Esta reseña iba a comenzar así: “En este año en el que habrán de publicarse centenares de libros en nuestro país con temas que aluden a la historia de México o a la identidad nacional, La increible hazaña de ser mexicano de Heriberto Yépez (Planeta, 2010) destaca por su sentido crítico”. Sin embargo no comienzo con esas palabras porque poco antes de esbozarlas me di cuenta de que la importancia y los varios méritos del libro rebasan el contexto de las conmemoraciones del Centenario-Bicentenario en nuestro país. Yépez se propuso diagnosticarnos para luego dibujar una ruta que nos lleve a ser mejores personas, mejores mexicanos, y eso no es cosa de unos cuantos meses de celebración.
La tarea, desde luego, no es fácil. Para realizar un diagnóstico como el que hace Yépez en su libro es necesario partir de la autocrítica. Con frecuencia escuchamos la expresión: “Tal autor se adelantó a su tiempo”. Con esa frase se suele describir el que la obra de alguien no se ajuste a los parámetros generales de su contexto histórico y que de algún modo prefigure obras posteriores. Yo no creo que alguien pueda no pertenecer a su tiempo. En todo caso me parece que esos autores que destacan por tener una visión muy distinta a la de la mayoría de sus coetáneos, una visión inteligente, aguda y que trasciende su contexto inmediato (de ahí la sensación de que se adelantan) son los autores que tienen autocrítica y sentido crítico de su sociedad.
Yépez tuvo que haber pensado muy bien los conceptos de su libro porque en el diagnóstico que hace de nosotros, los mexicanos, no sólo él, también muchas de las personas a quienes quiere y que más le importan están incluidos. No es fácil atreverse a decir cosas que hemos detectado en nosotros y en nuestro entorno inmediato porque siempre va a provocar rupturas y heridas profundas; algunas tal vez nunca se cierren. Pero comencemos con algunos de los rasgos que hacen de este diagnóstico algo punzante.
Según el autor, los mexicanos estamos atorados en el tránsito de una etapa a otra. No se trata, como en el psicoanálisis, de ir experimentando etapas a las que supuestamente todos se enfrentan, pero que no todos pueden superar. Las etapas de las que habla Yépez son sociales e individuales a un mismo tiempo. La recurrencia de actitudes negativas en el plano individual conforma una sociedad que transmite y repite esas actitudes hasta llegar a una inercia, primero, y después a una serie de actos violentos. La violencia surge porque en el fondo no podemos vivir eternamente con actitudes negativas, ya que hay algo en cada uno de nosotros que es capaz de detectar el daño que producen esas actitudes. De otro modo no habría indicador alguno para saber cuando una actitud es positiva o no.
Nuestra cultura, entendida como el conjunto de actividades e ideas que transmitimos y a través de las que interactuamos para un bienestar social, está en crisis. En el centro del problema, los mexicanos vivimos una crisis porque tenemos miedo de cambiar y de asumir nuestras responsabilidades. Desde aquel que minimiza, niega o evade una profesión u oficio (porque aceptarlo significaría tener que prepararse y comprometerse de verdad para ejercerlo) hasta quienes piensan que oprimen a otros por ejercer la corrupción como si fuera algo normal, los mexicanos hemos adoptado una forma de vida que pospone la responsabilidad. No queremos vivir como adultos porque queremos vivir a costa de otros, que otros sean quienes decidan por nosotros, quienes nos controlen y con ello podremos justificar nuestro estancamiento. “Estamos jodidos porque no sabemos estar de otra manera”, parecería decirnos Yépez. Ahora bien, la crítica, una crítica sin tapujos y fuerte, no es lo único a lo que se remite el libro. La acompañan varias reflexiones que señalan la manera de salir de esa crisis. A diferencia de muchas críticas artísticas, sociales o históricas, Yépez se toma la molestia de proponer soluciones, opciones de desarrollo que requieren de una participación adulta, razonada y auténtica.
