A lo largo de 2011 Madrid ha sido testigo y anfitrión de tres importantes exposiciones que se articulan alrededor de la violencia en América Latina. Éstas son Fricciones y Conflictos (colectiva), Sicarios, de Javier Arcenillas, y Peso y Levedad (colectiva). Las muestras eran impactantes y planteaban la legitimidad de su cabida en salas de exposición.
Hoy en día la violencia está cada vez más presente en nuestra vida cotidiana. Nos vemos cada vez más expuestos y rodeados de imágenes que pretenden ser testimonios de la violencia o, por lo menos, los de una violencia vinculada a un contexto determinado. Los medios de comunicación contribuyen de forma decisiva a su banalización, y algunos de ellos carecen de ética y abogan por la difusión del morbo.
Últimamente se puede observar que la violencia y sus representaciones traspasan las fronteras de la información y sus soportes (prensa gráfica, televisión…) para trasladarse a salas de exposición de museos y galerías de arte. Este cambio de espacio para la difusión de imágenes violentas abre la puerta a todo tipo de preguntas y dudas que pueda tener el público. De repente, la violencia fría y documental del reportaje gráfico entra en los templos del arte. Ya no se sabe si el espectador tiene que apreciar las imágenes desde un criterio artístico, o si tiene simplemente que seguir viéndolas como el testimonio informativo de una realidad contextualizada.
A lo largo de este año 2011 Madrid ha sido testigo y anfitrión de tres importantes exposiciones que se articulan alrededor de la violencia en América Latina. Éstas son: Fricciones y Conflictos (exposición fotográfica colectiva del proyecto Laberinto de Miradas*), Sicarios, de Javier Arcenillas** y Peso y Levedad (colectiva, PHE11***). Las muestras eran impactantes y planteaban la legitimidad de su cabida en salas de exposición. Pero acercándonos a los fundamentos de Fricciones y Conflictos y Peso y Levedad nos damos cuenta de que su propósito es más complejo. Las dos propuestas no parecen ser simplemente la continuación o la mutación del fenómeno de la generalización de la violencia antes enunciado. Al contrario, parecen querer desmarcarse de esta realidad e intentar crear y abrir nuevos caminos para la reflexión sobre la violencia en la fotografía. El planteamiento reflexivo también se extiende a la creación: los nuevos modelos creativos y representativos que se tienen generar en la fotografía.
Este cambio de espacio para la difusión de imágenes violentas abre la puerta a todo tipo de preguntas y dudas que pueda tener el público. De repente, la violencia fría y documental del reportaje gráfico entra en los templos del arte. Ya no se sabe si el espectador tiene que apreciar las imágenes desde un criterio artístico, o si tiene simplemente que seguir viéndolas como el testimonio informativo de una realidad contextualizada.
La segunda parte del título de la exposición fotográfica Peso y Levedad, “Fotografía latinoamericana entre el humanismo y la violencia”, añade sentido al proyecto que reúne a quince jóvenes creadores latinoamericanos (tres de ellos mexicanos). La muestra ha sido comisariada por la española Laura Terré y la guatemalteca Rosina Cazali. A raíz de los planteamientos y de las dudas provocadas por la presencia de la violencia en las salas de exposición, hemos intentado acercarnos y entender los caminos y los posibles motivos de la inclusión de la violencia documental en las salas de arte. La crítica y comisaria independiente Rosina Cazali ha contestado a estas preguntas.
—¿Como nació la idea, el concepto de la exposición?
—Peso y Levedad es, en sí mismo, un nombre que sugiere un punto de contradicción y a la vez de encuentro. Es una exposición que considera la contemplación de imágenes como sometimiento de tensiones, entre el peso de las situaciones graves y la levedad de las opciones creativas. Se trata de una relación y condición contemporánea a la cual estamos sometidos como espectadores. En la actualidad, cualquier situación que involucra a la fotografía nos coloca frente a este tipo de prueba. Los fenómenos de información masiva dominantes se inclinan peligrosamente a estimular la representación del dolor. Las fotografías impresas en los diarios, las imágenes transmitidas a través de la televisión, Internet o los procesos de control fotográfico en espacios de dominio nos condicionan como individuos a un estado de alerta e indefensión propios del que espera una catástrofe global.
—¿Me puedes hablar de los artistas y las obras seleccionadas para el proyecto? ¿Hubo criterios concretos para la selección de los fotógrafos y de sus trabajos? ¿Cómo se ha desarrollado esta fase de selección y posteriormente la de articulación del lenguaje de la exposición?
