KISS y Mötley Crüe en D.F.

El gran circo del rock and roll

Dos de las bandas de rock más admiradas y criticadas de las costas Este y Oeste de Estados Unidos se lanzaron en una aventura conjunta que llegó con todo su poder a México, una vez más, un par de ojos de Replicante —y fanático incondicional, además— estuvo ahí.

Para La IKISSABand, Kiko Riojas y Ramón.

La Armada resiste. Ni la lluvia, el lodo, el aire frío calando los huesos ni los rumores de que la noche está perdida dispersándose entre la multitud los desalientan. Más de 25 mil milicianos se mantienen en el fuerte que se alza en medio de la ciudad más grande del mundo, prestos para entonar los cánticos de cuatro décadas entre fuego y sudor.

La mayoría enfundados en camisas negras, recién adquiridas o desteñidas por el tiempo; botas militares o de campo, o estrafalarias de plataformas platinadas; tenis maltrechos por el agua y la tierra; mezclilla, cabellos largos, medianos, cortos o engomados. Piel, licra, espándex brillante, aplicaciones de metal, cadenillas y demás parafernalia necesaria en el ropaje que los identifican unos a otros, entre sí mismos y como parte del ejército presente.

El rostro pintado de los más aguerridos, ya sean rayas bajos los ojos, labios en negro, el blanco en el rostro completo, estrellas y alas oscuras o brillantes. Monstruos, seres estelares, demonios, felinos y salvajes depravados urbanos inspiran a la multitud.

La lluvia ha cesado y la incertidumbre se conjura en la noche del 29 de septiembre. Las puertas del recinto se abren y los que habían logrado entrar previo a la tormenta reciben entre gritos a la segunda avanzada. Ya suman más de cincuenta mil.

Más que un foro parece la enorme trinchera donde los milicianos comparten las risas, los abrazos-reencuentros, los recuerdos de anécdotas similares pasadas, los reclamos de ausencias o retardos. La tranquilidad de no haber perdido a nadie de camino al sitio, de saberse todos ahí, compartiendo más que bebidas y charlas, fragmentos de vida.

De golpe las luces impactan en las retinas y los tímpanos vibran al punto de sufrir pequeñas rasgaduras que se percibirán hasta años después. Las primeras explosiones llenan el Foro Sol en la Ciudad de México. El carnaval y el circo se conjuntan mientras un cuarteto de depravados que hicieron fama de sus aventuras en las calles y los burdeles de Los Ángeles dicen ser “santos”. Y lo gritan amplificando sus voces a través de miles en medio de la armada que esperaba.

Mötley Crüe tomó el escenario de The Tour cerca de las 22 horas, reventando el Foro Sol con “Saints of LA”. Casi una hora y media después KISS haría lo propio con “Detroit Rock City”.Durante tres horas los miles de fans ahí reunidos —que van de los siete a los cincuenta años de edad— cantaron o corearon, aplaudieron, brincaron y festejaron en medio del gran circo del rock and roll.

Mötley Crüe tomó el escenario de The Tour cerca de las 22 horas, reventando el Foro Sol con “Saints of LA”. Casi una hora y media después KISS haría lo propio con “Detroit Rock City”.Durante tres horas los miles de fans ahí reunidos —que van de los siete a los cincuenta años de edad— cantaron o corearon, aplaudieron, brincaron y festejaron en medio del gran circo del rock and roll.

Vivieron un momento de La Gira de la parafernalia, de la pirotecnia, de los efectos especiales al por mayor; las canciones sobre fiestas, sexo, excesos de alcohol y drogas, historias románticas con la dosis de estridencia básica para no caer en la melosidad popera. La gira de los partners in crime. La idea genial para miles de fanáticos surgida de la mente siempre en activo de Chaim Witz, mejor conocido como Gene Simmons, líder y bajista de la banda estadounidense KISS.

The Tour llegó al Distrito Federal para conjurar la tormenta previa que cerró calles, que se metió no sólo a los zapatos de los miles de fanáticos reunidos en el centro del Autódromo Hermanos Rodríguez, sino también de las casas en las zonas bajas de la ciudad monstruo. La lluvia que paró el tránsito, que provocó apagones y dispersó el caos por diversas zonas de la urbe según los reports de radiodifusoras diversas.

En la llamada Ciudad de los Palacios miles de familias sacaban agua de sus casas, otros de sus autos; algunos más miraban sus relojes desesperados por no poder avanzar; otros maldecían que el agua les hubiese arruinado la ropa o el calzado… decenas de miles con alguna queja o problema real. En el Foro Sol cerca de 55 mil seguidores del KISS ARMY elevaban sus cantos en tributo a lo que apenas comenzaba.

