¿Cuáles son los límites entre el antisionismo y el antisemitismo? ¿Por qué muchas veces se acaban fundiendo en uno solo el odio a los judíos y la “crítica” —desinformada, casi siempre— a la política del Estado de Israel? De odios y boicots…
I. Es hijo de una francesa, bretona, blanca, y un camerunés, negro, de la etnia ewondo; tiene 48 años de edad. En 1991 comenzó su carrera de comediante al lado de su amigo de la infancia, Élie Semoun, con quien montó shows en teatros y en la televisión en los que incluían sketches sobre los estereotipos de los negros y los judíos. El humor, ácido, no llegaba al escarnio ni al insulto. Dieudonné M’Bala es musulmán y Semoun es judío de origen marroquí, ambos de nacionalidad francesa. En una entrevista reciente para la televisión iraní Dieudonné hizo un llamado a los “cristianos perdidos” para convertirse al islam y combatir el sionismo, al que considera la encarnación de la injusticia, de la mentira y la manipulación; “El sionismo te aplastará, te dominará y te volverá un esclavo”, dijo ahí, y elogió a la revolución del ayatola Jomeini como un ejemplo para el mundo. De ahí a negar el Holocausto sólo había un paso, y lo dio: “Una invención de la mafia judía, pornografía de la memoria”, dijo en Argelia en 2005. Un año después viajaría a Líbano con el conspirólogo izquierdista Thierry Meyssan —autor de 9/11: The Big Lie—, el militante del Frente Nacional Frédéric Châtillon y el escritor Alain Soral para reunirse con combatientes de Hezbollah. Estas acciones y declaraciones le han ganado simpatías no solamente entre la extrema izquierda —sobre todo de la organización EuroPalestine—, sino también entre la ultraderecha francesa nacionalista, racista y neofascista, a pesar de que la piel del comediante es morena (aunque más clara que la de la ministra de Justicia Christiane Taubira, que ha sido denigrada por la ultraderecha católica y el diario Minute). La pareja de humoristas se deshizo en 1997, aunque hubo un reencuentro con resultados fallidos al año siguiente —Semoun lo acusó de haberlo estafado; a esa acusación Dieudonné le respondió: “¿Qué te pasa, acaso tus orígenes salen a la superficie?”
¿Qué pasó con Dieudonné? De izquierda en los años noventa, participó en campañas contra el racismo y por los derechos de los inmigrantes ilegales; con su partido Los Utopistas y en alianza con los ecologistas se lanzó como candidato a representante de una localidad en el centro de Francia contra una candidata del Frente Nacional, de Jean-Marie Le Pen.
¿Qué pasó con Dieudonné? De izquierda en los años noventa, participó en campañas contra el racismo y por los derechos de los inmigrantes ilegales; con su partido Los Utopistas y en alianza con los ecologistas se lanzó como candidato a representante de una localidad en el centro de Francia contra una candidata del Frente Nacional, de Jean-Marie Le Pen. A la vuelta del siglo se acercó al grupo radical estadounidense La Nación del Islam y enderezó su discurso contra los europeos y los judíos “sionistas” traficantes de esclavos durante la colonización de América. En 2002 Dieudonné solicitó apoyo económico al Centro Nacional de Cinematografía para producir la película Code Noir, sobre el tráfico de esclavos, que fue rechazado; por esa razón acusó al CNC de “sionista” y de medir con un doble rasero el racismo contra los negros y el racismo contra los judíos. “Los judíos son una secta, un fraude, son los peores de todos”, dijo Dieudonné a la revista Lyon Capitale en ese año. Se hizo amigo de su antiguo rival Le Pen, quien en 2008 accedió a ser padrino de su tercera hija, e invitó al negacionista Robert Faurisson a uno de sus shows, en los que se disfrazaba de judío ortodoxo que invitaba al público a unirse al “eje del bien” Washington-Tel Aviv y cerraba la pieza con un “Isra-Heil”! Dieudonné le dio un premio a Faurisson por su “insolencia descastada”, que recibió de una asistente vestida con el uniforme de los campos de concentración con una estrella de David prendida al pecho. Semoun le escribió entonces en una carta abierta: “Se acabó. Dieudonné está en otro lugar, en el mundo del odio. Es como si hubiera vivido junto a un psicópata o a un pederasta sin darme cuenta”, pero su viejo amigo decidió quedarse en ese mundo, cada vez más lejos del humor y más cerca del vituperio. En una de sus presentaciones dijo del periodista judío Patrick Cohen, de la estación de radio France Inter, que cada vez que oía su nombre pensaba en cámaras de gas, “Qué mal, ya no existen”, remató. En 2009 fundó la Liga Antisionista, en cuyos carteles propagandísticos aparecía haciendo la ahora famosa señal llamada quenelle —el brazo derecho extendido hacia abajo, en diagonal, y el izquierdo cruzado sobre el pecho—, con la que quería significar que “metería una quenelle en el culo del sionismo” (la palabra alude a unas croquetas de pescado alargadas). En esos carteles aparecía junto al espeluznante marxista Alain Soral, que fue alumno de Castoriadis, crítico de la “politización de los gays” y del feminismo —dice que prefiere los velos islámicos a las tangas—, admirador de Hugo Chávez, de Ahmadineyad y de Vladimir Putin y finalmente aliado de la extrema derecha de Le Pen —aunque no piensa, como en el Frente Nacional, que la islamización sea una amenaza; Soral también cree en el predominio financiero de los judíos en el mundo. (Un caso que recuerda al del marxista Roger Garaudy, que se convirtió al catolicismo después de la invasión soviética a Checoslovaquia y después al islam, llegando a defender las tesis negacionistas en su libro de 1995 Los mitos fundadores de la política israelí.)
En 2012 Dieudonné debutó como director con la película El antisemita (L’Antisémite), en la que él mismo caracteriza a un personaje alcohólico y violento que se disfraza de nazi en una fiesta. En el filme, producido por el Centro de Cine Documental y Experimental de Irán, donde se hace mofa de los prisioneros de los campos de concentración, también aparece Robert Faurisson.
La quenelle fue popularizada a fines de diciembre de 2013 por su amigo el futbolista Nicolas Anelka después de haber anotado el primer gol de la temporada en un juego de la Liga Inglesa. Como Dieudonné, Anelka —francés hijo de antillanos— asegura que no es racista ni antisemita, sino antisionista y “antisistema” —aunque la señal ha sido usada ya varias veces por manifestantes frente a sinagogas y escuelas judías y miles de personas se han retratado haciéndola para subir las fotos a los medios sociales de internet.
Dieudonné ha sido multado en varias ocasiones por sus chistes y comentarios antisemitas y es investigado por evasión fiscal. El nuevo espectáculo que presentaría Dieudonné a comienzos de 2014, El muro, fue prohibido por el ministro del Interior, Manuel Valls, lo que ha desencadenó una oleada de protestas y polémicas en torno a la libertad de expresión y, por supuesto, aumentó la popularidad del fantoche. Ante la intención de presentar su espectáculo en Inglaterra, el Ministerio del Interior le negó el permiso de entrada, a lo que Dieudonné respondió con una quenelle dedicada a la reina británica. Muchos creen que habría sido mejor ignorarlo y otros piensan que ya nada es sagrado y que se puede hacer humor incluso sobre los hornos y las cámaras de gas. La discusión durará seguramente varios meses, o años, en la antigua república ferozmente antisemita que se cimbró y dividió durante el caso Dreyfuss, a fines del siglo XIX, que fue invadida y cercenada por los nazis y que ha visto en los últimos años demasiados brotes de violencia y racismo contra árabes, africanos, gitanos y judíos.
