A propósito de la desaparición y el regreso de Paula Petersen, la autora desentraña el mecanismo de los embaucadores y el influjo que ejercen sobre adolescentes como ella. Ninguna estará a salvo mientras no aprendamos a reconocer las señales que emiten estos personajes.
Pocas cosas me erizan tanto la piel como presenciar el desmantelamiento de la voluntad de alguna persona a manos de un depredador. Como un cáncer, el manipulador va apoderándose sigilosamente de sus blancos, insertándose de lleno en sus actividades primero y en sus pensamientos después para permanecer allí de manera indeleble. Cuando los seres queridos comienzan a notar los pequeños cambios delatores —las rutinas truncas, los cariños irritados, las filias y fobias trastocadas y quizá unos apasionamientos febriles, irrevocables y hasta entonces desconocidos— es demasiado tarde; el veneno ya está adentro.
Esa telaraña perversa se teje desde posiciones de autoridad como púlpitos o cátedras, desde donde los abusadores comienzan separando al blanco de sus referentes conocidos, prestándole una atención inesperada y creándole un intoxicante sentimiento de excepcionalidad, de genialidad: ellos, que suelen construir su influencia o notoriedad ostentándose como superiores a los demás, como mejores y más inteligentes, sorprenden a la víctima llenándola de elogios y revelándole que ella también lo es, pero que su potencial ha sido lastimado o ahogado por la pequeñez o incomprensión de quienes la rodean. Una vez que la vanidad o la inseguridad muerden ese anzuelo —y me falta ver quién es el valiente que pueda tirar esa mítica primera piedra— continúa la toma del control, el cochino y descarnado control que convierte a ese pastor, jefe o maestro en el centro único de la vida del individuo: qué comer, cómo vestirse, a quién frecuentar, qué habilidades desarrollar, qué ideas tomar o cuánto dormir son ejemplos de las recetas frecuentes y envolventes en que los castigos y los premios se dan en la medida de una obediencia que, más pronto que tarde, requiere volverse ciega.
Quienes hemos estado cerca de los Macieles, Naasones, Sergio Andrades o Ranieres de este mundo sabemos que detrás de esto hay meses de un adoctrinamiento calculado contra el cual hay muy poco que los angustiados terceros puedan hacer; la suplantación de cualquier afecto o ancla previa por las garras del perpetrador se logra por la vía de un antagonismo construido a golpe de insinuaciones y falsedades que vacuna contra cualquier sospecha o protesta de los antes cercanos frente a los primeros cambios, las primeras radicalizaciones de la víctima, donde los hechos y las pruebas duras contra el manipulador se estrellan inservibles. La urgencia natural de gritar, de sacudir, de acusar o de denunciar el engaño no hace sino alimentar el juego polarizante del abusador, que tiene semanas o meses de ventaja creando un discurso de ellos contra nosotros, inutilizando todo esfuerzo de los familiares o amigos que, pasmados, sólo pueden esperar que la víctima despierte por sí sola.
Quienes hemos estado cerca de los Macieles, Naasones, Sergio Andrades o Ranieres de este mundo sabemos que detrás de esto hay meses de un adoctrinamiento calculado contra el cual hay muy poco que los angustiados terceros puedan hacer.
Cuando ésta quema las naves, luego de naturales fricciones con su familia y amigos que, aunque sea con la mejor de las intenciones, le dan coba al discurso bipolar y antagónico del captor, la relación comienza a cambiar. El abusador sabe que sus víctimas, al haber destruido o lastimado sus lazos con todo referente conocido, al no tener más a dónde o con quién regresar, no pueden escaparse ya tan fácilmente. Las amabilidades y dulzuras iniciales se sustituyen por el ejercicio descarnado de ese control que antes, racionado y disfrazado, se tomaba por amor o atención, y aparecen progresiva pero inexorablemente los celos, los chantajes y las vejaciones que lanzan a la presa a una espiral de desesperación y de ansiedad por intentar recuperar el paraíso perdido. A la víctima se le asigna toda la culpa de esa transformación que, en realidad, es una develación de la naturaleza real de los depredadores que, sin embargo, alegan que se han vuelto así porque la presa no es lo suficientemente leal, solícita, perfecta, generosa y un largo etcétera de imposibles. Esto empuja a la cautiva a hacer cualquier cosa por volver al estado de gracia original, disposición que el psicópata aprovecha a cabalidad para manifestar sus peores instintos. Sólo quienes no conocen o entienden estos terribles mecanismos consideran que estas conductas las más de las veces denigrantes y dañinas son voluntarias; que la víctima pudo haber abandonado en cualquier momento su mala situación o que hubo un consentimiento legítimo.
