La nueva perla del cine argentino

Tierra de los Padres, de Nicolás Prividera

A propósito de la dura crítica a este documental argentino, excluido de un importante festival en Buenos Aires, la autora aprovecha para comentar sobre política, el poder, la disidencia, Replicante y la variedad de posiciones de los cientos de colaboradores, muchas de ellas muy encontradas.

Me gusta correr riesgos cuando voy al cine o al teatro, ver lo que nadie recomendó, lo que nadie conoce, porque las decenas de frustraciones valen esas joyas inesperadas que descubrí en noches solitarias (estos descubrimientos, por alguna extraña razón, suelo hacerlos cuando estoy sola). Pero cuando me dirigí a uno de los cines más prestigiosos de Buenos Aires a ver Tierra de los Padres (Nicolás Prividera, 2011) fue con la expectativa de encontrarme con uno de los pocos filmes que crítica y público habían coincidido en aclamar. Al final de la proyección se oyó un aplauso convencido, mientras yo miraba para todos lados preguntándome qué era lo que aplaudía esta gente. Tierra de los padres me pareció un error de principio a fin, y ninguna de las críticas favorables que leí después de verla consiguen hacerme cambiar de opinión.

El filme es en su mayor parte una sucesión de tomas fijas a personas que leen frases escritas por las grandes personalidades de la historia argentina, todos ubicados en el cementerio de Recoleta, una ciudad en miniatura en que las calles y avenidas se abren entre panteones familiares y esculturas mortuorias. En el corazón del barrio más opulento de la Ciudad de Buenos Aires se almacenan los cadáveres de las familias fundadoras, de los presidentes, de los ricos y de otras celebridades. Entre estas grandes personalidades se encuentran figuras nefastas de nuestra historia. Son “los padres de la patria” (de ahí el nombre del filme), pero de esos padres que provocan pesadillas. Todo esto me parece muy bien. Lo que me parece absurdo de este filme es en primer lugar la eterna cámara frontal y fija. Sin duda los realizadores podrán darnos razones ideológicas para esa decisión estética, y yo puedo decirles que quizá Fassbinder no tuvo razones ideológicas para dejar inmóviles las pesadísimas cámaras con las que filmó Katzelmacher, y eso no cambia que el resultado fue genial. Mi verdadera objeción a esa cámara tediosa, a esas voces cansadas, a esas miradas sobre un libro misterioso es mi objeción ideológica a todo el filme: todo está en su sitio, todo está quieto, porque quienes hablan aquí son muertos. Las personas que leen los libros no comulgan con los dichos racistas, retrógrados, violentos y clasistas a los que dan voz. Para remarcar más esta idea de “la palabra de los muertos” los actores se desvanecen en el aire, justamente como fantasmas.

Más allá de las estimables intenciones del cineasta, es la construcción de la imagen de Tierra de los padres lo que nos hace suponer que esta ideología permanece en su tumba. Pero, como habitante de la ciudad de Buenos Aires, puedo decirles que en realidad está viva. No voy a citarles aquí las mil razones que tengo para afirmar esto (busquen en YouTube a Micky Vainilla y observen cómo este genial personaje cómico se convirtió, para sorpresa de todos, en el vocero de una clase despreciable), porque aquí estamos para hablar de cine. En el filme se oyen también otras voces: los lectores invitados pronuncian con convicción palabras de personajes como Evita y Juan Bautista Alberdi: estas palabras sí se hacen carne, sí están vivas. Pero hay más. En el recorrido por el cementerio no sólo tenemos las monótonas tomas de lectura sino también algunas imágenes de los visitantes, y un grupo de ellos canta la marcha peronista, otros rozan con los dedos las inscripciones en la tumba de Evita (Eva Duarte de Perón, para los menos informados). Es decir que en esta ciudad de muertos que es nuestra historia, lo único que vive son las ideologías de izquierda y la peronista (que no son exactamente lo mismo, pero dejemos esa discusión para los especialistas): no hay cosa más viva que el canto de una marcha.