Vince Neil, vocalista de los Crüe, mostraba el pie fracturado unas tres semanas antes y bromeaba diciendo, mientras exponía esos sofisticados medios que en el primer mundo utilizan en ocasiones en lugar del yeso, que “the guys of KISS”, le habían prestado unas botas especiales.

El ritual apenas daba comienzo. Nikki Sixx, el líder de la banda daba la bienvenida levantando su bajo en alto. Lo que fue un anuncio y expectativa se había convertido en real. Mötley Crüe y KISS llegaron juntos a México prácticamente en el cierre de The Tour, la gira con la que los de Nueva York festejan cuarenta años ininterrumpidos de carrera, de ser una de las bandas de rock más populares del mundo, pese a todas las críticas, y de autoproclamarse y continuar siendo “The Hottest Band in the World”.

La alianza resultó más exitosa de lo que Simmons seguramente habría esperado. La fórmula no tenía pierde: dos de las bandas más seguidas y más criticadas, más admiradas o más menospreciadas, que llevaron el teatro rockero inaugurado por David Bowie o Alice Cooper hasta circos extremos, arriba y abajo del escenario, sumaron fuerzas en marzo pasado y se lanzaron en un viaje, simplemente llamado The Tour, es decir La Gira, con toda la connotación que una denominación como ésa puede llevar.

En algunos alimentó el rumor de la posible cercanía de una desintegración definitiva de KISS; para la mayoría simplemente acrecentó la certeza de que Gene Simmons y Paul Stanley tienen las pilas, las ganas y la ambición suficiente para continuar ofreciendo el espectáculo que ha convertido a KISS en la más jugosa marca dentro del mundo del rock. La fábrica de sueños de Gene Simmons no se detiene. Para fortuna de sus seguidores tiene más para dar.

Para los sultanes del “sleaze”, los depravados de Los Ángeles, la oportunidad de salir a tocar con la banda que más los ha influenciado y de la que fueron incluso considerados mala copia. Pero no llegando como teloneros, sino compartiendo el cartel. Lo de The Tour no fue sólo un show más de KISS, ha sido la suma de las escenas glammeras y del hair metal de los ochenta de las costas Este (KISS, Nueva York, 1972) y Oeste (Mötley Crüe, Los Angeles, 1981). El revival de lo que sigue presente.

De maldecir bajo la lluvia a rendir culto al Dios del Trueno

El avión aterrizó en la terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México pasadas las 18:30 horas. Sin mirar más el reloj corro al baño mientras coreo en voz baja “I wanna rock and roll all night…” y la entrecruzo con “Girls, girls, girls…”.

Encerrado en un cubículo especial para usuarios en silla de ruedas me cambio el pantalón por el mismo que he usado durante los pasados conciertos de Anthrax, Metallica, Def Leppard, Poison y Megadeth. La playera negra enmarca un puño en alto y la leyenda impresa es clara: “KISS Army. No Substitutes”. El uniforme está listo.

Envío un mensaje y Mario, “Sapo”, contesta que también va en camino. La IKISSA Band de nuevo en movimiento, un concierto más, una estrella más a la carrera iniciada en 1997, de nuevo, gracias a KISS. Téllez, Francisco “Panchín”, “Ales” Luna —aunque en mejor sitio y bien acompañado— ya están camino al Foro Sol. Felipe, mi doblemente hermano, no responde.

La tormenta me sorprende a la salida de la terminal de aviones, cae con esa impunidad que las fuerzas de la naturaleza tienen como característica particular. No hay manera de culparla de las pequeñas tragedias de media tarde. Atrasa los taxis, impide ir en pos del Metrobús, se mantiene como cliché literario: por minutos que parecen horas.

Finalmente, subo al auto de alquiler: “¿Dónde va?, Forol Sol, ¿Al concierto? Sí. ¿No se canceló? (La puta que lo parió.). No que yo sepa. Pues con esta lluvia no creo que haya, pero igual lo llevo. No, no, sí habrá, es KISS, una lluvia como ésta no basta. Bueno, pero que conste, igual va a estar complicado llegar, hay muchas calles cerradas, ya ve… cuando llueve. (Tú maneja, cabrón, y deja de decir estupideces.)

El taxi se detiene frente al puente peatonal que lleva directamente a la entrada del Foro Sol, pero el acceso ahí está restringido. Hay una larga cola de ese lado, donde está el Palacio de los Deportes, por un momento me confundo, estoy a punto de formarme cuando veo que los ahí alineados no tienen en común las playeras negras, que hay demasiados tipos con ropa de esa que llaman casual, con zapatos, sacos, chamarras de diseñador; mujeres muy arregladas. No prevalece la parafernalia cercana al heavy metal. Claro, en el Palacio estaba por tocar Enrique Bunbury. Me alejo de inmediato.

