La militancia verde

Los humanos son el enemigo

Entre ecología y ecologismo hay un ismo de diferencia, de proporciones semejantes a las que hay entre social y socialismo, común y comunismo o paz y pacifismo. Ecología es disciplina científica y ecologismo es una militancia que a veces raya en lo místico.

Evangelina Carrozzo, bailarina, modelo y ecologista argentina, en una protesta de Greenpeace en el marco de la IV Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, en Viena, el 12 de mayo de 2006, por la instalación de plantas de celulosa sobre la orilla del río Uruguay.

Evangelina Carrozzo, bailarina, modelo y ecologista argentina, en una protesta de Greenpeace en el marco de la IV Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, en Viena, el 12 de mayo de 2006, por la instalación de plantas de celulosa sobre la orilla del río Uruguay.

Un pacifista no es alguien que vive de manera pacífica, sino quien actúa para promover un cambio a favor de condiciones que aseguren la paz o reduzcan las amenazas a ella. Así, la ecología es la rama de la biología que estudia a los seres vivos en relación con su ambiente, en tanto que el ecologismo es un tipo de militancia que implica pautas de comportamiento dirigidas a la protección del ambiente o algunas otras afines como la preservación de especies y áreas naturales, el vegetarianismo y la oposición al maltrato de animales. Ecología es disciplina científica y ecologismo es militancia. Hay pocos ecólogos: de acuerdo con el padrón de miembros del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) hay 231 adscritos a algún instituto, centro o programa de ecología; en cambio ecologistas hay muchos: cualquiera con un poco de motivación y dispuesto a dedicar algunos recursos puede serlo (inclusive los ecólogos, por supuesto).

Los ecologistas son individuos que actúan como parte de organizaciones o movimientos que tratan de influir en las políticas públicas, las leyes y los procesos económicos y culturales que afectan negativamente el ambiente en la calidad del aire, el agua y la tierra, así como en la preservación de animales, plantas y otros recursos naturales necesarios para ello.

En general, puede decirse que los ecologistas son individuos que actúan como parte de organizaciones o movimientos que tratan de influir en las políticas públicas, las leyes y los procesos económicos y culturales que afectan negativamente el ambiente en la calidad del aire, el agua y la tierra, así como en la preservación de animales, plantas y otros recursos naturales necesarios para ello. El concepto de ecologismo se expresa igualmente con la palabra ambientalista, de uso cada vez más corriente; indistintamente a cómo prefieren denominarse, sus militantes se consideran vinculados a un movimiento mundial que implica de su parte distintos grados de compromiso y modos de participación: para algunos sólo es una causa con la que simpatizan, para otros merece que le dediquen trabajo voluntario o la donación de una parte de sus bienes o una cuota, para muchos constituye un empleo y para unos cuantos es el principal motivo o sentido de su existencia que justifica incluso la violencia.

¿Cuántos hay?

¿De qué tamaño es la militancia ecologista en México? Es difícil calcularlo con precisión, pero hay dos organismos que nos pueden dar idea: el Centro Mexicano de Filantropía (Cemefi) tiene registradas 569 organizaciones de la sociedad civil clasificadas en el campo de acción denominado “medio ambiente”, categoría que incluye a las dedicadas a la defensa de animales. De ellas, 368 tienen la figura jurídica de asociación civil, tres de fideicomiso, diez de institución de asistencia privada, catorce como sociedad civil y el resto (175) sin definir. Si bien en cada entidad del país tiene su domicilio al menos una decena de estas organizaciones, en el Distrito Federal es donde más hay, 126, más otras 24 en la Zona Metropolitana del Estado de México. Aun así, con todo y lo centralizado del país, la mayoría se encuentra distribuida a lo largo y ancho de la federación.

Che verde. Ilustración de Itobé.

Che verde. Ilustración de Itobé.

