En su “Autobiografía” Guadalupe Dueñas nos cuenta aspectos de su personalidad; nos susurra sus miedos, sus deseos, sus pasiones. No le da miedo exponer intimidades familiares ni ser autocrítica: si bien resalta su talento, también honra lo que considera sus defectos.

Guadalupe Dueñas (Guadalajara, Jalisco, 19 de octubre de 1910–Ciudad de México, 10 de enero de 2002) se apoderó de varios temas, principalmente de ella, de la honestidad y del horror, elementos que plasmó en sus letras universales.
Es un honor ser parte del encuentro virtual “Bajo la mirada incisiva de Guadalupe Dueñas”, coordinado por la investigadora y profesora Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, Veracruz, 1954), para recordar con admiración a quien fuera poeta, cuentista, novelista y guionista tapatía cuyo estilo retumba con fervor a 115 años de su nacimiento.
Guadalupe tenía un estilo peculiar. Su manejo del vocabulario era extraordinario; mantuvo siempre elegancia y elocuencia en sus letras, en su forma de comunicarse. Asimismo, nos regaló una sutil y fresca manera de reírse de la vida y de las solemnidades con las que no se identificaba.
Guadalupe siempre me hace sentir acompañada. Sus letras, que desnudan miedos, no me hacen sentir intimidada, sino abrazada. Su personalidad y carácter nutren mi día a día y mi vocación, que es el periodismo.
Esos ingredientes se pueden saborear en su “Autopresentación o Autobiografía”, texto que escribió para leerlo el 8 de julio de 1966 en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, como parte del ciclo “Los narradores ante el público”.
Su pasaje me cautivó porque, con ternura, nos platica aspectos de su personalidad; nos susurra sus miedos, sus deseos, sus pasiones. No le da miedo exponer intimidades familiares ni ser autocrítica: si bien resalta su talento, también honra lo que considera sus “defectos”.
Además, nos regala su visión del México que le tocó habitar —que no es tan diferente al de la actualidad—. Habla sin rodeos de sus contemporáneos, de la cultura nacional, de las actitudes conservadoras, del machismo y de las expectativas sociales, como el rol de la maternidad, el cual prefirió saltarse.
A través de sus líneas nos dice los sentimientos que le provocaron la historia, la religión, la ciencia, las problemáticas sociales y las artes, como la pintura, la escultura, el cine y la televisión. Y, también, nos cuenta que decidió renunciar a las injusticias, a los estándares impuestos a las mujeres y a una larga sarta de violencias.
En lo personal, Guadalupe siempre me hace sentir acompañada. Sus letras, que desnudan miedos, no me hacen sentir intimidada, sino abrazada. Su personalidad y carácter nutren mi día a día y mi vocación, que es el periodismo.
Guadalupe Dueñas es arte, es cultura, es elegancia, es magia, es un mundo propio y es un mundo aparte. Debemos ser atrevidos para introducirnos a sus pensamientos. Pero debemos hacerlo sin expectativas, porque sólo así nos podremos sorprender y disfrutar de gratas y raras sorpresas.
En ella los nuevos lectores y lectoras encontrarán a una aliada que no querrán soltar nunca. Y, mejor, encontrarán a una maestra, una sin cuadraturas, sin ataduras, libre, rebelde, simpática y con muy buen humor.
“Autobiografía”.
[fragmentos]
“Pues bien, creo que ya todos me conocen, y para entrar en confianza, les recordaré que nací en Guadalajara, soy tapatía de ascendencia española y árabe; mi mamá cantaba, mi papá comía gato —en las pausas—. Fuimos catorce hermanas. No me conviene decir que soy la mayor, pero soy la primogénita, descontando a mi hermana Mariquita, la del bote. La naturaleza me ha dotado de lo mejor, hasta con talento. Pero también tengo que reconocer mis defectos: jactanciosa, buena para nada, tímida, pecosa, neurótica… Dispongo de una pensión exigua, de un trabajo intenso y no bien remunerado, de cinco mil libros que debo leer antes de morir, de hermanas con problemas, de amigos menesterosos, de amigas envidiables y de unas ganas inmensas de llorar…
”Debo reiterar que no me he casado, ni conozco las delicias de la maternidad. Estos es una limitación, así lo dicen; además es cierto, pero ayuda, porque según esta moda del psicoanálisis se adquieren inmejorables, casi perfectos complejos que la apartan a una de la sana razón, y, claro, en lugar de cuidar criaturas, vengo a Bellas Artes a dar conferencias”.
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“He pensado mucho en una novela que no he escrito totalmente sobre estas cosas, sobre el mundo interior y la experiencia de pasarlo a instancia pública, donde están las ideas, las inconformidades, los rencores como a punto de hervor: en el vientre del Estado. Quiero hablar de cosas simples, sin piel, ni sudores, ni penumbrosas epidermis.
”Tal vez no entiendo nada. Soy muy ignorante. Leo, hago preguntas, discuto, contradigo: llevo en fin la vida del ignorante de pronóstico. Y esto es precisamente lo que se ve en mi novela.
”Les voy a causar la mortificación de leerles partes que los conecten con el mundo donde no pasa nada, pues aquí no suceden cosas de mayor importancia que las rosas…”. ®
—Este texto se leyó en el evento para festejar el cumpleaños de Guadalupe Dueñas, en el que participaron Andrea Magaña, Pamela García Maldonado, Estefania Ibáñez, Alejandra Díaz, Dolores Bolívar y Patricia Rosas Lopátegui. 19 de octubre de 2025.