Camino durante más de 25 minutos hasta lograr la entrada donde quedé de ver a Mario, llamado por mí esa noche “Sapo McGhee”, en honor al genial manager de KISS, Doc McGhee, también manager de Mötley Crüe. No hay señal, no hay manera, y es él quien tiene mi boleto. Finalmente lo encontré casi treinta minutos después y en una alegre coincidencia, Felipe nos encontraría diez minutos más tarde, más desesperado, sin pila en el celular y en medio de miles de fanáticos, moviéndose en todas direcciones.

Cerca de las 22 horas, casi a cuatro de haber llegado después de volar de Mérida a Ciudad Victoria, Tamaulipas, pasar ahí día y medio entre periodistas y estudiantes de Ciencias de la Comunicación resolviéndonos las dudas sobre el periodismo en Internet, de desvelarme con el frío de la cerveza en las manos y el dulzón quemante del exceso de tabaco, de embarrarme los zapatos en el fango y de mojarme hasta el último rincón, Mötley Crüe puso fin a cualquier queja.

El escenario se llenó de fuego. Vince Neil, Nikki Sixx, Mick Mars, Tommy Lee y una troupé de strippers-acróbatas lo tomaron por completo. Pantallas a las espaldas, cadenas, ventiladores gigantes y una especie de círculo de la muerte a la espalda de la batería completaban el show. Los de Los Ángeles afrontaron el reto de compartir el espacio con lo que vendría después.

Si Simmons escupiría sangre y lanzaría llamas por la boca, Nikki Sixx, su par en las cuatro cuerdas, no cejaría de mostrarse como el peso principal de los Crüe y hasta convertiría su bajo en lanzallamas. Vince Neil acariciaría a todas las coristas, jugaría incluso con guitarras como elementos de dominación sexual y sonreiría provocándonos la envidia a miles, entre dos strippers-coro, para estar al nivel de Paul Stanley, el Star Child de los neoyorquinos, sus coqueteos y la boca en beso permanente.

Los maestros del espectáculo del rock and roll salieron a demostrar una vez más por qué durante cuarenta años han sido uno de los grupos más populares de la escena musical internacional, incluso del metal. El Starchild, Spaceman, The Cat y el líder, The Demon, impusieron su ritmo y tiempos como cabezas del KISS Army. Y todos gritamos, levantando el puño en alto.

Mick Mars prolongaría sus solos de guitarra, manteniéndose a buen nivel con Tommy Thayer, el quinto guitarrista de KISS, y Tommy Lee, ese sí, superaría los elevadores de las percusiones de Eric Singer, tocando de cabeza y dando vueltas en el círculo de la muerte con todo y batería.

Mötley pasó de la santidad perversa al lado salvaje, “Wild Side” atronaba en manos levantadas con dedos índice y meñique extendidos, vasos en alto y voces llegando aún más arriba. Luego vendría la invocación, la pieza que los subiría al estrato de las bandas satánicas según la crítica de los grupos de la derecha moralizante estadounidense: “Shout at the Devil”.

El lance pesado y rasposo de los Crüe se detiene. Mario se había ido a tratar de encontrar al resto de la banda. Un piano apareció en medio del escenario y supe lo que venía a continuación. Hace casi cinco años alcé mi teléfono al aire después de marcarle a Felipe para dejarlo escuchar“Home Sweet Home”,aunque fuese así, en aquel concierto en el Palacio de los Deportes en la gira Carnival of Sins. Pero esta otra noche nos tocaba poder disfrutarla juntos. Por fin. Mario volvió justo al momento para sumarse al coro.

Luego vendría el show de Tommy Lee, una marca constante en los conciertos de los angelinos desde la década pasada. “Doctor Feelgood” pegó con su crudo inicio. Luego Sixx pediría que todos subiéramos la mano derecha al aire, en un puño cerrado, y que la moviéramos de arriba hacia abajo. Al mismo tiempo el sonido del motor de motocicletas acelerando nos acompañó y sabíamos que comenzaría “Girls, Girls, Girls”, enmarcada con imágenes de actrices y modelos famosas de la historia en las pantallas, incluido un pase veloz por una foto de Justin Bieber.

“Kickstart my Heart” subió la velocidad. “Same ol’ Situation” y “Primal Scream” acompañaron las cervezas y nuestros desaforados gritos. Como dándonos fuerza para cualquier cosa que pudiera pasar, Mario y yo coreamos el “moto” de “Kickstart” y parte fundacional de la IKISSA Band: “When we started this band, all we needed, needed was a laugh. Years gone by, I’d say we’ve kicked some ass. When I’m enraged, or hitting the stage, adrenaline rushing trough my veins, and I’d say: we’re still kickin’ ass!”