El individuo que se llevó a Paula Petersen de su casa en Guadalajara checa todas las cajitas. Por eso causa rabia el comunicado del gobernador Alfaro, quien escribió así: «Se sabe que la joven se ausentó por decisión personal y se encuentra en compañía de un masculino conocido de ella, a quien también se está buscando. La joven, quien ha mantenido comunicación constante con su familia (lo cual es falso; sólo hubo dos llamadas iniciales y el envío de un video grabado desde su habitación, previo a la huida), se ha negado a regresar a su casa hasta el momento», para luego, insensible y estúpidamente, culpar a los padres por la falta de comunicación con sus hijos.
Quien hoy dice llamarse Otto Zucker Cienfuegos y tener veinte y tantos años llegó a Guadalajara por el 2010, luego de cursar pedagogía en el CCH Sur y habiéndose cambiado el nombre al de Oziel Cienfuegos. Porque en realidad se llama Miguel Ángel Benítez López y tiene 32 años, habiendo usado documentos falsos para tramitar un acta de nacimiento original con el último de sus nombres. Al llegar a Jalisco creó dos portales huecos, uno llamado Soy Empresario que, además de prodigar frases cursis —“Un emprendedor sabe cómo construir su imperio con las mismas rocas que le arrojan”—, vende seguidores de redes, presumiendo tener más de 10 millones de cuentas disponibles al mejor postor. El servicio se anuncia así, respetando la pésima redacción original:
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La otra carnada es el Zucker Club, con teléfono tapatío —3334488636— pero dirección en Monterrey, en Avenida Fundidora número 2601, punto situado en medio del parque homónimo y prácticamente sobre las orillas del río de Santa Lucía. En su página de internet, montada con fotos de archivo de algún club nocturno, el sitio se anuncia como centro cultural, sitio de ayuda para animales en situación de riesgo, veterinaria, lugar de fitness y escuela de teatro. Después de que ambos ganchos probaran ser infructuosos, las habilidades de Benítez para el ajedrez lo llevaron a armar la coartada perfecta: el club Lancelot. Con ese membrete obtuvo un acceso casi irrestricto a muchachitas jóvenes y con ansias competitivas a lo largo y ancho del territorio nacional. Ostentándose como un pequeño prodigio políglota, campeón y maestro de box, de esgrima y de capoeira, es acompañado en sus trapacerías por un supuesto hermano que, como él, posee una identidad falsa. Compañero suyo al menos desde el CCH se presenta como ajedrecista, veterinario y activista en pro de los derechos de los animales, haciéndose llamar Hanzel Cienfuegos o Soria Zucker Cienfuegos, aunque su verdadero nombre sea Eduardo Soria Alpízar. Cuando le increparon el proceder de su falso hermano en el perfil que tiene en Facebook como Hanzel, que incomprensiblemente permanece activo, el sujeto respondió así:
así espéreme déjeme lo saco de la bolsa… ademas no está comprobado que sea cierto que allá sido secuestrada… mejor mida sus palabras y espere a que las autoridades hagan su trabajo por gente como usted el país no avanza.
Hoy está más que claro que para perpetrar sus estafas Benítez y Soria se inventaron, desde antes de salir de la Ciudad de México, una mitología victimizante que se originaría con un supuesto tío malo, muy malo, criminal y mafioso, que habría asesinado a su supuesto padre, de raíces francesas, lanzando a los pobres huérfanos a la fuga. Al menos así le justificaban a su público el cambio de domicilio y de identidad al ser descubiertos, lo cual sucedía una y otra vez al haber dejado ambos un abundante rastro de fango por todo el internet. Y aún hay más: Benítez gustaba decirles a sus anteriores víctimas que nunca antes tuvo novia y que ellas eran el primero y único amor de su vida. Cuando éstas lo descubrían en alguna foto besando a alguien más, o cuando los amigos y familiares les advertían de las fechorías del perpetrador, él les explicaba que no, que no era él, que lo que pasaba era que tenía un hermano gemelo tan malo como el tío, con quien éste estaría en contubernio para robarles a él y a Soria la vida y la herencia; que quien cometía todas esas barrabasadas no era él, sino ese gemelo.
Quienes tuvieron el infortunio de conocerlo antes lo describen como un mentiroso consumado, celoso, acosador y posesivo que les pedía a sus presas ocultarle completamente la relación a sus familias y amigos.
Quienes tuvieron el infortunio de conocerlo antes lo describen como un mentiroso consumado, celoso, acosador y posesivo que les pedía a sus presas ocultarle completamente la relación a sus familias y amigos. Cuando eran descubiertos Benítez aceleraba la polarización y el antagonismo: a una de sus víctimas, cuando sus cercanos intentaron hacerla ver la luz, se le desapareció por una semana para inventarle después que había estado internado en el hospital porque sus familiares lo habían mandado golpear.