—Es necesario saber que esta exposición depende del proyecto Trasatlántica, el proyecto de visionados de Photo España puestos en países de Latinoamérica. Eso quiere decir que las dos comisarias que trabajamos Peso y Levedad no sólo teníamos que integrarnos a los visionados sino sustraer de los portafolios que se presentaban a los participantes y eventualmente el material a mostrar. Ese método conlleva ciertas limitaciones. A veces te puede condicionar o enfrentarte a un bloque de obras que no sabes cómo articular, con el temor de inventarte algo o forzar temáticas. No obstante, me parece que tanto Laura Terré y yo nos dejamos fluir la información y el resultado tiene que ver, precisamente, con los temas y las preocupaciones que aparecen como constantes en la escena de la fotografía en Latinoamérica. De ahí, el contraste entre el peso de la violencia y la sutileza de los espacios privados se convirtió en el leit motiv y en la coordenada perfecta para provocar una reflexión sobre las sociedades, la ética del fotógrafo, etcétera.
El entramado de lo latinoamericano no es una casualidad sino un componente indispensable de este proyecto expositivo, una invitación a reflexionar acerca de las distintas realidades de ese territorio geográfico y mental llamado Latinoamérica, bajo la mirada de quince autores que reconocen las problemáticas de sus países y las vinculan con desigualdades que preocupan a nivel mundial. La exposición incide sobre una discusión de las democracias frágiles, las agendas políticas plagadas de eufemismos, las nuevas formas de autocolonialismo y una sorprendente “normalización” de la violencia que se ha fijado sobre este continente sin ser un fenómeno exclusivo. Álvaro Villela, Pedro Motta y Ricardo Barcellos, de Brasil; Santiago Hafford, Daniel Ramón Baca, Diego Levy, Pedro Linger y Myriam Meloni, de Argentina; José Ernesto Muñiz, Eunice Adorno y Mauricio Palos, de México; Juan Toro y Leonardo Ramírez, de Venezuela, junto con Mayerling García, de Nicaragua, y José Luis Rodríguez, de Colombia, son los autores de Peso y Levedad. En la exposición de sus obras puedes encontrar imágenes que nos angustian y nos llevan al extremo del miedo. Otras son ligeras y generan un sentido de levedad como el que sugirió alguna vez Italo Calvino: levedad como valor y no como defecto, la posibilidad de sustraer el peso que en los relatos dominantes de la realidad nos agobian y nos ciegan. Por muy extremo y pesado que parezca el discurso que prevalece en la fotografía contemporánea, en esta exposición, entre el peso de los hechos y la levedad de las miradas, podemos reconocer en todas y cada una de las imágenes la urgencia universal de recuperar el sentido crítico de la resistencia y la utopía del humanismo.
—¿Como podrías definir las finalidades del proyecto expositivo? ¿Como crees que es percibido por el público europeo?
—No tengo mucha idea. Mi ámbito de trabajo es Guatemala y Latinoamérica. Me interesaría conocer la respuesta de eso que llamas “público europeo”, siempre me resulta un misterio. Es posible especular, claro. Supongo que la representación que la exposicion hace de los países latinoamericanos calza, en muchos sentidos, con las percepciones y elaboraciones que produce un europeo sobre el Continente. Pero, ¿va más allá de esos datos iniciales? ¿Un europeo tiene la curiosidad de saber más sobre el fondo de una exposición? Pensándolo mejor, ¿existe un europeo como existe un latinoamericano?
—¿Como sitúas los trabajos de los artistas de la muestra dentro del ámbito de la foto?, o ¿Como se define su fotografía?
—En general son obras de documentación. La mayoría son resultado de procesos donde los autores se transforman en observadores de un espacio específico. Mas es importante subrayar que no nos encontramos frente a fotógrafos pasivos y que sólo buscan la instantánea. Actualmente la idea de proceso denota un estado de involucramiento en el tema y una conversación directa con los protagonistas. Estamos frente a fotógrafos que realizan trueques más justos entre objeto y sujeto.
—Este año en Madrid se han inaugurado varias exposiciones fotográficas vinculadas a la temática de la violencia en América Latina, ¿nos estamos encaminando hacia un nuevo género?
—De verdad, espero que esto no signifique o sugiera la aparición de un nuevo género. El interés de un autor por la violencia tiene que ver con su preocupación como individuo, sobre la sociedad que habita y los embates que las culturas de la violencia van cobrando en la actualidad. La violencia ha sido, desde hace mucho, un tema y una preocupación central en el arte pero nunca un motivo para sumarse a un género. La violencia en el arte es un estado de preocupación y reflexión crítica, no una etiqueta con especificidades de forma o contenido. ®
Notas
* Proyecto expositivo de fotografía, itinerante por Iberoamérica.
** Exposición individual en la galería de arte Aranapóveda.
*** Exposición fotográfica colectiva, itinerante por Iberoamérica.
Ernesto Muñiz
La Fotografía de Zocalo Surf al principio del articulo, es de mi autoría, solo que no es lo que expue en el Cervantes, ahi presente cuatro collages, entre ellos, un Agustín Malverde, una Santa Muerte, y una reinterpretaciín de la Virgen de Guadalupe, en relación al Narco y a la violencia en sí, con la religión y la fé del pueblo Mexicano. La del Zocalo Surf es una foto que me gusta, pero que no tiene nada que ver con la violencia, ni con la exposición de «Peso y Levedad»