La supernova de Kepler y la estrella de Belén, I

De la astronomía china a los evangelios apócrifos

Fueron tres los motores que desarrollaron la astronomía en la Antigüedad: la medición del tiempo, las creencias religiosas y la navegación. Estas razones o motores compartían un común denominador, creer que los cielos eran inmutables e invariantes.

Jonicus, el primer astrónomo (detalle) y la supernova de Kepler.

Y cuando algún suceso astronómico se salía de esta concepción —la aparición de un cometa, un eclipse, una lluvia de estrellas— había que no sólo explicarlo, sino conciliar el hecho con las creencias y darle un lugar en el cosmos. Con el avance de la tecnología esto cada vez fue más difícil. En especial, la aparición de estrellas nuevas en el cielo generó revueltas filosóficas, capaces de derrocar modelos cosmológicos, de transformar las creencias religiosas y derrumbaron teorías científicas. Éstas son las historias y aventuras de seis de estas estrellas.

Obra: Fresco en capilla funeral de Nakht, dinastía XVIII, reinado de Amenhotep II y Amenhotep III, Tebas, tumba 52 (c. 1410–1370 a.C.). Copia realizada por Norman de Garis Davies (1865–1941) y Lancelot Crane (Gran Bretaña, 1880–1918) en 1910, MET (15.5.19b).

El fresco en la pared izquierda de la capilla funeral muestra a Nakht, un escriba y astrónomo que vivió durante el reinado de Thutmosis IV. Las figuras centrales son Nakht y su esposa Tauy ofreciendo libaciones y ofrendas a los dioses Amon, Ra–Horakhty, Osiris, Hathor y Anubis, quienes sólo aparecen mencionados en el fresco. Nakht también aparece sentado a la derecha del fresco, en dos imágenes, dirigiendo las actividades agrícolas y ganaderas.

Representación de la Osa Mayor (abajo), la Osa Menor (centro) y los Señores de las Estrellas del Origen del Destino, dioses daoístas (c1454) autor desconocido, Dinastía Ming, China, MET (2012.525).

Según el académico Shawn Eichman, en el daoísmo existían cinco diferentes constelaciones de la Osa. La principal era la Osa Central (Osa mayor) representada en la parte baja de la imagen por siete deidades vestidas con ropajes reales y corona. La Osa del norte (Osa Menor) son las nueve deidades (dos de ellas ocultas con un velo), al centro de la imagen, vestidos con batas. Todas estas deidades eran responsables de borrar los nombres en el Libro de los Muertos. En la parte superior se encuentra el Señor de las Estrellas del Origen del Destino, con dos sirvientes que lo acompañan. Él en cada cumpleaños descendía a la tierra a recibir las ofrendas del festejado.

La Luz de la Navegación, frontispicio, (1608), de Willem Blaeu, biblioteca de la Universidad de Marburg, Alemania.

En la escena se ve a un grupo de marineros que estudian astronomía, geografía, y cartografía, ciencias necesarias para la navegación, representada al fondo. Las ciencias se identifican en los diferentes instrumentos: la regla de paralaje o ballestina, astrolabios, reloj de arena, globos terráqueos y celestes, compases, mapas, brújula y manuales o almanaques. Neptuno a la izquierda y Eolo a la derecha custodian a los marineros, que están iluminados por la luz del conocimiento, arriba al centro.

SN 185

En marzo de 2023 Ashley Strickland, de CNN, publicó un artículo sobre la supernova SN 185, la más antigua jamás registrada. Astrónomos del Inter–American Observatory, en Cerro Tololo, al norte de Chile, descubrieron que la expansión de la nebulosa remanente ocurría a una velocidad mucho mayor de la esperada. La teoría previa indicaba que a los restos de esta estrella —también conocida como la RCW 86 (catálogo Rodgers, Campbell & Whiteoak)— les tomaría cerca de 10 mil años formar un anillo. Sin embargo, lo observado por el telescopio Víctor M. Blanco mostraba que el anillo se había formado en tan sólo dos mil años, o sea, cinco veces más rápido.

