto, el gobierno y sus medidas de seguridad tampoco escaparon a las bromas.

“¡Qué historia tan horrible! ¡Qué drama! Es terrible lo que pasa, estoy indignado, me siento asqueado: ¡Manuel Valls volvió a ser popular! 73 por ciento de los franceses encuentran que François Hollande [el presidente] estuvo a la altura. A más de 129 muertos se vuelve simpático el muchacho […], eso prueba que Daesh no logró cambiar las tradiciones francesas: seguimos siendo igual de tontos”, dijo el humorista Pierre–Emmanuel Barré —aplaudido por unos y muy criticado por otros— en el programa “La Bande Originale”, transmitido por France Inter, una estación de la radio pública —sí, del Estado—, donde tras los atentados las bromas hicieron rápida aparición.

Tras la tremenda intervención policiaca en Saint–Denis, el 18 de noviembre, para capturar a los supuestos autores de los atentados, los “curitas” se hicieron virales.

La estrella fue Jawad Bendaoud, el hombre que prestó su apartamento de Saint–Denis a los yihadistas. Cuando lo detuvieron —y esto no es broma— Jawad afirmó que ignoraba que se trataba de terroristas. “Un amigo me había pedido hospedar a dos de sus compas algunos días. Les dije que no había colchones, me dijeron que no importaba, sólo querían agua y rezar”. Poco después en un meme su fotografía apareció con la siguiente leyenda: “Cuando hablaban de ir a reventarse al Bataclan les deseé un buen concierto”.

Quizá no había colchones, pero su buhardilla al parecer estaba protegida con una puerta blindada. Bendaoud ya había pasado ocho años en prisión por “disparos mortales”. Salió de la cárcel en 2013.

“Irse de pachanga” como forma de resistencia

“Si beber copas, ir a un concierto o a un partido, se convierte en una lucha, ¡pónganse a temblar, terroristas! Estamos súper entrenados”, escribió el 15 de noviembre en su cuenta de Twitter Grégoire Lecalot.

Tras los atentados las invitaciones a salir, a escuchar música —si es posible a todo volumen—, a organizar fiestas en los barrios de los asesinatos se han multiplicado a través de sitios como #OccupyTerrasse, #ParisDoitResterUneFête, #Tousenterrasse, como una manera de luchar contra el miedo y reivindicar el derecho a la “levedad del ser”.

París es una fiesta. Foto George Laffont, pariszigzag.fr

París es una fiesta. Foto George Laffont, pariszigzag.fr

#Parisesttoujoursunefête (París es aún una fiesta), que alude al libro de Hemingway —del que por cierto hay varios ejemplares en los altares a las víctimas—, junto con el hashtag #Fenetreouverte invita a abrir sus ventanas y poner música como “una manera de marcar el duelo yendo hacia adelante”.

En su edición del 18 de noviembre Le Canard enchaîne (El Pato encadenado) confirmaba que “la resistencia se organiza a partir de los bistrots”. El semanario satírico también precisaba que la carnicería del 13 de noviembre había dado lugar a brillantes discursos de los políticos, donde competían la elegancia y la delicadeza, sin olvidar la calidad de la lengua. Entre sus ejemplos citaba el de una diputada del Partido Socialista: “El terrorismo busca aterrorizarnos”. También recomendaba no decir a algunos políticos que el minuto de silencio por las víctimas ya había terminado.

Mi barrio se ha cubierto de flores. Mataron al señor de la esquina que reparaba guitarras, también a un muchacho que trabajaba en el bar de enfrente. Como el zumbido de una mosca terca aún no puedo evitar vernos de nuevo atrincherados en ese pequeño bar, frente a una amenaza invisible. Sin ventanas, como en la obra de Sartre. Dicen que concibió Huis Clos como una pieza cómica, aunque al inicio ni sus connacionales entendieron su sentido del humor.

Asociación mundial de daltónicos.

Asociación mundial de daltónicos.

Ante la insistente propuesta de Facebook de sobreponer a la foto de mi perfil el azul, blanco y rojo de la bandera de Francia “en un clic”, preferí unirme a la respuesta de solidaridad de los daltónicos, pues entre más avanzan las cosas creo que las veo menos bien. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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