La amoralidad de los psicópatas

Por qué no distinguen entre el bien y el mal

Distinguimos entre transgresiones morales y sociales porque las morales están asociadas con un verdadero sufrimiento en las personas, así que si existiera una persona que tiene problemas para distinguir cuando alguien está sufriendo entonces tendría problemas en distinguir entre transgresiones morales y sociales —y ése es precisamente el problema con los psicópatas.

Los ojos de un asesino. © Evil Angel.

Los ojos de un asesino. © Evil Angel.

Seguido he escuchado decir que el hubiera no existe. A mí me parece una mala idea porque es como decir que somos perfectos y que nada de lo que hemos hecho está mal. No es cierto. Cometemos errores y sentirnos mal por nuestras acciones es un signo de que se es una persona sana. Pero hay de errores a errores. Me puedo sentir mal porque un vaso se me cayó o porque cometí un asesinato.

Cometemos errores y sentirnos mal por nuestras acciones es un signo de que se es una persona sana. Pero hay de errores a errores. Me puedo sentir mal porque un vaso se me cayó o porque cometí un asesinato.

Así, tenemos por un lado las transgresiones morales que están definidas por sus consecuencias en los derechos y bienestar de otras personas, y por otro lado están las transgresiones a las convenciones sociales, las cuales son violaciones a las conductas que estructuran las interacciones sociales.

Las personas sanas logran distinguir desde muy pronto —a los 39 meses de nacidos [Smetana, 1981]— entre estos dos tipos de moralidad, y se ha especulado que es resultado de la socialización, por ejemplo al castigar [Trasler, 1978], o bien de un razonamiento abstracto [Turien y cols., 1987].

Si es cierto que desde muy chicos los seres humanos pueden razonar de manera abstracta sobre cuestiones morales, entonces todos aquellos que tengan problemas en este razonamiento no podrán distinguir entre transgresiones morales y transgresiones sociales, y viceversa, los que tengan problemas en hacer esta distinción tendrán problemas también en el razonamiento abstracto.

Psicopatía

La psicopatía es un desorden del desarrollo que se caracteriza por una reducción en la culpa, la empatía, carencia de vínculos significativos con quienes los rodean y realización de actos antisociales, incluyendo la impulsividad y un pobre control conductual [Lynam y cols., 2007].

La psicopatía es un desorden del desarrollo que se caracteriza por una reducción en la culpa, la empatía, carencia de vínculos significativos con quienes los rodean y realización de actos antisociales, incluyendo la impulsividad y un pobre control conductual.

Suele distinguirse entre agresión reactiva (la que ocurre de manera explosiva ante una amenaza o una frustración y que no está dirigida hacia una meta) y agresión instrumental (la que se usa para lograr una meta, como los asaltos) [Berkowitz, 1993]. Los psicópatas suelen tener un mayor grado en esos dos tipos de agresividad, pero sobre todo en la instrumental: usan la agresión y el daño para lograr sus metas personales [Frick y cols., 2003].

Psicopatía y moralidad

Muchas investigaciones sugieren la importancia de las emociones en el desarrollo moral [Blair, 1995]. Se dice que distinguimos entre transgresiones morales y sociales porque sólo las morales están asociadas con un verdadero sufrimiento en las personas, así que si existiera una persona que tiene problemas para distinguir cuando alguien está sufriendo entonces tendría problemas en distinguir entre transgresiones morales y sociales —y ése es precisamente el problema con los psicópatas.

Se han hecho estudios en los que se ha comprobado que los psicópatas tienen una disminución de sus respuestas autonómicas (sudoración y respuesta galvánica de la piel, cuando la piel se eriza) al presentárseles imágenes de personas sufriendo [Blair y cols., 1997] y no reconocen las expresiones de tristeza y miedo [Dolan y Fullam, 2006].

Esto sugiere que un factor decisivo para la socialización moral es la apreciación de las respuestas emocionales de las otras personas. El problema es que los psicópatas son menos susceptibles de ser influenciados por la socialización que hacen los padres que los individuos sanos. Esto sugiere también que los sistemas neuronales que están implicados en la psicopatía pueden ser importantes para el desarrollo moral.

La disfunción neuronal en la psicopatía

Estudios neuropsicológicos han identificado dos regiones centrales en la psicopatía: la amígdala y la corteza prefrontal ventromedial (CPFVM). Por ejemplo, se ha visto que los psicópatas tienen deficiencias en el condicionamiento aversivo, el aumento del reflejo de miedo al ver amenazas visuales; estos deterioros son iguales a los que presentan personas con lesiones de la amígdala [Blair, 2006]. También se ha visto que los psicópatas tienen problemas con tareas como la Iowa Gambling Task, exactamente igual que los sujetos con lesión en la CPFVM.

Psicopatía...

Psicopatía…

Antes de continuar debemos de aclarar que la psicopatía no es una condición neurológica, es decir, no está asociada con lesión de una región particular del cerebro. Teniendo en cuenta esto, podemos observar que los estudios de neuroimagen en individuos psicópatas han mostrado una reducción de la actividad de la amígdala y en la región rostral de la corteza cingulada anterior y de la CPFVM en respuesta a palabras emocionales, durante el condicionamiento aversivo, y a caras con expresiones emocionales [Gordon y cols., 2004].

