La falsedad de los recuerdos reprimidos

Mentiras psiquiátricas

Recuerdos como haber sido abusado sexualmente en la infancia por sus propios padres, haber sido parte de rituales satánicos y participado en la muerte y canibalismo de niños, además de muchas otras inmundicias, todo esto lo recordaban unos doscientos pacientes del doctor Kenneth Olson como resultado de haber sido sometidos a su famosa “terapia de recuperación de recuerdos”.

Todo ello falso

Éste es uno de los mitos más extendidos que hay dentro de la psicología. Creer que hay eventos que son demasiado terribles como para poder enfrentarlos y que lo mejor es alejarlos de nuestra conciencia. A esta inhabilidad de recordar sucesos traumáticos y que no puede ser explicada como un olvido normal se le conoce como amnesia disociativa [American Psychiatric Association, 2000].

Semejante afirmación ha sido motivo de intensos debates desde que, a finales del siglo XIX, Sigmund Freud comenzó con el psicoanálisis, pero hay muchos investigadores en la actualidad que afirman que semejante aseveración es puro folklore psiquiátrico que carece de evidencia empírica [McNally, 2003].

El cine tiene la culpa

Parte de la culpa de su persistencia la podemos ubicar en los medios masivos de comunicación que la han utilizado como argumento en una buena cantidad de películas y series de televisión. Por solo mencionar una, en Batman se supone que Bruno Díaz fue testigo del asesinato de sus padres pero lo reprimió. También hay varios libros de autoayuda que dan por sentado que ser testigo en la infancia de un asesinato o haber sido víctima de abusos sexuales se va a olvidar. Así, tenemos el ejemplo de Judith Blume [1990], quien asegura que “la mitad de todos los sobrevivientes del incesto no recuerdan que ocurrió semejante abuso”, o bien Renee Frederickson [1992] quien asevera que “millones de personas han bloqueado años de horribles episodios de abuso, incluso han olvidado toda su infancia”.

Por ello no es de sorprender que haya muchísima gente que cree en semejante idea. En una encuesta llevada a cabo por Jonathan Golding y sus colegas [1996] en que entrevistó a 613 estudiantes de licenciatura, 89% de ellos dijeron que habían reprimido recuerdos de su infancia y que debería de admitirse en las cortes de justicia penal como evidencia para sentenciar a la cárcel a aquellos que habían cometido los abusos.

El psicoanálisis, la fuente del mito

El origen de este mito, como muchos otros, se remonta a los escritos de Sigmund Freud sobre la represión. Él creía que la neurosis y la histeria eran producto de este mecanismo psíquico [Freud 1894], el cual causaba un olvido motivado ya sea de memorias molestas o de impulsos [McNally, 2003]. En la actualidad la represión es parte fundamental de algunas variedades de psicoanálisis [Galatzer-Levy, 1997] y de todas aquellas terapias de recuperación de recuerdos reprimidos [Crews, 1995].

Para mediados de la década de los noventa, más o menos 60% de los terapeutas entrevistados en una investigación creían que la represión era la causa de que se olvidaran acontecimientos del pasado y 40% de ellos creían que las personas no pueden recordar mucho de su niñez porque habían reprimido eventos traumáticos que les sucedieron en esa época [Yapko, 1994].

Para mediados de la década de los noventa, más o menos 60% de los terapeutas entrevistados en una investigación creían que la represión era la causa de que se olvidaran acontecimientos del pasado y 40% de ellos creían que las personas no pueden recordar mucho de su niñez porque habían reprimido eventos traumáticos que les sucedieron en esa época [Yapko, 1994]. Además, como tres cuartos de los terapeutas reportaron usar al menos una técnica de recuperación de recuerdos reprimidos, ya sea por hipnosis, imaginación guiada o simplemente preguntando una y otra vez sobre abusos en la infancia [Poole y cols., 1995]. Adicionalmente, un cuarto de ellos respondieron que la recuperación de recuerdos era una parte fundamental de su terapia y que en tan sólo dos sesiones eran capaces de identificar a quienes habían reprimido recuerdos. Resultados similares se han encontrado en otras investigaciones [Polusny y Follete, 1996].

La evidencia en contra

El problema con todo esto es que la base de esta creencia han sido reportes clínicos y no investigación controlada. Hay montones de anécdotas de gente que parece recobrar décadas de su vida que había olvidado cuando asisten a psicoterapia. Aunque si nos ponemos a hacer una revisión de los últimos sesenta años de investigaciones no vamos a encontrar una evidencia convincente de que existe la represión. Por ejemplo, Richard McNally [2003] concluye que no existe apoyo científico de que hay memorias reprimidas, que generalmente fallan en verificar la existencia de un evento traumático en la infancia y por lo general explican la pérdida de la memoria más en términos ordinarios de olvido y no de represión.

Incluso la evidencia sugiere que más que olvidar los eventos traumáticos éstos se recuerdan mucho, sobre todo en la forma de imágenes intrusivas [Shobe y Kihlstrom, 1997].

Si a esto le añadimos que los supuestos recuerdos recuperados hacen referencia a acontecimientos poco plausibles (como rituales satánicos) o francamente imposibles (ser secuestrado por alienígenas), la sustentabilidad de estos recuerdos cae por tierra. Además, un problemas más que tienen los psicoterapeutas con este tema es que no saben distinguir entre un recuerdo fidedigno y un falso recuerdo, un fenómeno descubierto y bien investigado por Elizabeth Loftus [1993].

