Las nuevas tecnologías, los avances y cambios en la sociedad modificaron la manera en la que se ejercen distintas profesiones. Las plataformas digitales ya no son un lugar exclusivo de entretenimiento.

Miércoles, 20:30 horas. Un periodista con años de trayectoria llega a su casa luego de un largo día de trabajo en la redacción del diario. Durante la jornada escribió notas sobre diversos temas. Nada diferente a lo que ocurre hace años. Al llegar a su hogar su familia lo espera para cenar. Terminada la comida, y luego de una sobremesa que no duró más de diez minutos, su hija se dirige al sillón con su celular. Allí se queda por, al menos, media hora. No hace nada más que mirar el teléfono y scrollear con su dedo pulgar. El padre, cansado de que la misma situación se repita todos los días, decide descargarse TikTok. Busca entender qué hay en esa aplicación que atrae tanto a los jóvenes. Entonces, luego de lavar los platos, asegurar las puertas y apagar las luces de la casa, se acuesta en su cama con su celular y abre la aplicación.
1:45 horas. Pasó el tiempo y una cantidad de videos que ya no recuerda. Cayó en la trampa. Pero algo lo sorprendió. En primer lugar, aparecieron bailes y retos entre amigos. Luego, algún clip de una película. Sin embargo, terminó atrapado por historias contadas por jóvenes de distintos países en sus casas. En esos videos, periodistas de no más de 25 años relataban asesinatos, misterios, datos sobre fútbol y las nuevas medidas del presidente. Incluso algunos contaban las mismas noticias que él redactó esa tarde. ¿La diferencia? Estos videos tenían más de 200 mil reproducciones en algunas horas. Sólo utilizaban un par de luces y la cámara del teléfono. Algo no le cierra. ¿Cómo pueden estas personas tener ese alcance en una red social? Si él necesitó años de trayectoria para lograr que la gente lo lea, además bajo el nombre de un medio de comunicación. Los tiempos cambiaron. La manera de crear y consumir, también.
Desde un principio las formas de comunicarse se modificaron de manera progresiva. Estas alteraciones siempre significaron una amenaza para las demás variantes. Sin embargo, los avances tecnológicos no dieron opción. O se adaptan o están fuera. Los comunicadores, lejos de desaprovechar la oportunidad de alcance, se sumaron. El poder se descentralizó y las reglas del juego cambiaron. La posibilidad de comunicar ya no depende de las grandes empresas que contratan a profesionales, quienes escalan puesto por puesto para llegar a un rango donde puedan ser escuchados. Hoy la pelota cambió de dueño.
Hace años la Generación Z —aquellos nacidos entre 1997 y 2012— se informaba a través de la televisión, las páginas web e incluso la radio. Ya los diarios habían perdido terreno entre las personas de esa edad. Mientras tanto, las redes sociales eran lugares de entretenimiento. Postear en Facebook e Instagram fotos sobre lo que la gente hacía, o publicar en X —en ese entonces Twitter— lo que pensaban era lo habitual. Sin embargo, con el paso del tiempo todo cambió. Si bien se siguen usando las redes con esos fines, éstas crecieron tanto que se convirtieron en el nuevo terreno de la información. Fueron los mismos jóvenes quienes vivieron el cambio en la manera de crear, publicar y consumir.
El algoritmo tiene en cuenta distintos datos para realizar esta tarea. Uno de ellos son las interacciones como likes, comentarios, compartidos o visualizaciones completas. Otro aspecto es la información del video, como los hashtags, descripción, título o música.
No sólo cambió el contenido de las redes sociales más famosas, sino que además nacieron nuevas plataformas. El rubro audiovisual tomó fuerza durante los últimos años. Así, se posicionaron en la cima aplicaciones como Spotify y la más reciente, TikTok. Además, YouTube ya existía pero se potenció con esta nueva ola.