El otro registro es el de la Comisión de Fomento de las Actividades de las Organizaciones de la Sociedad Civil del gobierno federal, que tiene un total de 11 mil 215. De ellas, una de cada cuatro realiza alguna de estas actividades: apoyo para el aprovechamiento de los recursos naturales, protección al ambiente, la flora y la fauna, preservación y restauración del equilibrio ecológico o la promoción del desarrollo sustentable en los planos regional y comunitario de las zonas urbanas y rurales. Son exactamente dos mil 766, de las cuales la gran mayoría, dos mil 591, son asociaciones civiles. Con domicilio en el Distrito Federal hay 492, sólo 17 por ciento, en tanto que en Chiapas, por citar un ejemplo para comparar, hay 176, equivalentes a 6.36 por ciento.

El incentivo para que muchas de estas organizaciones se hayan registrado ha sido que esto constituye una condición para poder recibir subsidios (programas sociales) o beneficios fiscales, pero difícilmente puede dar cuenta del universo de los militantes en los comités y movimientos que surgen de manera eventual o contingente y que de igual forma se extinguen, así como de los grupos que no tienen interés o conocimiento de los posibles beneficios que implicaría su registro. No obstante, si consideramos de manera más o menos arbitraria que en cada una de esas dos mil 766 organizaciones registradas hay al menos diez participantes, el número de militantes ambientalistas sería de al menos 27 mil 660 que participan con una base de institucionalidad, así sea incipiente. Y si se trata de instituciones, tampoco puede dejar de considerarse que la cuarta fuerza política del país es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), aunque no queda claro qué tanto representa o se sienten identificados con él el grueso de los militantes ambientalistas.

Vegetarianos del mundo…

La militancia ecológica no siempre se da en estado puro. Se fusiona a otros discursos por distintas circunstancias dando lugar a hibridaciones; ya sin la Unión Soviética en el mundo postbipolar, no pocos militantes del marxismo se vincularon pronto a nuevos movimientos sociales, como el feminismo, la defensa de los derechos de homosexuales y, por supuesto, el ambientalismo; luego vendría la oposición al libre comercio, bajo la acusación de ser “globalización neoliberal” o “neoliberalismo globalizador”. Desde entonces toda manifestación globalifóbica o altermundista no ha dejado de tener un componente discursivo y sentimental alusivo a la defensa planetaria o de la Tierra, así como al descubrimiento de planes malévolos para su explotación por parte de compañías transnacionales —desde productores de alimentos transgénicos hasta fabricantes de tenis—, la banca internacional y los gobiernos de los países ricos. Su ética o ethos señala para algunos un estilo de vida que implica qué marcas de ropa y calzado es correcto usar y qué alimentos deben o no consumir.

Toda manifestación globalifóbica o altermundista no ha dejado de tener un componente discursivo y sentimental alusivo a la defensa planetaria o de la Tierra, así como al descubrimiento de planes malévolos para su explotación por parte de compañías transnacionales.

Curiosamente, el principal difusor del marxismo en México, el historietista Rius, seudónimo de Eduardo del Río, es también uno de los pioneros en la promoción del naturismo (curarse con productos no industrializados) y el vegetarianismo (alimentarse sin carne ni productos refinados), con libros como La panza es primero, de 1972, en el que desaconseja la vacunación porque, según él, es falso que los microbios causen enfermedades, tesis que ratificó en No consulte a su médico (1975), El yerberito ilustrado (1975), 100 plantas que se comen (sic) (1984) y otros posteriores, entre los que cabría mencionar el de Toros sí, toreros no (1990), en la línea de la oposición al maltrato animal y, quizá el más influyente de todos, La droga que refresca (1989), alegato contra la Coca-Cola como símbolo del imperio yanqui y producto alimenticio chatarra, poco menos que un veneno mortífero, aunque veinte años después la compañía refresquera peruana Ajegroup, fabricante de Big Cola, ha obligado a bajar los precios de sus competidores haciendo más atractivo para muchos consumidores comprar y tomar refresco en vez de agua, tan sólo por ser más barato o del mismo precio: cuatro pesos por litro.

