La prueba Rostros incluye una hipótesis verificada: Una persona de izquierda y congruente no aparece (voluntaria o conscientemente) en Rostros. Las personas de izquierdas congruentes no contratan los servicios de Rostros ni posan para sus fotógrafos.
En México, y no sólo en México, abundan los productos de “sociales”, productos mediáticos que incluyen a las revistas hechas —en modo exclusivo y excluyente— para que los ricos y sus admiradores/imitadores/ahijados se exhiban y se presuman a sí mismos. El estado mexicano de Puebla no podía ser una excepción a esta clase (tipo y lección) de publicación clasista: aquí vive un monstruo ejemplar llamado Los Rostros —mejor conocido simplemente como “Rostros”, que también tiene ediciones en Veracruz, Tlaxcala, Oaxaca, Jalisco, Hidalgo y Chiapas.
Como demasiados poblanos saben por una u otra razón, en Rostros aparecen muchos de los más ricos del lugar y muchos más de los no tan ricos, los ricos pero no tanto, sobre todo no tanto como ellos mismos dicen ser. Rebosan sus páginas ridículas de adictos a los pesos y a las pesas —el problema, claro, es la adicción—. Los más ricos lo hacen simplemente porque deciden mostrar su riqueza mayor —sólo económica o casi— para la reproducción de su estatus local, valiéndose de un medio más “impersonal”, formal, “serio” y socialmente “legítimo” —en el sentido en que ellos usan la palabra “social”— que las famosas y supuestamente democráticas “redes sociales” en que también se muestran. Los segundos, los no tan ricos, aparecen porque precisamente son los segundos: desean demostrar que son ricos, muy ricos, y así mostrar que no sólo no son pobres sino tampoco “nacos” o “indios”; evidentemente, sus muestras están “pensadas” para ser demostraciones ante sí mismos, frente a los primeros y para el resto, que para ellos está de más en todo lo demás. Unos aparecen y presumen; otros aparecen y aparentan, presumiendo. Y todos están mal. Mucha tela de dónde criticar.
No está sola una pregunta, una cuestión, de relevancia sociológica: ¿por qué necesitan mostrar y demostrar en público tantas cosas privadas, no sólo a sus pares y similares sino a nosotros que no tenemos nada que ver de esa manera? Pues ¿a quién debería importarle si X “se fue de antro” y a quién le importa si Y se casó por la Iglesia? También hay ahí un problema de importancia pública. Actualizando al expresidente Clinton: es la desigualdad, estúpido… La estúpida desigualdad nacional. No es un asunto de provincia geográfica, como no lo es directamente de cosmopolitismo auténtico; es uno de geografía económica y social y de provincianismo cultural. Esas cosas de su vida privada implican factores causales públicos, socioeconómicos y sociopolíticos, no sólo privados, individuales o personales o familiares. Mucho que criticar con objetividad. Y su libertad no queda en juego…
No está sola una pregunta, una cuestión, de relevancia sociológica: ¿por qué necesitan mostrar y demostrar en público tantas cosas privadas, no sólo a sus pares y similares sino a nosotros que no tenemos nada que ver de esa manera? Pues ¿a quién debería importarle si X “se fue de antro” y a quién le importa si Y se casó por la Iglesia? También hay ahí un problema de importancia pública.
Rostros es, desde luego, una publicación nefasta: un espacio “periodístico” que con lujo de lujo y baja ostentación hace pública una parte de la vida privada en ciertas clases sociales. Una revista del mal gusto por el mal gusto de exhibir a unos exhibicionistas de su “buen gusto”. Siendo lo que es, Rostros no busca a las izquierdas, ni las izquierdas como tales tienen cabida en Rostros. Cualquiera que sea de izquierda no busca estar en esas páginas, más que por el hecho de que revelan otros rostros de la estupidez por el de que no hay izquierda sin un grado suficiente —fuerte, elevado, incluso total— de igualitarismo económico y social, igualitarismo negado en cualquier variante por espacios como Rostros. Piensen, por ejemplo, en un profesor y alto funcionario de universidad pública que dice ser y habla como izquierdista y demócrata, ¿querría e intentaría ser visto en algo como Rostros? No. Obviamente. Indudablemente. Necesariamente. Pero como no es tan obvio quiénes sí son de izquierda entre los que dicen ser, y como a la izquierda también saltan, asaltan, gritan, patean, patalean, cobran, se cubren y se encubren los farsantes e incongruentes:
He diseñado y propongo una prueba de suma a la medición y evaluación locales de la “izquierdidad” individual (personalidad de izquierda). Es una prueba sencilla: revisar las páginas de la (des)vergüenza llamada Rostros; ver si X o Y aparecen ahí. The Rostros test.
La prueba se iguala a una regla que es a un tiempo regla de principio y regla empírica como regularidad de hechos; es en muchos sentidos una “norma empírica”, incluyendo una hipótesis verificada: Una persona de izquierda y congruente no aparece (voluntaria o conscientemente) en Rostros. Las personas de izquierdas congruentes no contratan los servicios de Rostros ni posan para sus fotógrafos.