TikTok ya es una de las aplicaciones más populares en el mundo. Cuenta con más de 1,500 millones de usuarios —sin contar los de China— y sólo es superada por YouTube y Facebook. Su criterio para la selección de videos que muestra a cada usuario se destaca por ser personalizado. El algoritmo tiene en cuenta distintos datos para realizar esta tarea. Uno de ellos son las interacciones como likes, comentarios, compartidos o visualizaciones completas. Otro aspecto es la información del video, como los hashtags, descripción, título o música. También tiene en cuenta la información del dispositivo del usuario, como el sistema operativo, la ubicación, el idioma y demás datos.
Este sistema individualizado de selección del contenido logra que el usuario, una vez que entró a la aplicación, pase de un video al siguiente de manera constante. Mientras lo hace, modifica su algoritmo sin ser consciente de ello. Esto puede ser beneficioso para la empresa dueña de la red social, pero no así para el usuario.
Según el psicólogo Ezequiel Spiazzi, este sistema aporta poca información, pero muy llamativa. Por ende, la atención de la persona se centra de manera específica en ese contenido durante unos segundos y lo orienta de manera constante sobre qué ver y escuchar. “Cada vez conocemos más cosas, pero sabemos menos de cada una de ellas”, dice Spiazzi. Además, que “no sólo afecta nuestra atención. También aumenta la ansiedad y hay cada vez más consultas con pacientes que —mal diagnosticados— dicen tener trastornos, déficit de atención e hiperactividad”.
—¿Esto tiene consecuencias a mediano o largo plazo?
—Todavía no lo sabemos. Nos daremos cuenta dentro de diez o quince años, cuando nuestra generación empiece a mostrar las consecuencias. Es algo muy nuevo.
—¿Y por el momento?
—Ya aumentaron las consultas por trastornos de la ansiedad generalizada, los rasgos paranoicos y pacientes con fobia.
Una fuente inagotable de contenido
Desde partidos de fútbol completos hasta bailes o canciones. Clips de programas, recetas e incluso capítulos de telenovelas. La red social evolucionó. Nadie podría decir de manera exacta qué se va a encontrar un usuario al entrar a la aplicación. La duración de las producciones, que antes tenían un límite de un minuto, ahora pueden durar más de una hora. Si bien la mayoría del contenido es en formato vertical, también existe la opción de “pantalla completa” para verlo en horizontal.
Agentes inmobiliarios, abogados, contadores, profesores, psicólogos y demás trabajadores se sumaron a TikTok en busca de una manera de potenciar su trabajo y, por qué no, dedicarse en un 100% a la plataforma. Como lo hizo durante toda su historia, el periodismo evolucionó y no se quedó fuera de esta oportunidad. Al igual que con la aparición de la gráfica, la radio, la televisión y las páginas web, volvió a adaptarse a las nuevas maneras de comunicar. Sin embargo, ante el crecimiento exponencial de la aplicación luego de la pandemia de Ccovid–19, la pregunta era clara: ¿Es posible hacer periodismo en TikTok?
En el décimo congreso digital del Foro del Periodismo Argentino (Fopea) el periodista Jason Mayne aseguró que “se puede hacer periodismo en TikTok”. Dijo que tiene más repercusión que otras redes y aseguró: “Hay lugar para las noticias duras en TikTok. Depende de cómo se cuenta. El desafío es adaptar el tema a la red social”. Mayne habló sobre el algoritmo y finalizó al afirmar que “TikTok entiende el contenido que te gusta y te muestra los hits. Lo más importante es la interacción”.
“De alguna manera tienen que quedarse hasta el final, porque si eso sucede, el algoritmo interpreta que tu contenido está bueno y se lo va a mostrar a más gente, por más de que uno no tenga muchos seguidores. Ahí está la clave”.
No basta con que el video aporte información de calidad. Tampoco con que esté narrado de forma atrapante y el espectador quede encantado con lo que acaba de ver. Si no interactúa con el video, de poco servirá lo anterior. Por lo tanto, la búsqueda principal es otra. El objetivo se corre hacia la acción de la audiencia. Que escriban un comentario, que lo compartan o se lo pasen a sus amigos o familiares pasa a ser lo más importante. La fórmula, así, cambia. Ya no es tan lineal.