Animalistas en fuga

Como en toda militancia, hay algunos casos anómalos por extremistas que, por concentrarse en un bien o valor, quieren someter al conjunto de ellos subordinándolos o negándolos. Escapan así al imperio de la razón y se oponen a los principios de la convivencia democrática, los derechos humanos y la legalidad, como sucede con los ecoterroristas o, simplemente, ecodelincuentes, para no darles un título que los ponga a nivel de Ben Laden.

Manifestantes de PETA contra las corridas de toros en Madrid, febrero de 2006. Reuters / Andrea Comas.

Manifestantes de PETA contra las corridas de toros en Madrid, febrero de 2006. Reuters / Andrea Comas.

El 26 de marzo de 2010 un grupo de jóvenes anarquistas que se denomina Brigadas de Acción Incendiaria Compañero Mauricio Morales se atribuyó en varios sitios de internet la responsabilidad por haber quemado “un auto de lujo” en la colonia Polanco de la Ciudad de México. Aunque la fotografía que publican muestra una enorme humareda contaminante y negra causada por ellos, se justifican así: “El quemar un auto es un reflejo de nuestra ira y odio contra quienes destruyen el planeta, la contaminación que genera la producción de automóviles y el enajenamiento, el capital que gira en torno a su fabricación, compra y venta, la imposición de la inmovilidad por medios propios (a pie o en bicicleta). El automóvil impone también la innecesidad (sic) de consumismo: cuánto tienes es lo que vales en esta sociedad mercantilizada. La naturaleza ha sido y continúa siendo la mas (sic) perjudicada por la producción de automóviles y por su uso”.

A la contaminación que causaron por el incendio habría que añadir la emitida por los automóviles que detuvieron y retrasaron su tránsito con motivo del siniestro y la de los vehículos de emergencia y policiacos requeridos por la situación. De modo que para la ética anarca y sus reflexiones oximorónicas, hay contaminación buena y mala, según quién la produzca y por cuáles motivos.

El mismo grupúsculo y otros afines a Liberación Total Humana, Animal y de la Tierra también reportan causar daños desde 2007 a casetas telefónicas, minisúpers, productos de venta en supermercados, establecimientos franquiciatarios de comida rápida y a sucursales bancarias con “butanazos” (latas de gas), entre ellas la que atacaron durante la madrugada del 13 de abril en la delegación Cuauhtémoc. Sus congéneres en Chile se declararon autores del ataque a la embajada de México en ese país en protesta por el encarcelamiento de varios ladrones y piromaniacos con su misma filiación política extremista. Curiosamente, a todos ellos los mencionan como veganos (vegetarianos que no consumen productos de origen animal), como si fuera una justificación moral para la comisión de los delitos que cometieron.

Liberación total...

Liberación total…

Más que una utopía, su fantasía es matar a todos y luego suicidarse: “Recuerda, ésta es una guerra y los humanos son el enemigo”, dice su panfleto “Una declaración de guerra”. Su objetivo es que todos los animales vayan y vengan por el planeta, libres de la especie humana que los depreda: “La mejor cosa que podría sucederle a la Tierra y a todos sus habitantes no humanos es que las sociedades humanas lleguen a un final, junto con todas las personas”. Por lo pronto, creen que “solamente el daño físico disuadirá a la gente de abusar de los animales”. Hay que creerles que están dispuestos a ser los autores de un holocausto de seis mil 300 millones, si consideran que “los humanos son la forma más inferior de vida”. En una profecía autocumplida y para alcanzar su objetivo, “estafan, roban, mienten, saquean, inhabilitan, amenazan y dañan físicamente a otros”. Sin embargo, esto es sólo algo que está escrito y sus delitos no han puesto hasta ahora en riesgo la vida o la integridad de algún inocente, sea autoridad o civil.

