Se inaugura una de las fiestas del libro más importantes del mundo, en medio de inseguridad, violencia y caprichosos desplantes de poder. Y en medio, por suerte, de miles de libros.
I. Fin de semana salvaje
Algunos pocos cientos de acarreados por el gobierno de Enrique Alfaro se arremolinan frente a las instalaciones de la Expo Guadalajara para gritar insultos y consignas contra Raúl Padilla, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y contra Ricardo Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara (UdG). Hostigan a visitantes y trabajadores de las editoriales, a los que obligan a esperar para ingresar al recinto o dar un rodeo para entrar por las avenidas de las Rosas o la del Faro. Alfaro, mientras tanto, descuida la ciudad, el estado, donde ocurren atroces crímenes en medio de la más total impunidad. Alfaro, ay, Alfaro, prohíbe a toda la gente que trabaja para su gobierno que asista a la FIL… y a los de medios oficiales que la mencionen. Ningún representante del gobierno estatal en el presídium. Ninguno del gobierno federal —AMLO también detesta a la FIL. La FIL no existe.
México pierde por dos goles a cero ante Argentina y está casi a punto de hacer las maletas. Más de 60 mil mexicanos viajaron a Qatar en la última semana de noviembre, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía —para ver perder a su equipo.
Daddy Yanqui reúne a 22,500 fans en el Estadio 3 de Marzo y seguramente hoy, domingo, una cantidad similar lo escuchará en el mismo lugar. Café Tacuba convoca a unas ocho mil personas en el Auditorio Telmex —de la UdG— y en el Estadio Jalisco los Bukis —en su reencuentro— congregan el viernes a más de veinte mil seguidores y el sábado a otros tantos.
Hoy, domingo 27, cientos de miles de personas asistirán al desfile convocado por el propio presidente de la república en respuesta a las tumultuosas marchas en la Ciudad de México y de todo el país en defensa del Instituto Nacional Electoral. El presidente necesita demostrar que el pueblo bueno lo quiere y lo apoya, y para ello echa mano de todos los recursos de su gobierno: la dignificación del acarreo, esa práctica tan socorrida por el viejo priismo.
El presidente necesita demostrar que el pueblo bueno lo quiere y lo apoya, y para ello echa mano de todos los recursos de su gobierno: la dignificación del acarreo, esa práctica tan socorrida por el viejo priismo.
Escribe el periodista Hernán Gómez Bruera: “Dejemos de estigmatizar al ‘acarreado’. Llegar en camión, con Frutsi y torta, en muchos casos es la única forma que tienen ciertos sectores de movilizarse y ejercer su derecho a tomar las calles. Basta de clasismo, hay que superar fantasías clasemedieras…”. A lo que responde el politólogo José Ramón López Rubí Calderón:
Si fuera cierto lo que dice Hernán, entonces, 1) el PRI hegemónico era lo menos clasista del mundo; ¿o el PRI no acarreaba? ¿Somos/éramos clasistas si criticamos/criticábamos el acarreo priista? 2) Ya no hay problemas socioeconómicos que puedan manipular los partidos; ¿ya no existen hoy? ¿Sólo antes? 3) Hay que desdecirse de todas las críticas por esas prácticas al PRI y todos los que las hayan llevado a cabo. ¿O de veras todos acarrean, menos AMLO?
Uno de los moneros con menos gracia del periodismo nacional, el tal Rapé, escribe en Twitter: “Seré breve: Les metimos un MARCHAZO”. Ignorante como es, se inventa una palabra que se usa ocasionalmente en el ámbito de los automóviles para aludir al encendido del motor, y con la que antaño se describía a una persona “arrogante, insolente, jactanciosa, impertinente, altanera, engreída, soberbia, presuntuosa, presumida, orgullosa, despreciativa, altiva, vanidoso, propensa a las riñas o peleas” —como el mismísimo presidente, pues —que, por cierto, también es hostil a la fiesta tapatía de los libros.
La marcha del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres del pasado viernes 25 en la Ciudad de México, con entre siete mil y diez mil asistentes, fue ignorada por un presidente que ha dado suficientes muestras de misoginia y homofobia desde sus lejanos días como jefe de Gobierno de la capital. No en vano el presidente chileno Gabriel Boric criticó en el senado, durante su visita a México, la violencia machista que causa once feminicidios diarios y dijo además que no puede mirarse a otro lado ante problemáticas como “la migración irregular” o “los presos políticos en Nicaragua”.
II. El poder
En el presídium de la FIL hay personalidades como el rumano Mircea Cartarescu, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022, nacido en 1956 y de apariencia juvenil. El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, el presidente del INE, Lorenzo Córdova, y el rector de la UdG, Ricardo Villanueva. Las palabras inaugurales son de Raúl Padilla, blanco de los furiosos ataques del gobernador jalisciense, Enrique Alfaro, que ha recortado drásticamente el presupuesto de la UdG pues, a su juicio, se usa de manera discrecional.
Que el presidente de la FIL es un cacique nadie lo duda. Raúl Padilla encarna el poder en la UdG. Preside todas las empresas e instituciones de esta universidad, desde la FIL hasta el festival de cine, el de música, todos. Un cacique con un especial gusto por la cultura, sin duda, pero que ha descuidado a su propia editorial universitaria —una prácticamente sin distribución. Haría bien Padilla en preparar su sucesión, pues de lo contrario, a su desaparición, podría desatarse una crisis institucional y una dura disputa por el poder.
