Este texto retrata a la mítica figura del contratenor alemán cantando arias en los clubes gays de Berlín y Nueva York.
Lo vi por primera vez en 1985 en un monitor suspendido de una de las esquinas del discobar El Nueve, la pequeña e intensa discoteca de la Zona Rosa donde Henri Donnadieu recibía a gays, travestis, roqueros, punks, artistas e intelectuales (algunos de éstos podían ser dos o tres o casi todas estas cosas a la vez). En 1989, antes de ser clausurado, el antro fue el epicentro de un prolongado carnaval en el que se empalmaron distintas generaciones y los más diversos —y vistosos— personajes de la cultura mexicana y hasta extranjera. La segunda vez lo vi también en ese lugar oloroso a sudor y tabaco, en otra de las hipnóticas pantallas —MTV estaba en su apogeo y era exclusivamente musical. También la tercera y la cuarta, y muchas veces más: siempre el mismo video. Me seducía la mirada penetrante de sus inquietos ojos redondos tanto como sus movimientos mecánicos y esa voz operística que le daba un tono dramático a esa enérgica melodía pop: “Total Eclipse”. ¡Con qué facilidad pasaba de los tonos graves a los más agudos! Ataviado como un arlequín del futuro con frac y un caricaturesco moño gigante, tres cuernos pilosos brotan de su cráneo, su gravedad casi histérica contrasta con la frenética coreografía de dos musculosas afrobailarinas esculpidas en mármol mientras él cambia cada tres segundos sus estudiadas poses estatuarias.Klaus Nomi murió en 1983. Lo busqué en las escasas revistas extranjeras a las que teníamos acceso en el México de los ochenta. Nacido Klaus Sperber en 1944 en un pueblo bávaro, se embelesó con la ópera desde niño, a la que prefería en vez de los juegos infantiles. Había nacido en el seno de una familia de artistas. (Se dice que no quiso ingresar al coro de los niños cantores de Viena porque se rehusó a ser castrado, pero eso es un rumor.)
Ataviado como un arlequín del futuro con frac y un caricaturesco moño gigante, tres cuernos pilosos brotan de su cráneo, su gravedad casi histérica contrasta con la frenética coreografía de dos musculosas afrobailarinas esculpidas en mármol mientras él cambia cada tres segundos sus estudiadas poses estatuarias.
Murió a los 39 años, casi abandonado, una noche de agosto de 1983, de una enfermedad rara y que muchos creerían después que se trataba de un castigo divino a los homosexuales. Se fue de este mundo con el cuerpo carcomido y desfigurado por ese mal que los científicos no alcanzaban a entender. Sus partículas carbonizadas se integraron al aire de Nueva York. Fue quizá el primer muerto famoso a causa del sida.
En 1985 la Ciudad de México fue azotada por un terremoto que dejó miles de muertos. La noche del 19 de septiembre el Nueve abrió sus puertas, pero sólo unos pocos nos aparecimos por ahí. En medio de la pista vacía esperé en vano por el video. “Total Eclipse”. La letra habla de un holocausto nuclear. Afuera la ciudad yacía devastada. Pocos años más tarde empezaron a caer, víctimas del sida, varios amigos míos. Recordé entonces algo que declaró el glamoroso artista travesti Joey Arias sobre Klaus Nomi poco después de su muerte:
Los doctores me obligaron a utilizar un traje de plástico cuando lo visité. Tenía prohibido tocarlo. […] Su mánager le hizo firmar todos los papeles, como si su vida valiera quinientos dólares. Desarrolló kaposis […] y empezó a tomar interferón. Eso le afectó terriblemente. Tenía marcas en todo su cuerpo y sus ojos tenían hendiduras púrpuras. […] Después se debilitó y lo llevamos de urgencia al hospital. No podía ingerir alimentos por días porque tenía cáncer estomacal. Luego le brotó herpes por todo su cuerpo. Se convirtió en un monstruo. Me dolía tanto verlo. Hablé con él la noche del 5 de agosto y me dijo: “¿Joey, y ahora qué hago? No me quieren más en el hospital. Ya me desconectaron de todas las máquinas. Tengo que parar todo esto porque no estoy mejorando”. Tuve un sueño en el que Klaus se mejoraba y cantaba nuevamente, sólo que esta vez un poco deformado, así que ahora tenía que estar detrás de una pantalla. Le dije: “Ahora tú serás el fantasma de la ópera. Haremos presentaciones juntos”, y me respondió, “Sí, posiblemente”. Pero Klaus murió esa noche mientras dormía [en Steven Hager, Art After Midnight: The East Village Scene, 1986].