Es decir que en esta ciudad de muertos que es nuestra historia, lo único que vive son las ideologías de izquierda y la peronista (que no son exactamente lo mismo, pero dejemos esa discusión para los especialistas): no hay cosa más viva que el canto de una marcha.

Ahora bien, el filme es tristemente célebre por haber sido excluido del BAFICI (festival de cine independiente de la ciudad) por supuestas razones políticas. Aunque a mí me pareció detestable, yo no lo hubiera excluido. Pero no me hagan caso a mí (que nunca organicé un festival) sino a Andrés Martínez, uno de los organizadores del Festival La Jaula (festival de cortos con temática de encierro) que comentó que uno de los criterios para incluir las obras enviadas era favorecer la multiplicidad de miradas sobre el tema propuesto. Francamente puedo decirles que entre todo lo bueno y todo lo malo que vi de cine argentino nunca vi nada como Tierra de los padres y creo que debe ser exhibida para que se debata sobre ella. Ustedes dirán que esto es obvio, que si no pensara así no estaría escribiendo sobre esta película, pero mis intenciones no son tan simples, como habrán adivinado por el título. Volviendo a nuestro tema, parece que la estrategia es la misma en ambos casos: negar la existencia del enemigo. A mí también me gustaría pensar que el pensamiento fascista y racista es ajeno a mi sociedad, pero afirmarlo, además de ser falso, es peligroso: no sólo porque negar un problema implica no solucionarlo sino porque una democracia se hace entre todos, como dice mi presidenta, con “los que me quieren, y los que no me quieren”.

Pero en lugar de hablar de política o sociología, de lo que sé muy poco, permítanme hacerles una confesión personal (me gusta confesarme cerca de la mitad de la nota). Dudé seriamente exponer mis objeciones a la nueva niña mimada de mi cine nacional, pensé que quizás alentaría el pensamiento equivocado de que el gobierno de Cristina Fernández (de amplísimo apoyo popular y que sostiene el funcionamiento de todas las instituciones) es un gobierno autoritario, que tiene un montón de gente con la cabeza lavada que sólo repite lo que le mandan. Esto no es cierto, por eso mi mayor temor era que mis palabras se homologaran a las de Cecilia García Olivieri, quien afirmó en esta misma revista que en Argentina “no hay libertad de prensa”. Aunque en mi discusión con la autora intento que lleguemos a un acuerdo (a mí no me gusta pelear, me gusta discutir), lo que sostiene es una mentira y debe ser señalada como tal. En Argentina existe una evidente guerra ideológica en los medios, pero lo único novedoso es que es evidente, por el simple hecho de que los dos bandos opuestos tienen poder: uno tiene poder económico y otro tiene poder político… lo que le da el poder económico del Estado. Este último se utiliza para difundir la ideología del gobierno central, que es la ideología que votó más de la mitad de la población. En esta guerra los que quedan afuera son los que no acuerdan ni con el poder económico de los grandes medios (y su ideología consumista) ni con el poder central (y su ideología demasiado compleja como para resumir entre paréntesis). Sin embargo, quien quiera enterarse puede hacerlo a través de medios no impresos. Se me podrá objetar que hace falta hacer un esfuerzo, buscar esta información, pero tampoco es que hay que intercambiar contraseñas secretas ni reunirnos a medianoche en un umbral: la información está ahí. Por supuesto que la información más difundida es de aquellos que tienen poder para difundirla, y es la que quiere consumir la gente que no tiene ganas de hacerse demasiadas preguntas pero, a causa de este enfrentamiento, los bandos necesitaron izar sus banderas y abandonar definitivamente una falsa apariencia de objetividad, lo cual es una ventaja para el lector, un motivo para hacer ese mínimo esfuerzo. Debo hacer esta aclaración para que nadie use mis palabras para decir que los cineastas argentinos son unos fascistas que matan ideológicamente a sus detractores, porque eso no es cierto. Tierra de los padres es un filme equivocado, justamente porque no mata nada, deja que los fantasmas se rían, más vivos que nunca, entre las sombras.

