“El libro de la rosa, a pesar de contener cosas buenas —y por eso es más peligroso, ya que lo bueno que contiene es auténtico—, dado que la naturaleza humana se inclina al mal, digo que puede ser causa de malvada y perversa exhortación”.
“Fui de un lado a otro hasta que recorrí y contemplé el jardín en su totalidad. Mientras tanto, el dios del Amor me seguía atento, como el cazador que espera que el animal entre en el lugar adecuado para, entonces, dejar ir la flecha”, dice Guillaume de Lorris en uno de los pasajes de El libro de la rosa, obra medieval, manual de amor, guía para conseguir el favor cortés del cuerpo de la dama, pero que va más allá.
Escrito entre 1240 y 1250 El libro de la rosa es una obra extraña por dos razones. La primera es la forma en la que describe el amor, con todas sus emociones y paradojas, con las ilusiones que provoca al enamorado, pero también con los terribles dolores que produce. La otra es que es una creación a cuatro manos: los 22 mil versos que componen el texto se dividen en dos partes, los primeros cuatro mil son de Lorris y los dieciocho mil restantes fueron añadidos después por Jean de Meun. Obras separadas por el tiempo, pero unidas por el Amor y que dan paso a un texto disímil y distante en las concepciones sobre este sentimiento.
La parte escrita por Lorris es un tratado amatorio, una pieza didáctica para hablar sobre el amor cortés, el sentimiento romántico, ese que ahora está ante la crítica y la deconstrucción en la sociedad occidental y del cual no dudo que El libro de la rosa —junto con Tristán e Isolda, como dice Denis de Rougemont— sea uno de los pilares en los que se cimienta.
Esta sección nos muestra un mundo alegórico en el que la Esperanza, los Celos, la Avaricia y el Amor tienen forma humana y conviven con el narrador, quien al deambular por el mundo de los sueños se encuentra con un jardín amurallado al cual logra entrar gracias al favor de Ociosa.
Lorris comienza a hacer un repaso, que no censura pero tampoco alienta, por esas emociones que tanto nos duelen al sufrir del mal de amores. El pulso acelerado ante la cercanía del ser amado, la locura y los celos de pensar en que quizá sea alguien más el merecedor de ese corazón.
Al llegar al corazón del florido terreno el autor se encuentra con Amor y su séquito integrado por hombres y mujeres que danzan y disfrutan de la bienaventuranza del mundo de ensueño en el que habitan. Es ahí donde el narrador encuentra al motor de sus emociones: la rosa más bella del jardín. Es ahí también en donde comienza su desdicha.
Lorris comienza a hacer un repaso, que no censura pero tampoco alienta, por esas emociones que tanto nos duelen al sufrir del mal de amores. El pulso acelerado ante la cercanía del ser amado, la locura y los celos de pensar en que quizá sea alguien más el merecedor de ese corazón; la pulsión física del deseo carnal que hiere y arde como fuego en el interior.
Ese concepto del amor como un simple anhelo del placer sexual es, quizá, el motivo principal que trata El libro de la rosa. En la edición que tengo, publicada en la Biblioteca Medieval de Siruela en 2003, Carlos Alvar habla en la introducción sobre los procesos de censura contra este libro que, a final de cuentas, fueron relegados por carecer de sustento más allá que el que apelaba a la voluble naturaleza humana.
Para muestra está el argumento de la filósofa Christine de Pisar: “El libro de la rosa, a pesar de contener cosas buenas —y por eso es más peligroso, ya que lo bueno que contiene es auténtico—, dado que la naturaleza humana se inclina al mal, digo que puede ser causa de malvada y perversa exhortación”.
Por el contrario, la prosa de Jean de Meun toma al lector y lo embarca en un viaje de más de 200 páginas que hablan sobre la duda y el arrojo del personaje. Éste se encuentra con dos conceptos principales: Naturaleza y Genio, alegorías que enmarcan el dominio de la Razón sobre la carne. Esto debido a que la sección de Meun fue escrita décadas después del texto original, en un momento en el que la mentalidad comenzaba a cambiar. Prueba de ello es que El libro de la rosa de Meun recurre a una ironía crítica ante la sociedad de su tiempo, cosa que Lorris no hizo.
Al finalizar el medieval libro y al mirar a nuestro alrededor surge una pregunta sobre las emociones de cada uno de nosotros. La visión machista que predomina en esta obra es innegable, pero también el hecho de que las emociones enloquecen al ser humano y dominan su razón. Y si en ese momento de pasión pura pusiéramos en una balanza el corazón y la mente, el primero caería al piso y seguramente seguiría bajando hasta llegar al infierno. ®