La fricción del mundo

Sobre Luz de naranjos, de César Gándara

En la pesquisa y el tránsito de Sabina Miranda, protagonista de esta novela, por conocer la verdad y el martirio de su primer amor, confluyen —más que la sempiterna violencia— el despojo y el extractivismo brutal: sobre todo la luz, también el agua, la tierra, los árboles, el horizonte y el mar.

César Gándara. Fotografía de Sumario Yucatán.

Hablar de Luz de naranjos, novela distinguida con el Premio del Libro Sonorense 2023, implica sumergirse en una trama policial que se bifurca en múltiples direcciones, entre ellas la de una crítica social profundamente actual y magistralmente articulada. César Gándara, autor curtido en los engranajes narrativos de la escritura audiovisual (Un extraño enemigo, Yankee, Celda 211), construye aquí una historia en la que se entretejen búsquedas e intenciones con notable eficacia: una de las más logradas es, sin duda, la creación de un personaje femenino sólido, pleno de matices y, por muchos momentos, entrañable.

Un planteamiento poco visto dentro de la narrativa policiaca mexicana, salvo escasas excepciones, como la de María Elvira Bermúdez, estudiosa y pionera del género, quien en su relato “Precisamente ante sus ojos” (1951) presentó a María Elena Morán, considerada la primera detective de la literatura latinoamericana.

Luego, ya hacia finales del siglo XX, Paco Ignacio Taibo II daría vida a Olga Lavanderos, joven periodista de nota roja que protagonizaría varias novelas ambientadas en el entonces Distrito Federal de los años ochenta. Su saga —conformada por títulos como Sintiendo que el campo de batalla (1989) y Que todo es imposible (1995)— retrató a un personaje marcado por la valentía y la determinación para investigar la corrupción, la violencia y la injusticia social, desafíos que la colocaban en una constante tensión tanto personal como profesional. Más que detective o agente de la ley, Olga Lavanderos —con su motocicleta, su terquedad, su belleza y su mordacidad— parecía simbolizar un homenaje al periodismo comprometido y su incesante lucha por la verdad.

Se trata de una joven perdida en un mundo que no le pertenece, atrapada en un entorno que cada vez le queda más pequeño, en constante roce y desgaste con las mezquindades de una provincia que en todos los estancos de la vida parece empeñada en devorar la luz de su espíritu.

La inquietante figura de Sabina Miranda, protagonista de Luz de naranjos (Nitro Press, 2024), se propone ir mucho más allá de todo tópico. Porque, entre muchas otras particularidades, se trata de una joven perdida en un mundo que no le pertenece, atrapada en un entorno que cada vez le queda más pequeño, en constante roce y desgaste con las mezquindades de una provincia que en todos los estancos de la vida parece empeñada en devorar la luz de su espíritu. Mujer en una familia y una profesión dominada históricamente no sólo por hombres, sino por las más nocivas encarnaciones de un machismo muchas veces soterrado, muchas veces aplastante y brutal, Sabina se ve condenada —por un azar espantoso— a investigar el terrible asesinato de su novio de la juventud. Así, su trayecto es el viacrucis de un ser en perpetuo desajuste con la realidad, en el que ninguna fidelidad ni lazo parece sostenerse y la verdad es tan esquiva como esa luz termonuclear que incendia los atardeceres del desierto.

Ernesto Sábato, quien también —incluso desde una perspectiva filosófica— se propuso investigar el mal desde su portentoso Informe sobre ciegos, decía que los autores que se ven empujados a escribir ficción lo hacen porque se sienten en un constante desajuste con el mundo. Visto así, esa podría ser también la terca divisa de Sabina: su lucha eterna y dispareja contra el universo patriarcal, que lo mismo la asfixia tanto como la empuja a inquirir, golpear, romper, perseguir, confrontar, perder y, una y otra vez, recomenzar.

Luz de naranjos funda la agonía del presente en la muerte de los sueños del pasado: los primeros amores, la inocencia, la esperanza de una vida distinta, ahora congelada en un limbo paralelo a los espejismos del calor.

Gándara, escritor empeñado en hacernos ver, traza con maestría a sus personajes, dotándolos de matices y contradicciones, de silencios, gestos e inflexiones que los hacen rodar —como arbustos secos en el desierto— de una pregunta sin respuesta a otra. Ahí está, por ejemplo, la escena con el sparring, pulseada de machos en el gimnasio de box —a ver quién es el más chingón— o los trafiques amorosos y legaloides del hermano de Miranda, policía proverbial, que se coge a su secretaria en plena oficina para luego limpiarse el semen con el borde de su falda. Un vórtice del desierto donde toda verdad tiene muchos lados y todo lado tiene muchas versiones. Un seco paisaje donde todo es fricción, sospecha: perpetua pesquisa.

Premio del Libro Sonorense 2023.

Luz de naranjos funda la agonía del presente en la muerte de los sueños del pasado: los primeros amores, la inocencia, la esperanza de una vida distinta, ahora congelada en un limbo paralelo a los espejismos del calor. La feroz competencia comercial del capitalismo salvaje trasladada al campo mexicano, el expolio de las comunidades originarias, la corrupción, la tierra dividida como botín: todos esos hermosos paisajes de un desierto que —contrario a lo que nos han enseñado— nunca es un espacio vacío, tampoco sólo trasfondo, sino materia viva de una historia que avanza con vértigo hacia una resolución múltiple, violenta y coral.

Porque en la pesquisa y el tránsito de Sabina Miranda por conocer la verdad y el martirio de su primer amor, Ringo Lomelí, confluyen —más que la sempiterna violencia— el despojo y el extractivismo brutal: sobre todo la luz, también el agua, la tierra, los árboles, el horizonte y el mar. Y con ellos, las lealtades, los pactos de sangre, los sueños, el amor, la cultura, el origen y el futuro. Un mundo rabiosamente actual, obstinado en pulverizarnos a todos como una máquina de moler carne, donde todo se vuelve mercancía y nada se salva de ser sujeto de negocio, usura o destrucción. ®

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Publicado en: Libros y autores

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