Las retóricas del corazón y del culo

Las frases más usadas sobre tales partes del cuerpo

Un divertido ejercicio sobre las frases más usadas sobre dos partes del cuerpo humano que significan más de lo que suponemos. Lo cierto es que, como reza la popular paremia, “el culo y el corazón siempre avisan”.

Mensaje callejero. Fotografía de veteporlasombra.blogspot.com.

Del conjunto de órganos que conforman a un ser vivo el corazón es acaso uno de los que mayor cuidado y veneración ha recibido no sólo de cardiólogos o de amantes despechados; ha sido desde tiempos lejanos materia esencial de la poesía amorosa, símbolo anodino de cupido y hasta de pugnas sagradas a lo largo de la historia —para algunos pobladores del neolítico, por ejemplo, comerse el corazón de un enemigo admirado era importante porque creían que adquirían su valor; para los sacerdotes aztecas era también objeto de deseo, pues el corazón extraído de un sacrificado evitaba el fin del mundo y mantenía el equilibrio del universo.

Cuando alguien nos confiesa algún secreto decimos “abrió su corazón”; para los pusilánimes se emplea la locución adjetiva “blando de corazón”; quien habla con franqueza se dice que “habló con el corazón en la mano”; el enamorado “declara su corazón a alguien”, o bien, encontramos el cursi “en el corazón no se manda”.

Al parecer el corazón resulta metonimia preferida a la hora de señalar, por ejemplo, el ánimo o el valor de alguien: “No tuvo corazón para abandonarlo” o, por lo contrario, para señalar sus nobles sentimientos: “Es una persona de buen corazón”. Para señalar el centro de algo, de una calle o una fruta decimos “el corazón de la manzana” —o El corazón de las tinieblas, como escribió Joseph Conrad—. Cuando alguien nos confiesa algún secreto decimos “abrió su corazón”; para los pusilánimes se emplea la locución adjetiva “blando de corazón”; quien habla con franqueza se dice que “habló con el corazón en la mano”; el enamorado “declara su corazón a alguien”, o bien, encontramos el cursi “en el corazón no se manda”, que implica el feo fracaso de la razón ante los sentimientos; “tener una corazonada” indica un presentimiento; “meterse en el corazón de alguien” no es sino ser favorecido por el cariño de la persona en cuestión; en contraparte “romperle el corazón” a otra persona se traduce como defraudar, desengañar o desilusionar a alguien.

Como se lee, la retórica del corazón es vasta, sin embargo, existe otra, la del culo, que siempre tiene algo que decir.

Dilatada y labiosa, la oratoria del culus es variada. El culo, definido por la RAE, es “1.m. El conjunto de las dos nalgas; 2.m. En algunos animales, la zona carnosa que rodea el ano; 3. m. Ano; 4. m. Extremidad inferior o posterior de algunas cosas”.

Aquí dejamos el culo y sus definiciones para pasar a sus frases adverbiales más conocidas.

Cuando alguien recibe una dirección lejana e imposible se suele expresar que “su casa está hasta el culo del mundo” —es también eufemismo de hasta la chingada—; los españoles, cuando quieren echar de un sitio a una persona le espetan un “a tomar por culo”, o si se refieren a que algo va mal, sea cosa o persona, dicen que “ese hombre va de culo con su trabajo”.

Si decimos, por ejemplo, “que aquella mujer se para el culo” entendemos que ésta tiende a la vanidad, la presunción o el engreimiento; en cambio en la expresión —léase con furiosa convicción— “a ese güey lo paré de culo” se entiende que a ese individuo se le hizo una advertencia, se le puso un límite o, en casos extremos, uno lo acabó a golpes.

Por otra parte, cuando decimos de alguien que “se apretó el culo” se interpreta que no quiso aceptar una propuesta o ser cómplice de alguna fechoría: “la invité a bailar, pero se apretó el culo”; lanzar un “está hecha un culo” o “tiene un señor culo” significa que la mujer de quien se habla, admira y desea es la encarnación de Afrodita, Monica Belluci, Scarlett Johansson o por lo menos Rarotonga.

Cuando alguien recibe una dirección lejana e imposible se suele expresar que “su casa está hasta el culo del mundo” —es también eufemismo de hasta la chingada—; los españoles, cuando quieren echar de un sitio a una persona le espetan un “a tomar por culo”, o si se refieren a que algo va mal, sea cosa o persona, dicen que “ese hombre va de culo con su trabajo”; cuando oímos un “¡estoy hasta el culo de tus cosas!” mostramos hartazgo, pero si lo exponemos socarronamente en un ambiente de exceso etílico significa que alguien está ebrio: “ayer en la cantina Jorge se puso hasta el culo”. Si detallamos un lugar colmado de asistentes, donde no cabe ni una aguja, también utilizamos la misma locución “el cajero estaba hasta el culo”.

Ahora bien, lector, ya que me pone a pensar en estas cosas, recuérdese que la expresión “culo dormido… culo perdido” es un exhorto a la moderación, como en el caso de “perder el culo por él/ella”, del cual se entiende que se ha esforzado demasiado o de plano se ha perdido la dignidad por alguien.

Por otro lado, “dar por culo” o “por el culo” remite al pecado nefando —“le dio por el ojete” o “por el chiquito” significa lo mismo: sodomizar—; de la voz indoeuropea culus, (s) keu, también viene “culear” que es fornicar, culero, aquel hombre que usa su culo para actos sexuales —en México, es alguien malintencionado, vil, deleznable—, recular, hacer el culo hacia atrás o retroceder; cayó de culo es caer hacia atrás, “tonto del culo” ser estúpido.

Están también el ofensivo “métete tu dinero por el culo”, usado cuando, disgustado, se rechaza algo o alguien, y el tristemente célebre “lameculos”, locución referida cuando se adula servilmente a una persona. Por si fuera poco, encontramos inclusive una suerte de perspicaz sinestesia en la frase quevediana “ojo del culo”, con todas las gracias y desgracias que esto implica.

Retóricas del corazón o del culo, lo cierto es que, como reza la popular paremia, “el culo y el corazón siempre avisan”. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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