Ecologismo integral, el evangelio de Coelho

Entre las formas más curiosas de extremismo dentro de la legalidad están las que fusionan el ecologismo con el indigenismo. Tienden, por supuesto, a una valoración falsamente positiva de las culturas de los pueblos indígenas, presentándolas como plenamente armónicas con la naturaleza (ambiente) e idealizando a los antepasados prehispánicos como seres dotados de una conciencia cósmica, de majestad moral y de sabiduría superior a la cultura occidental contemporánea; no obstante, por ejemplo, que para hacer el estuco de sus murales los mayas requerían deforestar grandes extensiones de terreno para los hornos de leña con que lo producían. Otras más son las que hacen del ecologismo una justificación para la re-ligación con lo místico o lo divino, para experimentar con lo sagrado visitando, por ejemplo, sitios arqueológicos en el equinoccio para cargarse de energía, así sea en la pirámide mayor de Teotihuacán edificada para el culto al agua y no al sol.

Los enemigos son los humanos.

Los enemigos son los humanos.

Un caso también interesante es el de Leonardo Boff, fundador de la Teología de la Liberación, una síntesis de marxismo y cristianismo que dio lugar a movimientos revolucionarios y guerrilleros en América Latina, quien luego mutó hacia el ecologismo; del Cristo guerrillero al Cristo cósmico. Con libros que versan sobre La dignidad de la Tierra. Ecología, mundialización, espiritualidad (2000) y La voz del arco iris (2003), dice en su sitio en internet: “Hoy nos encontramos en una nueva fase de la humanidad. Todos estamos regresando a nuestra casa común, la Tierra: los pueblos, las sociedades, las culturas y las religiones”. Boff, con el paso de la vigencia del discurso comunista, pasó de los pobres a las ballenas como sujetos de la liberación y ahora pasa de la ecología ambiental y social a la ecología “mental” y a la “integral”, o sea, a la armonía con “el universo”. Todo un Paulo Coelho.

Uno se pregunta hasta qué punto los militantes van a emancipar al ecologismo de la ecología. ®

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Publicado en: Julio 2013, ¿Dónde quedó la revolución?

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  1. Para este entonces ya existe una rama de la ecología llamada etnoecología, la cual mas allá de una valoración falsamente positiva analiza el hecho de que, dentro de los pueblos indígenas (u originarios) ha existido un método de aprovechamiento ecológico de perfil biocultural. Las zonas habitadas por sociedades tradicionales son herederas de un linaje cultural, que incluye formas muy antiguas e igualmente vigentes de conocer y manejar la biodiversidad tanto silvestre como domestica. En estas zonas la diversidad lingüística se asocia a las principales concentraciones de biodiversidad existentes, con evidencias de traslapes notables en los mapas globales, entre las áreas del mundo con alta riqueza biológica y las áreas de alta diversidad de lenguas. Más allá de justificar una armonía perfecta, se argumenta la importancia de la existencia de estos pueblos y la diversidad cultural dentro de los amplios territorios conservados, que para organizaciones mundiales como la WWF (conservacionista), deben ser controlados por científicos y extraer de ahí a cualquier forma diferente que atente contra su modelo de conservación global. Se habla en este sentido de la diversidad biocultural. Comento esto porque me agrada la critica que hace tu texto a todas esas modalidades ecologistas que están de moda, mas me interesaba aclarar este punto, pues la conservación comunitaria si existe en un país como este tan ampliamente diverso culturalmente

  2. Muchos datos y poca información… pura y llana retorica… solo eres un chico de los que creen que están sentados en el centro de la realidad, la ven perfectamente… pero no la comprenden desde ningún ángulo… Creo que deberías conocer el tema mas de cerca y ver por donde va el camino… y hasta donde hay una necesidad total de enfatizar en la destrucción «a discreción» del planeta…

    GO VEGAN!!!

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