II. El 1 de febrero el célebre músico Roger Waters, militante de todas las causas nobles, publicó en su muro de Facebook un mensaje para Neil Young y Scarlett Johansson* pues, se lamenta, ninguno de ellos respondió a una carta privada. A Young le pide que reconsidere su presentación en Israel —se lo pide también a Alicia Keys— y a Johansson le recrimina su “desinformación” sobre los derechos de los palestinos en Israel. La actriz estadounidense, como se sabe, renunció a su puesto de embajadora de Oxfam tras haber sido criticada por esa ONG debido al anuncio de SodaStream en el que ella recomienda la bebida (“Sorry Coke and Pepsi”). La compañía se encuentra en el asentamiento de Ma’ale Adumim, ocupado después de la Guerra de los Seis Días, y Johansson la defiende como un ejemplo de cooperación económica entre israelíes y palestinos: “la construcción de un puente para la paz entre un Israel democrático y Palestina, apoyando a los vecinos que trabajan en conjunto, recibiendo igual salario, igualdad de beneficios e igualdad de derechos”. Algo con lo que no están de acuerdo activistas como los que han organizado la —tome aire— Campaña Internacional de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra la Colonización, el Apartheid y la Ocupación Israelí.
En Estados Unidos la American Studies Association también llamó a un boicot académico contra Israel pero, como responde el académico de Harvard Alan Dershowitz, no contra China, que encarcela a académicos disidentes, ni contra Irán, que ejecuta académicos disidentes, ni contra Rusia, cuyas universidades despiden a académicos disidentes.
En Estados Unidos la American Studies Association también llamó a un boicot académico contra Israel pero, como responde el académico de Harvard Alan Dershowitz, no contra China, que encarcela a académicos disidentes, ni contra Irán, que ejecuta académicos disidentes, ni contra Rusia, cuyas universidades despiden a académicos disidentes. “No fue contra Cuba, cuyas universidades no tienen académicos disidentes. No fue contra Arabia Saudita, cuyas instituciones académicas se niegan a contratar mujeres, gays o académicos cristianos. Tampoco fue en contra de la Autoridad Palestina, cuyas universidades se niegan a permitir el discurso abierto en relación con el conflicto palestino-israelí. No, fue sólo en contra de instituciones académicas en el Estado de Israel, cuyas universidades tienen programas de acción afirmativa para estudiantes palestinos y tienen un mayor nivel de libertad académica que casi cualquier país del mundo”.
Al contrario de muchas de las críticas que académicos, escritores y militares israelíes enderezan contra la política de su país, las que se lanzan desde estas latitudes se orientan por una información convenientemente parcial. Incluso los más pertinaces críticos israelíes, como Benny Morris y Shlomo Sand defienden el derecho a la existencia de su país; un derecho que le niegan el islamismo fundamentalista y los israelófobos de izquierda a derecha en todo el mundo.
No solamente los fanáticos desean “arrojar al mar” a los judíos, sino que mienten, distorsionan y exageran la información relacionada con el largo y penoso conflicto. Apenas unos ejemplos lo demuestran. La viuda de Yasser Arafat acusó a Israel de haberlo envenenado con polonio-210 e insiste en esa versión a pesar de que los recientes análisis de tres laboratorios de Rusia, Francia y Suiza hechos a los restos del líder palestino probaron que murió de una infección generalizada: Ahmad Jibril, fundador del Frente Popular por la Liberación de Palestina, contó que cuando interrogó a Mahmud Abbas sobre la investigación del envenenamiento de Arafat éste le contestó que había que callar: “Para serle honesto, el informe oficial de los franceses es muy claro. El sida fue lo que se lo llevó” [El Clarín, 22 de julio de 2007].
No solamente los terroristas usan a los civiles palestinos como escudos humanos, sino que inculcan a los niños el desprecio a los judíos y el deber sagrado de exterminarlos, aun si para esto deben convertirse en mártires suicidas.