Sobre la manera en la que se trabaja en la red social Mayne dice que “el video tiene que tener un muy buen inicio que llame la atención, porque la gente se deja guiar por el primer segundo y medio”. También que “de alguna manera tienen que quedarse hasta el final, porque si eso sucede, el algoritmo interpreta que tu contenido está bueno y se lo va a mostrar a más gente, por más de que uno no tenga muchos seguidores. Ahí está la clave”.
¿Un segundo y medio para determinar si el video le va a gustar o no? ¿Cuántas palabras entran en ese tiempo? Esto quiere decir que, aunque la publicación anuncie una primicia importante, las probabilidades de que el usuario se quede a verlo disminuyen de manera exponencial si el video no empieza con una frase, movimiento o imagen contundente. Se podría decir que aquel periodista de recorrido en medios tradicionales se queda más tranquilo. Este trabajo ya no es tan fácil como parece.
Un segundo y medio. Ni siquiera se puede terminar de decir un título. Ya la técnica de los titulares llamativos se quedó en el tiempo. ¿Qué hacer en un segundo y medio para que a alguien le interese lo que el otro tiene para contar? Para lograrlo, los creadores de contenido experimentados utilizan diferentes recursos. Éstos pueden ser palabras, gestos, efectos o incluso sonidos a los cuales denominan “ganchos”. No sólo se trata de un titular llamativo, como podría ser en el caso de una nota escrita. Tampoco es un video impactante, como suele ser en la televisión. En ocasiones se trata de movimientos cotidianos, como puede ser agarrar una taza de café, fingir que escriben algo en un cuaderno o que se están sentando en una silla. Esto aporta naturalidad y genera curiosidad en la audiencia, por lo que aumenta la probabilidad de que se quede a mirar el resto del video.
Claro está que los ejemplos anteriores son válidos para TikTok. Sería un error dar por hecho que las mismas técnicas son utilizadas para la mayoría de las redes sociales. Incluso en las que se tratan sólo de contenido audiovisual las características cambian tanto que la manera de retener a la audiencia es diferente. En YouTube, por ejemplo, es habitual ver las miniaturas de los videos con imágenes editadas, que contienen colores como el rojo o amarillo y letras grandes. Además, los títulos también suelen ser escritos en mayúsculas, con el uso de adjetivos o preguntas que inviten a la audiencia a hacer clic en su video. Estos recursos no son utilizados con frecuencia en TikTok. La principal razón es la diferencia de formato entre una red social y la otra.
En YouTube el usuario entra primero a la página principal, donde el algoritmo le proporciona una serie de videos diferentes para que elija cuál ver, a menos que lo escriba en el buscador. TikTok, en cambio, no cuenta con página principal. Al entrar a la aplicación el usuario ya se encuentra con un video, luego baja y empieza otro, y así de manera sucesiva. La primera elección no es del usuario, sino de la plataforma, aunque ésta lo elige a través de su algoritmo personalizado. Esto lleva a los creadores de contenido a tener que estructurar su video de manera en que los primeros segundos funcionen como lo haría un título y una miniatura de YouTube, pero de manera “natural”.
Un informe realizado por Reuters Institute y la Universidad de Oxford indicó que TikTok fue la principal fuente de información en América Latina, por encima de la televisión. Esto demuestra la evolución de la aplicación que nació como una plataforma de videos cortos de entretenimiento y se transformó en un centro de información.
Un estudio británico realizado por Charlesbye Strategy y Research Interactive indicó que los jóvenes de la Generación Z tienen el doble de probabilidades de recibir noticias de TikTok que de la BBC. Según esta encuesta realizada a más de ocho mil personas, más del 40% de los jóvenes de entre 18 y 24 años recibe noticias de TikTok al menos una vez al día, en comparación con sólo el 19% que lo hace de uno de los medios más prestigiosos del mundo como lo es la BBC.
Además, un informe realizado por Reuters Institute y la Universidad de Oxford indicó que TikTok fue la principal fuente de información en América Latina, por encima de la televisión. Esto demuestra la evolución de la aplicación que nació como una plataforma de videos cortos de entretenimiento y se transformó en un centro de información a nivel global.
