Cuando la noche cobra cuerpo
Cuando la noche cobra cuerpo
y tiende sus dedos a mi boca;
cuando la madrugada se vuelve
una promesa vaga de enfermedad;
cuando de mi costado izquierdo
se desprende una a una cada certeza;
cuando de mi pecho oigo desprenderse
la fuerza ciega de una promesa;
cuando cada instante es eslabón
de otro instante de incandescencia;
cuando alguien teje en la oscuridad
el rito repetido de su cuerpo sin voz
sin sombra sin eco sin vigilia
sin sueño sin sentido: es que
la voz ahogada del estanque ha optado,
de nuevo, callada, por la vigilia.
Anoche llegué
Anoche llegué de El Alamillo
al filo de las once,
cuando los hombres ahogados
afloran en el eco del estanque.
Anoche llegué cansado
sin a quien preguntar por los muertos
ni los que emigraron a destiempo.
Aunque abrigo el propósito
de salir hoy mismo a El Venado,
no sé si el aliento me sea propicio.
Esta mañana, cuando no clareaba
el día, desensillé el pegaso,
desmonté la vida; me tiré
a despertar sin lograrlo.
Como siempre, esta tarde me dilataré
en el horizonte de arena, la cascada
de fuego que empapa los cerros,
los árboles y retrasa la noche.
Anoche llegué aturdido, con sed,
con los oídos taponados, inermes
los brazos, contrito de lejanos fríos. ®