A raíz del secuestro de Paula encontramos en las redes este testimonio de una chica de Monterrey:
Este psicópata abusó de mí cuando era menor de edad, y casi me convence de irme con él. Ha hecho lo mismo con muchas menores, lleva 10 años haciéndolo, yo por lo menos supe de otras dos, es un manipulador pederasta que conoce a sus víctimas por medio del ajedrez, a eso se dedica. Nunca lo denuncié, y ahora se llevó a una menor de 16 años. Por favor ayúdenme a compartir. Ah, y su nombre y edad son FALSOS. Al igual que sus documentos. Su verdadero nombre es Miguel Ángel Benítez Lopez y su edad es de 32 años. Es una persona mentirosa, manipuladora, abusadora y estafadora. Un verdadero psicópata. Cabe destacar que me provocó estrés postraumático y me costó mucho tiempo recuperarme. Y todavía el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro Ramírez dice que se fue ‘por voluntad propia’ y culpa a los padres, se llama SECUESTRO, grooming, manipulación y abuso de menores. No tiene vergüenza! Hay mucho que educar a Mexico! Quiero también aclarar que yo tenía muy buena comunicación con mis papás, les decía todo, no me prohibían cosas o algo por el estilo. Fue Miguel el que me dijo que no les dijera y cuando se dieron cuenta yo ya estaba muy manipulada. Así que esto NO es culpa de los papás, señor gobernador. El grooming es un fenómeno muy común en Latinoamérica por la IMPUNIDAD. En mi publicación podemos ver testimonios de decenas de personas que vivieron algo similar, manipuladas por gente mucho mayor que ellas.
Y éste, anterior, de una excompañera del CCH:
Este tipejo junto con su hermano, Soria Zucker Cienfuegos, han sido de lo peor que he conocido. En el 2013 tuve una fugaz relación con Soria, de quién afortunadamente me alejé al ver lo humillador y manipulador que era, posteriormente su hermano me buscaba en la facultad (pues él estudiaba en el colegio de pedagogía) simplemente para acosarme sexualmente. Todo paró hasta un día en que ambos me hostigaron en el metro y los confronté a gritos. Esos dos son un peligro, ahora ni siquiera sé si de verdad eran hermanos, pues no se parecían en nada y ambos decían ser huérfanos franco–mexicanos. Quiero agregar que en el 2013, en el CCH oriente, Otto andaba con chicas de entre 15 y 18 años fingiendo que tenía 19 años.
Los macarras de la moral gustan acusar desde sus atalayas que Paula es una chica fácil que se fue por su cuenta a vivir una aventura con el novio. Incluso si pudiéramos descontar que la niña tiene dieciséis años y el perpetrador treinta y dos, la realidad es que Benítez es un abusador que manipula el candor y la juventud de sus pupilas desde su autoridad como maestro. Se llevó a la niña siguiendo un plan muy preciso, con cómplices y un itinerario muy estudiado; cuando partían rumbo a la central de autobuses el fatídico lunes 29 de noviembre, lo primero que hizo fue quitarle a Paula el teléfono. En parte para comprar tiempo en la fuga, despistando a las autoridades y a la familia, mandándoles mensajes falsos y paseando el aparato por toda Guadalajara, pero también para impedirle a la muchacha hacer cualquier contacto sin tener el control total sobre sus comunicaciones.
A pesar de lo que diga el gobernador obtuso, reconstruirse la autoestima, sacudirse la culpa y sanar los puentes rotos después de una manipulación así de consecuente y de asfixiante toma muchos años y muchas lágrimas, y ojalá quedara solo en eso: mientras la niña no regrese existe el peligro tangible de que Benítez le haga más daño. La hostilidad puede detonarse con facilidad si el abusador llega a cansarse de ella, o si ella misma lo reta y amenaza con dejarlo, porque Paula no estará a salvo mientras esté física o mentalmente cautiva. Ninguna niña lo estará mientras no aprendamos a reconocer las señales que emiten estos psicópatas entre nosotros, despojándonos de la indiferencia complaciente que la sociedad suele manifestarles y optando en vez por señalarlos y detenerlos antes de que se conviertan en los monstruos que pueden llegar a ser cuando logran erigir organizaciones a su servicio sobre los cimientos patológicos del control y del abuso narcisista. De manera urgente hay que rescatar a esta Paula, pero después a todas las Paulas por venir, y eso sólo lo lograremos castigando ejemplarmente a los monstruos que las manipulan y someten con impunidad. ®