«Se necesita ser muy ingenuo para creer que el propósito de Alfaro es la democratización de la Universidad de Guadalajara. Él, en realidad, va por el proyecto transexenal de MC y busca controlar el único ente político que le hace contrapeso. Busca una captura institucional», escribe el periodista tapatío Agustín de Castillo en Twitter. Continúa: «Para eso es muy útil inflar al enemigo. A los que le compran esa idea se les olvida que el grupo UdG jamás ha podido imponer un gobernador y funciona más como grupo de presión que como factor de poder por encima de los grupos políticos dominantes».
* * *
Sharjah es un pequeño país de 1.6 millones de habitantes y parte de los siete Emiratos Árabes Unidos, una monarquía hereditaria de rasgos totalitarios que alberga, por cierto, el mayor encuentro editorial del mundo árabe. Capital Mundial del Libro en 2019, como ahora Guadalajara, la feria del libro de Sharjah reúne a editores de más de 80 países; en 2021 tuvo 1,6 millones de visitantes (“Las dos caras de Sharjah: impulso a la cultura y denuncias por violación de derechos humanos”). Los petrodólares compran el mundo, o una buena parte de éste. Ahí está el ejemplo de Qatar y la FIFA.
III. La intolerancia
La editora y feminista Laura Lecuona presentaría su libro Cuando lo trans no es transgresor en esta Feria, pero ante las amenazas de boicot, de quemar libros y hasta de muerte ella y la editorial Siglo XXI decidieron cancelar la presentación y programarla para enero de 2023. El pasado 9 de noviembre el Colectivo Diverso UdeG exigió a la FIL, a través de una carta, que retirara el lanzamiento del libro por atentar contra los derechos trans: “Nos posicionamos en contra de la presentación de la publicación de Lecuona, entendiendo que dicha autora es de las principales personas que niegan, de manera pública, la identidad trans, argumentando que constituye el borrado de las mujeres, cosa que es mentira y sólo un argumento para invalidar a la población trans”. No la lectura ni la reflexión, no la discusión. La intolerancia y la violencia como discurso.
Miguel Bosé, en tanto, presenta su libro sin que nadie se acuerde de su prejuiciosa y desinformada postura contra las vacunas anticovid–19 en medio de una emergencia mundial de salud. Esto también es la FIL.
IV. Cultura, democracia, libertad
Conocí a Enrique Krauze porque me llamó un día para agradecerme por un artículo que publiqué en la desaparecida revista M Semanal, de Milenio Diario. En ese artículo hablé de un personaje odioso, Alfredo Jalife, un charlatán y furibundo antisemita que se dedica, todavía, a denostar e insultar a personajes del periodismo y de la academia de ascendencia judía y que, claro, forman parte de una gran conspiración mundial. Denuncié la raigambre ultraderechista de Jalife —miembro en su juventud de una organización que se llama Sacro Romano Imperio— y sus burdas y numerosas mentiras.
Krauze me pidió que nos viéramos cuando fuera a la Ciudad de México. Nos reunimos en su oficina de Letras Libres, con el querido Fernando García Ramírez, y hablamos largamente de antisemitismo y política. Le regalé un pequeño ejemplar de un libro de Andre Maurois, Disraelí, la biografía de este primer ministro de la reina Victoria, de origen judío, cuya madre se apellidaba Villarreal. Mi padre me decía que veníamos de la misma rama. Fueron sefarditas los que fundaron Monterrey, donde vivieron mis ancestros.
Después nos vimos en la FIL, acá en Guadalajara, donde comimos con el inolvidable Luis González de Alba y dos años después para presentar el libro que hicimos en su memoria, editado por Alberto García Ruvalcaba.
En el inicio del nuevo año 5783 —el pasado 25 de septiembre—en el calendario hebreo, comencé a leer esta gran conversación de Enrique con José María Lassalle, volcada en Spinoza en el Parque México (Tusquets, 2022).
La presentación fue un diálogo entre Enrique Krauze y Rafael Pérez Gay, quien confesó seguir al historiador desde muy joven, aunque la vida los hubiera llevado por senderos distintos. No deja de ser significativo que, en tiempos tan virulentos, de polarización y populismo rampante, dos figuras importantes de la intelectualidad mexicana se acerquen de nuevo para defender la cultura, la literatura, la libertad y la democracia del acoso del autoritarismo.
En un párrafo del libro se lee:
—¿Qué te decía a ti la esvástica?
—Me daba terror, espanto. Desde joven fui amigo de José Emilio Pacheco, que vivía a unas cuadras de mi casa. Él en la calle de Choapan, yo en la avenida Benjamín Hill, ambas en la colonia Hipódromo, contigua a la Condesa. En su novela Morirás lejos, José Emilio recrea la tensión entre la población judía y la alemana, que eran vecinas en el extremo sur de nuestra colonia. De hecho, no muy lejos estaba el Colegio Alemán. Pues bien, José Emilio se sorprendió cuando le conté que al lado de mi casa vivía un exmilitar nazi que nunca se quitaba el uniforme color beige. Su hijo, un chico de mi edad, tampoco. Jamás cruzamos palabra.
V. Si alguien te lee…
Escribe la ya entrañable Irene Vallejo en El infinito en un junco: “Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida. Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden en una única presencia, en una sola voz. Y, de la misma forma que tu lector modula para ti las inflexiones, las sonrisas tenues, los silencios y las miradas, también la historia es tuya por derecho inalienable. Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de una noche”.
Eso también es la FIL. Ahí nos vemos. ®