En realidad no hubiera hablado de este filme (si no me gustó verlo, tampoco me gusta recordarlo) si en la época en que lo vi no hubiera leído en esta revista diversos artículos sobre las elecciones mexicanas. Incluso después del número sobre democracia, Replicante necesitaba reflexionar sobre el resultado de las elecciones. Su reflexión fue negar el fraude y la manipulación de los medios y buscar otras razones para el triunfo del PRI. Pero entre esas voces distinguí dos posturas enfrentadas: por un lado la de Rogelio Villarreal (podría tomar por ejemplo a García Orozco o a Medina, pero elijo a Villarreal por ser el editor) que reprueba los dichos y acciones del candidato López Obrador y del movimiento #YoSoy132; por otro lado las de Ernesto Priego y Rafael Toriz, que denuncian la corrupción que caracterizó las últimas elecciones. Ustedes se preguntarán qué hago yo hablando de una elecciones de un país que no conozco, en lugar de hablar de cine, pero no hablo de las elecciones, ni de los hechos, ni de verdades. Hablo de discursos.

No coincido con la ideología de derecha que tiñe la mayor parte de los juicios que se expresan en esta revista, pero sí con su apertura al pensamiento disidente, apertura que, como contexto de los discursos, los pone en duda. Eso también es ideología, y por eso me enorgullezco de escribir para ustedes, de ser una de las voces que le replican a Replicante.

El cine de ficción me enseñó que incluso cuando partimos de la premisa de que vamos a contar mentiras, la forma en que las contamos promueve interpretaciones de la realidad, y son esas interpretaciones las que pueden o bien sostenerse como verdaderas o bien ponerse en duda. El cine documental me enseñó que los hechos reales pueden utilizarse para difundir interpretaciones de la realidad que sostienen la mentira y refuerzan la dominación de ciertos grupos sobre otros. Creo que el ejemplo más claro es comparar la manipulación que hizo la televisión de las imágenes reales de la matanza de Columbine, convirtiendo el horror en espectáculo, con la reconstrucción que Gus Van Sant hizo del mismo hecho a partir de datos inventados, que logra sin embargo plantearnos la dimensión humana y social de la violencia. Con esto no quiero decir que los hechos no me importan, ni que me da igual si hubo o no hubo fraude en las últimas elecciones mexicanas, quiero decir que desconfío de los discursos que promueven el conformismo a través de respuestas tranquilizadoras o que rechazan por antiinstitucional la crítica al funcionamiento de las instituciones, mientras que simpatizo con los discursos que promueven la crítica, la desobediencia y el cambio. Pero a ustedes no les interesa mi ideología de sillón (dícese de la ideología que es fácil sostener desde la comodidad de su casa), volvamos a los discursos: cuando vemos su forma aprendemos a desconfiar.

Y así es como retomamos nuestro filme estrella: mientras que Tierra de los padres niega la vigencia del enemigo (de la misma forma que en Argentina los medios opositores aseguran que el gobierno nacional se tambalea y los medios oficialistas sostienen que todas las críticas provienen de la derecha), Replicante toma el camino difícil: es una de las pocas publicaciones que incluyen a sus detractores entre sus filas. (Sí, yo también leí a Raymond Williams, pero creo que no aplica en este caso.) Me gustaría recordarles que comencé a colaborar con esta revista hablando de la obra de Pier Paolo Pasolini, uno de los comunistas más peligrosos porque, tanto tiempo después, todavía convence. Si ustedes creen que la línea editorial de Replicante tiene la más mínima simpatía por el comunismo o cualquier cosa que se le parezca, permítanme recomendarles que lean con un poco más de atención. No coincido con la ideología de derecha que tiñe la mayor parte de los juicios que se expresan en esta revista, pero sí con su apertura al pensamiento disidente, apertura que, como contexto de los discursos, los pone en duda. Eso también es ideología, y por eso me enorgullezco de escribir para ustedes, de ser una de las voces que le replican a Replicante. ®

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Publicado en: Agosto 2012, Cine

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