La amígdala, la CPFVM y la moralidad

La amígdala y la CPFVM están implicadas también en la emergencia del razonamiento moral; por ejemplo, hay un incremento de la actividad de la CPFVM en respuesta a elecciones morales (véase la figura 1) [Luo y cols., 2006]; también se ha observado un mayor o menor incremento de la actividad de la amígdala y de la CPFVM en respuesta a la mayor o menor severidad de una transgresión moral.

Una propuesta

Dado que las investigaciones sobre la amígdala y la CPFVM no han precisado sus roles funcionales, R.J.R. Blair, del Programa de Humor y Ansiedad del Instituto Nacional de Salud Mental, propone que la amígdala es decisiva para el aprendizaje, mediando las respuestas emocionales y las representaciones de los estímulos condicionados dentro de la corteza temporal; con ello es posible que los sujetos aprendan qué es lo bueno o lo malo de ciertas acciones.

Básicamente dice que el aprendizaje de lo que es moral (aprendizaje de que ciertas acciones dañan a otros y que por eso mismo deben de ser evitadas) yace en la función de la amígdala. Los psicópatas son el caso extremo de personas que no responden a las señales de daño y dolor de sus congéneres, razón por la cual es mucho más difícil enseñarles a ser sociables [Oxford y cols., 2003].

Por otro lado, la amígdala se relaciona fuertemente con otras regiones cerebrales, como la corteza prefrontal orbital y la CPFVM, proveyéndoles de un reforzamiento. Es decir, si la CPFVM representa la información de mis acciones y las de las personas que me rodean, la amígdala se encarga de dotarlas de emociones positivas o negativas. En los psicópatas, este reforzamiento de la amígdala se interrumpe y no se puede evitar realizar acciones que son emocionalmente aversivas [Koenigs y cols., 2007].

Esta propuesta tiene potenciales implicaciones terapéuticas, tanto farmacológicas como psicológicas. Dentro del primer tipo se está trabajando con drogas que tienen como blanco a la amígdala modulando su actividad, enfocándose específicamente en la serotonina y la noradrenalina. Por el otro lado, la terapia psicológica que más parece funcionar es la técnica de extinción basada en la terapia cognitivo-conductual. Lo más seguro es que ambos tratamientos terminen siendo utilizados para lograr que se asocien las acciones que hieren a otras personas con una respuesta emocional en el psicópata. ®

Referencias bibliográficas

Smetana, J.G. (1981), “Preschool children’s conceptions of moral and social rules”, Child Dev. 52, 1333–1336.

Trasler, G. (1978), “Relations between psychopathy and persistent criminality – methodological and theoretical issues”, en Psychopathic Behaviour: Approaches to Research (Hare, R.D. y Schalling, D., eds.), pp. 273–298, Wiley.

Turiel, E. et al. (1987), “Morality: its structure, functions, and vagaries”, en The Emergence of Morality in Young Children (Kagan, J. y Lamb, S., eds.), pp. 155–245, University of Chicago Press.

Lynam, D.R. et al. (2007), “Longitudinal evidence that psychopathy scores in early adolescence predict adult psychopathy”, J. Abnorm. Psychol. 116, 155–165.

Berkowitz, L. (1993), Aggression: Its Causes, Consequences and Control, Temple University Press.

Frick, P.J. et al. (2003), “Callous-unemotional traits and conduct problems in the prediction of conduct problem severity, aggression, and self-report delinquency”, J. Abnorm. Child Psychol, 31, 457–470.

Blair, R.J.R. (1995), “A cognitive developmental approach to morality: investigating the psychopath”, Cognition 57, 1–29.

Blair, R.J.R. et al. (1997), “The psychopathic individual: a lack of responsiveness to distress cues?”, Psychophysiology 34, 192–198.

Dolan, M. y Fullam, R. (2006), “Face affect recognition deficits in personality-disordered offenders: association with psychopathy”, Psychol. Med. 36, 1563–1569.

Blair, R.J.R. (2006), “The emergence of psychopathy: implications for the neuropsychological approach to developmental disorders”, Cognition 101, 414–442.

Gordon, H.L. et al. (2004), “Functional differences among those high and low on a trait measure of psychopathy”, Biol. Psychiatry 56, 516–521.

Luo, Q. et al. (2006), “The neural basis of implicit moral attitude – an IAT study using event-related fMRI”, Neuroimage 30, 1449–1457.

Blair, R.J.R. (2007), “The amygdala and ventromedial prefrontal cortex in morality and psychopathy”, TRENDS in Cognitive Sciences Vol. 11 No. 9.

Oxford, M. et al. (2003), “Callous-unemotional traits moderate the relation between ineffective parenting and child externalizing problems: a partial replication and extension”, J. Clin. Child Adolesc. Psychol. 32, 577–585.

Koenigs, M. et al. (2007), “Damage to the prefrontal cortex increases utilitarian moral judgements”, Nature 446, 908–911.

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Publicado en: Ciencia y tecnología, Mayo 2013

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