La prueba significa el cumplimiento o no de esa regla.
Insistiendo: lo sentenciado es, además de una máxima, una prueba tanto en el sentido de “testeo” (ejercicio de poner a prueba) como en el de “cosa probada” (demostración).
¿Quiénes no pasan la prueba?
Apéndice analítico
a) La selección de Rostros se debe a ser el más transparente y eficaz álbum de la vida público–privada de las derechas de los “viejos ricos” y de los “nuevos ricos” narcotizados, con las tendencias sociopáticas y egomaniacas que también existen dentro de dos grupos que se cruzan.
b) La prueba está localizada en su formato, es local por la presentación, pero es exportable, por el fondo y su mecanismo. Puede ser exportada y adaptada a cualquier ciudad mexicana o no en la que habite una bestia como Rostros.
c) Las posibles excepciones a la regla tendrían que ver con igualmente posibles compromisos políticos trascendentales y trascendentes, democráticos y no personalistas, no de egoísmo llano, puro y estricto, sino relacionados con algo como un tocquevilliano “egoísmo ilustrado”. Si hubiera más excepciones, bueno, excepciones son…
d) No todos los que se fotografían en revistas clasistas como Rostros son necesariamente malas personas ni miembros de la peor derecha. Algunos son buenas personas sin ser de izquierda —y en la izquierda también hay malas personas…—; otros sólo son la paradoja de ser cabezas pobremente amuebladas, “cabezas huecas”, muy huecas. ¿Qué no hay que tener dentro del cráneo para creer que estar en esas revistas es logro, mérito y orgullo?
e) No es imposible que alguien de izquierda sea, por “accidentes” o creación propia, rico. Aunque es improbable que esté entre “los 1%” y en los porcentajes más altos y más pequeños, los porcentajes más adinerados. El punto es otro: es imposible que quien lo sea, si es real y verdaderamente ambas cosas, decida presumirlo, ostentar y usar esa riqueza y su exhibición para remarcar diferencias económicas, distinguirse así de otros, “asegurarse” psicológicamente y discriminar con base en la clase social —como una estructura social. Sintetícese al menos a Manuel Rodríguez Lapuente y Gerald Cohen: “No me hice de izquierda para vivir como pobre sino para que los pobres vivieran como yo” + “If you’re an egalitarian, how come you’re so rich?” Ni pobrismos ni contradicciones.
Para ser de izquierda no basta —ni se necesita, no es realmente imprescindible— un discurso mediático izquierdista, ni izquierdista mediático. Son necesarios discurso y argumentos públicos (lo público no se agota en los medios), y convicciones y acciones sociales.
f) No se trata de que los —y las— que no aparecen en Rostros sean —todos y por eso— de izquierda sino de que quienes son real y verdaderamente de izquierda no aparecen ahí.
Para ser de izquierda no basta —ni se necesita, no es realmente imprescindible— un discurso mediático izquierdista, ni izquierdista mediático. Son necesarios discurso y argumentos públicos (lo público no se agota en los medios), y convicciones y acciones sociales. Derivadamente, la prueba está totalmente justificada y no es lo que no pretende ser porque no puede serlo: una medida de cuán de izquierda se es. No dice ni intenta ni quiere responder cuánto… Dice, apuntando, sí o no; responde (sobre) si se es o no se es de izquierda, por razones de posibilidad en y dada la realidad.
Sencillamente, hay personas que no hacen lo que dicen. La Incongruencia. Es posible tener y ejercer un discurso de izquierda —y democrático— y no ser de izquierda —ni demócrata—. Un individuo que habla como de izquierda puede —aunque no debe— no ser de izquierda, no actuar en general como de izquierda. Uno que sea de izquierda, porque actúa en consecuencia, izquierdistamente, tiene o suele tener un discurso de izquierda. Si eres de izquierda hablas así. Si hablas así, no necesariamente —no por eso o no sólo por eso— eres de izquierda. Tus dichos no son lo mismo que tus hechos. Si tus hechos, como persona e individuo a la izquierda, incluyen a tus dichos, tus dichos no necesariamente incluyen a los hechos que no sean el hecho de decir.
Apéndice cultural
La fineza, o ser fino en un sentido racionalmente válido, es una cuestión cultural que no depende necesariamente de la riqueza, de ser económicamente rico. La fineza válida tampoco es fenotípica, no es cosa racial, es riqueza cultural, no meramente material, que puede o no tener origen material directo. Un par de ejemplos: los narcos son ricos y no finos; muchos académicos son finos y no ricos. Dicho esto se impone, asimismo, insistir en pluralizar semánticamente sobre el materialismo, sin detrimento de la claridad y la precisión, esto es, distinguir entre materialismos: materialismo no es el sinónimo de dinerismo, por más que éste sea un ismo de corte materialista; no es más que otro tipo de materialismo. ®