Este libro debe mucho al pensamiento de Nietzsche, concretamente al de la última etapa. Pocas cosas han sido tan mal comprendidas como el concepto del “superhombre” nietzscheano. El superhombre no tiene que ver con razas ni nacionalidades; es un estado al que los seres humanos pueden llegar a partir de una autocrítica que identifique lo que nos estanca, una ruptura (violenta si es necesario) con aquellas cosas que nos hacen daño, para por fin alcanzar una libertad y una alegría de vivir, un disfrute razonado de la vida. Me parece que cuando Yépez habla de un “nuevo mexicano” se refiere, en mucho, al superhombre del filósofo alemán. Me agrada que exista esta coincidencia porque uno de los rasgos más importantes de una sociedad libre y autocrítica es su capacidad de tomar de otras culturas y de otras épocas lo que encuentra valioso, lo que puede adaptar para sí y su desarrollo. Nada más ingenuo que las propuestas ideológicas, estéticas y científicas que no toman en cuenta lo que les precede porque piensan que la única actitud válida es la de ir en contra de todo. Nada, empero, más dañino que cesar en la búsqueda de lo novedoso, del cambio, una vez que se tiene el conocimiento de una tradición (histórica, artística, científica, etcétera) porque dejamos de desarrollarnos.
Consciente de sus probables interlocutores, Yépez habla en un tono claro y directo a un lector que lo mismo puede conocer mucho o poco de la historia de México, que puede tratarse de un escritor, un sociólogo, psicólogo, o alguien interesado en comprender mejor la circunstancia del México actual. Su registro es amplio y con ello abraza a más lectores.
Dos objeciones tengo, sin embargo, con respecto a este libro. La primera es el título mismo. Creo que el ser mexicano no es una hazaña. Lo sería el dejar de serlo o en todo caso el ser un nuevo mexicano (en palabras de Yépez).
Mi segunda objeción es sobre la ironía, concepto que ataca Yépez con singular fuerza. La ironía, según mi comprensión del libro, no es lo que Heriberto quiere atacar. Es decir, entiendo por ironía una expresión que se vale del humor y la inteligencia para ofrecer un sentido crítico. La ironía es uno de los grandes recursos de varios autores en distintas épocas para transmitir una idea de una forma más eficaz (por autores no me refiero sólo a escritores, también lo ha sido por filósofos, historiadores, científicos…). He aquí al propio Yépez valiéndose de la ironía.
—Va aquí la receta (infalible) para hacer de tu hijo un narco, un criminal, alguien sediento de más y más poder.
—Desde muy temprana edad, rebana sus sentimientos, cuerpo y deseos. Dile que tú sabes más de él o ella que él o ella mismo. Todo lo que haga, descalifícalo.
(Hazlo tan sistemáticamente como puedas.)
—Al tiempo que preparas un ser marcado por la incompletud, agrega machismo, clasismo, racismo y misoginia a tu gusto, hasta que tu hijo crea que un ser se completa rebajando a otros.
—(El ninguneo es el ingrediente clave de este platillo típico.)
Tal vez lo que molesta no es la ironía sino la burla que denigra aquello de lo que se burla. Los mexicanos nos burlamos siempre de cualquier cosa con sólo trasponerla a nuestra cultura. La sola expresión: “Hacerlo a la mexicana” implica algo hecho sin reflexionar, sin empeño, casi orgulloso de su mediocridad. Creo que ese tipo de burla, de búsqueda constante de la denigración de cualquier cosa subrayando sus fallas es uno de los problemas que Yépez ataca en el capítulo dedicado a la ironía. Por supuesto, esto es sólo mi interpretación.
Los cambios de actitud propuestos en el libro requieren que la sociedad mexicana actúe y lo haga primero en el plano individual, con las ideas y los hábitos que tenemos en casa, el trabajo, la salud; con quienes nos rodean. Este libro no es sólo recomendable para conseguir fuerzas e ideas sobre cómo iniciar este proceso de acciones concretas y de autocrítica, también resulta un gran texto para discutir entre lectores, para extenderlo en el día a día a través de nuevas consideraciones.
Esta reseña debería terminar, tras atender la oferta cultural abarrotada de temas sobre México, saludando La increíble hazaña de ser mexicano por tratarse de un libro escrito con inteligencia, humor y, sobre todo, con la finalidad más importante que tiene cualquier cosa que se escriba: contribuir a que seamos mejores personas. Y de hecho así termina. ®
MArgot
Este texto es tuyo ?? Al menos asi viene firmado.
Dices : » nosotros los Mejicanos » HAsta Judia vale pero machupichiana ni de coña !!