Los críticos de Israel hacen aspavientos cada vez que el Ejército de Defensa Israelí responde a los ataques desde enclaves terroristas en Gaza y Cisjordania, a veces con pérdidas lamentables de civiles inocentes, pero no ven los frecuentes atentados, lanzamientos de misiles y bombas molotov contra objetivos civiles israelíes, que incluyen hospitales y jardines de niños. No solamente los terroristas usan a los civiles palestinos como escudos humanos, sino que inculcan a los niños el desprecio a los judíos y el deber sagrado de exterminarlos, aun si para esto deben convertirse en mártires suicidas.
La renuncia de Scarlett Johansson a Oxfam significa un rechazo contundente a la doble moral de los bienpensantes que demonizan a Israel y se hacen de la vista gorda —mientras usan sus iPhones hechos en China— ante regímenes verdaderamente autoritarios y violadores de los más elementales derechos humanos, y no solamente ante ellos, sino ante las atrocidades del terrorismo islámico.
En una visita a San Francisco, el congresista sudafricano negro Kenneth Meshoe se sorprendió al ver carteles que acusaban a Israel de practicar el apartheid. En un artículo del 15 de mayo en el SF Examiner escribió: “Los que hacen la acusación exponen su ignorancia de lo que realmente es el apartheid. Judíos negros, morenos y blancos y la minoría árabe se mezclan libremente en todos los lugares públicos, universidades, restaurantes, centros de votación y en el transporte público. Todas las personas tienen derecho a voto. La minoría árabe tiene partidos políticos, cumplen funciones en el parlamento y ocupan posiciones en los ministerios del gobierno, la policía y los servicios de seguridad. En los hospitales, los pacientes palestinos se recuperan en camas junto a judíos israelíes, atendidos por médicos y enfermeras israelíes árabes y judíos. Esa ridícula acusación trivializa el significado de la palabra apartheid”.
La renuncia de Scarlett Johansson a Oxfam significa un rechazo contundente a la doble moral de los bienpensantes que demonizan a Israel y se hacen de la vista gorda —mientras usan sus iPhones hechos en China— ante regímenes verdaderamente autoritarios y violadores de los más elementales derechos humanos, y no solamente ante ellos, sino ante las atrocidades del terrorismo islámico. Ah, qué bien se siente odiar a Israel, ¿verdad?
III. En México también tenemos antisemitas disfrazados de antisionistas, algunos muy notorios por su protagonismo. Otros, la inmensa mayoría, se escudan en el anonimato que permiten los medios sociales y se dedican a insultar a mexicanos de origen judío solamente por el hecho de serlo. A propósito de las exitosas presentaciones de la niña pianista Daniela Liebman en el Carnegie Hall de Nueva York y en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en algunos comentarios en sitios de noticias se leen cosas como éstas: “Solo me gustaria saber que esta niña es hija de un obrero pero lo dudo mucho, seguramente es de los poquisimos ricos de este pais” (sic)… o “es judía, por eso y algunos factores llegó ahí arriba” [ferriz.com.mx]. Aunque, sin duda, es difícil superar la canallada de un tal “lobo Estepario”: “Niña progdigio?? ni maiz paloma, es una niña como muchas que tocan el piano, lo que pasa es que es judía y como siempre, la mercadotecnia de esa raza mentirosa y patrañera trata de engañar con las supuestas y falsas virtudes extraordinarias de la niña a la ciudadanía… una simple niña que toca el piano como cientos de ellas pero patrocinada por el sionismo y el oro judío, nada mas…” [en Milenio.com]. ®
* A un comentario del locutor radiofónico israelí Ben Red, del programa Noten B’Rock, en el muro de Facebook de Roger Waters en el que le advertía del papel de la música como constructora de puentes entre personas y culturas, y no brechas entre éstas, que recibió más de tres mil “Me gusta”, el ex Pink Floyd simplemente lo borró.