Una dificultad más para creer en la amnesia disociativa es que el hecho de que una persona no hable de una situación traumática no quiere decir que se le olvidó o que se le reprimió, sino tan sólo que no quiere hablar de eso la primera vez que se le pregunta.

Una dificultad más para creer en la amnesia disociativa es que el hecho de que una persona no hable de una situación traumática no quiere decir que se le olvidó o que se le reprimió, sino tan sólo que no quiere hablar de eso la primera vez que se le pregunta. En un estudio reportado en 2003 Goodman y sus coautores entrevistaron en varias ocasiones a 175 víctimas de violencia sexual en su infancia, y fue hasta la tercera ocasión cuando lograron obtener información de ese evento.

Como es probable que esta creencia en las memorias reprimidas sea un signo de nuestros tiempos, el psiquiatra Harrison Pope y sus colegas [2006] ofrecieron mil dólares a quien les diera una referencia a la amnesia disociativa para un evento traumático en cualquier obra real o ficticia, en cualquier lenguaje, antes de 1800. De cien respuestas que obtuvieron ninguna pudo demostrar claramente que se trataba de una amnesia disociativa; esto a diferencia de otros fenómenos psicológicos como las alucinaciones, de las que sí se puede hacer un seguimiento hasta la Antigüedad. Así, concluyeron que la creencia en la memoria reprimida es un producto cultural reciente que se inició en el siglo XIX.

Así que si no existen las memorias reprimidas se debe apostar por otras explicaciones, como la parálisis del sueño, un fenómeno que se presenta al interrumpirse el ciclo normal de sueño (cuando se dice que “se les subió el muerto”) y que normalmente se liga a sensaciones de terror ya que se siente que hay alguien que nos está inmovilizando, lo que fácilmente puede interpretarse como una violación [McNally, 2007].

Si a pesar de todas estas evidencias creen que pueden encontrarse un caso de memorias reprimidas, hay un capítulo de un libro escrito por Schooler y colaboradores [1997] en el que presentan un abordaje cognitivo para lograr establecer la veracidad de los recuerdos reprimidos; ellos sugieren la búsqueda de elementos confirmatorios y de testigos que corroboren lo que el paciente está recordando en la terapia. Solamente así se podría creer que realmente pasó algo que se olvidó. ®

Referencias bibliográficas
American Psychiatric Association (2000), Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4ta. ed, rext rev). Washington, DC.

McNally, R. J. (2003). Remembering trauma. Cambridge, MA: Harvard University Press.

Blume, S. E. (1990). Secret survivors: Uncovering incest and its aftereffects in women. Chichester: John Wiley & Sons.

Frederickson, R. (1992). Repressed memories. Nueva York: Fireside.

Golding, J. M., Sanchez, R. P., y Sego, S. A. (1996). Do you believe in repressed memories? Professional Psychology: Research and Practice, 27, 429-437.

Freud, S. (1894). The psycho-neuroses of defense. Standard Edition, 13, 255-278.

Galatzer-Levy, R. M. (1997). Psychoanalysis, memory, and trauma. Londres: Oxford University Press.

Crews, F. (1995). The memory wars: Freud’s legacy in dispute. Nueva York: New York Book Review.

Yapko, M. D. (1994). Suggestibility and repressed memories of abuse: A survey of psychotherapist’s beliefs. American Journal of Clinical Hypnosis, 36, 163-171.

Poole, D. A., Lindsay, D. S., Memon, A., y Bull, R. (1995). Psychotherapist’s opinions, practices, and experiences with recovery of memories of incestuous abuse. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 68, 426-437.

Polusny, M. A., y Follete, V. M. (1996). Remembering childhood sexual abuse: A national survey of psychologist’s clinical practices, beliefs, and personal experiences. Professional Psychology: Research and Practice, 27, 41-52.

Shobe, K. K., y Kihlstrom, J. F. (1997). Is traumatic memory special? Current Directions in Psychological Science, 6, 70-74.

Loftus, E. (1993). The reality of repressed memories. American Psychologist, 48, 518-537.

Goodman GS, Ghetti S, Quas JA, Edelstein RS, Alexander KW, Redlich AD, Cordon IM, Jones DP. A prospective study of memory for child sexual abuse: new findings relevant to the repressed-memory controversy. Psychol Sci. marzo de 2003; 14(2): 113-118.

Pope HG Jr, Poliakoff MB, Parker MP, Boynes M, Hudson JI. Is dissociative amnesia a culture-bound syndrome? Findings from a survey of historical literature. Psychol Med., febrero de 2007, 37(2): 225-233.

McNally RJ. Dispelling confusion about traumatic dissociative amnesia. Mayo Clin Proc. 2007, septiembre de 1982 (9): 1083-1090.

Schooler, J. W., Ambadar, Z., y Bendiksen, M. (1997). A cognitive corroborative case study approach for investigating discovered memories of sexual abuse. In: J. D. Read y D. S. Lindsay (Eds.), Recollections of trauma: Scientific evidence and clinical practice (pp. 379-388). Nueva York: Plenum.

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Publicado en: Ciencia y tecnología, Marzo 2012

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