Después llegó el descanso, Víctor “Droopy” nos localizó y arrastró en medio de brincos, festejo y más cervezas a nuestra bienvenida hasta donde ya estaban Téllez y Panchín. Con medio pelotón de la IKISSA Band, recordando a quienes hemos perdido en el camino, a quienes han abandonado el grupo, nos preparamos para lo que seguía.

Tal cual, desgarrándonos las gargantas lo gritamos a coro: “All rigth Mexico, you wanted the best, you got the best, the hottest band in the World: KISS!!!” “Detroit Rock City” fue la primera rola para encender de nuevo el Foro Sol. Simmons, Stanley, Thayer y Singer salían al escenario mexicano por novena o décima ocasión. Poco para su larga carrera, pero significativamente enorme para miles de los fanáticos ahí reunidos.

Los maestros del espectáculo del rock and roll salieron a demostrar una vez más por qué durante cuarenta años han sido uno de los grupos más populares de la escena musical internacional, incluso del metal. El Starchild, Spaceman, The Cat y el líder, The Demon, impusieron su ritmo y tiempos como cabezas del KISS Army. Y todos gritamos, levantando el puño en alto. Ejército orgulloso, milicianos de corazón, fanáticos extremos o no, locos, estúpidos o como se nos quiera llamar. Cuando tienes 32 años escuchando a una misma banda importan poco las críticas.

KISS cumplió como siempre lo sabe hacer, con la fórmula básica de cantar las mejores canciones de su paso por la historia musical; con la frase de siempre de Stanley: “Mi español no es muy bueno, pero los queremos”; la lengua serpentina de Simmons oscilando y tirando saliva durante todo el set; el fuego luego saliendo de esa misma boca, la sangre artificial del Demonio y su vuelo por el escenario; la batería elevada de Singer, las plataformas para Stanley y Thayer; el nombre de la banda en estrobos y leds, en pantalla gigante. Bienvenidos al circo, bienvenidos al show que no termina.

Una bandera de México con fechas de sus conciertos pintadas encima borró cualquier rumor o incertidumbre de la permanencia de KISS en las rutas de las giras de rock en el mundo: después de la de esa noche hay un signo de interrogación. Simmons y Stanley la miran y leen para después voltear hacia nosotros y sonreír con cierta complicidad. Es un hecho, han de volver.

The Tour también permitió a KISS adelantar una canción de su nuevo disco, Monster.Hell or Allelujah” brindó buenos indicios del nuevo material y mejoró las expectativas de su no muy bien logrado LP anterior Sonic Boom, que algunos pondríamos al lado de Music from the Elder.

En su papel de Spaceman, Thayer cantó “Shock Me” y demostró por qué puede llenar, más allá de rasgos de personalidad, el espacio que dejó Ace Frehley y que tomarían después Vinnie Vincent, Marc St. John y Bruce Kulick. Eric Singer probó por su parte que es el mejor baterista que KISS ha tenido, musicalmente superior, pero no en leyenda, a Peter Criss y en un estilo diferente al que manejara Eric Carr, fallecido en 1991.

God of Thunder” cubrió el concierto de pleitesía: “Behold the God of Thunder” se escuchaba en coros mientras el propio cielo del D.F. parecía responder también enviando los últimos rayos horas después de la lluvia. “Lick it Up” y “Love Gun” nos recordaron anécdotas adolescentes. La carga se acentuaría después con “Cold Gin”. Antes “Black Diamond” ya nos enviaba el mensaje de que la fiesta estaba por terminar.

“I Was Made for Lovin’ You” y las reminicencias de viejos romances se agolparon en mi cabeza con la nicotina y el alcohol.Rock and Roll All Nite” coronó mi tercer concierto de KISS, mi concierto no sé qué número con un grupo de amigos-hermanos conocidos en Coatzacoalcos, cuando tenía que ir a visitar a mi padre, quien ya no vivía con mi familia, a finales de la década de los ochenta.

Finalmente, la canción dejada en el sonido ambiente al final del recital de KISS y Mötley Crüe en The Tour es “God Gave Rock and Roll to You”. Y si, como dicen los creyentes, Dios es infalible, entonces sabía perfectamente por qué nos dio el rock and roll y por qué un día Chaim Witzz decidió ponerse como sobrenombre Gene Simmons y hacer un grupo de rock para conseguir chicas y tener mucho dinero; por qué un día mi hermano Ramón llevó el LP Dinasty a la casa, y también supo por qué un día, en Coatza, teníamos que dejar el balón de futbol a un lado, levantar nuestras primeras cervezas y poner un disco de KISS. ®

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Publicado en: Música, Octubre 2012

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