La saga del agente rebelde de la CIA, que comenzara su aventura con la memoria desvanecida, ha llegado a su cuarta entrega manteniendo cierta parte de su carácter original aunque también renovándose en cada ocasión.
Parecería ser que desde los cuatro últimos filmes con el personaje Bourne, en las versiones por cierto de diversos directores, la licencia del carácter fuese propiedad de Matt Damon. Con The Bourne Legacy (Tony Gilroy, 2012), última pieza de la entrega, se ha modificado este patrón, pues Jeremy Renner es el protagonista y no le va a la zaga a Damon, en ningún sentido. Tony Gilroy (Manhattan, 1956) es un guionista notable, autor de libretos como The Cutting Edge (1992), Dolores Claiborne (1995), The Devil’s Advocate (1997), Armageddon (1998) y Proof of Life (2000). Guionista o coguionista de la serie de Jason Bourne, The Bourne Identity (2002, Doug Liman, escrita con W. Blake Herron), The Bourne Supremacy (2003, Paul Greengrass), The Bourne Ultimatum (2007, Paul Greengrass, escrita con Scott Z. Burns y George Nolfi) y finalmente también director de The Bourne Legacy, al igual que de cintas como Michael Clayton (2007) y Duplicity (2009).
Jeremy Renner actúa al lado de Edward Norton, Joan Allen, Albert Finney, Oscar Issac y Robert Christopher Riley en una cinta que sólo toma como pretexto al personaje de Bourne para ir a otra cosa, manteniendo algo del carácter anterior, que buscaba la justicia pero con menos tintes de superhéroe. No es ningún secreto que Jason Bourne es un personaje salido de la imaginación del novelista estadounidense Robert Ludlum (1927-2001), quien basaba sus libros en teorías de la conspiración —como acostumbran a motejarla sus oficiosos detractores— con novelas de espionaje donde se exponían los oscuros designios y manejos de la Comisión Trilateral, entre otras agencias, como The Holcroft Covenant (1978) and The Matarese Circle (1979), donde se ventilan y concretan las sospechas de que los diversos grupos de terroristas en el mundo no son más que ejércitos de rufianes entrenados y financiados por los gobiernos más poderosos o bien consorcios privados de los países más ricos para cumplir —por debajo del agua— planes cuyos objetivos de domino resultan inconfesables.
Si Matt Damon últimamente se ha alineado tanto como para dejar de hacer personajes atrevidos, que reten las declaraciones de los políticos en turno, o bien si la violencia y la acción ya son su línea, lo cual es dudoso, a juzgar por otras de sus películas, cualquiera que sea la razón, perdió la oportunidad de mantener la exclusividad sobre el personaje de Jason Bourne, todo un hit para los espectadores. En su lugar, Jeremy Renner (1971), con sus cuarenta y un años encima, se empeña en dar credibilidad al extraño personaje, habiéndose puesto en condición física de manera previa, contando en su haber con cintas de acción como The Hurt Locker (2009), Mission: Impossible. Ghost Protocol (2011), The Avengers (2012), presentando ventajas difícilmente superables: la fuerza en la actuación, la convicción y el hecho de que su caracterización tenga más ángulos desde donde pueda ser apreciada.
¿Realidad o fantasía? Un poco de ambas, mezcladas de manera contestataria, en este filme para aquellos que sepan efectuar la lectura adecuada, lo cual con los eventos que vemos cada día, especialmente desde el 11 de septiembre de 2001 y sus verdaderos perpetradores, no resulta imposible de creer.
La cinta empieza con una escena donde Aaron Cross, hallándose en Alaska, se lanza al agua para recuperar un paquete envuelto en plástico, que contiene unas pequeñas píldoras azules y verdes. Secándose frente al fuego desenvuelve el paquete y sólo tiene tiempo de escapar a una manada de lobos famélicos que lo persiguen por la nieve. En las montañas hace ostentación de sus cualidades para saltar y escalar en escarpas en las que un alpinista experimentado tendría dificultades. En apariencia, los fármacos aumentan la capacidad muscular, la resistencia al dolor y las habilidades cognitivas. Al poco tiempo llega a una cabaña donde está otro de los participantes secretos en el programa, quien intenta ayudarlo pero, como ambos llevan chips bajo la piel, pronto un drone, un pequeño avión dirigido a control remoto, llega con un misil y reduce a astillas la cabaña donde se encuentra a mitad de la tundra.
Aaron Cross es parte de un programa secreto, mantenido por la CIA en colaboración con ciertos laboratorios que hacen investigación neurológica, llamado Operation Outcome, diseñado para formar agentes superdotados, capaces de acometer con éxito las misiones más arriesgadas y difíciles. En cierto momento la operación se ve comprometida y deben desmantelar el programa entero, eliminando antes a cada uno de los siete agentes inscritos. El plan es sencillo: cada uno de ellos recibirá una píldora amarilla que les causa una hemorragia cerebral al poco tiempo de ingerirla. Aaron Cross sabe que sobre su cabeza, independientemente de él, pesa una sentencia de muerte e intenta eludir su destino. Para seguir debe hallar más píldoras azules y verdes. Ahí es donde entra en escena la doctora Stefanie Snyder (Rachel Weisz), quien habitualmente les toma muestras sanguíneas y hace análisis. Para el desmantelamiento del programa, al aparecer le dan cuerda, es decir vuelven loco, a uno de los científicos que trabajan en el mismo laboratorio que Stefanie, el cual comienza a disparar contra todos. Ella logra escabullirse y al poco tiempo los de seguridad logran penetrar a la escena del crimen (las puertas estaban bloqueadas, ya que el asesino había retirado las perillas), hacer un disparo, el siguiente sale de la propia arma del demente y se dirige contra su sien.
En medio de una serie de espectaculares persecuciones que logran retener la atención del espectador, a través de los 135 minutos que dura la película, la doctora y Cross logran escapar de la CIA, abordan un avión hacia Manila, donde mantienen las cepas del virus que, en realidad, es el causante de las extraordinarias mutaciones, con el intento de inyectarle una nueva dosis que lo vuelva inmune, sin quitarle las cualidades adquiridas, pero liberándolo de seguir tomando los fármacos. Lo logran, además de salir vivos del enfrentamiento con el último agente secreto del programa, un asiático. Sorprende la manera como la CIA y las demás agencias gubernamentales no tienen el menor escrúpulo para deshacerse del fugitivo, un simple asset de su propiedad, de quien pueden disponer a su antojo en el momento que así se requiera. Todo gesto de compasión, de justicia o de simple solidaridad humana está ausente en ellos. ¿Realidad o fantasía? Un poco de ambas, mezcladas de manera contestataria, en este filme para aquellos que sepan efectuar la lectura adecuada, lo cual con los eventos que vemos cada día, especialmente desde el 11 de septiembre de 2001 y sus verdaderos perpetradores, no resulta imposible de creer. ®