SN 185 o RCW 86 entre las constelaciones de Circinus y Centauro. Cerro Tololo Inter–American Observatory, NOIRLab, NSF, T. A. Rector (University of Alaska) (iotw2236a)..
Telescopio Víctor M. Blanco (24 de enero, 2023). Cerro Tololo Inter–American Observatory, Chile, imagen de CTIO, NOIRLab, NSF, AURA, T. Matsopoulos (Cerro Tololo Drone Pano 8–CC).

El evento astronómico más antiguo registrado proviene de China, 1,300 a.C., durante la dinastía Shang. Se trata de un eclipse total de Sol, ocurrido el 5 de junio de 1302 a.C. El hecho, escrito sobre una caparazón de tortuga, cuenta que el Sol se oscureció y sólo tres flamas salieron de él. La oscuridad fue tal que Venus y Saturno y varias estrellas —algunas identificadas como Sirio y dos de la constelación de Orión— fueron visibles durante el evento.

Eclipse solar visto por Rey Narai de Siam (Tailandia) y los jesuitas en abril de 1688 en Lopburi, Siam, actual Tailandia (c. 1690). Foto de Françoise Foliot (1924–2019), colección privada, París.

Los chinos también hicieron el registro más antiguo del cometa Halley, en el año 240 a.C.

Tres mil años a.C. nació en China la necesidad y el deseo por registrar fenómenos celestes. Entonces se creía que el cielo, o Tian, dictaba un orden natural a todas las cosas, del cual se derivaba un orden moral. Para el año 1000 a.C. esta creencia ya era parte de una estructura gubernamental, en la que el emperador —el hijo del cielo— imponía este orden a los habitantes de la Tierra. Los fenómenos terrestres o celestes se interpretaban como una violación, cometida por el emperador o por el pueblo, del orden natural o moral; ello formalizó una relación entre el cielo y la Tierra.

El emperador vio la necesidad de tener un grupo de sabios —astrónomos y académicos— a su servicio para estudiar, registrar e interpretar los eventos celestiales. Fue el emperador Qin Shi Huang (Handan, Zhao, 259–210 a.C), fundador de la dinastía Qin, quien a finales del siglo III a.C. nombró un grupo de sabios que vigilaría y registraría los fenómenos celestes. Además del buró de “investigadores celestes”, Qin Shi Huang unió los reinos chinos bajo su mando fundando el Imperio Chino y construyó la Gran Muralla China para evitar las invasiones mongolas del norte.

El buró se separaba en dos disciplinas. Una, encargada de las “Cuestiones celestiales” o Tianwen, observaba y estudiaba los fenómenos celestes sorpresivos como los cometas, las estrellas fugaces, auroras, manchas solares o la aparición de estrellas nuevas. Cada fenómeno era interpretado y su premonición servía de insumo para tomar las decisiones gubernamentales correspondientes.

Cometa Lemmon C 2012–F6 al centro, una estrella fugaz serendipia y el cometa C 2011–L4 Panstarrs abajo a la derecha (marzo 5, 2013). Observatorio Paranal, imagen de ESO y Gabriel Brammer (potw1310a).

La otra disciplina llamada “lifa” registraba los fenómenos astronómicos periódicos, como las fases lunares, eclipses, equinoccios y solsticios. Con ellos obtenía modelos matemáticos para definir las fechas de los ritos y celebraciones religiosas en los calendarios. Los más antiguos en China datan del primer siglo antes de Cristo, en tiempos del emperador Wu, de la dinastía Han. Éstos, del tipo lunisolar, lograban predecir solsticios, el movimiento de los planetas y eclipses lunares. Pero la exactitud requerida para predecir eclipses solares era otra cosa. Las predicciones podían fallar por varios días o incluso semanas. Por ello los eclipses solares se consideraron eventos astronómicos sorpresivos, no periódicos, y fueron estudiados por la disciplina Tianwen.

Proveer al pueblo de un calendario preciso y confiable era responsabilidad del emperador. Tomar decisiones justas y correctas y cultivar sus virtudes garantizarían el adecuado funcionamiento —y movimiento— de la bóveda celeste y la Tierra. La agricultura, la cartografía y la geografía se emparentaron, gracias a la astronomía y la astrología, con los cielos. Los eventos celestes sorpresivos o no previstos con exactitud en el calendario eran signo de malos presagios, futuras tragedias, señales de decadencia, ilegalidad o ilegitimidad del gobierno. Por ello se generaron registros muy precisos desde 3,100 años a.C. de eclipses, cometas, estrellas novas o invitadas y conjunciones planetarias, y se relacionaban con nacimientos, ascenso, descenso y muerte de monarcas, nobles o fenómenos naturales.