Klaus Nomi cantaba arias en el Kleist Casino, un club gay del Berlín de los años sesenta, y al mismo tiempo trabajaba como acomodador en la Ópera Alemana. Al terminar las funciones Nomi cantaba entre amigos piezas de María Callas y de Elvis Presley. Cuando la diva fue a cantar a Berlín el joven Klaus corrió a verla. Se acercó lo más que pudo al escenario y en un momento sus miradas se cruzaron. “Logré obtener un fugaz vistazo de sus ojos y fue como un incendio dentro de mí. Casi me desmayo. Al día siguiente fui a buscar una profesora de canto y comencé a cantar profesionalmente, y cada vez que tengo éxito en cualquier cosa, en honor a ella interpreto una de sus canciones”, le contó en 1979 a los periodistas del Soho News Maureen McLaughlin y John Beal.
En 1970 se mudó a Nueva York, al barrio artístico y vanguardista del East Village, donde se ganaba la vida como pastelero (incluso salía en la sección de cocina del show de Glen O’Brien). Cuenta el artista venezolano Carlos Zerpa, sentado en el Café Borgia, que lo veía pasar con un casco plateado, lentes oscuros alargados y labios y uñas pintados de negro. Zerpa no sabía entonces quién era ese personaje extravagante que parecía haber salido de un platillo volador:
Hasta que vi el film Urgh! A Music War, esa película recopilatoria de todo el movimiento musical del momento, un macrofestival realizado simultáneamente en los Estados Unidos y la Gran Bretaña allá por el año 1981, Punk, New Wave, Reggae and Techno bands con los grupos Dead Kennedys, Police, Devo, Gary Numan, The Cramps, UB40, Gang of Four entre otros, cuando de pronto en la gran pantalla apareció Klaus Nomi, cantando su pieza “Total Eclipse”… Vestido como de latex, de blanco y negro con hombreras espaciales y su blanca cara, peinado cual samurai del espacio, parece un “Replicante”… [en Analítica]
Klaus era fan de una revista de ficción científica y cyber punk llamada Omni, y por ella cambió su nombre a Nomi. Su profesor de canto, Ira Siff —el nombre real de la drag queen Vera Galupe-Borszch de La Gran Scena Opera Company—, dijo de él que era “la única persona que dio sentido a la mezcla de la ópera con el pop, y que comprendía ambos estilos y los hizo funcionar conjuntamente. Llevó su voz a lugares y sonidos lejanos, que la gente jamás había escuchado antes” [en esta página dedicada a Klaus].
Klaus Nomi perfeccionó su atuendo extraterrestre para la representación satírica y gay de El oro del Rin, de Wagner, en 1972. Pronto se hizo muy popular en los clubes neoyorquinos, en los que aparecía vestido con apretados trajes de plástico y capas transparentes y entre escenografías cabareteras llenas de humo, guitarrazos y sonidos electrónicos acompañado de odaliscas espaciales, bailarines andróginos, stripers y hasta un perro que cantaba —en la obra New Wave Vaudeville. Entre los artistas que participaron con él estuvieron Jean-Michel Basquiat, Keith Haring y Madonna. David Bowie, quien fue a verlo al Mudd Club —el lugar que frecuentaban Lou Reed, los Talking Heads y Andy Warhol— invitó a Nomi y a Joey Arias a hacer los coros de “The Man Who Sold the World” en una emisión del Saturday Night Life en febrero de 1979. Dos años después la RCA produciría su primer álbum, Klaus Nomi. Giras por Estados Unidos y Europa, entrevistas, videos, documentales. Un segundo disco, Simple Man, y, después de su muerte, homenajes, exposiciones, inspiración para modistos como Givenchy y Paco Rabanne, más documentales. En apenas siete años de intensa carrera Klaus Nomi ofreció una original combinación de vodevil y espectáculo del futuro que integraba lo mejor de la música culta y popular. Sus interpretaciones a “Ding Dong”, de la película El mago de Oz, y de “Falling in Love Again”, de Marlene Dietrich, son obras maestras entrañables y melodramáticas que no deberían dejarse al olvido. Si Nomi fue un extraterrestre, fue el más elegante y excéntrico de ellos —aunque cantaba, irónicamente, “I Am a Simple Man”. ®
Publicado originalmente en Marvin, julio de 2013.