Sin embargo, esta cantidad de usuarios, sumado a la libertad que ofrece la plataforma para la creación del contenido, crea una nueva problemática. Como en otros ámbitos del periodismo, la calidad de las producciones puede verse afectada debido a la competencia. Con la finalidad de quedarse con la audiencia, los periodistas o comunicadores utilizan herramientas para llamar la atención de los usuarios. Es aquí cuando aparece un viejo conocido para el mundo del periodismo: el amarillismo.
Se produce un siniestro vial en una esquina y el comunicador tiene la grabación. Sin embargo, decir que colisionaron una motocicleta y un auto no atrapa al espectador. Ocurrió un siniestro vial entre dos vehículos hace instantes. Sí, informa, pero no genera la suficiente expectativa. Entonces lo cambia. La peligrosa maniobra de un hombre que provocó un escalofriante choque hace instantes: mirá cómo quedó el auto. Vende. Genera curiosidad y suspenso. La audiencia siente la necesidad de ver el video y el estado del vehículo.Eso es amarillismo.
El periodista Javier Hernández asegura que “el amarillismo es un vicio de la buena comunicación”. Además, afirmó que “Se puede hacer buen periodismo haciendo un buen uso de las herramientas de las redes sociales, sin caer en el amarillismo como forma de impactar en los consumidores de manera rápida y profunda”.
—¿Este problema se ve sólo en las redes sociales?
—No creo que sea así, pero el algoritmo prioriza ciertos discursos polarizantes por sobre conversaciones enriquecedoras.
—¿Entonces TikTok no puede ser una fuente de trabajo segura?
—Puede ser un buen primer acceso a la información, pero es necesario chequear de manera constante.
“Las redes sociales se transformaron en un ecosistema en sí mismo, que se habla dentro de sus propios límites”, dice el periodista argentino al subrayar que la televisión ya no legitima lo que sucede dentro de estas plataformas. Para Hérnandez, una muestra clara es que todos los dirigentes políticos o candidatos tienen redes sociales como un medio de relación directa con el público. Además, los propios medios tradicionales tienen sus cuentas en las que publican el mismo contenido. Por último, dijo: “Esta aplicación es, en términos de consumo de imagen, mucho más extrema en cuanto a la atención que requiere”.
“Cualquier usuario con un programa en línea puede imitar la portada de un diario, editarlo de forma sencilla y modificar un mensaje, y luego compartirlo en sus redes sociales y con otros usuarios como un contenido fiable”.
Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es el cambio de condiciones para la verificación de una cuenta en las redes sociales. Si bien depende de cada una y puede variar, hay algunas —X, por ejemplo— que cambiaron sus políticas. En la actualidad cualquier persona que pague una mensualidad de 11 dólares puede tener su cuenta de X verificada, incluso con un nombre e imagen de perfil que no corresponda a la persona. De esta manera, lo que antes representaba una seguridad de que el mensaje era verídico, hoy enciende las alertas de quienes lo reciben y, en ocasiones, lo comparten.
¿Existe una red social que desinforme más que las demás? La periodista especializada en nuevas tecnologías Soledad Arreguez lo niega. Sin embargo, algunos estudios indican que TikTok y X son en las que se hallan más mentiras y engaños. Además, hace unos años, una investigación de NewsGuard halló que el 20% de los videos presentados como resultados de búsqueda en la plataforma contenían información errónea.
La desinformación no es un fenómeno nuevo. La creación y circulación de mentiras y engaños existe desde la Edad Antigua. Sin embargo, Arreguez sostiene que las características del ecosistema mediático actual lo vuelven más permeable a la desinformación: “Cualquier usuario con un programa en línea puede imitar la portada de un diario, editarlo de forma sencilla y modificar un mensaje, y luego compartirlo en sus redes sociales y con otros usuarios como un contenido fiable”.
A pesar de todo esto, la periodista y docente considera que TikTok puede ser una fuente de trabajo, que trae ciertas ventajas y riesgos, como cualquier otra red social: “Es una red que favorece el engagement por todos los elementos interactivos que presenta y lleva a un periodismo más directo y dinámico con las audiencias. Es un buen canal para distribuir contenido informativo y generar conversación”. ®