La bienal del vacío

XV Bienal de Fotografía en México

He aquí más de lo mismo, aunque ahora la cosa se ha puesto más fea. Desde siempre se ha querido ver a la Bienal de Fotografía como un “termómetro” de lo que sucede en la foto nacional, pero ni con mucho es así, por más que el discurso oficial lo quiera ver de esa manera.

De la serie "Un día a la vez", Edson Caballero, mención honorífica.

De la serie «Un día a la vez», Edson Caballero, mención honorífica.

Por fortuna lo que se está dando en el medio fotográfico se ve mejor en otros ámbitos: en exposiciones individuales, en precisas publicaciones (libros autorales, que ahora se dan de mejor manera, o ensayos), en certámenes o en galerías (menos en museos, ciertamente).

Desde hace diecinueve años (desde aquel mayo de 1994, en que se reactivó con la VI Bienal y después de que se hubiera abandonado por años), la Bienal de Fotografía ha tenido una historia de aciertos, los menos, y desaciertos, mayoritariamente. Digamos, por sólo mencionar algunas perlas: miembros del jurado que nada sabían de foto contemporánea (el periodista Hermann Bellinghausen) o que premiaban a sus cuates (Adolfo Patiño), ambos en la entonces renovada VI Bienal; premios otorgados a trabajos lamentables, lo cual ha sido la constante (Pedro Slim y sus denigrantes obras de jóvenes varones lumpen a los cuales desnudaba, en la serie De la calle al estudio en la VIII Bienal de 1997, y ¿qué tal esos deformes retratos de Rolando Martínez en la XI Bienal de 2004? ¿O la desigual serie Sateluco, de clasemediero redimido, de Dante Busquets en la XII Bienal de 2006?). O bien oscuros directores del Centro Nacional de las Artes que se aventaban la presentación de la bienal queriendo explicarnos sus sentidos (“buscamos estimular la interacción entre las imágenes producidas en México con las que se realizan en otros países”, escribía un tal Benjamín Juárez Echenique, director en 2009 del Cenart), permitiéndose esto sólo porque su rango estaba por encima de los organizadores de la bienal. Y con todo, a lo largo de estos años, por ahí se perfilaron notables maestros de la fotografía contemporánea (Laura Barrón, Mauricio Alejo, Marianna Dellekamp, Cannon Bernáldez, Gerardo Montiel Klint, Laura Cohen, Miguel Ángel Ortega y algunos más) quienes con todo y que son verdaderos artistas no figuraban necesariamente entre los primeros premios, salvo algunos. A otros sólo se les otorgaba una mención honorífica. Ya desde ahí los premios de adquisición poco indican, salvo en muy contados casos.

De la serie "Octubre 8", Elsa Medina, seleccionada.

De la serie «Octubre 8», Elsa Medina, seleccionada.

¿Y ahora? Bueno, más del mismo horror, en donde las escasas, muy escasas calidades se vislumbran en las oscuridades de la cañería. Comencemos por los menos, aquellos que apenas logran verse dignamente en esta lamentable 15 Bienal de Fotografía. La veteranísima ex fotoperiodista Elsa Medina produjo una doliente crónica de la muerte de su madre, en la que con un sentido humanista invita al espectador a sumergirse en un desolado intimismo. Después Fernando Montiel Klint y su serie Muro de la concentración; aunque con una selección un tanto irregular de imágenes fijas y video (apacibles paisajes, espacios interiores), Montiel es un creador que ha sabido elaborar unas enigmáticas atmosferas de una clase media sumergida en sí misma, y Beatriz Díaz, quien aquí pone en crisis el concepto del paisaje al apropiarse de esquemáticas imágenes de National Geographic para llevarlas al límite de su desaparición y dejarlas como meras referencias cuasi figurativas y catapultar así otro imaginario distinto al original, en su serie Geographica. Tres integrantes de este espanto que sólo entraron en la categoría de “seleccionados”. Por eso los premios poco dicen.

De la serie "Desvestidas", Luis Arturo Aguirre, premio.

De la serie «Desvestidas», Luis Arturo Aguirre, premio.

¿Y el resto de los premiados y seleccionados? Pues hay que ver los premios: Luis Arturo Aguirre y sus Desvestidas. Una serie de retratos de travestis, en la más espantosa estructura kitsch: fondos rosas, azules, verdes, de olas de mar o de plano rojos o anaranjados para enmarcar a jóvenes semidesnudos y exageradamente maquillados y hasta con pericos en la cabeza, aunque usted no lo crea. Y otro más otorgado a Paula Islas, por su serie 28/14, de mujeres menstruando y ovulando… Veamos los razonamientos de la fotógrafa: “Esta serie de retratos … muestra dos tomas fotográficas de una misma mujer en edad reproductiva: una, del día de la ovulación y otra, del de la menstruación. Esta serie busca resaltar los cambios morfológicos y anímicos provocados por las hormonas durante el ciclo menstrual. Los cambios biológicos son visibles en el rostro, y su manifestación social y cultural puede advertirse en el arreglo personal de las mujeres retratadas”. (!) ¿Ante qué estamos? ¿Ante un proyecto clasista? ¿Ante una serie misógina? ¿O ante una fotógrafa a la que no se le ocurrió otra cosa más que generar un proceso de denigrante construcción de caracteres? Pues ante todo lo anterior: la clasificación del Otro, que viene desde lejanos tiempos históricos. Y si eso son los premiados hay que ver al resto.

De la serie "28/14", Paula Islas, premio.

De la serie «28/14», Paula Islas, premio.

Veamos unos cuantos: Astrid Rodríguez, quien obtuvo una mención honorífica, saca a relucir unos Retratos del alma realizados a unos tzeltales de Tenejapa. Primero les hace un retrato en blanco y negro (“en donde se percibe la seriedad y lejanía conmigo”), después a ellos mismos otros retratos a colores (“en la segunda fotografía a color se muestran sonrientes y felices. Esto es prueba de que se logró establecer una complicidad y acercamiento entre los retratados y yo”). Sonrientes, sí pero nuevamente he aquí la exhibición del Otro: puro indígena mostrando sus precariedades dentales. Vaya, qué profundidad conceptual. Y para la fotógrafa éste “es el resultado de una experiencia intensa de trabajo durante diez días”. Para tales resultados, con un medio día de tanta intensidad le hubiera bastado. Otro caso: Natalia Fregoso y su serie Zapata vive, puros retratos de hombres bigotones (comerciantes, oficinistas, panaderos, mecánicos) que supuestamente se parecen a Emiliano Zapata (¡?). “Con este proyecto”, escribe la fotógrafa, “me propuse ‘buscar a Emiliano Zapata’ a través de los otros, en un contexto contemporáneo y urbano, en sitios que guardan relación directa con los fotografiados. De alguna manera, estos personajes también reflejan nuestra historia actual, social y política”. Bueno, algo había que decir para sustentar tanta banalidad. Y por ahí sigue la cosa: el matadero de animales, en Días rojos, de Karina Juárez; las playas chilangas, hoy desaparecidas, del proletariado soñando con el mar de Marcel Rius; las familias y el hacinamiento perruno en Domesticados de Norma Sandoval. Y, por ahí, continúa el horror, en ésta que es una de las peores bienales vistas hasta hoy, lo cual ya es decir mucho. ®

Aquí, el acta del jurado.

15 Bienal de Fotografía, Centro Nacional de las Artes, Ciudad de México, 12 de marzo a 28 de abril.

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Publicado en: Apuntes sobre fotografía, Mayo 2013

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