Juan José Arreola y el joven José Emilio

De cómo nació Punta de Plata/Bestiario

La historia ya ha sido contada en varias ocasiones, pero no es ocioso recordarla, ya que ofrece una imagen del ambiente literario de México en los años cincuenta y porque muestra una parte de la personalidad de dos de los escritores más importantes de la literatura mexicana.

José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Fotografía de Ricardo Salazar, tomada el 26 de enero de 1959 en el antiguo edificio del Fondo de Cultura Económica, en Avenida Universidad y Parroquia, Ciudad de México.

José Emilio, el joven escritor

En 1958, por recomendación de Carlos Monsiváis, y no sin cierto temor, el joven José Emilio Pacheco acepta presentar a Juan José Arreola los cuentos que escribe y que le publican en diversas revistas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Arreola, de cuarenta años de edad, tiene cierta autoridad en el ambiente editorial y literario mexicano; ya ha publicado Confabulario y Varia invención. José Emilio tiene diecinueve años y ha escrito varios cuentos de lo que más tarde será La sangre de Medusa.

“Yo hago una cita y te presento”, le dice Monsiváis y acuerda que la reunión se lleve a cabo en un café de Melchor Ocampo.

Una cita lamentable

La cita, relata José Emilio más tarde en un escrito, resulta un desastre: Monsiváis no llega y el joven escritor tiene que armarse de valor y presentarse él mismo con Arreola, quien va acompañado de su pequeño hijo Orso. Es una tarde calurosa. José Emilio le da un fólder con sus cuentos y queda expectante de los comentarios del escritor zapotlanense, quien bebe un refresco Squirt. José Emilio, como todo escritor principiante, espera saber si sus cuentos están en el camino correcto, si tiene errores. Después de leer los cuentos, y sin emitir ningún comentario a favor o en contra de ellos, Arreola le dice: “De acuerdo, los publico”. Y se va dejando a José Emilio con más dudas que certezas.

“Le caíste muy mal a Arreola. Si no metió mano a tus cuentos fue porque no le gustaron y no cree que valga la pena publicarlos”.

Al siguiente día Monsiváis le dice al joven José Emilio algo que contribuye más al desaliento: “Le caíste muy mal a Arreola. Si no metió mano a tus cuentos fue porque no le gustaron y no cree que valga la pena publicarlos”.

Sin embargo, el trabajo del joven José Emilio es de muy buena calidad, por lo que no existe problema en que La sangre de Medusa aparezca publicado el 22 de noviembre de 1958 en el número 18 de los Cuadernos del Unicornio

La pobreza de los escritores

Con el tiempo la relación entre Arreola y José Emilio Pacheco mejora notoriamente. El autor de Las batallas en el desierto es aceptado como parte del taller literario de Arreola: “…había cambiado para conmigo y me aceptó como parte de ese taller informal que fue el verdadero punto de partida de nuestra generación. Allí pasé el último año de mi adolescencia”.

Arreola es también maestro de Vicente Leñero, Alejandro Aura,  José Agustín, Fernando del Paso, Eduardo Lizalde y Federico Campbell, entre muchos más.

La generosidad de Arreola es enorme, ya que no cobra un centavo por compartir conceptos y conocimientos que él llama carpintería del buen oficio. Su único sostén, aparte de los escasos derechos por sus libros, es una beca de 500 pesos del Colegio de México. Pero cuando llega Daniel Cosío Villegas suprime las becas y Arreola se queda sin ningún medio para mantener a su familia.

Juan José Arreola en la UNAM, años cincuenta. Fotografía de la Gaceta de la UNAM.

Entonces aparece Henrique González Casanova, quien como director general de Publicaciones de la UNAM, enterado del asunto, le paga por adelantado la edición del libro Punta de plata. Aunque existe un problema, pues la capacidad literaria de Arreola es inversamente proporcional a la capacidad de administrar dinero: compra y regala objetos innecesarios —botellas y libros caros que regala a medio mundo—, de tal forma que el adelanto pronto se agota, y lo que sobreviene es una cascada de plazos de entrega vencidos: del libro no hay una sola línea.

La página en blanco

La situación se agrava cuando Arreola entra en una crisis de creatividad, la cual le impide empezar a escribir. Mientras más aumenta la urgencia de entregar el libro, más trabajo le cuesta sentarse a escribirlo. El plazo vence el 15 de diciembre y las consecuencias parecen inevitables: en caso de que el trabajo no se entregue, la UNAM, a través de su departamento jurídico, iniciaría los trámites necesarios para exigir a Arreola la devolución del dinero, el cual ya no existe.

La decisión de José Emilio y el nacimiento de Punta de Plata/Bestiario

El 7 de diciembre, decidido a todo, el joven José Emilio Pacheco llega por la mañana al departamento de Arreola en la calle de Río Elba. “Ya no recuerdo si la idea fue mía o de Vicente Leñero, Eduardo Lizalde o el propio Fernando del Paso”, contaría más adelante. Sea como fuere, José Emilio hace que el maestro se tienda en un catre, se sienta a la mesa, saca papel y pluma y le dice:

—No hay más remedio: me dicta o me dicta.
Arreola, de espaldas en el catre, se tapa los ojos con la almohada y le pregunta:
—¿Por cuál empiezo?
José Emilio dice:
—Por la cebra.
Entonces, como si estuviera leyendo un texto invisible, el libro empieza a fluir de los labios de Arreola.

Punta de Plata/Bestiario termina de escribirse el 14 de diciembre. Finalmente, Henrique González Casanova recibe el manuscrito el día acordado, más o menos un día de diciembre como éste de hace muchos años. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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