Manuscrito Dunhuang, atlas de constelaciones (siglo VIII d.C.). Dinastía Tang, British Library (Or.8210–S.3326).

Cinco astrónomos vigilaban los cielos todas las noches. Cada uno observaba sentado en una plataforma, uno de los cuatro puntos cardinales. El quinto astrónomo observaba reclinado o acostado la parte superior de la cúpula celeste. En cada evento astronómico se registraba las estrellas o la zona del cielo donde ocurría. A la mañana siguiente el hecho se le notificaba al Astrónomo Imperial, quien lo interpretaba y lo comunicaba al emperador.

Astrónomos trabajando (c. 1722–1784). Imagen de Simon Fokke, Amsterdam, Rijskmuseum (RP–P–1960–482).

El trabajo astronómico de siglos culminó en un modelo cosmológico con una Tierra plana y cuadrada ubicada a la mitad —en el ecuador— de la esfera celeste que giraba en un eje inclinado. Los planetas se movían en su superficie interna. Esta cosmología influyó en la planeación y diseño de las urbes. En Pekín, capital imperial durante las dinastías Tang, Yuan, Ming y Qing, los templos de las principales deidades celestes (Sol, Cielo, Luna y Tierra) se construyeron afuera de la ciudad antigua (erigida por los tártaros) sobre los puntos cardinales. El templo del Sol o “Ritan” estaba al este; el templo a la Luna o “Yuetan” al oeste; el templo de la Tierra o “Ditan” al norte, y el templo al Cielo o “Tiantan” al sur. Éste, el más importante, era circular; en cambio, el templo a la Tierra o “Ditan” era cuadrado, ambos acordes a la cosmología china de los cielos redondos y la Tierra cuadrada.

Esfera armilar de base cuadrada simbolizando la Tierra, con los cielos esféricos soportados por una tortuga y cuatro dragones (1439). Observatorio de Pekín, foto de Vmenkov (2 de julio, 2009).

Este modelo cosmológico chino, carente de elementos geométricos o físicos e incluso de cualquier explicación sobre las causas del movimiento de los cielos, estuvo vigente hasta el siglo XVII d.C. Comenzó a evolucionar hasta que los astrónomos jesuitas llegaron al Imperio Chino. Matteo Ricci, Johann Adam Schall von Bell y Ferdinand Verbiest, entre otros, arribaron acompañados de la astronomía y cosmología aristotélicas y las matemáticas europeas. La Compañía de Jesús, los cielos y la Tierra esféricos y concéntricos, se enfrentan durante décadas a una férrea oposición.

Matteo Ricci, Johann Adam Schall von Bell y Ferdinand Verbiest (1736), de Jean–Baptiste Du Halde, Description de la Chine, V3, p. 110 b.

La supernova SN 185 o RCW 86 fue registrada por los astrónomos chinos el 7 de diciembre del año 185 d.C. Esta “Estrella invitada”, como fue llamada por los chinos, apareció en lo que ellos nombraban la “Puerta Sur”, la actual constelación de Circinus, muy cerca de la estrella Alfa Centauri. Los registros —los más antiguos de una supernova, probablemente del Tipo Ia— narran que durante 240 días centellaron cinco colores diferentes.

Inmediatamente el Astrónomo Real identificó la estrella como una advertencia del cielo enviada para evitar una conspiración maquinada dentro del imperio. Acto seguido, relacionó el área del cielo donde apareció la estrella con la sección del gobierno a la que pertenecía. Los chinos habían dividido el cielo en 283 constelaciones (asterismos), muchas de ellas formadas de dos o tres estrellas. Cada una representaba parte de la gran maquinaria burocrática que operaba en el Imperio. El área pertenecía a un cuerpo militar de caballería, en la región de Yuan Shao. Las acciones tomadas le costaron la vida al general en jefe He Miao, a sus oficiales subalternos y a miles de soldados. ®

Continuará.

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Publicado en: Ciencia y tecnología

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